miércoles, 19 de marzo de 2014

AUTORES OLVIDADOS, 1: PIERRE WININGER




ESTA entrada no es nueva. Quiero empezar advirtiendo eso por si te quieres ahorrar su lectura, querido visitante. Mi única intención al publicarla ha sido destacar algo más la parte dedicada a Pierre Wininger, dentro de la extensa reseña necrológica que redacté días atrás para homenajear a José Ortiz, Philippe Delaby y al propio Wininger tras sus fallecimientos. He creído que podría ser útil publicar de nuevo ese texto y hacerlo de manera aislada —separándolo de los otros dos a los que acompañaba—, para elaborar con él una entrada que va a servir de presentación a una nueva sección del blog: "Autores olvidados". La idea, como ya digo, es individualizar esa parte del texto original y, con ello, hacer más visible aún todos los datos relativos a Wininger, cuya obra historietística aprovecho para volver a reivindicar, planteando la necesidad y conveniencia de su reedición en España. Dicho queda.


* * *

Los inicios profesionales de nuestro autor —nacido en Saint-Mandé, el 8 de septiembre de 1950, y fallecido en Brest, el 25 de diciembre de 2013— estaban relacionados con el campo de la publicidad, en el que desarrolló labores como grafista y creativo. No fue hasta 1976 cuando publicó su primera historieta: Le jour de l'ouverture, un relato corto de sólo tres páginas que apareció en el número 88 de Charlie Mensuel (1).

Portada del número en que apareció publicada la primera historia de Wininger


Lo cierto es que el título no sólo fue adecuado para presentarse al mundo como dibujante de BD, sino que resultó ser una especie de premonición de lo que aún estaba por llegar. Y, en efecto, ese mismo año (el de la ouverture o "inauguración") fue apadrinado por Filippini, entonces principal editor de Glénat, que le propuso la publicación en Circus de una serie de autoría propia y completa. Nos referimos a Les aventures de Victor Billetdoux, que aparecería serializada en los números 5-12 (1976), 14-20 (1978) y 41-48 (1981) de la revista, antes de ser recopilada en tres álbumes titulados respectivamente La pyramide oubliée (1978) (2), Les ombres de nulle part (1979) y La nuit du Horus rouge (1982). Para la misma revista Wininger dibujaría en 1980 una historia escrita por Jean Léturgie (titulada Le Goût de l'Agout), que apareció publicada en el número 33 bis.


Arriba las tres portadas de la primera edición de las aventuras de Victor Billetdoux. Abajo un ejemplo
de planchas de cada uno de los álbumes (la primera de las tres, página 64 del álbum en blanco
y negro, procede de la edición original en la revista Circus, de ahí la numeración distinta)


En 1977 participó en la realización de dos breves relatos de 8 páginas cada uno que se publicaron en los números 12 y 15 de la revista Trio, dentro de la serie didáctica Raconte-moi. Estaban guionizados por Raymond Maric (que firmaba con el pseudónimo Hercet) y dibujados al unísono con Pierre Frisano. Se titulan, respectivamente, Courage et témérité y Superstitions. Al año siguiente realizaría dos historias que aparecieron en los números 9 y 10 de À suivre (Casterman), dentro de la serie Histoires pâles de l'oncle Vrai: L'épopée des croisades y La prodigieuse épopée du consulat et de l'empire.

Su reencuentro con Filippini se produciría en 1979, esta vez con el crítico como guionista, para dibujar una historia conclusiva titulada Le Jardin sanglant, que sería publicada por entregas en Pilote (##57 a 61) y recopilada luego como álbum por Dargaud. En la misma Wininger volvía a la época que ya había tratado en su serie de Billetdoux: principios del siglo XX.



Dos años después (1981) Wininger aparecería en el número octogésimo de Pilote con un relato de 8 páginas para la serie colectiva Paris sera toujours Paris. En ella colaboraba un grupo de autores muy variados —entre los que se encontraba, por ejemplo, nuestro Carlos Giménez— que ofrecieron una visión particular sobre la "ciudad de la luz", situando sus aventuras en cada uno de los 20 distritos o arrondissements que conforman la mítica villa. La historia de Wininger, como otras muchas de las suyas, no estaba ambientada en época actual o en el remoto pasado, sino en los años 20-30, favoritos del artistas para situar sus relatos. Todas estas colaboraciones serían reunidas posteriormente en formato de álbum y publicadas por Dargaud.



En el mismo 1981 Wininger comenzó a publicar las aventuras de Nicéphore Vaucansson en el magazine juvenil Okapi de Éditions Bayard. Una nueva serie de autoría completa (excepto la segunda historia, con guiones de Jean Parmentier) que habría de perdurar hasta 1984, y de la que la propia Bayard llegaría a publicar posteriormente tres álbumes, titulados Evergreen (1981), L'ombre du scarabée (1983) y Le mystère Van Hopper (1984). Se trata de la segunda gran obra de nuestro autor, cocinada con los mismos ingredientes que ya habían sido usados en Les aventures de Victor Billetdoux: marco espacial ambientado a principios del siglo XX, con personajes protagonistas algo extravagantes (ambos son periodistas, para más información), ocupados en investigar extraños casos en los que siempre hay detrás alguna secta o grupo secreto y una compleja o curiosa trama científica de fondo.

Las aventuras de Nicéphore Vaucansson en la revista que las viera nacer


Cubierta, primera plancha y contracubierta del primer álbum en su primera edición francesa (1981)


Cubierta, primera plancha y contracubierta del segundo álbum en su primera edición francesa (1983)


Cubierta, primera plancha y contracubierta del tercer y último álbum de la primera edición francesa (1984)


En 1984 nuestro autor participó en un homenaje que el semanario Tintin dedicó a Edgar Pierre Jacobs en su número 482, realizando una plancha en honor al álbum Le secret de l'Espadon que en absoluto desmerece del original y en la que se ve el largo camino artístico y técnico recorrido por Wininger.



En 1986 dibujó un álbum publicitario en color para promocionar la compañía Air France, titulado Les ailes du rêve, que iba a conocer diferentes ediciones en otros idiomas. Se trata de una obra breve (28 páginas sólo) en la que se da repaso a la historia de la compañía, utilizando para ello como hilo conductor la visita de dos jóvenes muchachos a un museo imaginario donde van encontrando todos los tipos de aviones que ha utilizado Air France a lo largo de su existencia, y llegan a conocer, incluso, al mítico aviador francés Jean Mermoz. En su recorrido temporal, los dos muchachos aparecen montados en un Concorde y hablan del Airbus, que en el momento de realizarse el libro aún era un proyecto. Esta historia permitió a nuestro artista dar rienda suelta a su gusto por los aviones y el diseño de otros vehículos.




Ese mismo año el arte de Wininger volvió a aparecer en las páginas de la revista Circus, para la que había venido colaborando con cierta asiduidad desde que, en 1976, debutara con su serie de Victor Billetdoux, gracias al apoyo de Henri Filippini. En esta ocasión lo hizo con una historia larga titulada Terminus Crusoé, que apareció serializada entre los números 101 a 106. De nuevo joven protagonista, misterios por investigar, etc. El trabajo, muy interesante, sería recopilado en álbum por Glénat al año siguiente.




Como se ha podido ver, 1986 parece que fue un año importante en la carrera de Wininger. A partir del mismo, nuestro autor empezó a dedicar cada vez más tiempo a realizar ilustraciones y adaptaciones historietísticas de clásicos literarios como Oscar Wilde, Conan Doyle, Italo Calvino, Lewis Carroll, Balzac, William Faulkner, Mary Shelley, Robert L. Stevenson, Saint-Exupéry, Daphne Du Maurier, Charlotte Brontë, etc. Todos ellos destinados a ser publicados en la colección "Je bouquine" de Bayard. Fue una actividad ésta que se alargaría, al menos, hasta 1996 y que Wininger había llevado a cabo con anterioridad, pues ya en 1980 realizó un One Shot ilustrando una novela de Michel Rioux. El resultado fue el álbum Le cristal fou, publicado por Hachette, donde nuestro autor volvía a repetir esquemas temáticos, narrativos y caracteriológicos ya vistos en obras anteriores, aunque ubicados en un contexto cronológico más actual.

Un ejemplo del trabajo de Wininger con El perro de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle
(en Je bouquine, nº 35, de 1987)



Con el inicio del nuevo siglo (y del milenio), Wininger intentó retomar a lo grande su anterior actividad historietística, después de haber estado más de quince años alejado de ella. Con esa finalidad puso en marcha una nueva serie, guionizada por Marie-Charlotte Delmas, en la que había depositado muchas esperanzas: Les Miroirs du temps era su título. Una historia protagonizada por tres jóvenes mujeres (Marie, Sophie y Hélène) en la que vuelven a hacer acto de presencia algunos de los referentes temáticos y argumentales más caros a nuestro autor (misterios, conspiraciones, organizaciones secretas, problemas científicos, el antiguo Egipto, los museos, París, etc.). Pero desgraciadamente —¿falta de éxito, escaso interés del editor?— sólo llegó a publicarse un álbum, titulado Le Retour des veilleurs, que apareció en la coleccion "La Loge noire" de Glénat. Después de esto, Wininger ya no volvió a hacer nuevas tentativas historietísticas (al menos que yo sepa).




Ya desde el primero de sus trabajos importantes (Les aventures de Victor Billetdoux) aparecen claramente perfilados algunos de los elementos que iban a caracterizar todo el trabajo de Wininger como historietista: relatos ambientados a principios del siglo XX (especialmente en el París de la postrera Belle Époque), que beben de la tradición folletinesca y están a mitad de camino entre el género policíaco y el de aventuras, mostrando también un gran interés por la tecnología (especialmente la naval) —y este es un elemento que vincula a nuestro autor con el universo de Julio Verne— y por la arquitectura. Es esta influencia del folletín y del serial de aventuras —que hunde sus raíces en los mismos orígenes del cine, con ejemplos tan ilustres como Les Vampires (1915) y Fantomas, de Feuillade, o Die Spinnen (1919-1920), de Fritz Lang— la que explica la presencia de personajes y situaciones extravagantes e inexplicables, sectas misteriosas, conspiraciones de todo tipo y ambientes exóticos en los trabajos mayores de nuestro autor (Billetdoux, Vaucansson...). Otro aspecto muy reseñable es el de las puestas en escena: Wininger era un gran recreador de ambientes y espacios, poniendo especial cuidado en el diseño de elementos tecnológicos (barcos especialmente) y arquitectónico.

Extraordinaria ambientación y máximo cuidado a la hora de documentarse:
el resultado son historias muy creíbles, a pesar de sus fantásticos argumentos

Lo misterioso, especialmente en el marco de una ambientación egipcia, sello de fábrica en las historias de Wininger

Folletín y serial en la base del lenguaje iconográfico y narrativo de Wininger: la influencia de Les Vampires, 
de Feuillade, parece evidente en estas páginas de Sombras de ninguna parte, con esos misteriosos
personajes que sobrevuelan los tejados de París y recuerdan a la seductora
Irma Vep del film silente francés (en la imagen inferior)



La referencia cinematográfica es, aún, más explícita (prácticamente literal) en el caso de Tardi, que en el octavo
álbum de su serie Les extraordinaires aventures de Adèle Blanc-Sec introduce algunas viñetas en claro homenaje
a Feuillade e Irma Vep. En todo caso, tal circunstancia vuelve a conectar estrechamente a Wininger con Tardi


Un análisis de la obra de Wininger permite apreciar la gran evolución estilística que experimentó en un tiempo relativamente corto, pasando del grafismo algo tosco, impreciso y dubitativo (aunque no carente de frescura y espontaneidad) de los primeros trabajos, a otro de personalidad más definida, trazo reconocible y mayor elegancia. Este salto, como digo, se produjo en apenas un año y resultó bastante espectacular. Y así, mientras que en su primer álbum para una serie larga (La pyramide oubliée, de 1978, aunque realizado en el 77) Wininger desplegó un dibujo algo expeditivo y tosco, caracterizado por el entintado a pincel, la sencillez de los diseños y el tratamiento de los grandes contrastes lumínicos a base de mancha (que da un tono expresionista al conjunto), en el siguiente (Ombres de nulle part, de 1979) ya aparece bastante perfilado el autor que todos conocemos, próximo a la corriente gráfica de la "línea clara" y dueño de un estilo limpio y detallista que, sin renunciar a las masas de negro para crear fuertes contrastes lumínicos (en sus planchas apenas hay tramado), se apoya básicamente en el trabajo de línea, dejando al color la recreación de los volúmenes.

Comparación entre el primerizo Wininger de La pyramide oubliée (páginas iniciales aparecidas en Circus)...

...Y el Wininger "maduro" de Ombres de nulle part (edición de Norma Editorial)


Es verdad que la ausencia de color en el primero de las dos historias parecía aconsejar ese empleo enérgico y generoso del negro, pero no se trata sólo de eso, sino de una evidente evolución a la hora de dibujar, que es especialmente perceptible cuando se comparan las primeras planchas aparecidas en Circus (muy sencillas y esquemáticas) con las que iría realizando Wininger hacia la mitad de esa misma historia (donde el instrumento de dibujo se va cargando cada vez más de tinta) y luego en números posteriores (cuando el estilo ya se ha liberado definitivamente del exceso de negros y se hace más limpio, a partir del segundo álbum).


Ejemplo de la vertiginosa evolución estilística experimentada por Wininger, a través de cuatro planchas
pertenecientes al álbum La pyramide oubliée. Como puede verse, de esta primera parte de la historia...

...a la última el cambio es verdaderamente radical (aun conservando la homogeneidad de estilo).
Por otro lado, se observará que todos los elementos característicos —misterios, folletín,
Egipto, etc.— están ahí desde el principio y sin solución de continuidad


Lo cierto es que, a partir de ese momento, el trazo —que sigue realizándose mayoritariamente con pincel (aunque trabajado con mayor delicadeza y maestría)— se hace mucho más preciso, dejando de lado el vigoroso y espontáneo entintado de los trabajos precedentes. Además, y esto es lógico, se aprecia un mayor dominio técnico en todos los elementos de la página (diseño de los edificios y de los vehículos, anatomía de los personajes, etc.). Estos últimos, por ejemplo, sin perder por completo su diseño caricaturesco, son dibujados por Wininger de un modo más realista; se hacen más serios, corpóreos y creíbles. Sus figuras se estilizan —presentando una peculiaridad que será "marca de fábrica" del dibujante— y se muestran más naturales en sus posturas y gestos. La composición de página se hace también algo más variada, aunque no se caracterizó Wininger por la experimentación formal en este ámbito, prefiriendo siempre optar por estructuras de plancha que facilitaran la lectura y permitieran el desarrollo sin obstáculos de la historia. En fin, a partir del segundo álbum de Victor Billetdoux todo resulta mucho más redondo y acabado, ofreciéndonos Wininger un producto de gran calidad y perfecto acabado, gráfico y narrativo. Hagamos notar, no obstante, que el último álbum que dibujó Wininger (Le retour des veilleurs) presenta un dibujo algo más desmañado.



Todas las peculiaridades estilísticas y argumentales que acabamos de enumerar someramente hacen que resulte inevitable la comparación de Wininger con dos grandes historietistas que han tenido mayor reconocimiento que él y que le influyeron indudablemente. Me refiero a Edgar Pierre Jacobs y a Jacques Tardi (3). El primero de ellos ejerció su ascendencia, sobre todo, a nivel argumental y narrativo (el interés de Jacobs por lo tecnológico y la Egiptología la heredó Wininger); el segundo lo hizo en todos los sentidos, tanto desde el punto de vista gráfico como narrativo y temático. Todo el que se acerca a los álbumes de Wininger detecta de inmediato estas similitudes. Lo señalaba, por cierto, hace ya algún tiempo José Luis Povo en una entrada que dedicó a nuestro autor en su blog, diciendo que:
«Nada más conocer sus cómics, me recordaron mucho a los de Tardi. Sombras de ninguna parte [...] se publicó en la misma colección que Adèle Blanc-Sec de Tardi, y la comparación se hacía inevitable» (4).

Jacbos y Tardi, referencias innegables de Wininger


Y es quizá esta circunstancia —unida a la propia grandeza de Jacbos o Tardi, por supuesto— la que ha hecho que Wininger no haya sido considerado nunca en toda su valía, viéndose preterido por la industria y los aficionados. Y lo cierto es que méritos no le faltaban, como bien ha destacado un sagaz y anónimo aficionado en un comentario añadido a la necrológica que el boletín electrónico ActuaBD dedicó al autor el pasado 29 de diciembre, y cuya parte más significativa traduzco a continuación, por el interés que tiene para nosotros (a pesar de ser algo apologético):
«El excelente Pierre Wininger nunca ha tenido el lugar que merecía. Es una lástima porque era un muy buen autor, un verdadero y excelente dibujante. La proximidad de su universo con el de Tardi seguramente ha socavado su reconocimiento. Sin embargo nunca copió y su universo le era tan personal como el de Tardi lo era al propio Tardi. Su trazo tenía una rara elegancia, majestad, encanto y su universo fantástico reenviaba a los de Julio Verne y Gaston Leroux. Sus trilogías para Glénat y Bayard son perfectas y sus guiños a Hergé y Jacobs siempre sutiles y lúdicos.

»Un gran autor ha desaparecido y se puede constatar, una vez más, que los editores no han hecho su trabajo, porque su bibliografía es demasiado pequeña para su inmenso talento. En 2003 fue, incluso, víctima de la "maldición de los tomos 1", que no tienen proyección por causa de las malas ventas y de una política editorial estúpida que, finalmente, hace que los tomos 1 de cualquier serie no se vendan más por falta de confianza de los lectores (con razón) [hacia las editoriales, se entiende] [...]. Por desgracia, los historietistas no son novelistas. No dejan tras de sí álbumes inéditos. Los proyectos que los editores rechazan son libros que no existirán jamás.

»Si al menos Dargaud hubiera tenido la buena idea de confiar a Pierre Wininger la realización de un Blake & Mortimer, bien fuera para el guión o para el dibujo, él habría hecho maravillas. Pero no está en el espíritu de los editores llamar al talento. Ellos prefieren banqueros, financieros y copistas».

Bueno.. Como pueden ver nunca llueve a gusto de todos. Pero la verdad es que, conociendo la importancia de la industria francesa de tebeos (su volumen, infraestructura, mercado...) y después de leer mensajes tan amargos como éste sobre el mundo editorial galo, uno se queda bastante perplejo pensando: ¿qué diría, entonces, este anónimo comentarista si viviera en España?

Pero hablemos de nuestro país, ya que lo hemos mencionado: aquí la obra de Wininger llegó relativamente pronto, aunque se editó de manera fragmentaria e incompleta y sin aplicar un criterio demasiado coherente al respecto. Y lo cierto es que la cosa parecía ir por buen camino, ya que en una fecha tan temprana como 1979 —apenas un año después de haber aparecido el álbum en Francia— la efímera revista Senda del cómic inició en su número 5 la publicación serializada de La pirámide olvidada, primer libro (en blanco y negro) de las aventuras de Victor Billetdoux. Pero desgraciadamente esta cabecera sólo llegó a sobrevivir hasta el número 8 (1980), desapareciendo para siempre y dejándonos con un palmo de narices respecto a Wininger.



Dos años después, en 1981, Eurocómic editó Evergreen —primera de las tres historias protagonizadas por Nicéphore Vaucansson—, incluyéndola como número 24 en su ecléctica colección "Metal" (por lo de Metal Hurlant, ya que en la misma se publicaron principalmente títulos editados por Les Humanoïdes Associés). Pero nada más; eso fue todo y la cosa no siguió adelante.

Cubierta, portadilla y contracubierta de la edición de Eurocómic


En 1983 iba a ser Norma Editorial la que diera otra oportunidad a las obras de Wininger, tomando el relevo al sello Senda. Para ello publicó el segundo álbum de las aventuras de Victor Billetdoux (Sombras de ninguna parte), incluyéndolo como número 8 de su colección "Cimoc Color / Extra Color" (5). Parece evidente que la intención de Norma era continuar con la serie de manera ordenada, sin embargo, la cosa no llegó a cuajar (posiblemente por falta de ventas) y ello hizo que el tercer álbum (La noche del Horus rojo) quedara inédito en nuestro país. Una verdadera lástima.

Cubierta, portadilla y contracubierta de la edición de Norma


Cuando pensé en redactar la nota necrológica sobre Wininger de la que procede este texto, lo que pretendía era no sólo recordar la desaparición de un gran autor de historieta, sino reivindicar su figura y aprovechar esto para, sobre todo, refrescar la memoria de nuestros editores, pidiéndoles que publiquen en España, al menos, las trilogías de las dos series más significativas que dibujó (y que están editadas aquí de manera incompleta): las aventuras de Victor Billetdoux y las de Nicéphore Vaucansson. Con ello, creo, se haría un gran servicio al Noveno Arte y a los aficionados españoles. Porque recordemos cómo está la cosa al respecto.

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(1) Ha sido verdaderamente difícil encontrar imágenes para ilustrar esta semblanza de Wininger. E imposible hallarlas con un tamaño lo suficientemente grande como para poder mostrar con cierto detalle su arte y estilo. La mayoría las he tomado de la magnífica base de datos Bedethèque, pero debo decir que tanto en ella como en la blogosfera francesa la cicatería con el material gráfico es máxima. Imagino que ello tiene que deberse a una cuestión de derechos de autor —además de a la menor celebridad de este artista—, pero lo cierto es que circunstancias como ésa hacen bastante difícil la labor de divulgación e investigación que podemos llevar a cabo aficionados sin ánimo de lucro alguno.

(2) Este álbum fue publicado con 12 páginas menos respecto de la pre-publicación del mismo relato en Circus. La segunda parte de la historia (34 páginas) es idéntica en ambos formatos; sin embargo, las primeras 40 páginas que aparecieron en Circus fueron redibujadas luego por Wininger hasta quedar reducidas a 28 para adaptarse lo más posible al formato tradicional de álbum europeo. El proceso conllevó, asimismo, un rediseño bastante radical de los personajes.

(3) Está claro que la larguísima sombra de Hergé también planea sobre la obra de Wininger (temática aventurera, modos narrativos similares, algunas soluciones gráficas parecidas, etc.). Pero la influencia del belga sobre el autor francés es más genérica y difusa, aunque esté allí. A veces, a modo de guiños: ¿cómo no pensar, por ejemplo, en la cómica pareja que forman Hernández y Fernández (Dupont y Dupond) cuando nos topamos con los dos misteriosos investigadores de la compañía de seguros que aparecen en Evergreen, y que son no sólo como dos gotas de agua, sino igual de solemnes (y ridículos) que los detectives tintinescos?

(4) A pesar de la influencia que ejercieron sobre su estilo Tardi y Jacobs, el dibujo de Wininger es mucho más acabado y serio que el del primero y menos rígido y frío que el del segundo. Aunque esto va en cuestión de gustos, claro está.

(5) Lo cual me hace creer, pese a no haber podido consultar los números de Senda del cómic, que aquí sí se publicó la primera historia completa.

domingo, 16 de marzo de 2014

¿UN GUIÑO-HOMENAJE DE WININGER A TARDI?



COMO ya tuvimos ocasión de señalar en la nota necrológica que dedicamos hace poco a Pierre Wininger, éste fue un gran admirador de su compatriota Jacques Tardi, circunstancia que se advierte no sólo en su estilo gráfico, sino en el tipo de historias que desarrolló a lo largo de su trayectoria profesional, centradas casi siempre en un París de principios del siglo XX y alrededor de argumentos en los que el género del folletín, lo policíaco y lo mistérico juegan un papel de primer orden, tal como ocurre en la serie de Adèle Blanc-Sec.



Pues bien, pienso que el guiño al que hace referencia el título de la entrada se encuentra en la plancha 24 de la historia Les ombres de nulle part, perteneciente a la serie de "Victor Billetdoux", y más concretamente en su primera viñeta, donde vemos a los dos protagonistas de la serie —el periodista Victor Billetdoux (a la derecho) y su compañero el joven egiptólogo Charles Hyppolite Constant— dirigiéndose hacia un edificio de forma circular y columnado por cuya rotonda camina una joven que parece ser la propia Adèle Blanc-Sec: no sólo se trata de la indumentaria —que es parecidísima a la que lleva la aguerrida reportera creada por Tardi—, sino que los complementos también invitan a pensar en la identificación: el peinado con el cabello recogido en un moño que asoma bajo el sombrero y el color oscuro del pelo, un paraguas y un maletín de mediano tamaño. Asimismo, los rasgos de su perfil y el hecho de caminar de una manera bastante decidida nos conducen en la misma dirección.



Hombre, es cierto que al personaje dibujado por Wininger le falta el largo abrigo o sobretodo que viste habitualmente la corajuda heroína de Tardi, así como el echarpe de diferentes diseños y materiales, según las circunstancias, con que Adèle suele dar un toque de color a sus conjuntos. Por otro lado, tampoco lleva el mismo modelo de gorro con el que suele cubrirse (generalmente tocado con plumas). Pero claro, quizá el hecho de que Wininger haya situado su historia en una epoca del año en que no hace tanto frío podría explicar esta falta de elementos. En cualquier caso, y como no estoy seguro de la identificación someto mis dudas a su consideración. ¿Creen, en efecto, que estamos ante un homenaje de Wininger a Tardi y que el personaje es efectivamente Adèle Blanc-Sec, o se trata de una mera casualidad, al ser dos historias que están ambientadas en la misma época y lugar? A continuación algunas imágenes de Adèle, para que ustedes tengan referencias con las que comparar.