lunes, 3 de marzo de 2014

NECROLÓGICAS: HOMENAJE A JOSÉ ORTIZ MOYA (1932-2013), PIERRE WININGER (1950-2013) Y PHILIPPE DELABY (1961-2014)



COMO recordarán todos ustedes, el año 2013 se cerró de manera luctuosa con una importante nómina de fallecimientos que afectaban al mundo del cine y de la historieta. De algunos de los que se fueron para siempre ya hicimos aquí la correspondiente nota necrológica; sin embargo, no tuvimos la ocasión de referirnos a dos historietistas que también nos abandonaron el pasado mes de diciembre: el primero fue nuestro compatriota José Ortiz, fallecido el día 23, a los 81 años de edad. El segundo fue el francés Pierre Wininger, que dejó este perro mundo dos días después, el día de Navidad, con tan sólo 63 años. A pesar del tiempo transcurrido desde sus óbitos no he querido dejar de redactar esta entrada, y más que por Ortiz —al que se han dedicado numerosas reseñas en otros blogs y lugares de la red— por el pobre Wininger, del que no se ha dicho nada (al menos yo no lo he leído), salvo en algunos lugares especializados de Francia e Italia. Por si fuera poco, y mientras redactaba esta entrada a trompicones y en ratos libres, conocimos también la súbita muerte de Philippe Delaby, que se fue para siempre a finales de enero. ¡¡Otro historietista más que añadir a la trágica nómina!! ¡¡Maldita sea!! Por mi parte, he de confesarles que más de una vez pensé en una confabulación de los astros en mi contra: una gripe demoledora (con altísima fiebre), importantes obligaciones laborales ineludibles y una avería informática seria han hecho que esté alejado del blog mucho más tiempo del que hubiera querido, atrasándose así la publicación de este artículo, que a más de uno quizá le parezca ya anticuado. He querido publicarlo, no obstante, para honrar la memoria de los tres grandes dibujantes a que está dedicado. Ahora, ya recuperado y con algo más de tiempo, me pongo manos a la obra. Así pues, comencemos...


* * *


JOSÉ ORTIZ MOYA



José Ortiz nació en Cartagena el 1 de noviembre de 1932, en el seno de una familia cuyos miembros demostraron una especial predisposición para el Arte ya que, además del propio José, su padre fue pintor acuarelista y su hermano Leopoldo también ejercería de dibujante de historieta durante bastantes años, antes de pasarse al campo de la publicidad en los años 80 del pasado siglo. Como nuestro autor declaró en alguna ocasión, sus primeros recuerdos con el lápiz se remontaban a la más tierna infancia y estaban relacionados con unas cartas que su padre —quien luchó como oficial de la Armada republicana en la Guerra Civil y fue represaliado— enviaba a sus hijos desde la cárcel con dibujos e indicaciones para que ellos los acabaran. Tenía entonces Ortiz 5 años, y bien pronto iba a mostrar un gran talento para el dibujo.

La revista Chicos, dirigida por Consuelo Gil, lectura de infancia del niño José Ortiz
(las portadas proceden del blog de Joan Navarro, Viñetas. El collage es de un servidor)


Inició su actividad profesional a principios de los años 50, coincidiendo con el despegue tebeístico que por entonces se vivió en nuestro país alrededor de los cuadernillos de aventuras, formato que había iniciado su andadura de manera regular apenas una década antes y en cuya producción el autor cartagenero participó muy activamente. Después de ganar un concurso organizado por la mítica revista Chicos, Ortiz empezó a colaborar en 1951 con los hermanos Gago dentro de la Editorial Maga, fundada por Manuel ese mismo año para hacer frente a los problemas que habían empezado a surgir con Editorial Valenciana y controlar su propia producción. Podríamos decir, por tanto, que José Ortiz perteneció a la denominada "Escuela Valenciana de historieta" (1) —a pesar de que él mismo rechazó esta adscripción más de una vez (e incluso la propia existencia de dicha "Escuela")—, caracterizada por haberse especializado en los tebeos de acción y aventura tipo serial, con un grafismo realista y presentados en formato de cuadernillo, al contrario de lo que ocurría con las otras dos corrientes historietísticas existentes por entonces en España (la de Bruguera y la de TBO), que centraron su interés sobre todo en el tebeo humorístico, con historias mayoritariamente autoconclusivas publicadas en revistas de tipo estándar y formato vertical.

Manuel Gago, por la época de que se habla en el texto


Durante los primeros años cincuenta y junto a otros autores de su generación que también se fogearon en este fantástico e irrepetible formato del "cuadernillo de aventuras" —su propio hermano Leopoldo, Luis Bermejo, Miguel Quesada, Jaime Brocal Remohí, etc.— tenemos localizada la participación de José (como autor único o colaborando con otros) en series tan variopintas como El espía (1951) (2), El Capitán Don Nadie (1952), El Príncipe Pablo (1953, mayoritariamente como portadista), Juan Bravo y sus chicos (1953), Sebastián Vargas, el Renegado (1954), Balín (1955), El Duque Negro (1957), Johnny Fogata (1960), o Dan Barry el Terremoto (1954), que sería la más popular de todas las que realizara en este primer período de su carrera. Aunque no le anduvo a la zaga la mítica Pantera Negra (1956), que realizó en sus primeros números (antes de pasar el testigo a Miguel Quesada) y que fue el mayor éxito de la editorial, además de la serie más longeva. En todas ellas dio Ortiz muestras de su gran calidad artística como dibujante y de su talento como historietista, realizando un vertiginoso aprendizaje dentro del medio que, como bien ha señalado Francisco Baena en el estudio que dedicó a la Editorial Maga, fue uno de los más sorprendentes que haya conocido nuestra historia tebeística (3).










A finales de los cincuenta, y alternando con su actividad en Maga, Ortiz empezó a colaborar con la Editorial Toray, para la que realizó la serie Sigur el Vikingo (una historia a caballo entre las sagas nórdicas y los relatos de fantasía heroica), así como algunas colaboraciones en la colección Hazañas del Oeste. Su capacidad de trabajo y la rapidez a la hora de entregar —ambas proverbiales y reconocidas por sus propios compañeros— le permitieron también realizar diversos encargos para Bruguera, compaginándolos con sus otras obligaciones, entre los que podríamos destacar colaboraciones para la revista del género western Bisonte Extra Ilustrada y adaptaciones literarias (Los viajes de Gulliver, Las Cruzadas...) para la Colección Historias.



Una plancha de Hazañas del Oeste (#16, Toray, 1959)


Esta imparable actividad hizo que Ortiz adquiriese una considerable experiencia mientras trabajaba, llegando a desarrollar, ya en los años 60, un estilo bastante identificable aunque algo impersonal aún y que habría de evolucionar en la década siguiente hacia formas todavía más originales y reconocibles. Fue en ese primer momento, coincidiendo con el inicio del declive de los cuadernillos de aventuras (en cuyo formato se había formado) y con la ralentización del mercado historietístico español frente a la competencia de otros medios (la televisión fundamentalmente), cuando inició una segunda etapa en su carrera, orientada hacia el extranjero para la realización de trabajos destinados a publicaciones de países como EE.UU, Italia o el Reino Unido. Especialmente longeva fue su colaboración con Inglaterra, realizada a través de la agencia distribuidora Bardon Art, pues se iba a mantener activa durante más de treinta años. Para las editoriales británicas realizó Ortiz numerosos trabajos en los que abordó temas que nunca había tratado hasta el momento, como las historietas románticas (In Love's Trap, Romeo, Valentine, Jackie, Once upon a time, Diana, etc), las bélicas y las de ciencia ficción (U.F.O.: Agent, Smokemen, Trelawney of the Guards, Phantom Viking, The Green Men, Sky Buccaneers, etc.). Aunque el título por el que es más conocido en aquellas tierras fue Caroline Baker, Barrister at Law, una tira de prensa que apareció publicada en el Daily Express (4), y que se mantuvo abierta casi dos años.


Algunos de los trabajos que Ortiz realizó para el mercado británico


Mucho más significativa y trascendental fue la colaboración que Ortiz inició, a comienzos de los 70, con EE. UU. Durante dicho período participó muy activamente en las publicaciones periódicas del editor James Warren, para quien el cartagenero llegaría a realizar hasta 120 historias que aparecieron publicadas en cabeceras tan míticas como Eerie, Creepy, The Rook, Vampirella y otras, convirtiéndose, así, en el autor más prolífico (y uno de los mejor considerados) de lo que se ha venido a denominar el "desembarco español" o la "invasión española" en Warren Publishing (5). El inicio de tan provechosa relación se produjo después de que Ortiz realizara junto a Josep Toutain —que para entonces ya había abandonado su faceta como dibujante y estaba centrándose cada vez más en la edición— una serie de historias cortas reunidas bajo el título de Los mitos del Oeste, trabajo que produjo una profunda impresión entre el mundillo profesional norteamericano, y que se había distribuido a través de la agencia Selecciones Ilustradas —regentada por Toutain—, por medio de la cual el editor español ya había trabado contacto con Warren para colocar el trabajo de los artistas a quienes representaba.

Los mitos del Oeste, vol. 1 (Toutain Editor, 1987)

Los mitos del Oeste, vol. 2 (Toutain Editor, 1987)


Durante toda esa década, José Ortiz iba a realizar para el norteamericano una serie de extraordinarias historias en las que fue desarrollándose y madurando el estilo gráfico por el que todos hemos reconocido posteriormente al dibujante. Un estilo opulento, barroco y tenebrista, caracterizado por la reciedumbre, energía, soltura y minuciosidad del trazo, por el uso vigoroso del blanco y negro, la abundancia de tramados, el abrumador dominio del claroscuro y un entintado fresco y audaz, así como el control absoluto de la figura humana, que aparece tratada de manera muy realista. Un estilo, en definitiva, que brillaba a grandísima altura especialmente en los trabajos realizados en blanco y negro y, sobre todo, en aquellos pertenecientes al género de terror y misterio o al de ciencia ficción, campos en los que están encuadradas la mayoría de las historias que Ortiz realizó para Warren. Entre los títulos principales podríamos destacar las páginas realizadas para series como Apocalypse (Eerie, ##62-65), Night of the Jackass (Eerie, ## 60, 63-65), Coffin, The Demons of Jeddediah Pan (Eerie, ##74-75 y 77) o Pantha, así como historias individuales muy reseñables de entre las que yo recordaría The Last of the Red Hot Lovers (El inquisidor), Sight Unseen (Vampirella, #89), The Escape Chronicle (Creepy, #75), etc. Muchas de ellas se publicaron posteriormente en español, dentro de las revistas editadas por Toutain (o en aquellas otras a las que distribuía material con su agencia Selecciones Ilustradas), y entre las cuales los aficionados recordarán Vampus, Creepy, 1984, Rufus, Dossier Negro, etc.




Arriba del todo página de presentación de una de los relatos que integran la historia Apocalypse. 
A continuación tres originales del relato breve The Last of the Red Hot Lovers,
 que en España fue publicado con el título de El vampiro 


La admiración por el trabajo de Ortiz quedó reflejado en la temprana concesión, en 1973, del Premio Warren al dibujante más completo (Warren Best all-round Artist) (5a) y en las siguientes elogiosas palabras que el editor norteamericano dedicó al dibujante español en los siguientes términos: «José Ortiz es un excepcional artista. Su obra, divulgada en Estados Unidos a través de las revistas Warren, ha provocado la admiración de los lectores americanos. Su estilo agresivo y lleno de movimiento encaja exactamente en el concepto que nosotros tenemos de cómo contar una historia en forma de "cómic". Entre las muchas cualidades del artista español sobresalen su vasto conocimiento del dibujo y su impresionante facilidad para plasmar sobre el papel todo aquello que ve y siente» (6).

Arriba el editor norteamericano James Warren en su madurez.
Abajo en una fotografía realizada en 1976, junto al maestro Frank Frazetta




Pero no fue Warren Publishing la única beneficiaria del dulce momento creativo que estaba viviendo nuestro dibujante en aquellos años 70. Y así, al tiempo que los trabajos para el norteamericano, Ortiz realizó en esa misma época colaboraciones que Toutain siguió distribuyendo a través de su agencia "Selecciones Ilustradas" para ser publicadas en el extranjero. Entre los títulos producidos podríamos destacar una versión muy estimable de Tarzán —bastante apreciada por los seguidores del personaje—, El hijo de Tarzán o El Cuervo. Lo más significativo de todo es que, a estas alturas de su prolífica y exitosa carrera, José Ortiz tampoco estaba tan reconocido en España, donde no había vuelto a publicar con asiduidad desde sus comienzos profesionales. Aparecía, eso sí, algún que otro trabajo esporádico suyo en nuestro país (por ejemplo, El pequeño salvaje, publicado por Amaika en 1975), pero la mayoría del material salido de su pluma procedía de obras realizadas para el extranjero y publicadas previamente allí (como los trabajos de Tarzán ya citados, que se publicaron antes en los Países Bajos).


Dos muestras del excepcionalmente dibujado Tarzán de José Ortiz


Al iniciarse la década de los 80, y coincidiendo con el boom historietístico experimentado en España —que se reflejó en la diversificación de publicaciones y en el surgimiento de una innumerable cantidad de revistas—, José Ortiz centró sus esfuerzos y atención en el mercado español realizando una serie de trabajos más personales e iniciando la colaboración con uno de los mejores guionistas que ha dado nuestro país —Antonio Segura—, con quien el cartagenero llegaría a formar un tándem inigualable e imbatible. Con él creó series tan afamadas y sobresalientes como Juan el Largo, Ozono, But O'Brien, Burton y Cyb, Las mil caras de Jack el Destripador y, sobre todo, Hombre, de la que ambos autores llegarían a firmar 32 historias de desigual extensión y que constituye uno de los más perfectos y acabados productos artísticos de la historieta española.

Ortiz a principios de los años 80, cuando el mercado historietístico español lo recuperó como autor


Todas estas creaciones aparecieron, de manera seriada, en algunas de las muchas revistas que existían en la época y fueron recopiladas luego en álbumes que llevan agotados desde hace mucho años y sólo pueden conseguirse en mercado de segunda mano, de modo que no resultan fácilmente accesibles para los lectores actuales. Por fortuna, Hombre acaba de ser reeditada por EDT, de manera integral y en una edición estimable (buen papel, estupendo tamaño, adecuada impresión), que se compone de dos gruesos volúmenes en tapa dura. El primero incluye todas las historias en blanco y negro y el segundo —aparecido el mismo mes de diciembre en que ha fallecido Ortiz— las realizadas en color (7). Así pues, aquellos aficionados que, por edad o por circunstancias coyunturales de otro tipo, no tuvieron la posibilidad de acercarse en su momento a dicha serie ya no tienen excusa para seguir desconociéndola. Yo acabo de releer todas las historias incluidas en el segundo volumen y la experiencia, además de placentera, ha servido para confirmar la positiva impresión que mantenía sobre dicho título, así como que nos hallamos ante una de las series de fantasía post-apocalíptica más importante que se han hecho en nuestro país y posiblemente en el mundo entero. Una inteligente, entretenida y profunda narración distópica o cacotópica que te hace reflexionar sobre la condición humana en todas sus facetas.

Cubiertas de dos de los "antiguos" volúmenes editados por Norma Editorial


Cubiertas de los dos volúmenes que conforman la nueva edición integral de EDT


Personalmente, sin embargo, yo prefiero aquellos trabajos de Ortiz que se mueven dentro del género de terror/misterio, pues considero que su estilo —cuyas características ya he enumerado arriba— le viene como anillo al dedo a este tipo de relatos, sobre todo cuando el autor cartagenero trabajaba en blanco y negro, ya que aparecían potenciadas al máximo todas las posibilidades expresivas de su dibujo. De ahí que mis obras predilectas entre su abundantísima producción sean, desde el punto de vista gráfico, algunos relatos cortos (adaptaciones literarias, en buena medida) publicados por Warren y luego por Toutain —por ejemplo El pozo y el péndulo (Creepy, #69, febrero de 1975 y versión española en Vampus #47, julio de 1975), o El asesinato de la calle Morgue (Creepy, #70, abril de 1975 y versión española en Vampus, #50, octubre de 1975)—, las cuatro historias reunidas bajo el título de Apocalypse —que se publicaron en 1975 en los números 61-65 de Eerie y luego fueron recopiladas por Toutain como Cuatro jinetes del Apocalipsis en el libro titulado José Ortiz. Cuando el cómic es arte (ya citado abajo, en la nota 6)— y, sobre todo, el conjunto de nueve historias independientes que aparecieron publicadas a lo largo de 1984 en los números 66-72, 74 y 75 de la versión española de la revista Creepy (editada por Toutain), y que en 1986 se reunieron en formato de álbum (como primer número de la colección "Joyas de Creepy") bajo el título de Las mil caras de Jack el Destripador.




Esta última obra —en la que Segura reflexiona sobre el mito del famoso serial killer victoriano y a propósito de la maldad humana en sus diferentes variantes— es la más conocida, quizá, de las que acabo de señalar (al menos en España), y ello a pesar de que no ha conocido reedición (que se hace imprescindible, por cierto) desde el momento de su salida. Con todo, he de reconocer que Las mil caras de Jack el Destripador me interesa básicamente en su vertiente gráfica, ya que los guiones de Antonio Segura —y esto es raro, pues se trata de un escritor que me encanta— no terminan de convencerme en casi ninguno de los nueve relatos, pues o bien son demasiado previsibles, o bien los veo llenos de giros argumentales que resultan forzados en exceso y, por ende, poco creíbles. Y ello a pesar de su riqueza semántica y de los continuos guiños que el valenciano hace al cine, introduciendo en la narración situaciones y caracteres que conocemos bien gracias a títulos fílmicos tan míticos como El ladrón de cadáveres (The Body Snatcher, Robert Wise, 1945) —que parece ser la fuente de inspiración de la historia titulada Carroñeros, Frankenstein (Frankenstein, James Whale, 1931) —cuya "criatura" es la protagonista en la segunda parte del relato titulado Candilejas— y Un gánster para un milagro (Pocketful of Miracles, Frank Capra, 1961), cuyo personaje de Annie Manzanas o Apple Annie (interpretado por la extraordinaria Bette Davis) es utilizado por Segura en su relato El asesino de las mil caras. Por no hablar de Peter Lorre, que también aparece como personaje principal y sin apenas caracterizar en esta última historia. Pese a todo lo dicho, reconozco la trascendencia de esta obra y hago mías las observaciones que Nino Ortea desplegó en un artículo dedicado al álbum: «Ni para guionista ni para dibujante fue ésta su primera incursión en el género del terror. Antonio Segura ya había desarrollado, junto a Jordi Bernet, relatos de este tipo dentro de la serie Kraken; José Ortiz había hecho múltiples fábulas terroríficas para las diferentes revistas de la editorial norteamericana Warren: Eerie, Creepy, Vampirella,... Pero sí que estamos ante la primera historia perteneciente al género desarrollada por este equipo creativo tras su unión en 1981, y que es sin lugar a dudas uno de los mejores acercamientos al terror dentro de la historieta española».




Carroñeros, una de las mejores historias incluidas en el álbum Las mil caras de Jack el Destripador
(las imágenes las he tomado del blog amigo La canción de Tristán)


La década de los 80 supuso la consagración definitiva de Ortiz como autor completo reconocido finalmente en su propio país. Ello fue posible no sólo por la publicación de nuevos trabajos (algunos de los cuales ya he citado antes), sino también por la reedición aquí de obras suyas que habían sido publicadas previamente en el extranjero (básicamente en Gran Bretaña). Es el caso de títulos como El rey de la torre o The House of Daemon —aparecidos originalmente en el semanario británico Eagle y que aquí se presentaron por entregas en la revista Kirk (el primero de ellos) y directamente como álbum por Gyesa (el segundo)—, The Thirteen Floor (editado en Scream!) y distintas historias de las series Rogue Trooper y Judge Dredd, que se habían publicado primero en 2000AD y aparecieron luego en una versión española de dicha revista.




Es también en esta época cuando Ortiz iba a llevar a cabo la única tentativa que se le conoce como editor, participando junto a otras figuras del mundillo (su sobrino Leopoldo Sánchez Abulí, Manfred Sommer, Mariano Hispano, etc.) en el proyecto de Ediciones Metropol. El objetivo perseguido por sus promotores había sido poder publicar con total libertad y controlar mejor la comercialización de sus obras, sin injerencia alguna por parte de editores profesionales. Pero la experiencia terminó siendo un fracaso y, en apenas tres años (de 1983 a 1985), Ediciones Metropol se fue al traste, pasando sus autores y las series que realizaban a integrarse en las publicaciones de Toutain y de Norma Editorial. El balance final consistió en una fugaz aventura editorial de la que, no obstante, saldrían tres revistas (KO Cómics, Metropol y Mocambo) y un buen puñado de historias, entre las que sobresalen algunos nuevos episodios de Hombre y Bogey, así como el nacimiento de las series Polux (de Manfred Sommer) y la excelente Kraken, que Segura y Bernet crearon para la revista insignia de la fallida empresa.



Al finalizar los años 80 nuestro incansable homenajeado inició dos series de nueva creación que conocerían una buena acogida entre el público: Burton &Cyb (1988), publicada en la revista Zona 84 de Toutain, y Juan el Largo (1989), aparecida en la revista Gran aventurero. Ambas llevaban guiones de Antonio Segura, que por estas fechas ya se había convertido en el colaborador más asiduo del dibujante cartagenero. Dos años antes (1986) había puesto en marcha también otra serie de corte policíaco, autoría total y efímera trayectoria (Jeff Lenox), de la que aparecieron sólo algunos capítulos en la revista El Capitán Trueno, que sólo se mantuvo durante trece números.


Planchas de Burton & Cyb (arriba) y de Juan el Largo (abajo). Dos obras en las que el dibujo
—pensado para el color y con fuertes rasgos humorísticos— se libera de las grandes
masas de negro y del barroco tramado típico en otros trabajos de Ortiz


Ya en los 90, la actividad de Ortiz —que no iba a decaer, a pesar de llevar cuarenta años como profesional— le hizo participar en importantes eventos editoriales y trabajar de nuevo con editores extranjeros, impulsado por el desplome de la industria historietística de nuestro país y el fin del boom de las revistas. Al iniciarse la década colabora en la revista Rumbo Sur, fundada por Pedro Tabernero y crea, con guiones de su inseparable Antonio Segura, la series Ozono y But O'Brien. La primera de ellas —una serie de ficción científica con temática ecológica— apareció serializada en la revista italiana L'Eternauta, antes de ser recopilada en formato álbum (llegaría a España a través de las páginas de Totem el Comix). La segunda —bastante interesante, en mi opinión— se publicó en la revista Cimoc (## 162-168, entre 1994 y 1995) y no en Torpedo, como puede leerse en distintos lugares de la red (al menos yo no he sido capaz de encontrar dato alguno al respecto).




Una selección de páginas de But O'Brien, estupenda serie "negra"
que debería ser recuperada, cuanto antes, por nuestros editores


Autorretrato de Ortiz para Bonelli
En 1991 se produjo otro gran salto adelante en la carrera de Ortiz, al ser requeridos sus servicios por el gran editor italiano Sergio Bonelli, que le encargó la realización de un álbum para la serie Tex. Nuestro compatriota dibujaría el "texone" La grande rapina (1993) y el trabajo satisfizo tanto a Bonelli que éste le ofreció la posibilidad de participar en la serie regular y de dibujar varios "maxi-Tex" y algún que otro almanaque, así como el encargo de realizar algunos álbumes de las series Ken Parker, Magico Vento y Dylan Dog. De este modo, en el momento de su fallecimiento la colaboración de José Ortiz con el gigante editorial italiano se elevaba a la impresionante cifra de 30 álbumes de Tex (8), 1 de Dyland Dog (9), 6 de Magico Vento (10) y 4 de Ken Parker (10a). Para hacerse una idea del peso que Ortiz llegó a tener en "Casa Bonelli" basta echar una ojeada a la sentida y extensa nota necrológica que la editorial hizo pública tras su fallecimiento, donde se hace un repaso muy completo a su trayectoria profesional.

Imágenes del Tex de Ortiz


Magico Vento en los pinceles del extraordinario autor cartagenero


Este impresionante y vertiginoso ritmo de producción, unido al progresivo y natural envejecimiento del artista —con las consecuencias que de ello se derivan para una actividad en la que tan importante resulta conservar ciertas condiciones físicas— ha dado como resultado, por supuesto, momentos irregulares que no han dejado de ser advertidos (con acritud e ironía, incluso) por algunos aficionados italianos, quienes no sólo han acusado de falta de rigor crítico, conformismo y complacencia a aquellos seguidores españoles incondicionales de Ortiz, sino que incluso llegaron a pedir en su momento dentro de un foro la retirada del autor cartagenero de la serie Tex, acusándole de hacer el trabajo con desgana, con falta de respeto por el personaje y de estar guiado sólo por razones puramente crematísticas. Al margen de las opiniones personales, de los gustos particulares de cada uno —en los que, incluso, hasta parece despuntar un cierto tufillo de nacionalismo historietístico (por ejemplo aquí)—, o de las motivaciones íntimas personales del autor español —que ninguno de nosotros conocemos en realidad—, parece evidente que el valor general de la producción realizada por Ortiz para la factoría Bonelli es elevado y que la calidad media de las páginas realizadas —se ha dicho que llegó a dibujar más de 3.500 planchas, pero yo no las he contado, lo confieso— se mueve en unos niveles bastante altos. Afirmar lo contrario, creo yo, sería negar que Sergio Bonelli sabía lo que hacía. Y si algo demostró el gran editor italiano a lo largo de su exitosa carrera es que pocas veces se equivocaba.

Una muestra del trabajo objeto de discordia entre los "texianos" de Italia


En 1992 Ortiz fue seleccionado para participar en la realización de uno de los proyectos tebeístico-editoriales más ambiciosos e importantes de nuestro país. Me refiero, claro está, a la colección "Relatos del Nuevo Mundo" —coordinada por el citado Tabernero y realizada en colaboración con Planeta DeAgostini— que se puso en marcha con motivo de la celebración del V Centenario del descubrimiento de América, y donde un grupo de prestigiosos dibujantes, guionistas e historiadores realizaron 25 lujosos álbumes monográficos en color dedicados a tratar diferentes aspectos de este importante acontecimiento histórico. José Ortiz, en colaboración con Miguel Ángel Nieto a los guiones, realizó dos álbumes —La civilización inca. Los hijos del sol (nº 2 de la colección) y Orígenes del hombre americano. Los primeros (nº 25)—, siendo elegido el primero de ellos para formar parte de una edición no venal, realizada con todo lujo y a tamaño gigante, que también incluyó los libros El primer viaje de Colón. Una candela lejana (de Antonio Hernández Palacios) y Europeos ante el nuevo mundo. El cautivo (de Zentner y Pellejero). Como se ha destacado acertadamente en Tebeosfera, el trabajo de Ortiz para esta empresa fue brillantísimo y su gran talento como historietista brilló en todo su esplendor, «pues la calidad de edición y la buena aplicación del color permitía apreciar la suavidad de un trazo que generalmente había sido impreso en papel más basto y con tintas más gruesas, haciendo su estilo sinónimo de tosquedad. Pero Ortiz había logrado ya a estas alturas un dominio extraordinario de la trama manual, de la concepción de los volúmenes, y sobre todo de la expresión y movimiento humanos, con lo que su obra transmitía una armonía y rudeza en perfecto equilibrio a través de sus trazos inextricables».



Tres muestras excelentes del mejor Ortiz: arriba dos planchas de Los hijos del sol;
abajo, cuatro de Orígenes del hombre americano


Este encargo oficial para el V Centenario fue el último trabajo que Ortiz realizó para el mercado español. En los años posteriores el autor cartagenero estuvo ocupado fundamentalmente en cumplir con sus compromisos para Bonelli y en realizar algún que otro encargo puntual (como, por ejemplo, las ilustraciones en color que preparó para la que habría de ser la última obra suya publicada en vida). Y es que, por fortuna para los aficionados, en el mismo año 2013 que le vio morir EDT puso en marcha una "Colección José Ortiz" que se inició en abril pasado con la reedición de Hombre —la obra más emblemática de todas las que realizara el autor— y que esperamos siga adelante ofreciéndonos otros títulos que, o bien no hemos visto nunca en su integridad por estos lares (por ejemplo Ozono), o bien son de difícil acceso, porque llevan muchos años sin ser reeditados (Burton & Cyb, Juan el Largo, Morgan, But O'Brien, Las mil caras de Jack el Destripador...) (11).

Dos ilustraciones realizadas por Ortiz para la reciente edición de EDT


Una trayectoria tan longeva y envidiable como la de Ortiz no podía estar exenta de premios y reconocimientos. Sorprende, no obstante, la escasez de los mismos —especialmente cuando comparamos su número con lo que el autor ha hecho durante más de sesenta años de carrera— y, sobre todo, el hecho de lo tarde que le fueron entregados: en 1998 recibió el "Paparajote de Oro", otorgado por la "Asociación de Amigos del Tebeo de la Región de Murcia"; en 2010 el "Premio Oso" de Expocómic, por la labor de una vida, y en 2012 el "Gran Premio" del Salón del Cómic de Barcelona.

José agradeciendo emocionado el premio concedido en Barcelona (que, por cierto, llegó in extremis). 
Tuvo emotivas palabras de recuerdo para su amigo Antonio Segura, como puede verse en el siguiente vídeo


Al igual que otros muchos "asalariados" del tablero de dibujo (Hernández Palacios, Mingote, Toppi, etc.), José Ortiz murió al pie del cañón, trabajando hasta el último momento. Así es que podríamos decir que la cruel Parca vino a llevárselo cuando aún tenía el lápiz en la mano. Evolucionando desde unos estilemas clasicistas y conservadores —muy en la línea del tebeo realista que se había practicado en la Escuela Valenciana (cuyos artistas estaban influidos por los clásicos norteamericanos), con el dibujo limpio, correcto y expresivo de sus primeros años en Maga—, hasta llegar a otros mucho más expresionistas, duros y desgarrados —que algunos han identificado erróneamente con tosquedad y son los que le hicieron finalmente famoso y popular—, la trayectoria profesional y vital de José Ortiz aparece ante nosotros como una verdadera referencia del buen dibujar y el mejor narrar. Con su muerte, no cabe duda, desaparece uno de los artistas más completos, fecundos, longevos e importantes que ha dado el Noveno Arte. Y no sólo el español, sino el mundial.



Sit tibi terra leuis magistre!


* * *

PIERRE WININGER



A través del articulista y teórico Henri Filippini supimos que dos días después de nuestro José Ortiz, es decir el 25 de diciembre pasado, falleció en la ciudad francesa de Brest el historietista galo Pierre Wininger, que había nacido el 8 de septiembre de 1950 en Saint-Mandé (región de la Isla de Francia). Sus inicios profesionales estaban relacionados con el campo de la publicidad, en el que desarrolló labores como grafista. No fue hasta 1976 cuando publicó su primera historieta: Le jour de l'ouverture, un relato corto de sólo tres páginas que apareció en el número 88 de Charlie Mensuel (11a).

Portada del número en que apareció publicada la primera historia de Wininger


Lo cierto es que el título no sólo fue adecuado para presentarse al mundo como dibujante de BD, sino que resultó ser una especie de premonición de lo que aún estaba por llegar. Y, en efecto, ese mismo año (el de la ouverture o "inauguración") fue apadrinado por Filippini, entonces principal editor de Glénat, que le propuso la publicación en Circus de una serie de autoría propia y completa. Nos referimos a Les aventures de Victor Billetdoux, que aparecería serializada en los números 5-12 (1976), 14-20 (1978) y 41-48 (1981) de la revista, antes de ser recopilada en tres álbumes titulados respectivamente La pyramide oubliée (1978) (11b), Les ombres de nulle part (1979) y La nuit du Horus rouge (1982). Para la misma revista Wininger dibujaría en 1980 una historia escrita por Jean Léturgie (titulada Le Goût de l'Agout), que apareció publicada en el número 33 bis.


Arriba las tres portadas de la primera edición de las aventuras de Victor Billetdoux. Abajo un ejemplo
de planchas de cada uno de los álbumes (la primera de las tres, página 64 del álbum en blanco
y negro, procede de la edición original en la revista Circus, de ahí la numeración distinta)


En 1977 participó en la realización de dos breves relatos de 8 páginas cada uno que se publicaron en los números 12 y 15 de la revista Trio, dentro de la serie didáctica Raconte-moi. Estaban guionizados por Raymond Maric (que firmaba con el pseudónimo Hercet) y dibujados al unísono con Pierre Frisano. Se titulan, respectivamente, Courage et témérité y Superstitions. Al año siguiente realizaría dos historias que aparecieron en los números 9 y 10 de À suivre (Casterman), dentro de la serie Histoires pâles de l'oncle Vrai: L'épopée des croisades y La prodigieuse épopée du consulat et de l'empire.

Su reencuentro con Filippini se produciría en 1979, esta vez con el crítico como guionista, para dibujar una historia conclusiva titulada Le Jardin sanglant, que sería publicada por entregas en Pilote (##57 a 61) y recopilada luego como álbum por Dargaud. En la misma Wininger volvía a la época que ya había tratado en su serie de Billetdoux: principios del siglo XX.



Dos años después (1981) Wininger aparecería en el número octogésimo de Pilote con un relato de 8 páginas para la serie colectiva Paris sera toujours Paris. En ella colaboraba un grupo de autores muy variados —entre los que se encontraba, por ejemplo, nuestro Carlos Giménez— que ofrecieron una visión particular sobre la "ciudad de la luz", situando sus aventuras en cada uno de los 20 distritos o arrondissements que conforman la mítica villa. La historia de Wininger, como otras muchas de las suyas, no estaba ambientada en época actual o en el remoto pasado, sino en los años 20-30, favoritos del artistas para situar sus relatos. Todas estas colaboraciones serían reunidas posteriormente en formato de álbum y publicadas por Dargaud.



En el mismo 1981 Wininger comenzó a publicar las aventuras de Nicéphore Vaucansson en el magazine juvenil Okapi de Éditions Bayard. Una nueva serie de autoría completa (excepto la segunda historia, con guiones de Jean Parmentier) que habría de perdurar hasta 1984, y de la que la propia Bayard llegaría a publicar posteriormente tres álbumes, titulados Evergreen (1981), L'ombre du scarabée (1983) y Le mystère Van Hopper (1984). Se trata de la segunda gran obra de nuestro autor, cocinada con los mismos ingredientes que ya habían sido usados en Les aventures de Victor Billetdoux: marco espacial ambientado a principios del siglo XX, con personajes protagonistas algo extravagantes (ambos son periodistas, para más información), ocupados en investigar extraños casos en los que siempre hay detrás alguna secta o grupo secreto y una compleja o curiosa trama científica de fondo.

Las aventuras de Nicéphore Vaucansson en la revista que las viera nacer


Cubierta, primera plancha y contracubierta del primer álbum en su primera edición francesa (1981)


Cubierta, primera plancha y contracubierta del segundo álbum en su primera edición francesa (1983)


Cubierta, primera plancha y contracubierta del tercer y último álbum de la primera edición francesa (1984)


En 1984 nuestro autor participó en un homenaje que el semanario Tintin dedicó a Edgar Pierre Jacobs en su número 482, realizando una plancha en honor al álbum Le secret de l'Espadon que en absoluto desmerece del original y en la que se ve el largo camino artístico y técnico recorrido por Wininger.



En 1986 dibujó un álbum publicitario en color para promocionar la compañía Air France, titulado Les ailes du rêve, que iba a conocer diferentes ediciones en otros idiomas. Se trata de una obra breve (28 páginas sólo) en la que se da repaso a la historia de la compañía, utilizando para ello como hilo conductor la visita de dos jóvenes muchachos a un museo imaginario donde van encontrando todos los tipos de aviones que ha utilizado Air France a lo largo de su existencia, y llegan a conocer, incluso, al mítico aviador francés Jean Mermoz. En su recorrido temporal, los dos muchachos aparecen montados en un Concorde y hablan del Airbus, que en el momento de realizarse el libro aún era un proyecto. Esta historia permitió a nuestro artista dar rienda suelta a su gusto por los aviones y el diseño de otros vehículos.




Ese mismo año el arte de Wininger volvió a aparecer en las páginas de la revista Circus, para la que había venido colaborando con cierta asiduidad desde que, en 1976, debutara con su serie de Victor Billetdoux, gracias al apoyo de Henri Filippini. En esta ocasión lo hizo con una historia larga titulada Terminus Crusoé, que apareció serializada entre los números 101 a 106. De nuevo joven protagonista, misterios por investigar, etc. El trabajo, muy interesante, sería recopilado en álbum por Glénat al año siguiente.




Como se ha podido ver, 1986 parece que fue un año importante en la carrera de Wininger. A partir del mismo, nuestro autor empezó a dedicar cada vez más tiempo a realizar ilustraciones y adaptaciones historietísticas de clásicos literarios como Oscar Wilde, Conan Doyle, Italo Calvino, Lewis Carroll, Balzac, William Faulkner, Mary Shelley, Robert L. Stevenson, Saint-Exupéry, Daphne Du Maurier, Charlotte Brontë, etc. Todos ellos destinados a ser publicados en la colección "Je bouquine" de Bayard. Fue una actividad ésta que se alargaría, al menos, hasta 1996 y que Wininger había llevado a cabo con anterioridad, pues ya en 1980 realizó un One Shot ilustrando una novela de Michel Rioux. El resultado fue el álbum Le cristal fou, publicado por Hachette, donde nuestro autor volvía a repetir esquemas temáticos, narrativos y caracteriológicos ya vistos en obras anteriores, aunque ubicados en un contexto cronológico más actual.

Un ejemplo del trabajo de Wininger con El perro de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle
(en Je bouquine, nº 35, de 1987)



Con el inicio del nuevo siglo (y del milenio), Wininger intentó retomar a lo grande su anterior actividad historietística, después de haber estado más de quince años alejado de ella. Con esa finalidad puso en marcha una nueva serie, guionizada por Marie-Charlotte Delmas, en la que había depositado muchas esperanzas: Les Miroirs du temps era su título. Una historia protagonizada por tres jóvenes mujeres (Marie, Sophie y Hélène) en la que vuelven a hacer acto de presencia algunos de los referentes temáticos y argumentales más caros a nuestro autor (misterios, conspiraciones, organizaciones secretas, problemas científicos, el antiguo Egipto, los museos, París, etc.). Pero desgraciadamente —¿falta de éxito, escaso interés del editor?— sólo llegó a publicarse un álbum, titulado Le Retour des veilleurs, que apareció en la coleccion "La Loge noire" de Glénat. Después de esto, Wininger ya no volvió a hacer nuevas tentativas historietísticas (al menos que yo sepa).




Ya desde el primero de sus trabajos importantes (Les aventures de Victor Billetdoux) aparecen claramente perfilados algunos de los elementos que iban a caracterizar todo el trabajo de Wininger como historietista: relatos ambientados a principios del siglo XX (especialmente en el París de la postrera Belle Époque), que beben de la tradición folletinesca y están a mitad de camino entre el género policíaco y el de aventuras, mostrando también un gran interés por la tecnología (especialmente la naval) —y este es un elemento que vincula a nuestro autor con el universo de Julio Verne— y por la arquitectura. Es esta influencia del folletín y del serial de aventuras —que hunde sus raíces en los mismos orígenes del cine, con ejemplos tan ilustres como Les Vampires (1915) y Fantomas, de Feuillade, o Die Spinnen (1919-1920), de Fritz Lang— la que explica la presencia de personajes y situaciones extravagantes e inexplicables, sectas misteriosas, conspiraciones de todo tipo y ambientes exóticos en los trabajos mayores de nuestro autor (Billetdoux, Vaucansson...). Otro aspecto muy reseñable es el de las puestas en escena: Wininger era un gran recreador de ambientes y espacios, poniendo especial cuidado en el diseño de elementos tecnológicos (barcos especialmente) y arquitectónicos.

Extraordinaria ambientación y máximo cuidado a la hora de documentarse:
el resultado son historias muy creíbles, a pesar de sus fantásticos argumentos

Lo misterioso, especialmente en el marco de una ambientación egipcia, sello de fábrica en las historias de Wininger

Folletín y serial en la base del lenguaje iconográfico y narrativo de Wininger: la influencia de Les Vampires, 
de Feuillade, parece evidente en estas páginas de Sombras de ninguna parte, con esos misteriosos
personajes que sobrevuelan los tejados de París y recuerdan a la seductora
Irma Vep del film silente francés (en la imagen inferior)



La referencia cinematográfica es, aún, más explícita (prácticamente literal) en el caso de Tardi, que en el octavo
álbum de su serie Les extraordinaires aventures de Adèle Blanc-Sec introduce algunas viñetas en claro homenaje
a Feuillade e Irma Vep. En todo caso, tal circunstancia vuelve a conectar estrechamente a Wininger con Tardi


Un análisis de la obra de Wininger permite apreciar la gran evolución estilística que experimentó en un tiempo relativamente corto, pasando del grafismo algo tosco, impreciso y dubitativo (aunque no carente de frescura y espontaneidad) de los primeros trabajos, a otro de personalidad más definida, trazo reconocible y mayor elegancia. Este salto, como digo, se produjo en apenas un año y resultó bastante espectacular. Y así, mientras que en su primer álbum para una serie larga (La pyramide oubliée, de 1978, aunque realizado en el 77) Wininger desplegó un dibujo algo expeditivo y tosco, caracterizado por el entintado a pincel, la sencillez de los diseños y el tratamiento de los grandes contrastes lumínicos a base de mancha (que da un tono expresionista al conjunto), en el siguiente (Ombres de nulle part, de 1979) ya aparece bastante perfilado el autor que todos conocemos, próximo a la corriente gráfica de la "línea clara" y dueño de un estilo limpio y detallista que, sin renunciar a las masas de negro para crear fuertes contrastes lumínicos (en sus planchas apenas hay tramado), se apoya básicamente en el trabajo de línea, dejando al color la recreación de los volúmenes.

Comparación entre el primerizo Wininger de La pyramide oubliée (páginas iniciales aparecidas en Circus)...

...Y el Wininger "maduro" de Ombres de nulle part (edición de Norma Editorial)


Es verdad que la ausencia de color en el primero de las dos historias parecía aconsejar ese empleo enérgico y generoso del negro, pero no se trata sólo de eso, sino de una evidente evolución a la hora de dibujar, que es especialmente perceptible cuando se comparan las primeras planchas aparecidas en Circus (muy sencillas y esquemáticas) con las que iría realizando Wininger hacia la mitad de esa misma historia (donde el instrumento de dibujo se va cargando cada vez más de tinta) y luego en números posteriores (cuando el estilo ya se ha liberado definitivamente del exceso de negros y se hace más limpio, a partir del segundo álbum).


Ejemplo de la vertiginosa evolución estilística experimentada por Wininger, a través de cuatro planchas
pertenecientes al álbum La pyramide oubliée. Como puede verse, de esta primera parte de la historia...

...a la última el cambio es verdaderamente radical (aun conservando la homogeneidad de estilo). Por otro lado,
se observará que todos los elementos característicos —misterios, folletín, Egipto, etc.—
están ahí desde el principio y sin solución de continuidad


Lo cierto es que, a partir de ese momento, el trazo —que sigue realizándose mayoritariamente con pincel (aunque trabajado con mayor delicadeza y maestría)— se hace mucho más preciso, dejando de lado el vigoroso y espontáneo entintado de los trabajos precedentes. Además, y esto es lógico, se aprecia un mayor dominio técnico en todos los elementos de la página (diseño de los edificios y de los vehículos, anatomía de los personajes, etc.). Estos últimos, por ejemplo, sin perder por completo su diseño caricaturesco, son dibujados por Wininger de un modo más realista; se hacen más serios, corpóreos y creíbles. Sus figuras se estilizan —presentando una peculiaridad que será "marca de fábrica" del dibujante— y se muestran más naturales en sus posturas y gestos. La composición de página se hace también algo más variada, aunque no se caracterizó Wininger por la experimentación formal en este ámbito, prefiriendo siempre optar por estructuras de plancha que facilitaran la lectura y permitieran el desarrollo sin obstáculos de la historia. En fin, a partir del segundo álbum de Victor Billetdoux todo resulta mucho más redondo y acabado, ofreciéndonos Wininger un producto de gran calidad y perfecto acabado, gráfico y narrativo. Hagamos notar, no obstante, que el último álbum que dibujó Wininger (Le retour des veilleurs) presenta un dibujo algo más desmañado.



Todas las peculiaridades estilísticas y argumentales que acabamos de enumerar someramente hacen que resulte inevitable la comparación de Wininger con dos grandes historietistas que han tenido mayor reconocimiento que él y que le influyeron indudablemente. Me refiero a Edgar Pierre Jacobs y a Jacques Tardi (11c). El primero de ellos ejerció su ascendencia, sobre todo, a nivel argumental y narrativo (el interés de Jacobs por lo tecnológico y la Egiptología la heredó Wininger); el segundo lo hizo en todos los sentidos, tanto desde el punto de vista gráfico como narrativo y temático. Todo el que se acerca a los álbumes de Wininger detecta de inmediato estas similitudes. Lo señalaba, por cierto, hace ya algún tiempo José Luis Povo en una entrada que dedicó a nuestro autor en su blog, diciendo que:
«Nada más conocer sus cómics, me recordaron mucho a los de Tardi. Sombras de ninguna parte [...] se publicó en la misma colección que Adèle Blanc-Sec de Tardi, y la comparación se hacía inevitable» (12).

Jacbos y Tardi, referencias innegables de Wininger


Y es quizá esta circunstancia —unida a la propia grandeza de Jacbos o Tardi, por supuesto— la que ha hecho que Wininger no haya sido considerado nunca en toda su valía, viéndose preterido por la industria y los aficionados. Y lo cierto es que méritos no le faltaban, como bien ha destacado un sagaz y anónimo aficionado en un comentario añadido a la necrológica que el boletín electrónico ActuaBD dedicó al autor el pasado 29 de diciembre, y cuya parte más significativa traduzco a continuación, por el interés que tiene para nosotros (a pesar de ser algo apologético):
«El excelente Pierre Wininger nunca ha tenido el lugar que merecía. Es una lástima porque era un muy buen autor, un verdadero y excelente dibujante. La proximidad de su universo con el de Tardi seguramente ha socavado su reconocimiento. Sin embargo nunca copió y su universo le era tan personal como el de Tardi lo era al propio Tardi. Su trazo tenía una rara elegancia, majestad, encanto y su universo fantástico reenviaba a los de Julio Verne y Gaston Leroux. Sus trilogías para Glénat y Bayard son perfectas y sus guiños a Hergé y Jacobs siempre sutiles y lúdicos.

»Un gran autor ha desaparecido y se puede constatar, una vez más, que los editores no han hecho su trabajo, porque su bibliografía es demasiado pequeña para su inmenso talento. En 2003 fue, incluso, víctima de la "maldición de los tomos 1", que no tienen proyección por causa de las malas ventas y de una política editorial estúpida que, finalmente, hace que los tomos 1 de cualquier serie no se vendan más por falta de confianza de los lectores (con razón) [hacia las editoriales, se entiende] [...]. Por desgracia, los historietistas no son novelistas. No dejan tras de sí álbumes inéditos. Los proyectos que los editores rechazan son libros que no existirán jamás.

»Si al menos Dargaud hubiera tenido la buena idea de confiar a Pierre Wininger la realización de un Blake & Mortimer, bien fuera para el guión o para el dibujo, él habría hecho maravillas. Pero no está en el espíritu de los editores llamar al talento. Ellos prefieren banqueros, financieros y copistas».

Bueno.. Como pueden ver nunca llueve a gusto de todos. Pero la verdad es que, conociendo la importancia de la industria francesa de tebeos (su volumen, infraestructura, mercado...) y después de leer mensajes tan amargos como éste sobre el mundo editorial galo, uno se queda bastante perplejo pensando: ¿qué diría, entonces, este anónimo comentarista si viviera en España?

Pero hablemos de nuestro país, ya que lo hemos mencionado: aquí la obra de Wininger llegó relativamente pronto, aunque se editó de manera fragmentaria e incompleta y sin aplicar un criterio demasiado coherente al respecto. Y lo cierto es que la cosa parecía ir por buen camino, ya que en una fecha tan temprana como 1979 —apenas un año después de haber aparecido el álbum en Francia— la efímera revista Senda del cómic inició en su número 5 la publicación serializada de La pirámide olvidada, primer libro (en blanco y negro) de las aventuras de Victor Billetdoux. Pero desgraciadamente esta cabecera sólo llegó a sobrevivir hasta el número 8 (1980), desapareciendo para siempre y dejándonos con un palmo de narices respecto a Wininger.



Dos años después, en 1981, Eurocómic editó Evergreen —primera de las tres historias protagonizadas por Nicéphore Vaucansson—, incluyéndola como número 24 en su ecléctica colección "Metal" (por lo de Metal Hurlant, ya que en la misma se publicaron principalmente títulos editados por Les Humanoïdes Associés). Pero nada más; eso fue todo y la cosa no siguió adelante.

Cubierta, portadilla y contracubierta de la edición de Eurocómic


En 1983 iba a ser Norma Editorial la que diera otra oportunidad a las obras de Wininger, tomando el relevo al sello Senda. Para ello publicó el segundo álbum de las aventuras de Victor Billetdoux (Sombras de ninguna parte), incluyéndolo como número 8 de su colección "Cimoc Color / Extra Color" (13). Parece evidente que la intención de Norma era continuar con la serie de manera ordenada, sin embargo, la cosa no llegó a cuajar (posiblemente por falta de ventas) y ello hizo que el tercer álbum (La noche del Horus rojo) quedara inédito en nuestro país. Una verdadera lástima.

Cubierta, portadilla y contracubierta de la edición de Norma


Cuando pensé en redactar algo más que una simple nota necrológica sobre Wininger, lo que pretendía era no sólo recordar la desaparición de un gran autor de historieta, sino reivindicar su figura y aprovechar esto para, sobre todo, refrescar la memoria de nuestros editores, pidiéndoles que publiquen en España, al menos, las trilogías de las dos series más significativas que dibujó (y que están editadas aquí de manera incompleta): las aventuras de Victor Billetdoux y las de Nicéphore Vaucansson. Con ello, creo, se haría un gran servicio al Noveno Arte y a los aficionados españoles. Porque recordemos cómo está la cosa al respecto.


* * *

PHILIPPE DELABY



Para concluir esta entrada querríamos dedicar, también, algunas palabras al dibujante belga Philippe Delaby, que falleció súbitamente el pasado día 28 de enero, a los 53 años recién cumplidos, según pudo leerse al día siguiente en la cuenta de Twitter de Dargaud, editorial para la que venía colaborando el artista.

Delaby nació el 21 de enero de 1961 en la ciudad de Tournai y desarrolló una temprana afición por el dibujo y la historieta, que le llegó a través del personaje estrella de Hergé y de la famosa revista que tomó su nombre de él (Le Journal Tintin), de la que era un asiduo lector. Contaba Delaby que con sólo ocho años recibió de su padre un ejemplar de Tintin au Congo (¡¡y no se traumatizó, ya ven ustedes!!) y que, desde ese instante, quedó atrapado por el gusanillo de los tebeos. A los 14 años entró a estudiar en la École des Beaux-Arts de su ciudad natal, donde iba a perfeccionar sus dotes naturales y aprendería los rudimentos técnicos del dibujo y de la pintura al óleo, desarrollándose en ambos campos. Al principio, no obstante, se sintió fascinado por la obra de Ingres y de los pintores flamencos, y es esta primera influencia de sus años de formación la que, quizá, explica el marcado carácter pictórico y realista que iba a desarrollar posteriormente en su estilo como dibujante de historieta.

Portada de Tintin au Congo y del Journal Tintin correspondiente al 21 de enero de 1969,
fecha del octavo cumpleaños de Delaby


No fue hasta los 18 años cuando Delaby tomó contacto, de manera más seria, con la bande dessinée, haciéndolo a través de un concurso para jóvenes artistas, celebrado en Mons, que le abrió la puertas de la editorial Lombard, en cuyo semanario Tintin (que había leído en su infancia) terminó publicando. Esto ocurrió en 1987, debutando con una historia del género en el que iba a destacar a lo largo de su carrera y para el que estaba especialmente capacitado: el histórico. Se trata de un relato corto de 4 páginas titulado La dernière sortie des gladiateurs, con guión de Yves Duval, que aparecería en el número 597 de Tintín.


El debut de Philippe Delaby en la historieta: como puede verse, las similitudes
con el universo estético del Alix de Jacques Martin parecen evidentes


A éste siguieron otros trabajos breves —ambientados en épocas históricas diversas y publicados en números sucesivos (casi siempre con la colaboración de Duval)—, hasta llegar a ocupar la portada del nº 625 de la revista y presentar en el nº 628 un breve relato que, junto a otros de temática similar, acabarían reuniéndose para formar un pequeño álbum de 30 páginas, titulado Arthur au royaume de l'impossible, que iba a ser editado por Le Lombard en 1991, dentro de la serie Histoires et légendes.


Original y cubierta de Arthur au Royaume de l'impossible


En este último año aparece, también en la célebre editorial belga pero dentro de una colección con marcado carácter pedagógico (Histoires de l'Histoire), otro nuevo One Shot de sólo 34 páginas titulado Richard Coeur de Lion, que si bien muestra un guión bastante endeble (debido, asimismo, a Duval) tiene la virtud de mostrar ya el buen hacer de Delaby y darnos una pista de hacia dónde caminaba el autor dentro del cómic histórico, en el que terminaría siendo un maestro consumado e indiscutible.




Algunas de estas primeras historias realizadas en conjunto con Duval han sido publicadas recientemente (en el año 2006) por la editorial Loup, dentro de una colección dedicada al guionista y titulada "Les meilleurs récits de...", en el que también aparecieron obras de Dino Attanasio, Albert Weinberg, Eddy Paape, Fred y Liliane Funcken o Édouir Aidans. Igualmente otras historias breves publicadas entre los años 1988 y 1989 en Tintin fueron recopiladas posteriormente —cuando Delaby ya era famoso— en una edición de lujo (con tirada de 500 ejemplares, lomo entelado y firma del autor) realizada por Editions du Sceptre en 2006 con el título de Highlanders.



En 1993, y coincidiendo con el momento final de las revistas de historieta editadas por Lombard, apareció serializada en los números 181-182 y 184 de Hello Bédé (14) la primera (y única) historia de la serie Bran, subtitulada evocadoramente Légende née des tourbillons des vents du Nord, en la que con guiones de Jean-Luc Vernal —autor de la más conocida Jugurtha— Delaby nos transporta a un universo a mitad de camino entre el relato de fantasía heroica y lo histórico, ambientado en un mundo brumoso y septentrional, que se mueve a caballo entre el Neolítico, la cultura céltica y la civilización de las estepas, con un guión de tintes "jodorowsquianos" y donde se nos presenta el recorrido vital e iniciático del protagonista (que da título al relato). Un trabajo curioso, bastante inclasificable y que no termina de levantar el vuelo dramático. Es interesante porque constituye un banco de pruebas más para el futuro dibujante de Murena.



Cubierta y dos planchas originales de Bran


En 1994 los esfuerzos de nuestro homenajeado como autor especializado en el cómic histórico se vieron recompensados con la concesión (junto a Yves Duval) del premio Clio, por el álbum sobre Ricardo Corazón de León, que les fue concedido por el Salon de l'Histoire de Paris. Sería también 1994 el año que iba a ver nacer una nueva serie dibujada por Delaby, a lo largo de la cual su estilo iba a experimentar una profunda maduración. Me refiero a L'étoile polaire, con guión de Luc Dellisse, de la que realizó tres álbumes entre 1994 y 1996 titulados, respectivamente, Le milieu du ciel (1994), La nuit comme un cheval arabe (1995) y Les faux jumeaux (1996).



Una historia de ambientación medieval y perfecta factura gráfica, en la que el estilo de nuestro homenajeado brilla ya a grandísima altura (como puede verse en los ejemplos que pongo a continuación). Un relato ubicado a mediados del siglo XII —con abadías, monjes, muertes misteriosas y violentas atribuidas al diablo y encuestas para averiguar un extraño secreto—, que recuerda en exceso obras tan famosas como El nombre de la rosa. En principio estaban previstos ocho álbumes, pero por desavenencias con Dellisse, Delaby abandonó la serie después de realizar el tercero, requerido por Jean Dufaux para la realización de la que habría de ser su serie más comercial e importante: la ya citada Murena.

Original y página editada de L'étoile polaire


Corría el año 1997 cuando apareció el primer volumen de este celebrado fresco histórico-tebeístico, cuya acción transcurre en los agitados días finales de la dinastía Julio-Claudia y en la que se narra el ascenso de Nerón al solio imperial y sus primeros años de gobierno, mezclando hechos reales con otros inventados y personajes históricos con otros de ficción, que ayudan a conducir mejor la acción. Uno de los caracteres inventados es, precisamente, el protagonista que da título a la serie: Lucio Murena, hijo de la última amante del viejo emperador Claudio (Lolia Paulina) y amigo de la infancia de Nerón (que aquí es presentado por Dufaux y Delaby con tintes más comprensivos y ajustados a lo que pudo ser la realidad histórica, y no como el majadero extravagante que nos han mostrado en otras ocasiones, a través del cine o la literatura). Lucio es el hilo conductor de la trama y se ve implicado en todos los acontecimientos que van dando impulso a ésta: asesinatos del emperador Claudio, su hijo Británico y su madre Agripina, relación obsesiva de Nerón con la esclava Acté, su matrimonio con Popea, el problema de los cristianos, el incendio de Roma, etc.

Lucio Murena, protagonista de la saga


Las fuentes en las que ha bebido Dufaux son aquellas obras literarias que alimentaron durante décadas el llamado cine de "romanos" —Quo Vadis, de Henryk Sienkiewicz, Ben-Hur de Lewis Wallace—, alguna novela más reciente y documentada —pienso, fundamentalmente, en las dos escritas por Robert Graves sobre la figura del emperador Claudio (Yo, Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina)—, pero también (y/o sobre todo) las fuentes históricas de la época (Suetonio, Séneca, Tito Livio, Petronio, etc.) y la historiografía del período (que es amplísima y muy variada), así como los trabajos arqueológicos, que han servido de fuente de inspiración al guionista y, sobre todo, al dibujante, para reconstruir de modo tan certero, preciso y creíble la Roma del siglo I de nuestra era. Tras las planchas de Murena se adivina, como puede verse en las imágenes que siguen, un intenso trabajo de documentación previa, que no descuida ningún aspecto.





La puesta en escena y la ambientación de la serie resultan impresionantes


Como serie de largo aliento y altos vueltos, Murena ofrece una amplísima nómina de personajes. Especialmente ricos y variados son los secundarios, que pertenecen a los más diversos estratos de la antigua sociedad romana: prostitutas, gladiadores, esclavos, etc. Curiosamente, sin embargo, el menos interesante de los principales quizá sea el propio Lucio Murena, pues se presenta ante nosotros excesivamente monolítico y poco variado en sus actitudes, gestos y comportamientos. Entre los más destacables podríamos citar el de la poderosa, intrigante, implacable y bella Agripina y el del propio emperador Nerón, al que vemos evolucionar ante nuestros ojos a medida que la serie avanza, pasando de ser un joven adolescente preocupado por el Arte y desinteresado por el poder, al cruel y ególatra tirano en que, según las fuentes de la época, acabó convirtiéndose. Esto en cuanto a los miembros de la clase senatorial. En el grupo de las infimae personae yo destacaría al gladiador Balba —que representa lo noble, bueno y honesto que hay en todo ser humano— y a sus némesis, representadas por el poderoso Draxio, el cruel Massam y el intrigante Tigelino.

Murena, Agripina y Nerón

Balba, Massam, Draxio y Tigelino


Murena tiene acción, intriga, venganza, conspiraciones y, por supuesto, sexo y violencia explícitos, aunque en dosis aceptables y bien dosificadas. Tal conjunción de elementos, unida a una soberbia puesta en escena y al excelente tratamiento gráfico aportado por Delaby, han contribuido decisivamente a darle un empaque especial a la serie, cierto marchamo de calidad extra derivado de su supuesto rigor histórico y, sobre todo, proporcionar un enorme éxito a sus dos creadores a todos los niveles y catapultarlos al estrellato tebeístico. No es que a Dufaux le hiciera demasiada falta —bien conocido, como es, en las lides guionísticas por su participación en otras series de gran tirón popular (Djinn, Rapaces, Giacomo C, Barracuda, Jessica Blandy, Complainte des Landes Perdues, etc.)—, pero resulta indudable que fue el espaldarazo definitivo para consagrar a Delaby como uno de los mejores dibujantes de cómic histórico (si no el más popular y admirado últimamente, con el permiso de Juillard y otros maestros algo menos jóvenes que ya no se prodigan tanto).


Dos imágenes de Delaby trabajando en páginas de Murena. Llama la atención no sólo el gran tamaño de los
originales —requerido por el minucioso trabajo gráfico que realizaba el autor belga—, sino el empeño
por ofrecer una reconstrucción histórica lo más fidedigna posible (como se ve en la fotografía
de arriba, donde aparece Delaby usando un libro muy específico para la
realización del último álbum que llegó a dibujar)


En el momento actual la serie cuenta con nueve volúmenes (el noveno apareció en junio del año pasado) publicados por Dargaud y distribuidos en ciclos de cuatro libros cada uno. El primero de ellos, titulado La Mère (La madre) —refiriéndose a Agripina, que asume en él un gran protagonismo—, está compuesto por los títulos siguientes: La pourpre et l'or (1997), De sable et de sang (1999), La meilleure des mères (2001) y Ceux qui vont mourir (2002). El segundo ciclo se titula L'Épouse (La esposa) —en referencia a la bellísima Popea Sabina— y está formado por los siguientes libros: La Déesse Noire (2006), Le sang des bêtes (2007), Vie des feux (2009) y Revanche des cendres (2010). El último álbum, titulado Les épines (publicado en Francia en junio de 2013), debería ser el comienzo de un tercer ciclo, pero la inesperada muerte de Delaby plantea ahora algunas incógnitas sobre la continuidad de la serie: ¿le será encargada la parte gráfica a otro dibujante —papelón ingrato donde los haya, dada la altísima calidad que nuestro homenajeado había alcanzado—, o se suspenderá ésta allá donde la dejó el desafortunado dibujante belga? Ya veremos...

Portada para Les épines, último álbum de la saga publicado en Francia y aún inédito en nuestro país.


Entre 2004 y 2012, y compaginándola con su colaboración en la exitosa Murena, Delaby trabajó junto a Dufaux en otra serie que este último había creado años atrás. Me refiero, claro está, a Complainte des Landes perdues (La balada de las landas perdidas), de la que han llegado a realizar cuatro libros hasta la fecha (15), que vienen a sumarse a los otros cuatro que previamente dibujó Grzegorz Rosinski entre 1993 y 1998. Se trata de un trabajo ambientado en un mundo muy parecido al de la Europa medieval, pero que Dufaux enriquece y modifica utilizando temas y elementos procedentes de la fantasía heroica, las leyendas y el folclore europeo, la mitología celta y algunos ciclos literarios tan evocadores e influyentes para el imaginario colectivo como el Artúrico.

Portadas de los álbumes de Complainte aparecidos hasta la fecha


El resultado de una obra con inspiración tan ecléctica es algo irregular y previsible, aunque no se puede negar que Dufaux consigue hábilmente mantener el interés, construyendo un relato agradable de leer y con el que se pasa un buen rato, razones que han contribuido a que la serie goce también de gran éxito y proyección entre los aficionados.

Una muestra del interior de cada uno de los tres libros


Con la aparición de los nuevos álbumes dibujados por Delaby (el último de ellos, me parece, todavía está inédito y será "póstumo") la serie se organizó en dos ciclos cada vez más independientes y diferenciados, estando el primero de ellos (titulado Sioban) integrado por los cuatro álbumes que realizara Rosinski y pasando el segundo a titularse Les Chevaliers du Pardon, al haberse convertido en una especie de precuela del primer ciclo en la que se nos explica la iniciación de Seamus en la orden de los Caballeros del Perdón. Como puede verse en las contracubiertas de los volúmenes 6 y 7 de la edición francesa, aún hay planificado un tercer ciclo (titulado Les Sorcières), pero el prematuro fallecimiento de Delaby —como ocurre en el caso de Murena— ha dejado el proyecto en el aire, a la espera de ver qué decide Dufaux y los actuales propietarios de los derechos de autor.

Proyecto de portada para el último álbum de Complainte (aún inédito) dibujado por Delaby
(se publicó como primicia en el propio blog del autor el pasado mes de diciembre)


Ésta es, a grandes rasgos, la brillante trayectoria profesional de Philippe Delaby. Al margen de sus principales obras (ya comentadas), el autor realizó también historias más breves y algunas colaboraciones puntuales junto a otros autores que nos limitaremos a enumerar: en 1989 colaboró en el número 1 de Bédémix, junto a artistas como Dupa, Rosinski, Giraud, Jacobs, etc. En 2007 participó en la obra colectiva Edge II: les samouraïs du futur, una colección de ilustraciones en la que treinta autores distintos (quince nipones y quince europeos) reflexionaban en torno al mito y la realidad de estos famosos y temidos guerreros profesionales del Japón. Tres años después, en 2010, Delaby puso su granito de arena para sacar adelante otra obra colectiva: 62 auteurs de Boulogne dessinée, un volumen realizado para conmemorar los 20 años de la celebración del Salon de la Bande Dessinée de Boulogne, y en el que cada uno de los artistas realizó una ilustración relativa a esa ciudad francesa.



El premio Clio del año 94; tres años después el premio del Festival de la Bande Dessinée de Boulogne-sur-Mer; en 2011 el Grand Prix Saint Michel por el conjunto de su carrera; en 2013 un Gouden Potlood (o "Crayon d'Or" = Lápiz de oro), otorgado en el marco del XXVII Festival de la historieta de Middelkerke (Stripfestival Middelkerke), como reconocimiento a sus 25 años de carrera. Aunque ciertamente no le faltaron los premios a Delaby, vemos que no están aquí los grandes galardones de la profesión. Por ello, aún resulta más triste recordar su muerte, pensando en las nuevas obras que el artista podría habernos proporcionado aún, y en los nuevos premios que habría podido recibir por ellas si la cruel Parca no hubiera venido a llevárselo tan pronto. Es indudable que con su prematura muerte desaparece uno de los mejores y más prolíficos dibujantes actuales de cómic histórico. Su trazo preciso y limpio, el hiperrealismo de su estilo (que se fue acentuando con el tiempo hasta hacerse pictórico), la meticulosidad de las reconstrucciones históricas, lo creíble de sus personajes, la perfección de las puestas en escena convierten a Philippe Delaby y a su obra en una referencia ineludible del género.



Y voy concluyendo: el conocimiento de la obra de Delaby en España ha sigo irregular e incompleto, aunque también es verdad que no tanto como el de otros autores de historieta franco-belga, merced al éxito obtenido por algunas de las series en las que participó. Murena, por ejemplo, se encuentra prácticamente al día (en la actualidad hay ocho volúmenes publicados por Planeta De Agostini, de los nueve realizados en Francia para Dargaud, así como un integral de los cuatro primeros), y también conocemos dos de los cuatro libros que el artista dibujó para la serie de La balada de las landas perdidas (confiemos en que Norma publique los dos restantes y se anime, luego, a sacar el integral de este segundo ciclo). Sin embargo, otras creaciones suyas o han sido sólo parcialmente editas (es el caso de La estrella polar, de la que Norma únicamente publicó dos álbumes en 1995), o directamente no se conocen de ninguna manera, como ocurre con la mayoría de los trabajos realizados por el autor belga en sus primeros años, o aquellos otros que gozan de menor tirón popular (por ejemplo Bran, Richard Coeur de Lion, Arthur, Highlanders...). Esperemos que, al menos, el recuerdo de su memoria a raíz de su fallecimiento sirva de acicate para que algún editor patrio se decida a hacerle el homenaje que merece y publique algo de este material, aún inédito por estos lares.

Portada del integral del primer ciclo de Murena y de los dos libros
del segundo ciclo de La balada publicados hasta el momento en nuestro país


Bueno, y nada mejor para terminar este homenaje-necrológica a Delaby que recordar aquí la dolorosa llamada que el 7 de febrero hacía su viuda, Valérie, a aficionados y amigos, rogándoles que el arte de su marido no caiga nunca en el olvido (me permito traducirla para quien no conozca la lengua francesa):
«Es en el estudio de Philippe, sobre su ordenador, donde me dirijo a vosotros. Son momentos dolorosos, el vacío es inmenso pero el sufrimiento sería aún mayor si vosotros, los fans de Philippe Delaby, dejárais de pensar en él. Así pues, sólo tengo un ruego que haceros: hablad de él a vuestro alrededor, haced descubrir a vuestros hijos, a vuestra familia, a vuestros amigos el inmenso dibujante que fue. No le olvidéis ahora ni en los años venideros. Intentaré seguir poniendo información y anécdotas en el blog. He recibido tal cantidad de mensajes amables de parte de personas desconocidas para mí que esto ha sido muy reconfortante. Yo siempre estuve al lado de Philippe, así como su amigo y guionista Jean Dufaux y sus compañeros dibujantes, para impulsarle más alto y más lejos. Pero todo ese esfuerzo no habría servido de nada si vosotros no hubiérais estado presentes en su vida. Philippe aún os necesita para que sus obras, sus esfuerzos, su genio como dibujante realista no caigan en el olvido. Gracias por toda la admiración que habéis sentido hacie él. Gracias por seguir haciendo vivir a este gran señor a través de todos vosotros. Valérie» (16).

Poco más que añadir, ciertamente. Descanse en paz Philippe Delaby. Sit tibi terra leuis.

Ilustración utilizada para la cubierta del integral del primer ciclo de Murena editado por Dargaud


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(1) Puede verse también Francisco Tadeo Juan, «Escuela Valenciana: pionera y puntal de la historieta española», Círculo Andaluz de Tebeos, nº 27 (2012), pp. 14-28 (artículo redactado de modo un tanto desmañado y presuroso, pero lleno de datos y curiosidades).

(2) Su primer trabajo como profesional, que firmó como "Zitro", usando su apellido al revés.

(3) Francisco BAENA, La magia de Maga desde la nostalgia, Glénat, Barcelona, 2002, p. 66.

(4) Los más interesados pueden encontrar una pormenorizada relación de trabajos en el completo, excelente y documentado artículo que Steve Holland ha dedicado recientemente en su blog al autor fallecido, así como en la no menos exhaustiva entrada que apareció publicada en el año 2009 en el blog Deskartes Mil.

(5) Seguido de cerca por Esteban Maroto (con 101 historias) y, a mayor distancia ya, por Luis Bermejo (78) y Auraleón (69), según puede verse en David A. Roach y Jon B. Cooke (eds.), The Warren Companion. The Definitive Compendium to the Great Comics of Warren Publishing, Raleigh (Carolina del Norte), 2001, p. 253. En el siguiente enlace puede verse un vídeo donde se muestran algunos trabajos de los artistas españoles que colaboraron para Warren. Curiosamente, sin embargo, no aparece José Ortiz.

(5a) Cf. David A. Roach y Jon B. Cooke (eds.), op. cit., p. 252.

(6) «José Ortiz is an exceptional artist whose work regularly delights American readers of Warren Magazines. His lively and aggressive style lends itself magnificently to our particular form of story-telling. Among all his talents one stands out: his vast knowledge of drawing; his astonishing facility for rendering on paper what he sees and thinks» (citado en José Ortiz. Cuando el cómic es arte, Barcelona, 1980, 2ª ed., p. 5).

(7) Aunque, en general, se trata de una correcta edición que hace justicia a esta gran obra de Segura y Ortiz, lo cierto es que podría haberse realizado algo mucho más acorde con ese carácter recopilatorio y homenajeador que parece tener. Por ejemplo, habría sido genial —y muy instructivo para las nuevas generaciones de lectores que se acerquen, por vez primera, a este título imprescindible del Noveno Arte— incluir un estudio introductorio redactado por un especialista en el que se repasara la trayectoria vital y artística de los dos autores y que sirviera para situar Hombre en el contexto histórico, artístico, social y comercial que la vio nacer. Pero si de ahorrar costes se trataba, hubiera bastado con publicar una entrevista con Ortiz (lo más completa posible, eso sí) e introducir una galería de imágenes (con fotografías del autor y de sus obras) para dar más entidad a la edición y enriquecerla, pues ha quedado algo coja en este sentido.

(8) Los números 449 (Gli uomini chi uccisero Lincoln, 1998), 450 (Missione speciale, 1998), 458 (Sulla pista di Fort Apache, 1998), 459 (Mescaleros!, 1999), 460 (All'ultimo sangue, 1999), 478 (La miniera del fantasma, 2000), 479 (Montagne maledette, 2000), 494 (La maschera dell'orrore, 2001), 495 (Agguato sul lago, 2002), 496 (Tamburi nella foresta, 2002), 515 (Il lungo viaggio, 2003), 516 (La cripta, 2003), 517 (Il serpento piumato, 2003), 540 (Puerta del diablo, 2005), 541 (Il tesoro della miniera, 2005), 550 (Un treno per Redville, 2006), 551 (Strada sbarrata, 2006), 558 (Evasione!, 2007), 559 (Minuti contati, 2007), 596 (Oltre il fiume, 2010), 597 (Il ponte di roccia, 2010), 625 (Le catene della colpa, 2012), 626 (Tra il cielo e l'inferno, 2012), Almanacco del West 2006, Speciale Tex nº 6 (1993) y los Maxi-Tex nº 2 (Il cacciatore di fossili, 1997), 3 (L'oro del Sud, 1999), 8 (Il treno blindato, 2004), 13 (Lungo i sentieri del West, 2009), y 15 (L'ora del massacro, 2011), estos últimos todos ellos con guiones de Antonio Segura.

(9) En el libro colectivo Dylan Dog Color Fest, nº 8 (2012), donde aparece firmando la historia La dimora stregata. Entre sus páginas encontramos también a Alfonso Font, Enrique Breccia y Lito Fernández.

(10) Los números 1 (Fort Ghost, 1997), 3 (Lady Charity, 1997), 12 (Cielo di piombo, 1998), 21 (L'uomo dei gatti, 1999), 34 (I cancelli del inferno, 2000) y 81 (Sangue blu, 2004).

(10a) Este personaje creado por Berardi y Milazzo no ha estado entre los regulares de la factoría Bonelli, aunque el gran editor italiano (profundo admirador de este peculiar anti-héroe) ha publicado ocasionalmente sus aventuras (al igual que lo ha hecho Panini). Entre ellas están las cuatro que dibujó José Ortiz, dentro de la serie Ken Parker Magazine, tituladas: La Carovana Donaver (# 33, octubre 1995), Verso l'ignoto (#34, noviembre 1995), L'ira delle nuvele azzurre (#35, diciembre 1995) y Le montagne dell'orrore (#36, enero 1996).

(11) Por ejemplo, una edición integral recuperando todos sus trabajos para Warren (al menos los más significativos) sería algo extraordinario, pero dudo que la cosa pudiera salir adelante, pues ya se sabe el problema que existe en casos como éste con el tema de la integridad y la conservación de los originales. Por otro lado, dada la mala calidad de reproducción en las publicaciones periódicas de aquella época, hacer un escaneado de las revistas originales daría como resultado una edición bastante deficitaria. En definitiva: una utopía que, me temo, no llegará a cumplirse nunca.

(11a) Ha sido verdaderamente difícil encontrar imágenes para ilustrar esta semblanza-necrológica de Wininger. E imposible hallarlas con un tamaño lo suficientemente grande como para poder mostrar con cierto detalle su arte y estilo. La mayoría las he tomado de la magnífica base de datos Bedethèque, pero debo decir que tanto en ella como en la blogosfera francesa la cicatería con el material gráfico es máxima. Imagino que ello tiene que deberse a una cuestión de derechos de autor —además de a la menor celebridad de este artista—, pero lo cierto es que circunstancias como ésa hacen bastante difícil la labor de divulgación e investigación que podemos llevar a cabo aficionados sin ánimo de lucro alguno.

(11b) Este álbum fue publicado con 12 páginas menos respecto de la pre-publicación del mismo relato en Circus. La segunda parte de la historia (34 páginas) es idéntica en ambos formatos; sin embargo, las primeras 40 páginas que aparecieron en Circus fueron redibujadas luego por Wininger hasta quedar reducidas a 28 para adaptarse lo más posible al formato tradicional de álbum europeo. El proceso conllevó, asimismo, un rediseño bastante radical de los personajes.

(11c) Está claro que la larguísima sombra de Hergé también planea sobre la obra de Wininger (temática aventurera, modos narrativos similares, algunas soluciones gráficas parecidas, etc.). Pero la influencia del belga sobre el autor francés es más genérica y difusa, aunque esté allí. A veces, a modo de guiños: ¿cómo no pensar, por ejemplo, en la cómica pareja que forman Hernández y Fernández (Dupont y Dupond) cuando nos topamos con los dos misteriosos investigadores de la compañía de seguros que aparecen en Evergreen, y que son no sólo como dos gotas de agua, sino igual de solemnes (y ridículos) que los detectives tintinescos?

(12) A pesar de la influencia que ejercieron sobre su estilo Tardi y Jacobs, el dibujo de Wininger es mucho más acabado y serio que el del primero y menos rígido y frío que el del segundo. Aunque esto va en cuestión de gustos, claro está.

(13) Lo cual me hace creer, pese a no haber podido consultar los números de Senda del cómic, que aquí sí se publicó la primera historia completa.

(14) Semanario que nació para sustituir al viejo Journal Tintin (desaparecido en 1988) y a su breve continuador (Tintin Reporter, de muy efimera existencia), pero que sólo se editó entre 1989 y 1993, aunque con cierta regularidad, pues llegó hasta el número 197.

(15) Titulados, respectivamente, Moriganes (2004), Le Guinea Lord (2008), La Fée Sanctus (2012) y Sill-Valt que cierra el ciclo segundo de la serie.

(16) La versión inglesa del texto puede verse pinchando aquí.

5 comentarios :

  1. Magnifico obituario.De Ortiz, conocía su obra, pero de Wininger nada y Delaby, hace poco compre el primer integral de Murena, que tengo pendiente de leer. Yo de Norma, no espero nada, por desgracia.

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    1. Muchas gracias José Manuel. Me alegro de que te haya gustado la entrada.

      Efectivamente, he preferido publicar más tarde (mucho, pero mucho más tarde), a cambio de presentar la necrológica más completa posible de cada uno de los tres autores fallecidos. Mi interés principal (y por razones obvias, como ya digo en el texto), era comentar con cierto detalle la trayectoria de Wininger (el más desconocido de los tres autores reseñados) y luego la de Delaby. A José Ortiz (el mayor artista de los tres, por veteranía y reconocimiento internacional) no le hacía falta ninguna necrológica; y menos aún en un blog español, pues se le han dedicado suficientes homenajes en todo el mundo. Pero también es cierto que no podía faltar una referencia a él (que, además, es la más amplia y detallada).

      En todo caso, espero que mi recuerdo de Wininger sirva para que su olvidada obra (al menos la principal) vuelva a ser publicada entre nosotros en condiciones. Delaby quizá necesite menos "apoyo" de un pobre bloguero como yo, pues ha gozado del reconocimiento generalizado del público y su obra está más reciente entre nosotros. Pero no estaría mal que se editara aquí la parte de su producción que no conocemos.

      Gracias de nuevo y vuelve cuando quieras.

      Un saludete.

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  2. Excelente reconocimiento y, trabajo con buen gusto, el que has realizado en la memoria de estos maestros del cómic.
    De José Ortíz, en su día tuve la suerte de conseguir el albúm "Los Hijos del Sol" en su formato original gigante. La empresa estatal Quinto Centenario, solo editó tres tomos en formato A3 de esta serie y fue una tirada limitada no venal. Y es impresionante ver el trabajo de este dibujante a gran tamaño. De Tex...es cierto que con la edad el dibujo de Ortíz algo flojeo, pero aun así el listón daba la talla. Lo mismo le ha pasado a Giovanny Ticci con Tex, sus primeros años el dibujo es majestuoso y académico y con décadas de dibujar el personaje el trazo se le ha hecho más caricaturesco, aun así sus personajes son creíbles.
    Por fortuna Aleta ediciones nos esta publicando poco a poco las historias de Tex realizadas por el gran José Ortíz. Y que sigan así...

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  3. ¿Qué se puede decir ante semejante entrada?.Me sumo a los anteriores comentarios felicitandole, monsieur.
    Gracias por este gran obituario y tremendo trabajo de documentación de 3 mágnificos autores.El deseo de la viuda del pobre Delaby ha sido, por parte de este blog, plenamente satisfecho.
    De nuevo gracias, por el texto y por las muestras de arte que aquí nos ha ofrecido Mr Alberich

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  4. ¿Pues qué quieres que te diga, amigo Miles Teg? ¡¡Que muchísimas gracias por tus palabras, que dan aliento y animan a seguir!! Gracias de verdad. Me alegro de que te haya satisfecho la entrada.
    Un saludete.

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