EL mito de la privatización de servicios públicos para obtener con ello una gestión más eficaz —"externalización" se denomina, eufemismo con el que se pretende disimular el vaciamiento de lo público que conlleva y la usurpación de
funciones que supone por parte de particulares— es una falacia como la copa de cien pinos juntos. No querría parecer intrascendente o ligero con el ejemplo que deseo ponerles, y más de uno incluso me dirá que en estas cuestiones tan complejas no se puede generalizar, o que es necesario estudiar caso por caso, pues no siempre ocurre igual. Pero a ver si logro hacerles ver lo que quiero.
Por si ustedes no lo saben, el Teatro Real tiene un servicio de venta de entradas telefónica y por Internet que está gestionado por una empresa denominada General Tickets, la cual pone a disposición de los potenciales clientes del coliseo madrileño un teléfono al que llamar para comprar las entradas. No hace falta decir que el número es un 902, de cuya tarifación la citada empresa se lleva una parte (como ocurre con todo este tipo de números telefónicos, según tengo entendido). No intentes utilizar los teléfonos alternativos que pueden encontrarse en páginas web como "No más 900" y similares, porque General Tickets lo tiene todo bien montado para que no funcionen. Es decir, o pasas por caja o no hay nada que rascar. Esta situación —que, ya de por sí es enervante y seguramente ilegal, pues las empresas de servicio creo que están obligadas a proporcionar, junto al número 900 citado, otro acogido a las tarifas planas (es decir, gratuito)— tendría un pase si en cada primera llamada consiguieras obtener lo que ibas buscando: esto es, las entradas. Pero nada más lejos de la realidad, pues lo que suele ocurrir es que, primero te salgan un par de locuciones de amables señoritas que se tiran un buen rato informándote de cosas que no te interesan lo más mínimo —pues tú vas buscando lo que vas buscando— y segundo, que el servicio esté saturado, dé señal de comunicando (lo habitual) y terminen colgándote el teléfono después de haberte gastado el dinero. Además, y por si esto fuera poco, cada localidad que compras a través del teléfono llega con un "cargo de gestión" de 1,55 euros por unidad. Como no bastaba con lo que te habías gastado en la llamada... Bueno... Eso es en lo relativo a la compra de entradas por vía telefónica. Veamos ahora qué ocurre cuando usamos la modalidad de Internet.
En este caso General Tickets ofrece una bonita página web que comunica con el teatro para enseñarte el plano de las localidades que vas a comprar. Y una vez que lo has hecho te cobra 2,60 euros por gastos de gestión y por cada una de las entradas que adquieras. Como lo oyen: si compras dos entradas, General Tickets se embolsa 5,20 euros, si son tres 7,80 y así sucesivamente. Sumen y verán cuán rentable es la cosa.
Todo estaría bien si esta fuera la única posibilidad existente. Pero resulta que cuando visitas las páginas webs de entidades públicas como el INAEM —esto es, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas— y entras a comprar entradas para el Auditorio Nacional, o el Teatro de La Zarzuela, o los del Canal, etc., pues acabas la operación sin haber tenido que pagar ni un solo euro por gastos de comisión. Es decir: el servicio, al ser público, se ofrece gratuito a los ciudadanos que ya lo hemos pagado con nuestros impuestos, revirtiendo en nuestro beneficio y obteniendo los mismos resultados que cuando lo hacemos a través de una empresa privada. Y si hablamos de teléfono, ¿qué decir? Bueno, pues en este caso la rapacidad también ha hecho mella en las administraciones públicas y nos encontramos con otro 902 para conseguir entradas por vía telefónica de todos los centros vinculados al INAEM. No he probado a buscar los números 91 alternativos. Pero apostaría un Potosí a que los hay y a que funcionan (aunque esto es sólo una suposición, porque no he hecho la prueba, ya que compro siempre por Internet, pues no cobran comisión). También estoy convencido de que no añaden "gastos de gestión", al contrario de lo que hace General Tickets. Pero insisto en que no he verificado este punto.
Y yo me pregunto entonces: ¿dónde están las supuestas ventajas de privatizar (perdón: externalizar) servicios públicos, salvo en que se beneficia a particulares (que, generalmente además, son amigos o conocidos de quienes conceden dichas privatizaciones) y se saca de nuevo los cuartos al ciudadano? Y cuando la cosa no es tan rentable como uno había pensado, entonces se devuelve la concesión a la Administración, para que ella se haga cargo de las pérdidas. Negocio redondo.
Por si ustedes no lo saben, el Teatro Real tiene un servicio de venta de entradas telefónica y por Internet que está gestionado por una empresa denominada General Tickets, la cual pone a disposición de los potenciales clientes del coliseo madrileño un teléfono al que llamar para comprar las entradas. No hace falta decir que el número es un 902, de cuya tarifación la citada empresa se lleva una parte (como ocurre con todo este tipo de números telefónicos, según tengo entendido). No intentes utilizar los teléfonos alternativos que pueden encontrarse en páginas web como "No más 900" y similares, porque General Tickets lo tiene todo bien montado para que no funcionen. Es decir, o pasas por caja o no hay nada que rascar. Esta situación —que, ya de por sí es enervante y seguramente ilegal, pues las empresas de servicio creo que están obligadas a proporcionar, junto al número 900 citado, otro acogido a las tarifas planas (es decir, gratuito)— tendría un pase si en cada primera llamada consiguieras obtener lo que ibas buscando: esto es, las entradas. Pero nada más lejos de la realidad, pues lo que suele ocurrir es que, primero te salgan un par de locuciones de amables señoritas que se tiran un buen rato informándote de cosas que no te interesan lo más mínimo —pues tú vas buscando lo que vas buscando— y segundo, que el servicio esté saturado, dé señal de comunicando (lo habitual) y terminen colgándote el teléfono después de haberte gastado el dinero. Además, y por si esto fuera poco, cada localidad que compras a través del teléfono llega con un "cargo de gestión" de 1,55 euros por unidad. Como no bastaba con lo que te habías gastado en la llamada... Bueno... Eso es en lo relativo a la compra de entradas por vía telefónica. Veamos ahora qué ocurre cuando usamos la modalidad de Internet.
En este caso General Tickets ofrece una bonita página web que comunica con el teatro para enseñarte el plano de las localidades que vas a comprar. Y una vez que lo has hecho te cobra 2,60 euros por gastos de gestión y por cada una de las entradas que adquieras. Como lo oyen: si compras dos entradas, General Tickets se embolsa 5,20 euros, si son tres 7,80 y así sucesivamente. Sumen y verán cuán rentable es la cosa.
Todo estaría bien si esta fuera la única posibilidad existente. Pero resulta que cuando visitas las páginas webs de entidades públicas como el INAEM —esto es, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas— y entras a comprar entradas para el Auditorio Nacional, o el Teatro de La Zarzuela, o los del Canal, etc., pues acabas la operación sin haber tenido que pagar ni un solo euro por gastos de comisión. Es decir: el servicio, al ser público, se ofrece gratuito a los ciudadanos que ya lo hemos pagado con nuestros impuestos, revirtiendo en nuestro beneficio y obteniendo los mismos resultados que cuando lo hacemos a través de una empresa privada. Y si hablamos de teléfono, ¿qué decir? Bueno, pues en este caso la rapacidad también ha hecho mella en las administraciones públicas y nos encontramos con otro 902 para conseguir entradas por vía telefónica de todos los centros vinculados al INAEM. No he probado a buscar los números 91 alternativos. Pero apostaría un Potosí a que los hay y a que funcionan (aunque esto es sólo una suposición, porque no he hecho la prueba, ya que compro siempre por Internet, pues no cobran comisión). También estoy convencido de que no añaden "gastos de gestión", al contrario de lo que hace General Tickets. Pero insisto en que no he verificado este punto.
Y yo me pregunto entonces: ¿dónde están las supuestas ventajas de privatizar (perdón: externalizar) servicios públicos, salvo en que se beneficia a particulares (que, generalmente además, son amigos o conocidos de quienes conceden dichas privatizaciones) y se saca de nuevo los cuartos al ciudadano? Y cuando la cosa no es tan rentable como uno había pensado, entonces se devuelve la concesión a la Administración, para que ella se haga cargo de las pérdidas. Negocio redondo.