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sábado, 16 de enero de 2016

"ESPEIN IS DIFERENT", 60: EL DEMÉRITO DEL REY EMÉRITO



Si se confirmaran las informaciones que, desde hace tiempo, están circulando por los medios de comunicación —no sólo las sospechas (que todos hemos alimentado, en mayor o menor medida)— y queda demostrado que el anterior Jefe del Estado tenía conocimiento de lo que hacía su yerno para enriquecerse ilegítimamente, estaremos ante un caso gravísimo de corrupción. Pero ello no quiere decir —como algunos pretenden— que la Monarquía constitucional sea mala por naturaleza, o que el proceso de Transición haya perdido el valor que tenía, o que el papel jugado por el rey Juan Carlos entonces sea menos protagonista y decisivo. Quiero decir, la demostración —si se diere— de su responsabilidad en las tropelías cometidas por Iñaki Urdangarín y su hija no es, necesariamente, una enmienda a la totalidad de lo que hizo en su momento tras el fin de la Dictadura, que es lo que algunos quieren transmitir para —aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid— hacer otras reivindicaciones que, no por legítimas, resultan menos improcedentes (pues una cosa no tiene que ver con la otra: o lo cortés no quita lo valiente, que diríamos en español más castizo y refranero). En cualquier caso, sería bueno (y justo, claro está) que los culpables pagasen por su delito.

martes, 14 de abril de 2015

ESPEIN IS DIFERENT, 21: CRISTINA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS


LA infanta Cristina, según sus abogados defensores, es una mujer muy de su tiempo y con múltiples ocupaciones, por lo que no podía fijarse en todo lo que le pasaba a la firma su excelentísimo marido. Pues eso...

lunes, 23 de junio de 2014

"ORGULLO Y SATISFACCIÓN": LA ALTERNATIVA DIGITAL DE LOS DISIDENTES DE "EL JUEVES"




SUPONGO que a estas alturas de la película ya sabrán todos ustedes que los dimitidos o disidentes de El Jueves decidieron lanzar una publicación digital por su cuenta para "celebrar" la proclamación del nuevo rey Felipe VI y hacer su particular despedida a don Juan Carlos I. Orgullo y satisfacción se titula la cosa y está disponible, desde el pasado miércoles, para quien desee descargársela por 1,50 euros como mínimo. Según puede verse en la blogosfera, y a juzgar por la opinión de quienes han seguido de cerca todo el proceso (por ejemplo aquí), parece ser que el proyecto —gestionado a través de la editorial independiente ¡Caramba!— ha sido un éxito sin precedentes, llegando a las 21.000 descargas cuando tan sólo habían transcurrido 22 horas desde su anuncio (lo que ocurrió el jueves 19) y habiendo alcanzado ya las 30.000 bajadas. Todo un triunfo, pues, que sin duda hará reflexionar a sus responsables sobre la conveniencia de traspasar lo publicado al formato papel (para aquellos que lo deseen) e, incluso, de dar continuidad en el tiempo a un proyecto que ha demostrado la utilidad y plena validez de las nuevas tecnologías digitales aplicadas al mundo de la historieta y el humorismo gráfico, especialmente cuando se tiene la suficiente cobertura mediática (que, en este caso, vino dada, en buena medida, por toda la polémica que se generó alrededor de la famosa portada censurada por los editores de El jueves).

© Albert Monteys y ¡Caramba!


Al analizar la "espantá" de los colaboradores del semanario satírico en una entrada anterior, ya manifesté mi seguridad de que estos seguirían dando que hablar. También dije —porque era lógico— que la única forma de que pudieran decir lo que deseaban era hacerlo de manera independiente, en un medio autogestionado por ellos mismos de manera directa, o apoyado por alguien completamente identificado con sus ideas. Y así ha sido en ambos casos, como se ha podido ver. Me alegro del éxito y les deseo lo mejor para el futuro, tanto si deciden volver a El jueves —lo que no veo factible mientras siga siendo propiedad de RBA y mucho menos después del enorme éxito obtenido con la iniciativa de Orgullo y satisfacción a través de las redes—, como si continúan en este viaje por su cuenta y bajo el formato digital (que será lo más probable: de hecho, en cuanto tengan un momento para reflexionar, seguro que llegan a la conclusión de que este experimento puede tener recorrido de futuro).

© Bernardo Vergara y ¡Caramba!


He leído Orgullo y satisfacción y debo decir que, pese a su buena factura, no coincido con las alabanzas (desmesuradas, en mi opinión) que se le han dedicado por parte de ciertos blogueros (algunos de los cuales, casualmente, son muy amigos de los propios autores: pueden pinchar aquí, aquí y aquí). Es como un Jueves de toda la vida, pero con más chispa, elegancia e ingenio, principalmente porque en el proyecto han participado algunos de los mejores colaboradores del semanario satírico (y eso se nota mucho), pero también porque se ha realizado en unas condiciones muy especiales, con los autores poniendo toda la carne en el asador y renunciando al tono más escatológico, directo y facilón que utilizaban habitualmente en la revista. Lo que de verdad resulta admirable es el tiempo récord en que ha sido confeccionado: tan sólo nueve días. Ante esto sí que me quito el sombrero y me inclino, incluso de manera servil, para homenajear a los autores.

© Manel Fontdevila y ¡Caramba!


Es indudable que tras el éxito de público obtenido en torno a la iniciativa de Orgullo y satisfacción el tema de las nuevas tecnologías digitales, como medio para difundirse la historieta, volverá de nuevo al primer plano de un debate que lleva abierto desde hace algunos años. Quizá sea un tanto exagerado considerar esta experiencia como algo "histórico", pero no cabe duda de que marca un nuevo punto de inflexión para la historieta en España y de que puede convertirse en el pistoletazo de salida o el espejo en que mirarse para que las plataformas digitales finalmente se erijan aquí en verdadera alternativa al tradicional soporte de papel de los tebeos de toda la vida. Formato digital y una pequeña editorial gestionando el producto —que es lo que tenemos en el caso de Orgullo y satisfacción— no es algo completamente novedoso en nuestro país, pero sí adquiere una dimensión nueva y distinta cuando al análisis se une el factor de la enorme cantidad de público que ha conseguido aglutinar la iniciativa en tan sólo unos días. Ello puede darnos una idea muy aproximada sobre cómo funcionarían determinados productos si, además, están debidamente apoyados por una buena campaña de márketing (como la que han tenido los disidentes de El jueves). En fin, que se abre una vía de reflexión y una época muy interesantes después de esta experiencia tan peculiar.

Una de las mejores y más impactantes imágenes de todo el tebeo (© Manel Fontdevila y ¡Caramba!)


No obstante, lo que más me ha sorprendido de toda esta aventura a la que hemos asistido casi en directo durante las dos últimas semanas es la saña con que numerosos seguidores de El jueves han ido recibiendo las distintas entradas publicadas en la página web de la revista desde el episodio censor y, muy especialmente, la última petición de ayuda que se les lanzó el pasado 16 de junio, en una entrada donde se les pide que sigan apoyando la publicación a pesar de lo ocurrido (cosa que me parece, hasta cierto punto, bastante lógica). No entiendo, la verdad, cómo la gran admiración que antes profesaban estos lectores y simpatizantes al semanario satírico se ha convertido, de repente, y por un episodio concreto, en esa aversión visceral que se respira en los comentarios citados, así como en las redes sociales y en la blogosfera en general. Nunca imagine que vería una reacción tan airada, expeditiva y reduccionista como la que puede leerse en decenas de comentarios con los que me he topado por Internet en estos días. A ellos se refiere, por cierto, Manuel Darias en su página del Diario Avisos, que este domingo aparece dedicado al asunto de El jueves. Un artículo que ha sido criticado con innecesaria ironía por Pepo Pérez en una entrada cuyo primer párrafo, por cierto, deja sin contextualización lo que dice Darias, pues lo que éste ha denunciado es, precisamente, lo mismo que a mí me ha sorprendido: el espíritu revanchista y justiciero de esos seguidores de El jueves que —desde su incontaminada pureza progresista— están dispuestos a dejar caer el longevo y venerable semanario satírico por el simple hecho de que su redacción haya tenido que participar en un juego al que, más o menos, están sometidos todos los medios de comunicación del mundo mundial. ¿O acaso piensan las personas que ahora acusan a los trabajadores de El jueves de haberse bajado los pantalones (cosa que ni siquieran hicieron sus compañeros disidentes) que estas cosas sólo ocurren en las monarquías y no en las repúblicas? Y digo esto, porque casi todos ellos han interpretado este affaire precisamente en dicha clave política. Conste que no me estoy refiriendo aquí a la libertad que cada cual tiene para actuar como desee en toda esta cuestión —es decir, si consideras que no has de comprar más la revista pues lo haces y ya está—, sino a que se me hace difícil entender el jacobinismo, la intransigencia y el maximalismo (¿o deberíamos hablar, más bien, de idealismo e inocencia desmesurados?) de estos lectores y seguidores de El jueves. Si son capaces de comportarse de modo tan implacable con gente por la que, se supone, sentían bastante simpatía —compraban la revista, estaban identificados con sus contenidos y empatizaban con sus creadores—, ¿qué no harían tratándose de verdaderos adversarios ideológico-políticos? En fin, Serafín... Aun a riesgo de equivocarme, pienso que tal era la idea que deseaba transmitir Manuel Darias en su texto, no insultar de modo gratuito a estas personas (como deja caer Pérez en el artículo señalado).

© José Luis Martín y El Jueves pidiendo ayuda a sus lectores


Es evidente que después del éxito cosechado con Orgullo y satisfacción un nuevo camino parece abrirse para los colaboradores disidentes de El jueves. El triunfo de esta publicación digital, la buena acogida en las redes, la gran cobertura mediática que se le ha dado incluso en los medios generalistas (1), las perspectivas de futuro que ahora se presentan, etc. seguramente harán que la experiencia tenga continuidad. Ahora bien, si unimos todos estos elementos al revanchismo ya señalado de muchos de los antiguos seguidores de El jueves y le añadimos lo ocurrido en el acto de presentación del proyecto que tuvo lugar el pasado día 18 en un teatro del madrileño barrio de Lavapiés —donde algunos de los asistentes afirmaron que no tienen intención de volver a la que fuera su antigua revista— es posible que se le haya dado el "tiro de gracia" al semanario, haciendo que finalmente desaparezca después de una agonía que puede ser más o menos larga, en función de lo que sean capaces de aguantar quienes siguen luchando por su supervivencia. Con esto, desde luego, un servidor no había contado cuando pronosticó su continuidad en una entrada precedente.

© Guillermo y ¡Caramba!


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(1) Por eso no termino de entender muy bien el aire martirial y "resistente" que algunos han querido darle a toda esta cuestión de la censura empresarial de El jueves, hablando de la dura represión que soportan los artistas en nuestra democracia (que niegan), del escaso o nulo eco que todo este asunto ha tenido en los medios, etc. ¡¡Madre mía!! ¡¡Pero si el anuncio de la publicación de Orgullo y satisfacción salió publicado hasta en la página web de RTVE ya el día 16, antes de que se supiera el éxito obtenido a través de las redes!! ¿A esto es a lo que llamamos persecución terrible y censura intolerable de un régimen fascista? Digo yo que de alguna manera habrá contribuido esta cobertura informativa de los medios generalistas "vendidos" al régimen al éxito obtenido por Orgullo y satisfacción. ¿O también negamos eso? En fin, no sé...

jueves, 12 de junio de 2014

REFLEXIONES SOBRE "EL JUEVES" Y LA PORTADA DE LA DISCORDIA



IMAGINO que la mayoría de ustedes ya estarán incluso saturados de noticias relativas al nuevo incidente que la revista El Jueves —que por fin hizo honor a su nombre la semana pasada publicándose precisamente ese día, y no el miércoles— ha vuelto a protagonizar en los medios, a cuenta de la ilustración para la portada de ese número, que fue cambiada en el último momento por razones que no sé si alguna vez llegaremos a conocer de todo, pero que han llevado a la dimisión o al abandono de varios de los colaboradores más prestigiosos, conocidos y veteranos de la cabecera, como Albert Monteys, Paco Alcázar, Manuel Bartual, Bernardo Vergara o Manel Fontdevila, entre otros.



Precisamente este último es el autor del dibujo que habría dado pie a toda la zapatiesta: una ilustración (la tienen arriba) en la que aparece el rey Juan Carlos intentando colocar una apestosa corona llena de heces y rodeada de golosonas moscas sobre la cabeza solícita y humillada de un príncipe Felipe arrodillado que, no obstante, mira de reojo y algo precavido. Les juro por Snoopy que cuando vi, por vez primera, la portada objeto de la discordia —cuando la intuí, más bien, pues lo hice de refilón y a toda prisa en la pantallita de un teléfono móvil— pensé que era bastante buena y que metaforizaba a la perfección lo "candente" del actual panorama político, razón por la que, con bastante probabilidad, el rey Juan Carlos decidió proceder a la abdicación de manera tan abrupta e inesperada (adelantando, incluso, la fecha que parecía estar preparada para el próximo otoño). Yo me había fijado, sobre todo, en la columna de pestíferos vapores que asciende desde el regio objeto y, como no la había visto bien, lo primero que imaginé es que Fontdevila había representado al Rey a punto de imponer sobre la cabeza de su hijo una corona incandescente y humeante, al rojo vivo, como recién salida de una fundición. Es decir, toda una metáfora del estado de desgaste y tensión al que está sometida ahora mismo la institución monárquica en nuestro país y un ejemplo bien gráfico de lo que coloquialmente se llama "pasar el muerto". Luego tuve oportunidad de comprobar que no era así —que en lugar de incandescencia se trataba de pura mierda— y he de confesarles que quedé algo decepcionado con la solución tan explícita adoptada por el dibujante. Pero bueno, no sería ésta la primera vez que los excrementos hacen acto de presencia en un chiste. Sin ir más lejos, yo mismo los utilicé como ingrediente básico y principal en uno de los dibujillos publicados en este Nibelheim hace ya un par de años, aunque fue en un contexto algo más impersonal y generalista.

El padre de la criatura: Fontdevila por Fontdevila


De todas formas, no ha sido Manel Fontdevila el único humorista gráfico que, al hilo de la reciente abdicación de don Juan Carlos, ha echado mano a esta idea de la coronación "estigmatizada" por la suciedad: Miquel Ferreres, en El Periódico de Catalunya, y Morten Morland en The Times, han acudido a soluciones parecidas, aunque se debe al manresano la versión más explícita y guarrilla. Primero por recrearse en lo escatológico de la escena de manera un tanto gratuita (dibujando con toda precisión la mierda con moscas revoloteando y ese vaho tan característico de lo recién cagado, cosa que no aparece en los otros dos chistes); segundo por lo directo y facilón de la idea, sin explicaciones ni textos que refuercen o enriquezcan su carácter satírico (cosa que sí ha hecho, por ejemplo, Ferreres, con un diálogo entre el Rey y el Príncipe que resulta la mar de gracioso y que, además, acentúa lo que vemos en la imagen, ridiculizando la situación, pero sin mostrar ese tono faltón que aparece en el dibujo descartado de El Jueves).

© Miquel Ferreres y El Periódico de Catalunya

© Morten Morland & The Times


Portada alternativa
Aunque en un principio todo fue bastante confuso —difusión de la portada en las redes sociales, retirada de la misma y petición de excusas por parte de la dirección de la revista, justificación que resultó ser mentira, anuncio de abandono por parte de los dibujantes, rumores sobre presiones ejercidas desde La Zarzuela (que finalmente no parecen haberse dado)—, con el paso de la semana las cosas se fueron aclarando. Si repasamos los hechos, resulta que la portada objeto de discordia sí llegó a utilizarse —contra lo que dijo en un primer momento la dirección de El Jueves—, imprimiéndose en 60.000 ejemplares cuya distribución fue parada en el último momento por decisión de los responsables de RBA, la empresa propietaria del semanario satírico y de otras muchas revistas de gran tirada en nuestro país (entre las cuales encontramos, por cierto, algunas de la llamada "prensa rosa", en las que se da bastante cobertura a la Casa Real y que cuentan con un público muy partidario de ella y que poco tiene que ver con los lectores de El Jueves). Pues bien, se dio marcha atrás y en lugar de la polémica ilustración de Fontdevila decidió emplearse una portada alternativa con la caricatura de Pablo Iglesias Turrieno, líder del partido Podemos, que estaba pensada para esta semana que ya camina hacia su final. Los dibujantes "dimitidos" han dejado claro, tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación, que la dirección del semanario —encabezada por Mayte Quílez— no fue la responsable de una decisión que ellos achacan exclusivamente a RBA, desde donde habría partido la consigna de no dedicar en el futuro más portadas a la Corona. Un acto de autocensura que, a la postre, ha llevado a la renuncia de los artistas referidos, quienes han destacado en todo momento que lo hacen por dignidad y coherencia. Algo que les honra, ciertamente, pero que no ha de ser convertido en dogma de fe, ni en categoría moral absoluta para el resto de trabajadores del mundo (y así lo han reconocido ellos mismos, solidarizándose con los compañeros que no han querido imitar su ejemplo y se han quedado trabajando en El Jueves). Quizá la que sí debería haber dimitido, en última instancia, es Mayte Quílez, pues como directora de la publicación y como responsable directa de la misma es a ella —más que a nadie— a la que han desautorizado los accionistas de RBA que presionaron para la retirada del polémico dibujo.

Quílez en una caricatura que puede verse en su cuenta de Twitter


Lo cierto es que después de saber lo ocurrido, un servidor se puso a darle vueltas al magín intentando dilucidar qué pudo ser lo que impulsó a los jerifaltes de RBA a tomar su decisión, ordenando la retirada de la "sutil" portada de Fontdevila. Y tras mucho cavilar —bueno, tampoco demasiado, la verdad— he llegado a la conclusión de que todo el problema está en las heces (como diría un médico hipocrático). O, mejor dicho: en el componente crítico que lo escatológico adquiere en este caso concreto. No hay otra explicación. Y es que si echamos una ojeada a las numerosas portadas que El Jueves ha ido dedicando a la Corona a lo largo de los años, comprobaremos que se han publicado chistes más bestiajos que este último y la empresa no ejerció nunca presiones sobre los humoristas. Recuerdo, por ejemplo, el publicado a raíz de unas declaraciones del periodista Jaime Peñafiel en las que éste aseguraba que el monarca tenía un solo testículo, y donde se le dibujó con los pantalones bajados y apoyando sus regios atributos genitales sobre una bandeja de plata sostenida por un lacayo con librea, guantes y peluca dieciochesca. O aquel otro en el que se aludía abiertamente a sus relaciones sexuales con la famosa Corinna, con un expresivo titular muy poco diplomático.



E incluso ha habido ejemplos bastante más discutibles, pues presentaban elementos que quizá podían rozar lo delictivo, como la famosa portada en la que se representó a los Príncipes de Asturias fornicando —para ilustrar la noticia de los famosos 2.500 euros por niño nacido que el demagogo Zapatero prometió en su momento—, o una bien reciente (del 15 de mayo pasado) en la que el Rey aparecía metido en la cama con una mujer que simbolizaba la Justicia, y a la que está magreando mientras le pide que su hija Cristina sea desimputada en el "Caso Nóos", insinuándose abiertamente la posibilidad de que el Jefe del Estado hubiera influido de modo personal sobre los tribunales para lograr dicho objetivo. En resumen: que se han dado otras ocasiones más propicias para que se intentara aplicar la censura, pero ha sido ahora cuando ésta se ha manifestado de modo abrupto. ¿Por qué?



Bueno, comencemos precisando —como hace Antonio Ortiz en un artículo muy lúcido— que éste no ha sido un caso de censura stricto sensu, desde el momento en que —y esto es algo que parecen haber confirmado definitivamente incluso los propios afectados en algunas entrevistas y declaraciones (por ejemplo Fontdevila y Bartual)— no ha habido presiones procedentes de instancias oficiales (Gobierno, Zarzuela, etc.) para que la portada se retirase. Son inexactas, por tanto, todas aquellas afirmaciones y comentarios que han podido verse (y leerse) en la blogosfera, acusando a prácticamente todas las instituciones (sobre todo la Corona) de falta de democracia, de silenciamiento y hasta de haber promovido el "secuestro" de la publicación (lo que es absolutamente falso). En este sentido, sería mucho más exacto hablar de "autocensura" ejercida desde la propia empresa propietaria de El Jueves y dentro de su libertad de actuación. ¿Pero por qué ahora, insisto, y a propósito de un tema que había venido siendo recurrente en la revista? Bueno, es muy probable que la delicada situación política actual —con el Rey recién abdicado, los republicanos más revoltosos dando gritos en las calles, el pulso lanzado desde Cataluña, los escándalos que han afectado a la propia Corona, etc.— haya hecho que los accionistas de RBA decidieran mostrarse más precavidos que en otras oportunidades. Más reservones y cautos. Más complacientes, por si las moscas. Más cortesanos, en definitiva. Se les podrá reprochar cuanto se quiera pero, al fin y al cabo, la revista es suya y con su dinero pueden hacer lo que deseen (por feo que esto pueda parecernos y aunque a algunos les resulte incomprensible). Conste, pues, que no defiendo este modo de proceder, sino que sólo me limito a decir lo que hay. Se ha insinuado también que la decisión de censurar la ilustración de Fontdevila ha podido estar motivada por los problemas judiciales en los que se halla incurso el propio presidente del Grupo RBA —Ricardo Rodrigo—, imputado desde 2011 en un caso de fraude fiscal. Con su "buen gesto" hacia la Jefatura del Estado, es decir retirando la portada, habría intentado obtener algún tipo de ayuda o beneficio personales. Una posibilidad que, tal como funciona este asqueroso mundo, no hay que dejar de contemplar en absoluto.

El empresario argentino en dos imágenes de archivo. A la derecha junto
a una conspicua representación de prohombres de la nación catalana


Sea lo que fuere, no me cabe duda de que en estos últimos días los miembros de El Jueves habrán maldecido más de una vez aquella operación que, en diciembre de 2006, puso a la revista en manos de una gran empresa de comunicación como RBA. Un hólding que ya bajo la presidencia del citado Rodrigo estaba expandiéndose y buscaba una diversificación que le ha ido acercando, cada vez más, al poder político (como ha destacado el propio Fontdevila en una entrevista concedida a propósito de lo ocurrido). En aquel momento, y por las razones que fueran —dificultades económicas, búsqueda de una consolidación, pretensiones de ampliar el negocio—, la operación pareció ventajosa y los antiguos propietarios (Óscar Nebreda y Jose Luis Martín) incluso vieron en ella una oportunidad para abrirse al campo de lo audiovisual. En todo caso, parece evidente que, desde el momento en que se produjo dicha absorción, la independencia de que pudieron gozar hasta ese instante los empleados y colaboradores de El Jueves corría el riesgo de quedar hipotecada en buena medida, abriéndose la posibilidad no sólo de que los propietarios quisieran intervenir en la línea editorial sino de que, como ha ocurrido, sus intereses pudieran chocar abiertamente con los de la revista. Por no mencionar la circunstancia de que como el "capital" generalmente es precavido y conservador, apostará siempre sobre seguro y optará por suavizar contenidos y mensajes —contemporizando con la opinión mayoritaria— si desea ampliar el espectro de su público y los beneficios económicos. De modo que...

Nebreda (izquierda) y Martín (derecha) con el uniforme de la empresa
(creo que así es como van vestidos en la redacción de El Jueves)


Es desde esta perspectiva realista, pragmática y empresarial como, creo yo, ha de enfocarse el problema de lo que ha ocurrido en la redacción de El Jueves la pasada semana. Y a partir de ella, por supuesto, denunciar actitudes censoras como las de RBA y, en el caso de que fuera posible, dilucidar ante los tribunales incumplimientos de contratos o de condiciones de trabajo previamente acordados (si los hubiera). Otro tipo de lecturas más exaltadas, pasionales, irreflexivas e incluso interesadas que han circulado por los medios de comunicación y la blogosfera creo que están fuera de lugar, descontextualizan lo sucedido y desenfocan los hechos. Algunos compañeros de blog, por ejemplo, han llegado a plantear la posibilidad, un tanto alarmista en mi opinión, de que con este incidente hayamos alcanzado, nada menos, que el fin del humorismo gráfico en España. Afortunadamente, y que se sepa, El Jueves aún sigue vivo y nada indica que vaya a desaparecer. Bueno, de hecho quienes se han quedado en el semanario son la mayoría y tienen tantas ganas de seguir trabajando que es como si nada hubiera ocurrido (aunque la procesión vaya por dentro, cosa que entiendo). Ayer mismo salió la nueva revista de esta semana, haciendo frente a los numerosos y durísimos comentarios de lectores y partidarios que les acusan de haberse bajado los pantalones (1). Pero aun en el peor de los casos, y aunque El Jueves desapareciera —yo espero que no sea así, que conste—, todavía siguen quedando muchos y buenos reductos de humor gráfico, y algunos de ellos con ejemplos tan interesantes o más que los del semanario satírico (que, todo hay que decirlo, con el paso del tiempo se ha ido haciendo algo rutinario y parcial).

El Roto (El País) y Miquel Ferreres (El Periódico de Catalunya)


Gallego & Rey e Idígoras (El Mundo) y Peridis (El País)


La mayoría de los periódicos españoles incluyen su correspondiente sección de
humor gráfico (en algunos casos la mar de interesante). Sobre estas líneas
Ricardo & Nacho (El Mundo) y Juan Carlos (Diario Jaén)


Mongolia, una alternativa a El Jueves (para los amantes del humor más cafre y satírico)


Pero lo que me parece más reprobable, porque ofrece una visión interesada, tergiversadora y desproporcionada de los hechos y de la realidad política de nuestro país, es que la cuestión de El Jueves se haya convertido en bandera de agitación para presentar las cosas como si estuviéramos ante una lucha dictadura vs democracia, libertad de expresión vs censura, o monarquía vs república, España vs Cataluña, etc. No creo que vayan por ahí los tiros, de verdad, aunque no falten interesados que quieren convencernos de lo contrario. Es el caso, por ejemplo, de esos republicanos más cañeros que uno se encuentra a menudo en los comentarios de internet  haciento un totuum revolutum en el que se mezcla todo sin ton ni son. O el de ciertos columnistas que utilizan el mismo argumento para llevarse el gato a "su" agua ideológica. Incluso alguno de los ya ex-colaboladores de El Jueves ha hecho algo similar, elevando el problema de la portada censurada a categoría de alta política de Estado. Como Isaac Rosa, que el pasado día 5 publicó un artículo en El diario-e donde pone en relación este hecho —que considera, nada menos, la primera victoria del futuro rey Felipe VI contra la libertad— con los múltiples males que aquejarían a la izquierda "fetén" (no a la corrupta y colaboracionista) por causa del sistema y, sobre todo, de la abdicación del Rey (que habría sido una jugada maestra para tomar la iniciativa en estos momentos tan delicados para la Monarquía). Claro, que peor han sido algunos homenajes dedicados a los "dimitidos" por personas de las que cabría esperar algo más de cordura en base a su proyección social, como los que ha realizado el editor Joan Navarro quien, para solidarizarse con los que él llama "disidentes" de El Jueves, ha colgado en su blog Viñetas dos panfletos pro-etarras bastante asquerositos (vamos a dejar ahí su definición) publicados en los años 70 (aquí y aquí), en un ejercicio de opinión que, a tenor de la legislación actual, podría bordear la apología del terrorismo (no tanto por el contenido de los propios panfletos o su exhibición, cuanto por la intención laudatoria con que estos se han utilizado). Por no hablar de lo desmesurado e injusto que es comparar lo ocurrido en aquellos tiempos con la situación actual o lo sucedido con el caso de El Jueves.



Brillantísimo El Roto, como siempre


En fin, Serafín... La larga trayectoria que El Jueves ha recorrido —casi en paralelo con el reinado de Juan Carlos I— publicando lo que deseaba, las numerosas portadas dedicadas al monarca y su familia, así como aquellas otras en las que ha arremetido contra todo poder constituido bastarían sobradamente para contrarrestar las exageraciones que se han dicho o escrito estos días y demostrar que estamos en una democracia (por más perfectible que esta pueda ser, y lo es). Casos puntuales en sentido contrario —recuerdo básicamente el del secuestro del número 1573 ya citado arriba (donde aparecían los príncipes de Asturias copulando)— no justificarían las afirmaciones negacionistas que se están dando por aquí y por allá.

Conste, en cualquier caso, que si yo hubiera sido propietario o accionista de RBA nunca habría censurado la portada objeto de la discordia. Aunque no me gustara nada. Primero porque creo, de verdad, en la libertad de expresión y en el valor crítico y ético del humorismo gráfico (aunque confieso que debe tener ciertos límites, cuestión de la que hablaré inmediatamente), y después porque en los países democráticos —y el nuestro lo es, aunque se niegue— hay tantos poros que la información termina exudando, de un modo u otro, por alguno de ellos. Y no digamos ya en esta era de telecomunicaciones y tecnología que vivimos, donde la informática y las redes sociales son unos aliados de primer orden para transmitir cualquier tipo de noticias. Esto es lo que le ha ocurrido a RBA con su postura censora, consiguiendo precisamente el efecto contrario a lo que buscaba: dar mucha más publicidad a la ilustración de Manel Fontdevila y perjudicar sus intereses empresariales debilitando a El Jueves (aunque ya digo, que seguro sobrevivirá a este incidente, así como a los reproches —algunos muy duros— de los más fanáticos). Un gran error estratégico que podríamos definir como cagada (y nunca mejor dicho).

La "mascota" de El Jueves: su famoso bufón despelotado


Detrás de todo lo que ha ocurrido —esto es, los titulares, las opiniones, los mensajes, las cuentas de Twitter, las cabeceras de periódico, el escándalo, la incertidumbre, etc.—, hay gente. Están los trabajadores de El Jueves. Los que han preferido quedarse y los que se han ido. A los primeros les deseo un futuro estable y continuidad. Bueno, de hecho estoy convencido de que la revista seguirá adelante y continuará aplicando la misma cera que ha dado hasta ahora. Precisamente porque no veo que este episodio sea tan apocalíptico como se ha querido presentar, tengo la seguridad de que la línea editorial de El Jueves seguirá con un tono parecido al actual. Y no soy yo el único en pensar así: José Luis Ágreda (otro de los que se ha pegado el piro) también considera que quienes han quedado en la revista continuarán luchando como habían venido haciendo hasta ahora. En cuanto a los "dimitidos", reconocer que han tenido valor y han sido consecuentes, eso no puede negarse. Pero tampoco vamos a convertirlos en los "17 mártires de junio" (tal es el número de los que, me parece, al fin se han marchado) (2). Quiero decir: han "levantado el vuelo" abandonando la empresa porque consideraban que era lo que debían hacer para ser coherentes consigo mismos y tener tranquilidad de conciencia. Nadie los ha presionado para que se fueran; nadie los ha despedido; no se han visto sometidos a ningún tipo de ERE forzoso, ni a moobing intolerable, ni a reestructuraciones de plantilla de las que soportan a diario muchísimos (demasiados) trabajadores en España. Han actuado así porque consideraban que era su deber. En todo caso les deseo lo mejor. Pero si no arreglan las cosas con la empresa y al final no regresan —hay gente que ya está pidiéndolo, de hecho— confío en que saquen adelante otra publicación donde poder seguir dejando muestras de su talento. Si la hacen con su dinero y son capaces de autofinanciarse, o si encuentran un mecenas incontaminado y sin intereses de ningún tipo —Nacho Escolar, de hecho, ha corrido a ofrecerles el medio digital que dirige y que se proclama del todo independiente— tendrán la oportunidad de decir y dibujar todo lo que quieran y les apetezca, sin que nada o nadie —salvo ciertos límites legales mínimos garantizados en cualquier país democrático— se interpongan ante ellos. ¿O también suprimimos estos últimos?

Los famosos "Diez de Hollywood" con sus abogados (segundo y tercero por la izquierda en la
primera fila). No es por nada, pero lo suyo sí que fue una verdadera "caza de brujas"


Se ha discutido hasta la saciedad sobre la cuestión de si el humorismo gráfico debe tener límites, cuáles pueden ser estos (si es que existen) y dónde tendrían que fijarse. Como en otros muchos ámbitos de la creación y el pensamiento humano hay opiniones para todos los gustos: desde quienes creen que todo debería ser permitido, hasta quienes —como un servidor— consideran que para conseguir una convivencia social aceptable, para que esto no termine siendo una jungla, es necesario poner unos límites a la libertad de expresión y opinión (cuanto menos rígidos y estrechos mejor, todo sea dicho). Por ello, personalmente no puedo estar de acuerdo con quienes, como Gerardo Vilches, aseguran que el humorismo gráfico tiene que "ofender". Lo ha hecho en dos excelentes artículos publicados en Entrecómics —el primero para reseñar el libro de Manel Fontdevila No os indignéis tanto, y el segundo para defender precisamente a los recién "dimitidos" de El Jueves—, que, sin embargo, me hacen preguntarme: ¿ofender? ¿por qué? ¿Es esto realmente imprescindible? Y llego siempre a la misma conclusión: ¡no! Al contrario que Vilches —o no sé si al contrario, pero sí de modo distinto— creo, más bien, que la finalidad del humorismo gráfico es criticar, molestar, hacer pensar a la gente y tener siempre puesto el punto de mira en el "poder", para denunciar sus abusos y desviaciones; para meter el dedo en la llaga, retorcerlo y criticar lo que está mal, además de llamar la atención sobre toda la tontería que hay en el mundo. Pero todo esto ha de hacerse preferiblemente sin necesidad de ofender (que es una cosa muy fea y posiblemente entraría en los límites legales que conviene no traspasar nunca). Aunque tampoco me hagan mucho caso en esto último que les digo. Vilches es todo un especialista en humor gráfico (creo que realiza una tesis doctoral sobre el tema) y yo opino sin el refuerzo teórico que le supongo a él, simplemente a partir de intuiciones personales y del pudor o moderación que me dictan mi manera de ser. Por ello vuelvo a recomendarles encarecidamente la lectura de los dos artículos mencionados que enlacé arriba. Sobre todo el primero, pues plantea un montón de ideas interesantes que contradicen de plano lo que yo acabo de contarles aquí y arremeten contra todo ello. Aunque no me importa una higa. Así tendrán ustedes más información y el suficiente contraste de criterios para extraer sus propias conclusiones. Eso es lo bueno de poder escribir en un régimen democrático: que cada uno puede decir lo que quiera (con límites, claro está) y remitir, incluso, a la opinión de otros para rebatir la suya propia. Una locura, vamos...

La imagen tomada de aquí


Pero ya es hora de volver a las heces y, por ende, al principio del todo para ir acabando. Como dije más arriba, creo que los excrementos han sido el fulminante, la espoleta, el detonador, la catapulta, el disparadero, la carga, el percutor de todo lo que ha ocurrido. ¿Bastaría, entonces, con suprimirlos de la ilustración de marras para que todo volviera a su cauce? ¿Habría un modo de arreglar lo que ha pasado, limando diferencias entre los dimitidos y los propietarios de El Jueves? Hummmm... No sé, no sé... Ahora mismo, desde luego, las posiciones están muy afianzadas y no parece factible. ¿Pero quién sabe...? Yo, por si las moscas (golosas revoloteadoras de la mierda), guiado por el espíritu conciliador y consesuante propio de la Transición —tan denostada por el propio Jueves y sus colaboradores—, he querido hacer una propuesta gráfica, materializando en un dibujillo mi primera impresión cuando vi a vuelapluma la ilustración de Fontdevila. ¿Se acuerdan? ¿Lo de la corona incandescente y todo eso...? Y he aquí lo que puedo ofrecer para contribuir a limar asperezas: una lectura menos escatológica de la dichosa portada. ¿La habrían censurado también los de RBA? Es posible —si, como se ha dicho, no tienen pensado dedicar más portadas a la Corona—, pero tampoco estoy tan seguro. Creo que la mierda es la culpable de todo...



Aquí una comparativa (con permiso de Manel Fontdevila y de El Jueves) para ver el efecto final:



De propinilla les dejo las imágenes con las fases previas del dibujo (blanco y negro y composición con el fondo):



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(1) Vuelvo a recordar aquí, por si acaso, que la mayor parte de la plantilla de El Jueves, así como algunos colaboradores muy conocidos (por ejemplo José Antonio Bernal) han decidido seguir trabajando para la revista. De modo que todo el vendaval levantado se debe al desencuentro surgido entre los propietarios y aquella parte de los trabajadores más directamente afectada por la censura de esta portada en concreto (o por quienes han querido solidarizarse con ellos por tal cuenstión). Es decir, que no se trata de una caza de brujas, ni ha habido despidos o venganzas de por medio. Se trata de la "renuncia" de unos trabajadores (muy respetable) por cuestiones de conciencia.

(2) Sus nombres son los siguientes (no sé si me dejo a alguno; en tal caso que me perdone): Albert Monteys, Manel Fontdevila, Paco Alcázar, Manuel Bartual, Guillermo Torres, Isaac Rosa, Bernardo Vergara, Mel, Malagón, Luis Bustos, Pepe Colubi, Bea Tormo, Carlos Azagra, Lalo Kubala, Miquel Gras, Iu Forn y José Luis Ágreda.

lunes, 2 de junio de 2014

MOMENTO HISTÓRICO Y FIN DE UN CICLO: EL REY DON JUAN CARLOS ABDICA


La gran noticia del día —¡qué digo del día, como mínimo de nuestra reciente historia democrática!— me ha pillado lejos de mi tableta gráfica, de modo que he tenido que improvisar, con lápiz, unos rotuladores, un escáner y algo de Photoshop, una pequeña caricatura para ilustrar el acontecimiento y ofrecer mi particular homenaje al rey Juan Carlos, que hizo posible la Transición y el comienzo de la España democrática. He hecho lo que podía y confío en que resulte satisfactoria... ¡Va por ellos (y por ustedes, claro)!