jueves, 23 de diciembre de 2021

CRÓNICA TELEGRÁFICA DE UNA FUNCIÓN OPERÍSTICA MÁS

La bohème, ópera en cuatro actos, con libreto de Giuseppe Giacosa y Luidi Illica y música de Giacomo Puccini. Estrenada en el Teatro Reggio de Turín, el 1 de febrero de 1896.— Director musical: Nicola Luisotti.— Director de escena: Richard Jones.— Escenógrafa y figurinista: Stewart Laing.— Iluminadora: Mimi Jordan Sherin.— Intérpretes (1er reparto): Michel Fabiano (Rodolfo), Joan Martín-Royo (Schaunard), Vicenç Esteve (Benoît), Ermonela Jaho (Mimì), Lucas Meachem (Marcello), Krzysztof Baczyk (Colline), Roberto Accurso (Alcindoro), Ruth Iniesta (Musetta).— Coro y Orquesta titulares del Teatro Real (Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid), Pequeños Cantores de la JORCAM.— Teatro Real de Madrid.— Miércoles, 15 de diciembre de 2021, 19:30 horas.

Función digna, aséptica y sin elementos verdaderamente destacables (ni para bien, ni para mal). En definitiva: lo que suelen ser, en la actualidad, la mayoría de las funciones operísticas a las que asisto.

Propuesta escénica comme d'habitude en estos tiempos inanes y faltos de carisma que vivimos (donde los montajes tradicionales y de cartón piedra ya empiezan a ser una novedad revolucionaria): en los actos primero y cuarto la habitual cajita de cerillas minimalista para representar la habitación de los muchachitos bohemios, con un planteamiento de falta absoluta de respeto hacia el público de las alturas (gallinero, laterales, etc.), que tuvimos el "privilegio" de ver a los cantantes sólo a partir de la cintura para abajo (¡y eso que, en su momento, anunciaron la caja escénica del Real como algo verdaderamente único en el mundo!)... En el segundo acto algún despliegue de creatividad más (aunque siempre metiendo todo como en cajitas de regalo) y un soso y desangelado acto III (que, por el contrario recuerdo impactante en la hermosa propuesta escénica de Giancarlo del Monaco, que pudimos disfrutar en este mismo teatro hace años).

La cajita de cerillas-buhardilla que nos propuso Jones
 

Luisotti lanzando la orquesta a pleno volumen contra los pobres (y cortitos) cantantes.

Fabiano nos ofreció un monótono y poco variado Rodolfo. Es cierto que el tenor tiene una voz caudalosa, con cuerpo (aunque no especialmente bonita) y que se oye perfectamente. Pero canta de un modo tan plano y monocorde que... Además no hay una homogeneidad de registros (su paso del mezzoforte al piano en falsete era tan evidente y poco elegante que...). Su mejor momento (a mi entender) en el nostálgico dúo con Marcello del último acto.

El Café de Momus (el momento escénico más espectacular de la función, lo cual no es decir mucho)

 

La mejor de la noche, a mi entender, fue la Jaho. Pero no se piensen que por la adecuación ideal al papel, o por la enorme calidad de su instrumento. No, no... Nada de eso: la soprano albanesa tiene una vocecita que está bien lejos de lo que requiere el papel de Mimì (una lírica plena), pues carece por completo de graves (que sonaron entubados, débiles y forzados) y su voz es de un caudal y volumen bastantes discretos. Sin embargo, tanto a nivel actoral como canoro se mostró exquisita, variada y muy sensible, matizando cada palabra, fraseando con gusto y estilo y cincelando un discurso canoro que contribuyó a expresar muy acertadamente esa delicadeza tan propia de este personaje pucciniano. Su romanza del primer acto --frente a la de Fabiano, que pasó sin pena ni gloria y creo que estaba rebajada medio tono-- tuvo bastantes cosas interesantes: canto rubato (bien auxiliado por Luisotti), diminuendi, messe di voce, etc. Lástima el volumen y la falta puntual de legato en algunas momentos, que impidió dar mayor calidad a ciertas frases. Emocionante, asimismo, su parlamento del acto III ("Donde lieta uscì... Addio, senza rancor") que lanzó al público a premiarlo con aplausos.

Mimì abandonando este mundo cruel en el último acto

 

Meachem fue un Marcello aceptable, pero que tampoco pasará a la historia ciertamente. Y lo mismo podríamos decir del resto de intérpretes: el (demasiado) juvenil Colline de Baczyk, el anodino Schaunard de Martín-Royo, o la descaradísima y en exceso alocada Mussetta de Iniesta (que al final, sin embargo, da un vuelco a su papel, presentándonos una serena y madura novia de Marcello).

Como ya he dicho: una función seria, digna pero de poca emoción.