lunes, 28 de noviembre de 2011

NECROLÓGICAS: MONTSERRAT FIGUERAS (1942-2011)



ANDO desde hace un tiempo ajetreado y tan ensimismado con mis asuntos, que no ha sido hasta después de consultar una página web especializada en música clásica cuando he sabido de la luctuosa noticia: Montserrat Figueras, la dulce soprano que fue la voz de la Sibila como nadie antes que ella, la hermosa mujer que nos deleitó con innúmeras melodías de la diáspora sefardí, la infatigable investigadora de bellas músicas redescubiertas en manuscritos olvidados, la compañera de toda la vida del violagambista y director de orquesta Jordi Savall falleció el pasado día 23, después de luchar durante un año contra un terrible cáncer que, a la postre, ha terminado derrotándola. Tenía sólo 69 años y deja una honda huella (así como un hueco igual de profundo) en el panorama de la música antigua española e internacional.



La noticia me ha impactado sobremanera, no sólo por el hecho de que una persona relativamente joven se haya ido de forma tan prematura a causa de esa plaga de nuestro tiempo, o porque admirase la labor artística que Figueras desarrollaba desde hacía años junto a su marido, sino porque hace bien poco —concretamente el pasado día 17— acudí al Auditorio Nacional de Música de Madrid para presenciar un concierto de La Capella Reial de Catalunya y Hespèrion XXI y, al ver los intérpretes, eché de menos a Figueras, por lo que se lo comenté a mi acompañante. No podía ni imaginarme yo, al recordarla entonces, la situación por la que estaban atravesando en ese momento los dos artistas. Gran entereza, en todo caso, la de Jordi Savall, cuyo gesto en aquellas circunstancias le confirman como un gran profesional, además de como un enorme artista.


Nacida en el seno de una familia profundamente melómana, Montserrat Figueras se sintió inclinada desde muy joven hacia el repertorio de la música antigua, por lo que entró a formar parte del mítico grupo Ars Musicae de Barcelona, donde interpretaría todo el repertorio de los polifonistas españoles del siglo XVI. Allí iba a conocer, además, a quien sería su marido y compañero toda la vida, Jordi Savall, que también pertenecía a esa formación musical. Tras su matrimonio, acaecido en 1968, la pareja se instaló en Basilea, con el objeto de profundizar en sus estudios y de prepararse en la mítica Schola Cantorum Basiliensis y en la Musikakademie Basel, bajo la dirección de prestigiosos especialistas en ese período musical, como Kurt Widmer, Andrea von Rahm y Thomas Binkeley. En Suiza permanecerían hasta el año 1986, momento en que regresaron a España. Para entonces —y como ocurrió con otros intérpretes y estudiosos europeos (Hogwood, Koopmann, Paniagua, Herreweghe, Harnoncourt, Pinnock)— ya habían desarrollado una conciencia plena de que la música anterior a 1800 necesitaba un nuevo enfoque técnico y estilístico. Lo cierto es que el matrimonio Savall-Figueras consiguió plenamente sus objetivos, pues no sólo han llevado a cabo durante todos estos años una importante actividad como instrumentistas —entre 1974 y 1989 fundaron los grupos Hespèrion XX (luego rebautizado, por razones obvias, como Hespèrion XXI), La Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations—, sino que además han realizado una fundamental labor de recuperación de obras que permanecían enterradas en bibliotecas, archivos y tumbos de todo el mundo y lo han hecho en familia —sus hijos Arianna y Ferrán hace años que tocan con ellos—, consiguiendo cierto alcance mediático e interpretando obras que han gozado de una relativa popularidad, lo que, en buena medida, se explica por su indudable calidad musical, por el hermoso acabado de sus ediciones discográficas y por el hecho de estar distribuidas a través de un sello propio (Alia Vox), lleno de personalidad y de encanto.




Sirvan, en todo caso, estas líneas como un modesto homenaje al arte de Montserrat Figueras y sean, también, una especie de abrazo solidario, consolador (y virtual) para su marido, que ahora ha quedado solo.



Y ahora les dejo con cuatro vídeos que sirven para mostrar el canto de Figueras. En el primero la soprano interpreta un hermosísimo poema de Teresa de Jesús, adaptado a una melodía de Móxica, hallada en el Cancionero Musical de Palacio, de los siglos XV-XVI. En el segundo pueden ver un extracto de la obra que, quizá, haya hecho más famosa a la soprano ahora fallecida: El Cant de la Sibil·la, drama litúrgico con música gregoriana que suele interpretarse durante la Misa del Gallo en las iglesias de Mallorca, y que hunde sus raíces en las tradiciones y la liturgia relacionadas con el tema de El Juicio Final. El tercero incluye una pequeña muestra del que, según creo, es el trabajo más reciente del matrimonio Savall (y el que tuve la ocasión de ver en el Auditorio): un espectáculo dramático-musical organizado en torno a la familia Borgia, donde se hace un recorrido por la música de la época, comenzando por los orígenes de la que iba a ser todopoderosa dinastía (allá por los comienzos del siglo XV) y concluyendo con la canonización de uno de sus miembros más célebres: Francisco de Borgia (o Borja), acaecida en 1671. El último vídeo nos muestra a una bellísima Figueras en el papel alegórico de la Música, personaje que abre esa obra maestra de la ópera que es L'Orfeo, de Claudio Monteverdi. Que los disfruten.










Sit tibi terra leuis.

jueves, 24 de noviembre de 2011

ASTÉRIX EL GALO Y UNA FEA COSTUMBRE DE LOS GODOS: ERUDICIÓN Y HUMOR EN GOSCINNY



COMO saben ustedes y pueden comprobar en este mismo blog, ando últimamente sumergido en el mundo del pequeño y bigotudo guerrero galo por causa de la reciente edición que, de sus aventuras, ha realizado Salvat. Y al repasar, entre los álbumes aparecidos hasta el momento, el de Astérix y los godos me he topado con una plancha que ya no recordaba pero que, al momento de verla, me ha hecho sonreír de nuevo y recordar cierto pasaje redactado por un antiguo y anónimo cronista merovingio, cuya obra suelo consultar con frecuencia por razones académicas que ahora no vienen al caso.



Me refiero a ese fragmento de la Chronica del llamado pseudo-Fredegario Escolástico —pues así se llama el autor de esta importante fuente histórica, esencial para conocer lo ocurrido en el reino franco entre los años 561 y 641—, en la que se denuncia el espíritu guerracivilista de los visigodos y se nos dice que una de sus más nefandas prácticas consistía en sustituir violentamente a los reyes cuando no les gustaban, acudiendo frecuentemente al asesinato como vehículo de sucesión. Es lo que Fredegario denomina el morbo Gothorum, o "enfermedad de los godos", y que describe del modo siguiente (al hablar del reinado de Chindasvinto):

«El pueblo de los godos es rebelde cuando no está sometido a un fuerte yugo. Durante la adolescencia de Tulga, toda España, según su costumbre, se libró a los vicios y cometió diferentes crímenes. Finalmente, uno de los grandes, llamado Chindasvinto, habiendo reunido a su alrededor a numerosos senadores de los godos y al resto del pueblo, fue elevado al trono. Después de haber destronado a Tulga, le tonsuró para hacerle clérigo. Cuando hubo asegurado su poder sobre todo el reino de España, conociendo la costumbre que tenían los godos de destronar a sus reyes —lo que, a menudo, él mismo había pensado hacer con ellos—, ordenó asesinar, uno tras otro, a todos los que él sabía que habían practicado este vicio con los reyes anteriormente derrocados. A otros, los condenó al exilio, y las mujeres, las hijas y los bienes de éstos fueron entregados a sus fieles. Se dice que, para reprimir tal vicio, hizo asesinar a doscientos grandes del reino y a quinientos nobles de rango medio. Y hasta que no estuvo seguro de haber erradicado esta costumbre nefasta de los godos, Chindasvinto no dejó de ejecutar a aquéllos de quienes tenía sospechas. Los godos, sometidos por Chindasvinto, no se atrevieron a emprender contra él ninguna conspiración, como acostumbraran hacer contra sus otros reyes. Como se hallara al final de sus días, Chindasvinto colocó en el trono de España a su hijo, llamado Recesvinto. Entonces, entregándose a la penitencia y haciendo numerosas limosnas con sus propios bienes, se dice que Chindasvinto murió nonagenario».

Conviene recordar, para quien no esté ducho en la historia del reino visigodo, que en la nómina de sus reyes —ésa que sirve de burla, y que suele ponerse como ejemplo de algo aburrido, monótono y repetitivo— abundaron los casos de deposición violenta y de asesinato, siendo los menos aquellos monarcas que consiguieron morir en su lecho. Así, por ejemplo, Ataúlfo cayó degollado en Barcelona por uno de los suyos, durante una reunión familiar. Y fueron también los propios visigodos quienes pusieron fin a la vida de Sigerico, posiblemente porque era partidario de la paz con los romanos. Es de pensar que quienes aclamaron la elección regia de Turismundo —hijo de Teodorico I, el vencedor de Atila—, acabaron también con su vida, espoleados por Teodorico (II) y Figdarico, hermanos del rey. El propio Teodorico II fue asesinado por su hermano Eurico después de un largo reinado; y lo mismo les habría de ocurrir a los dos hijos de Alarico II: el bastardo Gesaleico y el legítimo Amalarico. El general ostrogodo Teudis, participante en la muerte de Amalarico, terminó cayendo, a su vez, atravesado por la espada de un godo que «se había venido fingiendo loco para matar al rey». Su sucesor, Teudisclo, reinó sólo un año, pues murió degollado y cubierto de heridas durante un banquete celebrado en Sevilla. Similar destino corrió Agila, asesinado por sus fideles, que se pasaron al bando de su adversario, Atanagildo. La dinastía leovigildiana —iniciada por Liuva I— pudo haber impuesto el principio dinástico, que se hacía tan necesario para frenar el morbus Gothorum denunciado por Fredegario, pero se vio prematuramente truncada cuando el arriano Witerico eliminó al joven Liuva II, hijo de Recaredo. No obstante, por su perfidia, el propio Witerico acabaría siendo «asesinado en un banquete, víctima de una conjuración de algunos. Su cadáver fue vilmente arrastrado y sepultado»(1). Aunque Witerico fuera el último rey visigodo que cayó acribillado por el acero de sus compatriotas, las usurpaciones, las conjuras y las “retiradas” forzosas de la vida política no concluyeron ni mucho menos en los años siguientes.



En fin, Serafín... ¿Un ejemplo más de esa España cainita, de la que han hablado poetas, ensayistas y pensadores? Quizá, no lo sé. Es posible que las idiosincrasias de los pueblos sean una realidad mucho más cierta y tangible de lo que pensamos. En cualquier caso, como pueden ver, todo está inventado y no hay prácticamente nada nuevo bajo el sol. Lo que se ha venido repitiendo hasta la saciedad en época contemporánea es algo que ya denunció hace siglos un anónimo cronista franco. La anécdota, el dato histórico están ahí. La gracia reside en saber qué material seleccionamos en cada momento y cómo se utiliza éste para hacer algo bueno con él. Y no cabe duda de que Goscinny y Uderzo supieron sacarle al tópico todo el jugo posible. Y además lo hicieron con salero y gracia (como sólo ellos sabían).



A estas alturas de la exposición pienso, quizá, que ya no hará falta decirle a los aficionados cuál es la página de Astérix a la que me refería al principio de la entrada. Pero lo haré, no obstante, para ponérselo fácil a los más despistados. Me refiero, claro está, a la plancha 41 de Astérix y los godos, titulada "Las guerras asterixianas", en la que Goscinny utiliza una sucesión de viñetas francamente divertidas para ironizar con la imagen belicosa y cainita que ya el viejo Fredegario nos transmitió de los godos, y que luego se ha trasladado a los prusianos —con quienes son identificados los antiguos germanos, como bien se ve por ese casco puntiagudo que usaron aquellos hasta la I Guerra Mundial— y a nosotros, los españoles (por nuestra ascendencia gótica). En resumen, es muy posible que el guionista francés echara mano de esa fuente histórica medieval (bien precisa y conocida) para jugar con el topos y burlarse, cariñosa y alegremente —tanto como lo permite el extraordinario dibujo de Uderzo— de ese pendenciero carácter godo, que tiene su extensión en aquella costumbre tan española que consiste en zurrarnos de lo lindo entre nosotros. Todo ello, además, engarzándolo de manera magistral en el argumento general de una aventura donde los godos juegan —como el título del álbum vaticina— un papel de primer orden precisamente por esa peculiaridad.



Yo, sintiéndolo mucho, como no tengo el tomazo recién publicado por Salvat, me limitaré a ofrecerles una imagen de plancha según la antañona versión de Grijalbo/Dargaud (con todos sus defectos y sus virtudes). Seguro que sabrán perdonarme por no estar al día, pero creo que merecía la pena recordar un documento tan salado. Que lo disfruten.




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(1) Todos estos datos tan edificantes los podrá encontrar, el lector curioso, en la Historia Gothorum del obispo Isidoro de Sevilla, de la que existen no sólo ediciones críticas latinas, sino también traducciones al español.

martes, 22 de noviembre de 2011

Y PLANETA RESPONDIÓ FINALMENTE: ACLARACIÓN SOBRE LOS GRISES EN LA NUEVA EDICIÓN DE PRÍNCIPE VALIENTE




QUERIDOS amigos, tal como dejé prometido en la primera entrada donde dí noticia del intercambio epistolar que he mantenido con responsables de Planeta DeAgostini —a propósito de su última edición de PV y de ciertos supuestos fallos detectados en algunos volúmenes de la misma—, por fin tengo el gusto de comunicar a todo el mundo que el gigante editorial español ha terminado respondiéndome, según dijo que haría. A continuación voy a transcribir íntegramente el breve correo electrónico que me llegó ayer de la editorial, contestando a mi pregunta sobre la presencia, en las planchas de PV, de esos tonos grises que aparecen sustituyendo a los tradicionales blancos en numerosas zonas de la página y en las cartelas con los textos. Era, un poco, lo que ya esperábamos. Hélo aquí:

«Estimado cliente,

»En referencia a su email, le informamos que estamos utilizando los materiales publicados en Alemania por la Editorial Bocola que ha restaurado los volúmenes con gran trabajo y optó en algunos por simular el papel prensa en que se editaban las tiras de Príncipe Valiente originalmente; de ahí que pusiera unos tonos de grises, en concreto aparece en los volúmenes de los años 43 a 52 y se hacen cada vez más suaves.

»Esperando haber respondido a su duda, aprovechamos la ocasión para saludarle».

La verdad es que después de leer las diferentes opiniones de algunos "bocolitas" que han ido publicando sus comentarios en este blog —posteriores a los de aquellos otros que, en un primer momento, denunciaron esta presencia de grises en la edición española como algo anormal y defectuoso—, uno llega a la conclusión de que no se trata de un error que podamos achacar a Planeta, sino que es una "peculiaridad" ya presente de origen en la edición de Bocola y, por ende, difícilmente solucionable por parte de la editorial española.

En cualquier caso —y si es cierta la explicación que me han dado en PdA (explicación de la que, en principio, no tengo por qué dudar, pero que tampoco puedo confirmar más que por terceras fuentes, pues yo no tengo los volúmenes alemanes)— parece evidente que estamos hablando de una elección bastante desafortunada desde su origen, puesto que ediciones más fidedignas y cercanas al original —y me refiero, concretamente, a la de Fantagraphics (basada en las color proofs conservadas en Syracuse)— presentan un blanco nítido e inconfundible allá donde Bocola y PdA 2011 nos dan grises.

Pero es que, además, volvemos a encontrarnos, en mi opinión, con un caso de "restauración" equivocada nuevamente por exceso. En esta ocasión, porque el editor ha pretendido ir más allá de lo exigible, incluso intentando reproducir —un tanto chapuceramente, todo hay que decirlo— el efecto del papel antiguo (¿en tonos grises?), algo que era completamente innecesario, puesto que no se trataba de reproducir un manuscrito, ni de realizar un facsímile. Pero bueno, es lo que hay.

En fin, Serafín. ¿Y a ustedes qué les parece?

domingo, 20 de noviembre de 2011

ASTÉRIX: LA GRAN COLECCIÓN



HACIÉNDOME eco de algunos comentarios realizados en la entrada que dediqué al último volumen de Príncipe Valiente —el séptimo— que ha sacado Manuel Caldas, en los que se hablaba de la nueva edición de Astérix publicada por Salvat/Bruño, he decidido redactar esta breve reseña para dar cuenta de ella. Quiero empezar confesando que nunca he sido "asterixófilo" —me declaro, por el contrario, perdidamente tintinófilo—, aunque conocí las aventuras completas del intrépido guerrero galo a través de las tradicionales y añejas colecciones de Bruguera y Grijalbo/Junior, en que las leímos miles de jóvenes (y jóvenas, claro) durante los años 70-80 de la pasada centuria. Digo todo esto porque, pese a haber examinado los libros recién aparecidos, no voy a hacer la crítica con ellos en la mano, puesto que ni los he comprado, ni tengo la intención de hacerlo en el futuro (al menos eso creo ahora, aunque al final ya saben...). Pero empecemos...



Es indudable que nos hallamos ante una buena edición que, por fin, le hace justicia a la obra, por más que sus autores nunca pensaran, al realizarla, verla publicada en tan magníficas condiciones. En este sentido, conviene recordar que las aventuras de Astérix aparecieron originalmente (y por entregas) en el semanario Pilote, y sólo posteriormente acabarían siendo recopiladas en formato de álbum independiente (pero siempre bajo unas condiciones técnicas y estéticas bastante regulares). Por ello no se entiende que en la publicidad de Salvat se haya dicho que nos hallamos ante una edición que «devuelve el esplendor al pequeño guerrero galo y todos sus amigos (y enemigos)», puesto que dicho esplendor no existió realmente nunca. De todas formas, parece lógico que una de las creaciones más importantes, decisivas e imperecederas de la bande dessinée —la más importante, si cabe, junto con el mencionado Tintín— terminara beneficiándose de una reedición acorde con los nuevos tiempos y hecha para dar respuesta a un público que, cada vez más, exige unas mejores condiciones de tamaño, calidad de impresión y coloreado, amén de alguna que otra cosa más (como es el caso de los apéndices o extras).



Aunque el proyecto de reeditar las aventuras de Astérix le Gaulois en tales condiciones había sido acariciado desde hacía largo tiempo por el propio Albert Uderzo, la idea sólo acabó dando sus frutos a finales del año 2006, cuando Hachette inició la publicación de la que se ha conocido con el nombre de La grande collection. Era el resultado de un impresionante y descomunal trabajo de restauración realizado sobre casi 1.500 planchas, muchas de las cuales —la mayoría pertenecientes a los primeros 26 álbumes (los más deteriorados)— se habían vuelto a entintar y colorear, aplicándoles además un nuevo rotulado más nitido, preciso y de mayor tamaño. En el siguiente documento, que me he permitido traducir a nuestra lengua directamente desde el francés original, se explica con bastante detalle todo el proceso (recuerden, aquellos que ignoran por completo la lengua de Molière, que avant significa "antes" y après "después"):


Los tomos se diseñaron en gran formato (26 x 34 cm.), incluían 8 páginas adicionales con diseños, bocetos y muestras de originales y tuvieron un precio de venta al público de 17,80 euros cada uno. La cadencia de publicación en Francia fue de 8 álbumes al año, y la colección concluyó en el 2009, coincidiendo con el cincuentenario de la creación de la serie. Parece ser que la cadencia de publicación en Francia iba a ser de 8 libros al año, y que se tenía la intención de que la colección concluyera en el 2009, coincidiendo con el cincuentenario de la aparición de la serie. Pero lo cierto es que, a día de hoy, aún siguen saliendo nuevos álbumes en el país galo.



Pues bien, esta es la edición que ha servido de base a la que ahora acaba de lanzar en nuestro país Salvat/Bruño. Vamos, es exactamente la misma, pero traducida al español (aunque también han salido ejemplares en catalán y en vascuence). El mismo tamaño, idénticas portadas (algunas de ellas rehechas por Uderzo para la ocasión), los mismos apéndices finales, etc. Hemos ganado algo en el precio —nuestros volúmenes cuestan sólo 16,00 euros—, aunque a mucha gente les siguen pareciendo algo caretes (¿pero no es cierto que nunca llueve a gusto de todos, como bien sabemos quienes frecuentamos los blogs y otros foros dedicados a esto de la historieta?). Yo, personalmente, creo que el precio no está mal, considerando el producto que se nos ofrece. Y es que no cabe duda que nos hallamos ante una gran edición, como puede comprobarse haciendo una simple comparación entre estos nuevos libros y los viejos de Molino (que imitaban los franceses antiguos de Dargaud), Bruguera y Grijalbo/Dargaud que padecimos, toda la vida de Dios en nuestro país, los que empezábamos a leer tebeos allá por los años 60, 70 y 80 del siglo pasado. ¡Ah, qué tiempos...!




De todas formas hay algunas cosas que no me gustan demasiado. En primer lugar, el color: reconozco que está muy trabajado —algunos hablan, incluso, algo exageradamente de efecto 3D—, pero lo cierto es que no acaba de satisfacerme del todo. Lo veo demasiado infográfico y en exceso pictórico; está lleno de efectos, volúmenes y luces que no se veían en el antiguo coloreado (mucho más plano) y que solemnizan demasiado el dibujo que Uderzo empleó en la serie (no por bellísimo y elegante, menos caricaturesco y humorístico). Sé que más de uno, si pudiera, me daría una colleja por lo que acabo de decir, pero aunque no me gusta el antiguo coloreado —pobre, chapucero, desmañado y lleno de defectos—, tampoco termina de convencerme del todo el nuevo. Eso sí, reconozco que, lógicamente, se ha ganado muchísimo en este aspecto, dando brillantez, realismo y nuevo brío al conjunto de la plancha (circunstancia a la que contribuye también, y mucho, el actual mayor tamaño de la página). Y, por encima de todo, está el argumento de más peso: al parecer fue el propio Uderzo quien siguió de cerca todo el proceso de coloreado y le dio el visto bueno final. Así pues, ¿qué podría añadir yo para argumentar contra esa realidad indiscutible? Queda, pues, mi opinión al respecto en una simple anécdota y en una cuestión de gusto personal (y seguramente equivocada).

El nuevo coloreado de "La Grande Collection", en una plancha de Astérix y los godos


El segundo aspecto negativo lo encuentro en los extras: es cierto que existen y que son idénticos a los de la edición original francesa —luego no es algo que podamos achacar a Salvat—, pero resultan tan raquíticos que apenas si aportan nada al mejor disfrute y entendimiento del álbum o de la historia en él contenida. No pido yo que se hubiera incluido en cada libro un apéndice de 250 páginas  —al estilo del que añadió el bueno de Moore al final de From Hell para justificarnos su peculiar visión del mito del Jack el Destripador—, pero sí habría sido de agradecer un contenido más explicativo y completo (algo similar a lo hecho con los libros de Jerry Spring, de Gil Pupila o de Théodore Poussin, por ejemplo), y no esas escasas páginas que se limitan a recopilar alguna reproducción de originales y fotografías de portadas o primeras ediciones de cada historia. Claro que, en tal caso, seguramente el precio de venta no habría podido ser de 16,00 euros. En fin, Serafín. Ya digo que nada es perfecto, salvo Ava Gardner. Por lo demás, tanto el tamaño, como la reproducción de negro y línea, así como la rotulación me parecen magníficos.

El nuevo coloreado de La Grande Collection", en una página de Astérix gladiador


En resumen: un producto que le hace justicia a la serie y que ya iba siendo hora de conocer por estos lares, donde nunca pudimos disfrutar de esa edición decente que habría merecido uno de los personajes de cómic más famosos de todos los tiempos.

¡¡¡ASTERIXÓFILOS DEL MUNDO... A DISFRUTARLA!!!

martes, 15 de noviembre de 2011

SERGIO TOPPI, MOSQUITO Y LA CHINA DE PEKÍN




EL pasado viernes recibí un alucinante newsletter de Ediciones Mosquito, pero como se me acumulan los temas pues no he podido escribir sobre su contenido principal hasta ahora. En él se da detallada noticia gráfica del reciente éxito de crítica y público que la obra de Toppi ha tenido en la milenaria (y cada vez menos desconocida) China, país al que ha marchado una delegación de autores y editores franceses, encabezada por Michel Jans, para participar en una convención y exposición conjunta franco-china (o chino-francesa) celebrada en la ciudad de Pekín. Allí han quedado demostradas dos cosas: el enorme interés que el cómic europeo despierta en los chinos y el hecho, paradójico a primera vista, de que los europeos estamos mucho más próximos culturalmente a sus tradiciones gráficas que a las de la escuela de manga japonés (pese al enorme éxito de que goza entre nosotros esta última manifestación cultural).



Los visitantes de la exposición dedicada a Toppi se deleitan incluso más que un servidor,
como puede verse en la última foto ante la obra del gran maestro milanés


Con todo, lo más sorprendente de la noticia para mí no ha sido saber que Toppi guste tanto en cualquier lugar del mundo —lo cual es, por otro lado, bastante normal, ya que se trata de un maestro de calidad universal—, sino descubrir unas fascinantes muestras del trabajo de algunos artistas chinos, de quienes servidor no había oído hablar nunca, pero cuya obra parece ser verdaderamente interesante, al menos desde el punto de vista gráfico. De los guiones me resulta imposible hablarles pues, como ustedes comprenderán, así, bote pronto y sin traducción previa, no sabría decirles de qué tratan. Y es que el chino, de momento, un servidor lo ha trabajado poco...

 François Boucq con el artista Wang Kewei, en el taller de éste

Boucq, en el taller de Kewei, cara a cara con uno de los habitantes del lugar


El primero de ellos es Wang Kewei, pintor muy conocido en su país que fue antiguo dibujante de historietas, y en cuyo estilo historietístico es muy apreciable la influencia de Toppi. El segundo es Lu Ming, dibujante que ya ha publicado en los Humanoïdes Associés y cuya obra también presenta evidentes "ecos toppianos". El tercer y último dibujante —el más interesante, en mi modesta opinión— es Pang Bangben, autor de una magistral adaptación de la Eugénie Grandet de Balzac realizada en los años 80 del pasado siglo y en cuyos trabajos aplica una técnica de grises muy cercana a la empleada por Dino Battaglia. En el reportaje fotográfico al que remite la Newsletter de Mosquito hay también imágenes de otros dibujantes, pero estos tres son los más conocidos.

Pang Bangben, durante el discurso de bienvenida a la delegación francesa,
y Lu Ming, en uno de los numerosos actos llevados a cabo


A continuación pongo las imágenes que Mosquito ha publicado. Véanlas y juzguen ustedes mismos. A mí, desde luego, me han encantado y he comenzado a buscar por ahí a ver si encontraba algo suyo publicado, pero los resultados han sido infructuosos hasta el momento. Aunque prometo seguir con las pesquisas, pues me han interesado bastante. Por fortuna, Jans y sus colaboradores prometen que, como han quedado muy satisfechos con la visita y se ha demostrado el mutuo interés, es muy posible que en el futuro haya colaboración y terminen publicándose álbumes en Francia de artistas chinos. Lo cual, todo sea dicho, nos vendrá de perillas a quienes vivimos en este país, bastante yermo a nivel historietístico. Porque mira que veo difícil que se publique aquí a estos autores... ¡Qué envidia!

Wang Kewei
 

Wang Kewei: el parentesco de su obra historietística (al menos en estas dos muestras) con la de Toppi
es realmente interesante (por soluciones gráficas y por composición de página)



Dos bocetos del enérgico Wang Kewei


Lu Ming: pese al estilo más formalista y fotográfico, menos personal (en mi opinión) del artista chino,
las semejanzas estilísticas con la obra del maestro milanés son innegables






Pang Bangben: obsérvese el entintado,nervioso e irregular, la presencia de aguadas, difuminados y estampados
para obtener los grises, el esgrafiado... Incluso el montaje de página, jugando con los blancos, es muy battagliano


A continuación me ha parecido interesante añadir algunos ejemplos de cuadros realizados por Wang Kewei y Pang Bangben, para ver cuál es su técnica pictórica. Los ejemplos que he hallado en la red del primer artista se caracterizan por una temática muy concreta, centrada mayoritariamente en motivos bélicos, aunque abordados con un sentido poético muy desarrollado. Se trata, por lo general, de grupos de guerreros combatiendo —al estilo del cuadro que puede verse en el taller donde aparece François Boucq con el artista chino—, o de jinetes solitarios, tocados con los pintorescos trajes tradicionales de aquellas lejanas latitudes y representados llenos de fiereza, orgullo y dinamismo. Una pintura muy "historicista", figurativa, teatral y dramática que a mí, particularmente, me parece bastante interesante por su cercanía al dibujo. Aquí van unos cuantos ejemplos:










Al contrario que el "brioso" Kewei, Pang Bangben deja traslucir en su pintura un temperamento más poético, intimista, reflexivo y "sedentario". Parece, en efecto, como si ese parentesco espiritual y estilístico con Battaglia que muestra en su obra historietística lo transmitiera también a la pintura. En este sentido, sus cuadros abordan temáticas que aparecen con frecuencia en la tradición pictórica de Occidente, bien que tamizados por los estilemas propios de su entorno cultural. Los únicos ejemplos que he encontrado son los de tres retratos de mujeres, uno de ellos con el tradicional motivo del desnudo, y los otros dos de féminas ataviadas con trajes tradicionales chinos. Todos ellos en un estilo muy naturalista (que, incluso, roza el hiperrealismo).





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Nota: Todas las imágenes (salvo las de los cuadros de Kewei y Bangben) son © Mosquito y pueden verse en Facebook, pinchando en el siguiente enlace.