martes, 31 de diciembre de 2013

A PESAR DE TODO... ¡¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!!



Pues eso... Que, a pesar de lo que nos ha caído encima este año que ya acaba (¡¡por fin!!), procuren todos ustedes ser felices... Es lo único que nos queda (o lo único que no nos pueden quitar, más bien, políticos, banqueros, multinacionales, etc.).

Y de propina el dibujo en blanco y negro de la felicitación (porque son ustedes buenos, que si no...).


lunes, 23 de diciembre de 2013

NECROLÓGICAS: JOAN FONTAINE (1917-2013), ELEANOR PARKER (1922-2013) y PETER O'TOOLE (1932-2013)



ACIAGO mes de diciembre, este que termina, para el mundo del celuloide, pues en él han fallecido —a menos de una semana de distancia y por este orden— la bellísima y sugerente Eleanor Parker, el introspectivo (aunque simpático) Peter O'Toole y la tímida (pero corajuda) Joan Fontaine. Una terrible y descomunal dentellada la que la cruel Parca le ha dado al dulce pastel del que están hechos nuestros sueños y recuerdos más felices. Se ha llevado con ella a tres insignes representantes de un cine que forma parte indeleble de nuestra memoria visiva y sentimental, y a los cuales tenemos que agradecer inolvidables momentos de diversión y placer. Comenzaremos recordándolos por el que ha muerto más tarde y que tenía más edad.



Fue el pasado lunes día 16 cuando supe, a través de la prensa, que el domingo día 15 falleció, a los 96 años, en la ciudad californiana de Carmel (¡¡sí, sí!!, la misma en la que otro mito de Hollywood —el duro y cínico Clint Eastwood— fue alcalde durante un buen puñado de años) la actriz Joan de Beauvoir de Havilland, más conocida por el sobrenombre artístico de Joan Fontaine. Hermana de la también actriz Olivia de Havilland —que aún sigue viva (con 97 añitos) y parece gozar de relativa buena salud—, Fontaine formó parte de la época dorada de Hollywood, y con su fallecimiento se rompe otro eslabón (¡cada vez quedan menos!) de la cadena de recuerdos que nos mantenía unidos a ese magnífico período del cine, que muchos de nosotros empezamos a amar ya en la infancia, y al que seguimos estando íntima y gozosamente vinculados.



Un servidor siempre identificará a Joan Fontaine con un tipo de belleza serena, calmosa, equilibrada, sencilla y algo pacata. Bastante similar, por cierto, a la que también representó su propia hermana (la grandísima Olivia de Havilland), como estará de acuerdo en reconocer el lector en cuanto recuerde su memorable interpretación de la bondadosa, abnegada y un tanto pavisosa Melania de Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, Victor Fleming, 1939). Belleza que, desde luego, se hallaba en las antípodas de la más carnal, salvaje y exuberante representada por actrices como Ava Gardner —el animal más bello del mundo (y con razón)—, Rita Hayworth, Gene Tierney o Jennifer Jones, por citar sólo unas pocas bien conocidas, pero que tenía su encanto y (¿por qué no decirlo?) también su morbo. Fontaine fue, para el cine norteamericano, el paradigma de la mujer ingenua, sencilla, dócil, asustadiza y modesta. Una imagen a la que contribuyeron decisivamente sus dos papeles más relevantes y recordados —el de apocada segunda esposa de Maxim De Winter en el clásico hitchckoquiano Rebecca (1940) y el de acongojada y sufrida cónyuge del simpático, bribón y ambiguo Johnnie Aysgarth que interpretaba Cary Grant en Sospecha (Suspicion, 1941), también del mago del suspense—, pero que se vio reforzada por otros roles menores pero muy destacables también, como son la Jane Eyre adulta de la película homónima (Robert Stevenson, 1944), la misteriosa, sufriente y vulnerable Lisa de Carta de una desconocida (Letter from and Unknown Woman, Max Ophüls, 1948) y la noble y bondadosa Lady Rowena de Ivanhoe (Richard Thorpe, 1952).

Con Lawrence Olivier en Rebecca


Con Cary Grant y Nigel Bruce en Suspicion


Como Jane en Jane Eyre


Una guapísima y natural Fontaine
en una fotografía de los años 40

Pero, quizá, tampoco deberíamos dejarnos llevar por las apariencias, pues por debajo de su sonrisa un tanto modosa, de su expresión asustadiza y de su actitud recatada se adivinaba un deje burlón y displicente que nos hablaba de energía, tenacidad, voluntarismo y tozudez. Los mismos que practicó a lo largo de su vida —en la que hubo de afrontar una difícil relación con sus padres, bregar con cuatro maridos, superar dos abortos, asumir la fuga y desaparición de una de sus dos hijas (adoptiva) y sobrellevar la ruptura personal con la otra— y que aplicó, hasta lo enfermizo, en la mítica y sonadísima enemistad que mantuvo durante toda su longeva existencia con su hermana Olivia. De esta intempestiva relación —que jamás llegó a suavizarse (de hecho, con el paso de los años incluso se fue agriando)— Fontaine dijo en cierta ocasión: «Olivia es un león y yo un tigre; y según las leyes de la jungla nunca podremos llevarnos bien». Se odiaban tanto que las malas lenguas decían que las dos seguían vivas porque ambas estaban esperando que la otra muriera primero.

Las hermanas De Havilland en una foto promocional de los años 40, mucho antes
de que se produjera su definitiva ruptura en 1975 (tras la muerte de la madre de ambas)


Aunque las fuentes no son unánimes al respecto, parece ser que las frases y manifestaciones más duras y amargas llegaron casi siempre del lado de Joan, lo que podría explicarse no sólo porque fue una mujer de armas tomar —a pesar de su dulce y apacible apariencia—, sino también por el hecho de haber sido el "patito feo" de la familia, gozando siempre Olivia del favor de su madre. Una mujer ésta, por cierto, partidista y manipuladora, que quiso proyectar en sus dos hijas sus ambiciones como actriz frustrada, y a la que deberíamos atribuir la gran rivalidad que, desde la infancia, hubo entre las dos hermanas, que ella se encargó de alimentar en todo momento. La propia Fontaine, sin embargo, daba una versión bien distinta del asunto, justificando las malas relaciones con su hermana por los celos que ésta había sentido siempre hacia ella, al ser la más pequeña. Eso es, al menos, lo que decía la mítica actriz en una simpática y relajada entrevista que el escritor Terenci Moix realizó a Fontaine en los años 80 del pasado siglo, en un programa que condujo para Televisión Española (ver a partir del minuto 25:00).

Olivia pasa por delante de su hermana, ignorándola, después de haber recibido el Oscar por su interpretación
en La heredera (The Heiress, William Wyler, 1949). Ocho años antes era Joan la que había hecho un
desplante a Olivia, al recibir el mismo premio por su interpretación en Sospecha (1941)


Joan junto a su madre (que fue, según confesión de la propia actriz,
la persona más importante de su vida)


¿Antipatía natural y espontánea? ¿Trauma de la infancia? ¿Consecuencia de la rivalidad profesional? Sea como fuere, a propósito de la mala relación entre ambas hermanas, no cabe duda de que la pertinaz Lilian De Havilland Fontaine consiguió con creces su objetivo, pues logró colocar en el Olimpo de las estrellas "jolivudienses" a sus dos hijas. Con ello no sólo las hizo pasar a la posteridad, convirtiéndolas en inmortales para la memoria colectiva, sino que nos proporcionó a los aficionados y cinéfilos de todo tiempo y lugar un buen puñado de momentos placenteros y agradables que nunca podremos olvidar.

* * *




Un día antes que Joan Fontaine, esto es el sábado 14, falleció en un hospital de Londres Peter Seamus Lorcan O'Toole, más conocido como Lawrence de Arab, ¡uppps!, quiero decir como Peter O'Toole. Y es que, en efecto, si hay un actor que pueda ser identificado (y recordado) por un solo personaje de los que interpretó creo que ése es, precisamente, Peter O'Toole. Y lo cierto es que firmó un buen puñado de soberbias interpretaciones —el monarca Enrique II en Becket (Peter Glenville, 1964), el oficial James Burke, en Lord Jim (Richard Brooks, 1964), el General Tanz, en La noche de los generales (The Night of the Generals, Anatole Litvak, 1967), el introvertido profesor Arthur Chipping, en Adiós, Mr. Chips (Goodbye, Mr. Chips, Herbert Ross, 1969), etc.—, en las que siempre destacó por su asombrosa capacidad para internarse en los recovecos más torturados del alma humana, expresando los sentimientos más introvertidos y complejos de manera insuperable. A este respecto, creo que merece la pena detenerse un instante para recordar un par de escenas en las que mostró de forma magistral lo que acabamos de decir.



La primera, sacada de Becket, corresponde al momento en que el rey Enrique II, arrastrado por un incontrolable sentimiento en el que se mezcla el profundo dolor por la amistad perdida y la humillación que le produce el comportamiento del arzobispo Becket —en otro tiempo amigo íntimo y fiel aliado en el gobierno del reino de Inglaterra— pregunta a los caballeros que le rodean si es que no hay nadie en sus dominios que pueda quitarle esa desazón y suprimir el obstáculo que supone Becket (puede verse entre los minutos 3:30 y 5:50, pinchando aquí).

Con Richard Burton en Becket


La segunda, procedente del film Adiós, Mr. Chips, recoge el momento en que a Chipping le comunican la noticia del fallecimiento de su querida esposa, como resultado de un bombardeo de la aviación alemana, situación que se mezcla con una broma que los estudiantes le van a gastar en ese mismo instante. La secuencia es sobrecogedora por el grado de alienación y ensimismamiento dolorido que O'Toole fue capaz de imprimir a su personaje, haciendo absolutamente creíble y conmovedora la escena (puede verse completa, entre los minutos 01:00 y 06:04, pinchando aquí).



No obstante, esta misma capacidad para expresar sentimientos conflictivos y encontrados tuvo también su lado negativo y se volvió a veces contra el actor, pues hubo ocasiones en que dotó a sus creaciones de un toque histriónico que no siempre era necesario o adecuado.



A pesar de pertenecer a una hornada de atractivos y muy talentosos actores británicos (entre los que se encontraban Alan Bates o Albert Finney), los primeros años de O'Toole como intérprete fueron relativamente anodinos. Pero todo cambió de manera súbita en 1962, cuando el director británico David Lean le seleccionó como protagonista para su película Lawrence of Arabia, poniéndolo al frente de un impresionante reparto de estrellas para encarnar al famoso y carismático coronel Thomas Edward Lawrence, un papel en el que se había rechazado antes al propio Marlon Brando. Es cierto que el parecido físico entre O'Toole y el personaje histórico era realmente inexistente —el actor era alto y bien parecido, mientras que el auténtico Lawrence era bajito, algo enclenque y bastante cabezón—, pero el recital interpretativo que proporcionó O'Toole fue tal que permitió obviar ese hándicap y le catapultó al estrellato sin remisión alguna. Después de este filme vinieron otras memorables actuaciones, aunque ninguna de ellas fue capaz de hacer olvidar lo ya realizado en una película que, en 1991, fue incluida en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de EE. UU, por ser considerada «cultural, histórica, o estéticamente significativa». Un honor del que no todas las obras pueden disfrutar.

O'Toole, como Lawrence, en una mítica escena del film. Abajo junto a un Anthony Quinn
irreconocible por la caracterización, en la misma película




Con todo, yo destacaría aún el que puede ser considerado su segundo gran papel, tras el de Lawrence de Arabia. Me refiero, claro está, al monarca Enrique II Plantagenet, a quien interpretó en dos ocasiones recreando sendos momentos de su turbulenta existencia: como joven príncipe al inicio de su reinado, en la ya citada Becket, y como maduro soberano al final de su vida en esa estupenda película que es El león en invierno (The Lion in Winter, Anthony Harvey, 1968), adaptación cinematográfica de la obra teatral homónima de James Goldman, en la que O'Toole realiza una estupenda interpretación y lleva a cabo todo un pulso interpretativo con la soberbia y mítica Katharine Hepburn, en la piel de la vieja reina Leonor de Aquitania (que obtuvo el Oscar por dicho papel). Ambos, además, estaban acompañados por un sólido reparto de secundarios, entre los que podemos destacar a Anthony Hopkins (como Ricardo, futuro "Corazón de León"), Timothy Dalton (como el rey Felipe Augusto de Francia), Nigel Terry (como el escurridizo príncipe Juan) y John Castle (en la piel del astuto príncipe Geoffrey).





Los problemas con el alcohol y la disipada existencia que el actor empezó a llevar a finales de los años 70, a punto estuvieron de acabar con su vida y le ocasionaron graves consecuencias para la salud (hubo de someterse a una operación en la que le extirparon parte de su estómago e intestinos, se hizo dependiente de la insulina pues su páncreas también estaba dañado y se vio afectado por una gravísima enfermedad de la sangre), aunque logró superarlos y retomó progresivamente su carrera, pero ya sin el éxito de los años precedentes.



Con todo, estuvo al pie del cañón casi hasta el final de su vida, asumiendo pequeños papeles secundarios que siempre engrandecía con su carisma y presencia personales. En este sentido podemos recordarle como el histórico obispo de Beauvais Pierre Cauchon, en una Juana de Arco televisiva que tuvo como protagonista a la bella Leelee Sobieski (Joan d'Arc, Christian Duguay, 1999); como un poco creible (desde el punto de vista físico) mariscal Hindenburg, en la miniserie Hitler: el reinado del mal (Hitler: the Rise of the Evil, Christian Duguay, 2003); como el viejo rey troyano Príamo en la Troya de Wolfgang Petersen (Troy, 2004); o como el papa Pablo III en la serie Los Tudor (The Tudors, 2009). Todavía en 2011 asumió un papel protagonista en la película mejicana Cristiada, de Dean Wright, donde interpretó el papel del padre Christopher.

* * *




Otra estrella que también nos ha abandonado este mes de diciembre —en concreto el lunes 9— fue la bellísima y señorial Eleanor Jeane Parker, a la que siempre recordaremos por haber hecho frente en igualdad de condiciones al violento y pasional Charlton Heston en esa extraordinaria película titulada Cuando ruge la marabunta (The Naked Jungle, Byron Haskin, 1954), donde los elementos de una Naturaleza desatada se entremezclaban con las pasiones humanas más descarnadas, para dar como resultado un melodrama perfecto, de esos que ya no se hacen. ¿Cómo no recordar la famosa escena del piano, llena de dobles sentidos, en la que Heston y Parker discutían sobre si era mejor el sonido de un piano nuevo o usado, en clara alusión al hecho de que el personaje de Parker es una mujer "usada", porque ya estuvo casada antes de hacerlo por poderes con el protagonista que interpreta Heston? En fin... Lo que no fue capaz de lograr esa plaga quasi bíblica de la marabunta —acabar con el bueno de "Chuck"— lo consiguió la pelirroja Parker haciendo que aquél terminara derritiéndose en sus brazos como un cubito de hielo.




Este tipo de personajes —los de mujeres duras, con personalidad y arrestos suficientes para no sucumbir ante sus partenaires masculinos— fueron los más habituales en la carrera de Parker. Con uno de ellos —el de esposa de Kirk Douglas en la magnífica Brigada 21 (1950), de William Wyler— consiguió la actriz su primer gran exito y demostró que era una estupenda intérprete, además de bella mujer. Dentro del mismo registro de fémina con personalidad, pero con un toque más simpático, la pudimos ver como Leonore en el filme Scaramouche (1952), de George Sidney, junto a un burlón y eficaz Stewart Granger. Como espía al servicio de los confederados —siempre mujeres de armas tomar, como se ve— apareció en Fort Bravo (1954), de John Sturges, al lado de un atractivo Willliam Holden. Mucho más tortuoso y desagradable era el rol de Eleanor en El hombre del brazo de oro (The Man with the Golden Arm, Otto Preminger, 1955), donde interpretaba a la codiciosa esposa del protagonista Frank Sinatra, o el de sufrida esposa de Robert Mitchum en el melodrama de Vincente Minelli Con él llegó el escándalo (Home from the Hilles, 1960). Y así hasta meterse en la década de los sesenta, cuando comenzó su declive como actriz para la gran pantalla, al ser incapaz de encontrar papeles en los que su talento pudiera brillar como merecía. Aunque aún habría de interpretar un personaje como el de la baronesa Elsa Schraeder, en Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music, 1965), de Robert Wise, que resultaba mucho más interesante que el de la ñoña institutriz interpretada por Julie Andrews. En definitiva: una hermosa y gran actriz, a la que siempre llevaremos en nuestro recuerdo.

Leonore en Scaramouche


Joanna, en Cuando ruge la marabunta


Elsa en Sonrisas y lágrimas


Descansen todos ellos en paz.

sábado, 14 de diciembre de 2013

LA EPOPEYA DE UN CHICO PORTUGUÉS: MANUEL CALDAS, A PROPÓSITO DE LAS EDICIONES DE "PRÍNCIPE VALIENTE" (Y DE LAS TAPAS DURAS)



CLARITO, clarito —como el agua pura de la lluvia— y juicioso, juicioso a más no poder se nos muestra el editor portugués en su blog de los 300, al hablar de las ediciones de Príncipe Valiente y de sus características técnicas. Es la aportación personal que, imagino, ha querido ofrecer Manuel al infructuoso (y un tanto cansino) debate que se ha organizado en la blogosfera a propósito del proyecto de nueva edición en color de la saga liderado por Diego Córdoba.

Hermoso artículo —redactado en el español caldiano que todos conocemos bien y leemos mejor— el que ha pergeñado nuestro editor favorito. Un largo texto, con su moraleja y todo (a buen entendedor, pocas palabras bastan), que nos muestra la travesía del desierto que ha llevado a cabo Manuel a lo largo de su vida como aficionado a los tebeos para poder encontrar "su" Santo Grial: esto es, una edición de Príncipe Valiente que, por fin, le hiciera justicia al trabajo de Foster, más que al del impresor de los volúmenes, cualquiera que fuera éste en cada momento y ocasión. Toda una epopeya y una lección de amor hacia este mítico título, que nos enseña a darnos cuenta de que nunca estamos conformes con nada. Porque yo me pregunto: ¿habríamos siquiera imaginado hace diez o quince años que alguna vez íbamos a disfrutar en nuestro país con ediciones de uno de nuestros tebeos favoritos como la de Caldas, o como la que nos proponía hace unos días Diego Córdoba en su folleto publicitario? Ni por asomo.

Ejemplarizantes, como pocos, los siguientes fragmentos que extraigo del texto general redactado por Caldas:
«empecé a crear aversión al concepto de la edición de lujo, pues las de "Príncipe Valiente siempre eran mejores por fuera que por dentro (hasta las había numeradas, tontería de las tonterías). Y pensé que si un día tuviese la posibilidad absolutamente hipotética de hacer mi edición la haría lo más lujosa por dentro (que es el tratamiento mínimo que puede darse al trabajo del autor) y lo más económica por fuera».

«¿Hay gente que no la compra [se refiere a su edición en blanco, negro y grises] porque no tiene tapa dura? Puede que sí, pero estoy absolutamente cierto de que son más las personas que la compran porque es más barata con tapa blanda. Esta es mi creencia, y si no puedo comprobarla científicamente también nadie puede comprobar el contrario. Además, sólo puede darme pena el admirador de Foster que reconozca mi edición, por la calidad de reproducción de las páginas de "Príncipe Valiente", como la mejor de siempre pero que decide no comprarla no porque le falte dinero pero porque la tapa no es dura».

No se pierdan el resto del artículo, pues no tiene desperdicio.

martes, 10 de diciembre de 2013

SOBRE LAS EDICIONES ASAMBLEARIAS: UNA REFLEXIÓN A PROPÓSITO DE LA ANUNCIADA NUEVA EDICIÓN EN COLOR DE "PRÍNCIPE VALIENTE", POR DIEGO CÓRDOBA



EL proyecto de edición en color de Príncipe Valiente, cuyo anuncio saltó a la red hace ya unos días en diversos foros especializados y que ha conocido una gran difusión (incluso internacional) en tan escaso tiempo —lo cual es magnífico—, tiene visos de terminar convirtiéndose en toda una epopeya, similar a la del propio protagonista de la serie que se quiere editar. Apenas se habían hecho públicas en la blogosfera sus características técnicas —descritas en el folleto publicitario que se repartió junto con el último volumen de la edición en blanco y negro de Manuel Caldas—, y les ha faltado tiempo a los aficionados, seguidores y forofos de la saga fosteriana para elaborar todo tipo de elucubraciones, hipótesis, habladurías y suposiciones y lanzarse a ofrecer una enorme retahíla de propuestas y consejos sobre cómo ha de ser una edición que, en principio —al menos eso creía un servidor— parecía estar perfectamente definida. Y todo ello debidamente sazonado con los inevitables insultos, enfrentamientos y discusiones que han terminado desatándose entre dichos aficionados por algo que aún ni siquiera se ha puesto en marcha. ¡No les quiero decir nada cuando la cosa sea ya firme y la gente empiece a opinar sobre cosas concretas! En fin, Serafín...

Un servidor, que es bastante escéptico en todo lo que concierne a la condición humana, ya no está muy seguro de hacia dónde camina este proyecto, a la vista del cariz que han ido tomando los acontecimientos: todo el mundo opina y da consejos sobre cómo debería ser una edición que, no lo olvidemos, va a alargarse en el tiempo durante unos cuantos años. Y además lo hacen enfrentándose unos a otros, insultándose y sin llegar a ponerse de acuerdo, siquiera, en algo tan fundamental como es la encuadernación de los volúmenes. Si esto es así ya al principio de la empresa, ¿qué podemos esperar, entonces, que ocurra cuando llegue la ocasión de decidir sobre otras cuestiones como la del tipo de papel, la de la maquetación, la del cómo serán las guardas, la de los colores que deberán emplearse para todos esos elementos, la de si los volúmenes han de incluir (o no) sobrecubiertas y llevar una cinta señaladora en el interior y de si ésta —en caso de haberla— tiene que ser de tela de lino o de poliéster...? ¿Sobre todas estas cosas va a tener que estar preguntando Diego Córdoba —responsable de la edicion— a sus suscriptores y esperar a que se pongan de acuerdo? Pues es lícito pensar que si hay quienes consideran que están en su derecho de opinar ahora porque van a dar "su" dinero para la empresa, también querrán hacerlo luego, cuando aquellas cuestiones señaladas antes vayan planteándose. ¿Así de tumultuoso y difícil va a ser todo el proceso? Pero si no somos capaces los seres humanos de ponernos de acuerdo en una reunión de vecinos, ¿lo conseguiremos a la hora de fijar una edición de Príncipe Valiente? Difícil me parece, pero ya veremos...

Solamente sé una cosa: a la vista de la experiencia vivida con el proyecto que ha venido liderando Manuel Caldas desde el año 2006 para editar esta misma serie fosteriana en blanco, negro y grises —y para el cual el portugués también intentó captar el apoyo del personal en unas condiciones muy similares a las que está proponiendo Diego Córdoba—, mis expectativas para que la aventura de éste último salga adelante son menos optimistas de lo que yo desearía. Aunque seguramente me equivoque, claro, y todos los interesados de esta primera hora se mantengan firmes hasta el final, sigan aportando el dinero necesario para los volúmenes que salgan y no desfallezcan, como hicieron muchos de aquellos famosos "300" (o más) que se comprometieron —alegres, despreocupados y felices—, en una empresa que, a día de hoy, va saliendo adelante a trompicones, y más por la voluntad de Caldas que por otra cosa, pues muchos de ellos se fueron retirando por el camino antes de tiempo.

Y conste que yo no me opongo, en absoluto, a que el personal sea consultado sobre todo tipo de cuestiones, especialmente teniendo en cuenta que las condiciones editoriales han cambiado mucho con esto del Internet (que da enormes facilidades para que haya una comunicación rápida, directa y fluida entre el editor y su potencial público). Pero creo que si esa era la intención primigenia del editor debería haberse hecho en otras circunstancias (por ejemplo, antes de que el proyecto hubiera estado tan definido y fijado como parecía estarlo cuando se anunció). Y es que en el caso concreto que nos ocupa, yo pienso que la gente debería centrarse más en lo que verdaderamente importa (la edición en color en sí, que puede llegar a ser un bombazo de carácter internacional por su calidad intrínseca y por el tamaño de los libros) y renunciar a aquellos aspectos que ahora mismo ya la están ralentizando (como es, por ejemplo, el tema de las tapas, que ya ha hecho que Cordoba se desvíe del planning que tenía proyectado, obligándole a pedir ayuda para buscar una imprenta que, se supone, había localizado previamente para ponerse en marcha con las condiciones de edición anunciadas en un principio).

De todas formas, y por lo que se ha ido viendo, el bueno de Córdoba se ha mostrado muy receptivo y sensible a las peticiones —no sólo nacionales, sino también del extranjero (que, según dice, ya van siendo numerosas)— y parece estar dispuesto a dar gusto a aquellos que tienen especial fijación con que las cubiertas sean en cartoné y no en rústica (aunque tenga que irse a las Antípodas para conseguirlo). Esperemos que las peticiones y exigencias se queden únicamente en esto —pese a que ya se empieza a opinar, también, sobre el tipo de papel, su grosor, satinado, blancura, tacto, etc.— y que todo pueda seguir adelante sin tropiezos hasta llegar al final. Es lo que más deseo, de verdad, a pesar de mis pesimistas impresiones. De hecho ya he dado mi apoyo a Diego (sin decirle cómo tiene que editar su libro) y tengo intención de seguir manteniéndolo en el futuro, como hago con todos los títulos que publica Caldas, si la cosa no se para antes por cualquier motivo.

En cualquier caso un factor determinante ha de quedarnos bien claro: en este tipo de empresas —como en la mayoría de las que podamos imaginar—, lo único que realmente cuenta a la larga es el "mardito parné"; quiero decir, pagar religiosamente y permitir que el editor pueda seguir adelante con su proyecto todo el tiempo que sea necesario. Todo lo demás son palabras, y las palabras —que se lo digan a Manuel Caldas— se las lleva el viento (como bien sabemos). ¿Se cumplirán esta vez, hasta sus últimas consecuencias, los buenos deseos que el personal ha manifestado en los foros donde se ha hablado de esta nueva edición y podrá mantenerse hasta la salida del último volumen el número necesario de suscripciones? That is the question (que dijo el príncipe Hamlet).

viernes, 6 de diciembre de 2013

NUEVA EDICIÓN DE PRÍNCIPE VALIENTE, EN TAMAÑO GIGANTE Y EN COLOR



BUENO, pues aunque ya está casi todo dicho (de momento) sobre esta nueva aventura editorial que parece haberse puesto en marcha en torno a la gran creación de Harold Foster (tal como pueden ver si pinchan aquí), un servidor no puede eludir la obligación moral de informar aquí sobre la misma, especialmente después de saber que si bien la nueva edición no es responsabilidad directa de Manuel Caldas, él va a estar detrás supervisándola y dándole todo su apoyo moral, material y técnico (como me ha confirmado personalmente). Garantía, pues, de calidad y seriedad (al menos para quien esto escribe). Y como un servidor se ha propuesto, más o menos, ser uno de los profetas de toda aquella empresa editorial para nuestro país en la que ande metido el luso, pues aquí me tienen: fiel a la cita, aunque con algo de retraso.


Hemos conocido la noticia —que ha caído como una bomba en los mentideros más interesados con el tema— a través de un bonito y muy aparente folleto publicitario que venía incluido en el paquete postal con el envío del último volumen (el noveno) de la edición caldiana de Príncipe Valiente. En dicho documento, y por medio de un breve texto explicativo dirigido a los potenciales interesados, se dan los datos técnicos imprescindibles de esta nueva edición y se proporcionan tres impresionantes imágenes de otras tantas planchas de la serie, al tamaño en que piensan editarse. Se cuenta allí que estamos ante una "nueva edición restaurada" que toma como base el material en blanco, negro y grises ya publicado por Manuel Caldas. Habrá dos versiones de la misma: una en español y otra en inglés (pensando, sin duda, en el mercado internacional). Cada volumen incluirá un solo año (es decir, como ocurrió con el reciente coleccionable de Planeta DeAgostini) y estará encuadernado en rústica. Entre lo más positivo está el enorme tamaño previsto (45 x 34 cm.), el buen papel que se empleará y la estupenda calidad del color obtenido, que se ha realizado, según reza el folleto referido, no a partir del escaneado y retoque de los viejos periódicos en que apareció la serie —técnica empleada, por ejemplo, en la edición alemana de Bocola—, sino por medio de una reconstrucción cromática ("recreación" dicen allí) que toma como referencia aquéllos y que ha dado lugar a la elaboración de unas nuevas pruebas de color (para la obtención de las cuales no termino de saber si también han tenido en cuenta las que se han conservado de época de Foster). Se ha pensado imprimir, al menos, dos volúmenes por año —con la intención de que toda la etapa fosteriana pueda incluirse en 34 libros— y cada uno de ellos costará 29 euros, a los que habrá que añadir los correspondientes a gastos de envío. Los responsables tienen intención de comenzar la colección por el número quinto. Todo el proyecto se llevará a cabo a través de Internet —sin mediación de tiendas físicas— y será necesario que haya, al menos, 200 suscriptores (500 en el caso de la edición en inglés) para publicar el primer libro. Cada interesado ha de enviar un mensaje, comunicando su deseo de participar en la aventura, a la siguiente cuenta de correo electrónico:

pv_color@zoho.com


Por los comentarios que han ido apareciendo en Crisei —y en los cuales ha terminado participando Diego Córdoba, el responsable mismo de esta nueva edición (o uno de ellos)— parece ser que se tiene la intención de crear un blog o una página web para promocionar el proyecto y mantener informados del mismo a todos los que estén interesados, aunque por el momento no hay nada de ello. Así pues, todo el que esté interesado deberá dirigirse al correo electrónico mencionado arriba para recabar más información.


Dándoles vueltas al magín y excarvando en el pozo de mi frágil memoria he recordado cierto comentario que un visitante anónimo hizo en una de las entradas que dediqué al coleccionable de PdA en el año 2012. Allí, y a pesar de considerar que la serie había quedado muerta para diez años por causa de la edición planetoide, la persona referida nos ponía sobreaviso a propósito de una futura edición de Príncipe Valiente con unas características que, comparando, son bastante similares a las del proyecto que ahora acaba de anunciarse. ¿Se refería a él esta persona, en una época tan temprana como mayo de 2012? ¿Quizá es que se trataba del propio Diego Córdoba, camuflado bajo el anonimato, que junto a cierta persona cuyo apellido comenzaba por "R" ya había empezado a dar los pasos necesarios para sacar adelante esta nueva edición en color? Porque no olvidemos que para conseguir el objetivo ahora anunciado, el primer paso que se ha debido dar es obtener los preceptivos derechos de edición que le negaron en su momento a Manuel Caldas. Y si cito esta cuestión es porque en el comentario referido se insistía mucho en dicho aspecto (que no es baladí, ciertamente).

Sea como fuere, sólo espero que todo vaya bien y que se consigan los suscriptores/seguidores necesarios para que esta edición "gigante" y en color de Príncipe Valiente salga adelante. Sería una prueba de fuego y toda una lección, vergonzante y ejemplificadora, para aquellos editores profesionales que, teniendo más medios y mucho más dinero para hacerlo, no han sido capaces de ofrecer nunca al público español (e internacional) una edición de la serie fosteriana en estas condiciones tan apetecibles. Incluso hasta caían en la cuenta —los editores profesionales digo— de que sus servicios tampoco son necesarios cuando hay voluntad y ganas por parte de los aficionados.


En cuanto a las características de la edición, desearía añadir algunas opiniones personales al hilo de las diferentes hipótesis, habladurías y apuestas que se han ido haciendo desde que se conoce la noticia. En primer lugar, creo que es bastante comprensible el hecho de que la edición se inicie con dos volúmenes que recopilan material del cuarto y el quinto año de andadura de la serie (1941 para la edición inglesa y 1942 para la española). Forman parte de su mejor época y parece lógico que sea esa etapa más clásica y perfecta —y no la primera, o la final— la que quiera venderse a los potenciales compradores como imagen de salida de la edición. De hecho, al año 42 pertenecen la mayoría de las imágenes que se han utilizado en las dos versiones del folleto publicitario. En cuanto al debatidísimo tema del tipo de encuadernación, imagino que los responsables del proyecto habrán meditado largamente al respecto (como lo hizo en su momento Caldas), y si han llegado a la conclusión de que deben ser volúmenes en rústica reuniendo un año de material habrá sido en base a unos criterios estratégicos, crematísticos y de producción concretos que les han hecho pensar de tal modo. Yo, personalmente, preferiría dos (o tres) años por volumen y tapas duras  —ya lo he dicho en más de una ocasión e incluso en alguna reseña crítica sobre los libros caldianos—, pero no me resulta muy difícil entender que dicha decisión seguro que viene marcada por la coyuntura, y no por un capricho o un gusto personal de los editores (que como buenos aficionados que son —pues en caso contrario no se meterían en esto— también preferirían las mejores condiciones posibles). Así es que aceptaré lo que me ofrezcan, si es que no hay otra posibilidad, o renunciaré a participar en el proyecto si el problema de la encuadernación me parece insuperable en las condiciones actuales. Porque muchas veces, por diversos motivos, uno no puede conseguir todo lo que hubiera deseado. En último lugar, y aunque aún no he leído nada al respecto —pero sí levantó numerosas ampollas en su momento (¡qué cosa no lo hace tratándose de esta genial e imperecedera obra de arte!)—, me alegro bastante de que se vayan a conservar las tramas (según se comprueba al ver las imágenes del folleto publicitario y como puede colegirse del hecho de haber utilizado el trabajo "tramado" de Caldas), pues ello está más acorde con el espíritu restaurador y de respeto hacia la obra original que parece encontrarse tras este proyecto.


Y me gustaría acabar esta entrada mostrándome algo sentencioso y optimista: no me cabe duda de que si esta aventura editorial sale adelante habremos dado un paso muy importante hacia la soñada edición perfecta de Príncipe Valiente. Ya la sola utilización de la línea y los negros restaurados por Caldas —que siempre me pareció una condición sine qua non para avanzar en la buena dirección— garantizaría un tanto por ciento elevadísimo de este éxito y permitiría superar con creces lo que ha venido haciendo hasta el momento Fantagraphics en dicho ámbito. Si encima el color "recreado" es bueno —como parece indicarlo la muestra que se ha incluido en el folleto publicitario— todo invita a pensar que estaríamos ante la mejor edición de Príncipe Valiente en color jamás realizada hasta la fecha (a pesar de la encuadernación en rústica).

En todo caso, seguiré muy atento los avances del proyecto y les mantendré informados dentro de mis posibilidades.

Un saludete.

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NOTA: en la foto que encabeza la entrada tienen ustedes una comparativa de tamaños donde puede apreciarse la diferencia que hay entre la muestra que se nos ha enviado de esta nueva edición (centro), comparada con la última de Planeta (izquierda) y la de Fantagraphics (derecha). El resto de imágenes pertenecen al cuadernillo promocional para la edición en inglés y las he obtenido del sitio de Facebook Prince Valiant, que ha tenido a bien colgarlas allí a su tamaño original. Sirvan, en todo caso, para que el personal que aún no ha podido acceder a dicho cuadernillo se haga una idea de cómo va a ser el color.

sábado, 30 de noviembre de 2013

PAOLO ELEUTERI SERPIERI EN LA REVISTA "MOCAMBO", DE METROPOL



SEGUIMOS prestando atención en este Nibelheim a la figura y la obra del historietista e ilustrador italiano Paolo Eleuteri Serpieri, al tiempo que nos hacemos eco de los comentarios que nuestros visitantes van haciendo al hilo de las entradas. Y así, enlazando con las dos entradas que ya le hemos dedicado a este autor en los días pasados (pueden verlas pinchando aquí y aquí), hoy deseamos someter a la consideración de todos ustedes una nueva historia realizada por el artista veneciano a comienzos de los años 80 y aparecida en otra revista española de aquella época: Mocambo, de corta trayectoria, pero interesante contenido, como se verá inmmediatamente. Nos habló de ella, si lo recuerdan, un visitante de este Nibelheim en un comentario que pueden leer pulsando aquí.



Mocambo o la aventura (como se subtituló la revista con toda intención) fue una efímera publicación más de las muchas que pulularon por los quioscos españoles en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, coincidiendo con el boom historietístico que se vivió en nuestro país por aquel tiempo y que inundó el mercado de títulos con publicaciones periódicas. ¿O quién no se acuerda aún de títulos como Totem, Comix International, 1984 (luego Zona 84), Cimoc, Cairo, K.O. Cómics, El Víbora, Creepy, Rambla, etc. Fue editada por Ediciones Metropol, un sello editorial fundado en 1983 por profesionales del sector que deseaban controlar mejor la difusión y comercialización de su obra. Al frente de todos ellos estaban el guionista Mariano Hispano y el historietista Leopoldo Sánchez que, a la postre, demostraron no tener el mismo talento para la actividad editorial que en sus respectivas profesiones, pues tanto Mocambo como otras revistas de la editorial (Metropol —que era la cabecera principal— y K.O. Comics) apenas si lograron sobrevivir un sólo año, desapareciendo en 1984 y siendo absorbidos sus autores y series por los sellos Toutain y Norma, que controlaban el mercado en la época.



Mocambo se nutrió, básicamente, de material procedente de autores españoles, argentinos e italianos. Entre las series que empezaron a publicarse en sus páginas —todas ellas inconclusas ante el abrupto cierre de la cabecera— estaban la recuperada Dan Lacombe (realizada en 1968 para la revista Spirou por Daniel Cussó y su sobrino Jordi Bernet), Show para no iniciados (de Miguel Ángel Aparicio y Leopoldo Sánchez), El último héroe (de Jordi Bernet, inspirada en la biografía del sheriff y pistolero William Matthews Tilghman), Casi en el fin del mundo (de T. Valeri y Enrique Breccia), o Nuestro hombre en Banana (de Mazzei, Trillo y Saborido), etc. Junto a las historias de continuidad se publicaron también otras cortas, y entre ellas se encontraba, precisamente, la de Serpieri que vamos a comentar aquí.



Se trata del breve relato titulado El hombre medicina, una historia que el italiano realizó a principios de los años 80 y que apareció publicada, por vez primera, en el número 2 de la revista italiana L'Eternauta (1982), con el título de Uomo di medicina y dentro de una serie titulada Storie del Far-West, que recogía trabajos que Serpieri había publicado previamente en Francia. Es un episodio de 11 páginas que luego ha sido recopilado en una reciente edición titulada I colori del West. Yo pensaba que también estaba incluida en la excelente colección Storie del West, que Grifo Edizioni dedicó al autor italiano en su momento, pero he mirado el contenido de los siete álbumes que la componen y no aparece entre las historias allí recopiladas.



Una vez más, y como ya hemos tenido ocasión de señalar en las entradas precedentes que hemos ido dedicando a Serpieri, lo que destaca por encima de todo en estas páginas es la absoluta e indiscutible perfección formal del dibujo, que brilla a grandísima e insuperable altura. Estamos ante unas planchas de belleza indiscutible, pero que no presentan la morfología habitual en una historieta, pues carecen de viñetas tradicionales debidamente delimitadas y formando calles que separen la acción. En su lugar, éstas han sido sustituidas por preciosas ilustraciones, llenas de detalles y con una composición impecable, que se superponen una encima de otra (hasta en tres ocasiones a veces) para marcar así la acción narrativa y los diversos momentos de la historia. Esta circunstancia, a mi entender, acentúa aún más esa cierta rigidez o frialdad tan característica de Serpieri. Una solemnidad o academicismo derivados, pienso yo, de la perfección formal a la que ya me he referido. Es muy destacable, también, el marcado carácter documentalista —casi etnográfico— de las viñetas y la puesta en escena, que siempre está muy cuidada por el dibujante italiano. Se percibe una clara voluntad preciosista en el dibujante y una preocupación por mantener la integridad absoluta de sus viñetas-ilustraciones, como lo demuestra, por ejemplo, el hecho de haber numerado la plancha quinta poniendo el cuadradito del número en una zona sin dibujo en medio de la viñeta, en lugar de colocarlo en la parte inferior derecha, tapando parte del negro de la camisa del soldado, como habría sido lo normal. Si hubiera que destacar algo negativo —y resulta difícil, dado el impresionante trabajo realizado por Serpieri— yo señalaría la presencia de algún fallo de raccord (por ejemplo, en la viñeta primera de la plancha sexta el indio protagonista va con estribos, mientras que en la siguiente estos ya no aparecen, lo que es más lógico tratándose de un jinete indígena, pues no lo utilizaban), aunque no tiene la menor importancia, viendo el apabullante trabajo de conjunto. ¿O serían ustedes capaces de reprochar una nimiedad así a Serpieri, después de lo que dibujó aquí...?



En cuanto al guión (obra de Raffaele Ambrosio) nos encontramos con una orientación que se posiciona claramente a favor de los indígenas, siguiendo así la estela de una corriente revisionista y de dignificación de los indios que se produjo dentro del género —tanto en la historieta como en el cine— a partir de los años 50-60 (Sgt. Kirk, Teniente Blueberry, etc.), y que habría de continuarse en epígonos de los años 70-80 tan ilustres como Buddy Longway (de Derib), Jonathan Cartland (de Harlé y Blanc-Dumont), Ken Parker (de Giancarlo Berardi e Ivo Milazzo), o las diferentes historias cortas y muy politizadas que realizó Luis García en su impactante Etnocidio, por citar sólo unos cuantos ejemplos.

Y eso es todo lo que tenía que decirles. Pasen, pulsen en las páginas para ampliar, vean y admiren el arte del mejor Serpieri. La cosa merece la pena (de verdad).