IMAGINO que la mayoría de ustedes ya estarán incluso saturados de noticias relativas al nuevo incidente que la revista El Jueves —que por fin hizo honor a su nombre la semana pasada publicándose precisamente ese día, y no el miércoles— ha vuelto a protagonizar en los medios, a cuenta de la ilustración para la portada de ese número, que fue cambiada en el último momento por razones que no sé si alguna vez llegaremos a conocer de todo, pero que han llevado a la dimisión o al abandono de varios de los colaboradores más prestigiosos, conocidos y veteranos de la cabecera, como Albert Monteys, Paco Alcázar, Manuel Bartual, Bernardo Vergara o Manel Fontdevila, entre otros.
Precisamente este último es el autor del dibujo que habría dado pie a toda la zapatiesta: una ilustración (la tienen arriba) en la que aparece el rey Juan Carlos intentando colocar una apestosa corona llena de heces y rodeada de golosonas moscas sobre la cabeza solícita y humillada de un príncipe Felipe arrodillado que, no obstante, mira de reojo y algo precavido. Les juro por Snoopy que cuando vi, por vez primera, la portada objeto de la discordia —cuando la intuí, más bien, pues lo hice de refilón y a toda prisa en la pantallita de un teléfono móvil— pensé que era bastante buena y que metaforizaba a la perfección lo "candente" del actual panorama político, razón por la que, con bastante probabilidad, el rey Juan Carlos decidió proceder a la abdicación de manera tan abrupta e inesperada (adelantando, incluso, la fecha que parecía estar preparada para el próximo otoño). Yo me había fijado, sobre todo, en la columna de pestíferos vapores que asciende desde el regio objeto y, como no la había visto bien, lo primero que imaginé es que Fontdevila había representado al Rey a punto de imponer sobre la cabeza de su hijo una corona incandescente y humeante, al rojo vivo, como recién salida de una fundición. Es decir, toda una metáfora del estado de desgaste y tensión al que está sometida ahora mismo la institución monárquica en nuestro país y un ejemplo bien gráfico de lo que coloquialmente se llama "pasar el muerto". Luego tuve oportunidad de comprobar que no era así —que en lugar de incandescencia se trataba de pura mierda— y he de confesarles que quedé algo decepcionado con la solución tan explícita adoptada por el dibujante. Pero bueno, no sería ésta la primera vez que los excrementos hacen acto de presencia en un chiste. Sin ir más lejos, yo mismo los utilicé como ingrediente básico y principal en uno de los dibujillos publicados en este Nibelheim hace ya un par de años, aunque fue en un contexto algo más impersonal y generalista.
De todas formas, no ha sido Manel Fontdevila el único humorista gráfico que, al hilo de la reciente abdicación de don Juan Carlos, ha echado mano a esta idea de la coronación "estigmatizada" por la suciedad: Miquel Ferreres, en El Periódico de Catalunya, y Morten Morland en The Times, han acudido a soluciones parecidas, aunque se debe al manresano la versión más explícita y guarrilla. Primero por recrearse en lo escatológico de la escena de manera un tanto gratuita (dibujando con toda precisión la mierda con moscas revoloteando y ese vaho tan característico de lo recién cagado, cosa que no aparece en los otros dos chistes); segundo por lo directo y facilón de la idea, sin explicaciones ni textos que refuercen o enriquezcan su carácter satírico (cosa que sí ha hecho, por ejemplo, Ferreres, con un diálogo entre el Rey y el Príncipe que resulta la mar de gracioso y que, además, acentúa lo que vemos en la imagen, ridiculizando la situación, pero sin mostrar ese tono faltón que aparece en el dibujo descartado de El Jueves).
Aunque en un principio todo fue bastante confuso —difusión de la portada en las redes sociales, retirada de la misma y petición de excusas por parte de la dirección de la revista, justificación que resultó ser mentira, anuncio de abandono por parte de los dibujantes, rumores sobre presiones ejercidas desde La Zarzuela (que finalmente no parecen haberse dado)—, con el paso de la semana las cosas se fueron aclarando. Si repasamos los hechos, resulta que la portada objeto de discordia sí llegó a utilizarse —contra lo que dijo en un primer momento la dirección de El Jueves—, imprimiéndose en 60.000 ejemplares cuya distribución fue parada en el último momento por decisión de los responsables de RBA, la empresa propietaria del semanario satírico y de otras muchas revistas de gran tirada en nuestro país (entre las cuales encontramos, por cierto, algunas de la llamada "prensa rosa", en las que se da bastante cobertura a la Casa Real y que cuentan con un público muy partidario de ella y que poco tiene que ver con los lectores de El Jueves). Pues bien, se dio marcha atrás y en lugar de la polémica ilustración de Fontdevila decidió emplearse una portada alternativa con la caricatura de Pablo Iglesias Turrieno, líder del partido Podemos, que estaba pensada para esta semana que ya camina hacia su final. Los dibujantes "dimitidos" han dejado claro, tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación, que la dirección del semanario —encabezada por Mayte Quílez— no fue la responsable de una decisión que ellos achacan exclusivamente a RBA, desde donde habría partido la consigna de no dedicar en el futuro más portadas a la Corona. Un acto de autocensura que, a la postre, ha llevado a la renuncia de los artistas referidos, quienes han destacado en todo momento que lo hacen por dignidad y coherencia. Algo que les honra, ciertamente, pero que no ha de ser convertido en dogma de fe, ni en categoría moral absoluta para el resto de trabajadores del mundo (y así lo han reconocido ellos mismos, solidarizándose con los compañeros que no han querido imitar su ejemplo y se han quedado trabajando en El Jueves). Quizá la que sí debería haber dimitido, en última instancia, es Mayte Quílez, pues como directora de la publicación y como responsable directa de la misma es a ella —más que a nadie— a la que han desautorizado los accionistas de RBA que presionaron para la retirada del polémico dibujo.
Lo cierto es que después de saber lo ocurrido, un servidor se puso a darle vueltas al magín intentando dilucidar qué pudo ser lo que impulsó a los jerifaltes de RBA a tomar su decisión, ordenando la retirada de la "sutil" portada de Fontdevila. Y tras mucho cavilar —bueno, tampoco demasiado, la verdad— he llegado a la conclusión de que todo el problema está en las heces (como diría un médico hipocrático). O, mejor dicho: en el componente crítico que lo escatológico adquiere en este caso concreto. No hay otra explicación. Y es que si echamos una ojeada a las numerosas portadas que El Jueves ha ido dedicando a la Corona a lo largo de los años, comprobaremos que se han publicado chistes más bestiajos que este último y la empresa no ejerció nunca presiones sobre los humoristas. Recuerdo, por ejemplo, el publicado a raíz de unas declaraciones del periodista Jaime Peñafiel en las que éste aseguraba que el monarca tenía un solo testículo, y donde se le dibujó con los pantalones bajados y apoyando sus regios atributos genitales sobre una bandeja de plata sostenida por un lacayo con librea, guantes y peluca dieciochesca. O aquel otro en el que se aludía abiertamente a sus relaciones sexuales con la famosa Corinna, con un expresivo titular muy poco diplomático.
E incluso ha habido ejemplos bastante más discutibles, pues presentaban elementos que quizá podían rozar lo delictivo, como la famosa portada en la que se representó a los Príncipes de Asturias fornicando —para ilustrar la noticia de los famosos 2.500 euros por niño nacido que el demagogo Zapatero prometió en su momento—, o una bien reciente (del 15 de mayo pasado) en la que el Rey aparecía metido en la cama con una mujer que simbolizaba la Justicia, y a la que está magreando mientras le pide que su hija Cristina sea desimputada en el "Caso Nóos", insinuándose abiertamente la posibilidad de que el Jefe del Estado hubiera influido de modo personal sobre los tribunales para lograr dicho objetivo. En resumen: que se han dado otras ocasiones más propicias para que se intentara aplicar la censura, pero ha sido ahora cuando ésta se ha manifestado de modo abrupto. ¿Por qué?
Bueno, comencemos precisando —como hace Antonio Ortiz en un artículo muy lúcido— que éste no ha sido un caso de censura stricto sensu, desde el momento en que —y esto es algo que parecen haber confirmado definitivamente incluso los propios afectados en algunas entrevistas y declaraciones (por ejemplo Fontdevila y Bartual)— no ha habido presiones procedentes de instancias oficiales (Gobierno, Zarzuela, etc.) para que la portada se retirase. Son inexactas, por tanto, todas aquellas afirmaciones y comentarios que han podido verse (y leerse) en la blogosfera, acusando a prácticamente todas las instituciones (sobre todo la Corona) de falta de democracia, de silenciamiento y hasta de haber promovido el "secuestro" de la publicación (lo que es absolutamente falso). En este sentido, sería mucho más exacto hablar de "autocensura" ejercida desde la propia empresa propietaria de El Jueves y dentro de su libertad de actuación. ¿Pero por qué ahora, insisto, y a propósito de un tema que había venido siendo recurrente en la revista? Bueno, es muy probable que la delicada situación política actual —con el Rey recién abdicado, los republicanos más revoltosos dando gritos en las calles, el pulso lanzado desde Cataluña, los escándalos que han afectado a la propia Corona, etc.— haya hecho que los accionistas de RBA decidieran mostrarse más precavidos que en otras oportunidades. Más reservones y cautos. Más complacientes, por si las moscas. Más cortesanos, en definitiva. Se les podrá reprochar cuanto se quiera pero, al fin y al cabo, la revista es suya y con su dinero pueden hacer lo que deseen (por feo que esto pueda parecernos y aunque a algunos les resulte incomprensible). Conste, pues, que no defiendo este modo de proceder, sino que sólo me limito a decir lo que hay. Se ha insinuado también que la decisión de censurar la ilustración de Fontdevila ha podido estar motivada por los problemas judiciales en los que se halla incurso el propio presidente del Grupo RBA —Ricardo Rodrigo—, imputado desde 2011 en un caso de fraude fiscal. Con su "buen gesto" hacia la Jefatura del Estado, es decir retirando la portada, habría intentado obtener algún tipo de ayuda o beneficio personales. Una posibilidad que, tal como funciona este asqueroso mundo, no hay que dejar de contemplar en absoluto.
Sea lo que fuere, no me cabe duda de que en estos últimos días los miembros de El Jueves habrán maldecido más de una vez aquella operación que, en diciembre de 2006, puso a la revista en manos de una gran empresa de comunicación como RBA. Un hólding que ya bajo la presidencia del citado Rodrigo estaba expandiéndose y buscaba una diversificación que le ha ido acercando, cada vez más, al poder político (como ha destacado el propio Fontdevila en una entrevista concedida a propósito de lo ocurrido). En aquel momento, y por las razones que fueran —dificultades económicas, búsqueda de una consolidación, pretensiones de ampliar el negocio—, la operación pareció ventajosa y los antiguos propietarios (Óscar Nebreda y Jose Luis Martín) incluso vieron en ella una oportunidad para abrirse al campo de lo audiovisual. En todo caso, parece evidente que, desde el momento en que se produjo dicha absorción, la independencia de que pudieron gozar hasta ese instante los empleados y colaboradores de El Jueves corría el riesgo de quedar hipotecada en buena medida, abriéndose la posibilidad no sólo de que los propietarios quisieran intervenir en la línea editorial sino de que, como ha ocurrido, sus intereses pudieran chocar abiertamente con los de la revista. Por no mencionar la circunstancia de que como el "capital" generalmente es precavido y conservador, apostará siempre sobre seguro y optará por suavizar contenidos y mensajes —contemporizando con la opinión mayoritaria— si desea ampliar el espectro de su público y los beneficios económicos. De modo que...
Es desde esta perspectiva realista, pragmática y empresarial como, creo yo, ha de enfocarse el problema de lo que ha ocurrido en la redacción de El Jueves la pasada semana. Y a partir de ella, por supuesto, denunciar actitudes censoras como las de RBA y, en el caso de que fuera posible, dilucidar ante los tribunales incumplimientos de contratos o de condiciones de trabajo previamente acordados (si los hubiera). Otro tipo de lecturas más exaltadas, pasionales, irreflexivas e incluso interesadas que han circulado por los medios de comunicación y la blogosfera creo que están fuera de lugar, descontextualizan lo sucedido y desenfocan los hechos. Algunos compañeros de blog, por ejemplo, han llegado a plantear la posibilidad, un tanto alarmista en mi opinión, de que con este incidente hayamos alcanzado, nada menos, que el fin del humorismo gráfico en España. Afortunadamente, y que se sepa, El Jueves aún sigue vivo y nada indica que vaya a desaparecer. Bueno, de hecho quienes se han quedado en el semanario son la mayoría y tienen tantas ganas de seguir trabajando que es como si nada hubiera ocurrido (aunque la procesión vaya por dentro, cosa que entiendo). Ayer mismo salió la nueva revista de esta semana, haciendo frente a los numerosos y durísimos comentarios de lectores y partidarios que les acusan de haberse bajado los pantalones (1). Pero aun en el peor de los casos, y aunque El Jueves desapareciera —yo espero que no sea así, que conste—, todavía siguen quedando muchos y buenos reductos de humor gráfico, y algunos de ellos con ejemplos tan interesantes o más que los del semanario satírico (que, todo hay que decirlo, con el paso del tiempo se ha ido haciendo algo rutinario y parcial).
Pero lo que me parece más reprobable, porque ofrece una visión interesada, tergiversadora y desproporcionada de los hechos y de la realidad política de nuestro país, es que la cuestión de El Jueves se haya convertido en bandera de agitación para presentar las cosas como si estuviéramos ante una lucha dictadura vs democracia, libertad de expresión vs censura, o monarquía vs república, España vs Cataluña, etc. No creo que vayan por ahí los tiros, de verdad, aunque no falten interesados que quieren convencernos de lo contrario. Es el caso, por ejemplo, de esos republicanos más cañeros que uno se encuentra a menudo en los comentarios de internet haciento un totuum revolutum en el que se mezcla todo sin ton ni son. O el de ciertos columnistas que utilizan el mismo argumento para llevarse el gato a "su" agua ideológica. Incluso alguno de los ya ex-colaboladores de El Jueves ha hecho algo similar, elevando el problema de la portada censurada a categoría de alta política de Estado. Como Isaac Rosa, que el pasado día 5 publicó un artículo en El diario-e donde pone en relación este hecho —que considera, nada menos, la primera victoria del futuro rey Felipe VI contra la libertad— con los múltiples males que aquejarían a la izquierda "fetén" (no a la corrupta y colaboracionista) por causa del sistema y, sobre todo, de la abdicación del Rey (que habría sido una jugada maestra para tomar la iniciativa en estos momentos tan delicados para la Monarquía). Claro, que peor han sido algunos homenajes dedicados a los "dimitidos" por personas de las que cabría esperar algo más de cordura en base a su proyección social, como los que ha realizado el editor Joan Navarro quien, para solidarizarse con los que él llama "disidentes" de El Jueves, ha colgado en su blog Viñetas dos panfletos pro-etarras bastante asquerositos (vamos a dejar ahí su definición) publicados en los años 70 (aquí y aquí), en un ejercicio de opinión que, a tenor de la legislación actual, podría bordear la apología del terrorismo (no tanto por el contenido de los propios panfletos o su exhibición, cuanto por la intención laudatoria con que estos se han utilizado). Por no hablar de lo desmesurado e injusto que es comparar lo ocurrido en aquellos tiempos con la situación actual o lo sucedido con el caso de El Jueves.
En fin, Serafín... La larga trayectoria que El Jueves ha recorrido —casi en paralelo con el reinado de Juan Carlos I— publicando lo que deseaba, las numerosas portadas dedicadas al monarca y su familia, así como aquellas otras en las que ha arremetido contra todo poder constituido bastarían sobradamente para contrarrestar las exageraciones que se han dicho o escrito estos días y demostrar que estamos en una democracia (por más perfectible que esta pueda ser, y lo es). Casos puntuales en sentido contrario —recuerdo básicamente el del secuestro del número 1573 ya citado arriba (donde aparecían los príncipes de Asturias copulando)— no justificarían las afirmaciones negacionistas que se están dando por aquí y por allá.
Conste, en cualquier caso, que si yo hubiera sido propietario o accionista de RBA nunca habría censurado la portada objeto de la discordia. Aunque no me gustara nada. Primero porque creo, de verdad, en la libertad de expresión y en el valor crítico y ético del humorismo gráfico (aunque confieso que debe tener ciertos límites, cuestión de la que hablaré inmediatamente), y después porque en los países democráticos —y el nuestro lo es, aunque se niegue— hay tantos poros que la información termina exudando, de un modo u otro, por alguno de ellos. Y no digamos ya en esta era de telecomunicaciones y tecnología que vivimos, donde la informática y las redes sociales son unos aliados de primer orden para transmitir cualquier tipo de noticias. Esto es lo que le ha ocurrido a RBA con su postura censora, consiguiendo precisamente el efecto contrario a lo que buscaba: dar mucha más publicidad a la ilustración de Manel Fontdevila y perjudicar sus intereses empresariales debilitando a El Jueves (aunque ya digo, que seguro sobrevivirá a este incidente, así como a los reproches —algunos muy duros— de los más fanáticos). Un gran error estratégico que podríamos definir como cagada (y nunca mejor dicho).
Detrás de todo lo que ha ocurrido —esto es, los titulares, las opiniones, los mensajes, las cuentas de Twitter, las cabeceras de periódico, el escándalo, la incertidumbre, etc.—, hay gente. Están los trabajadores de El Jueves. Los que han preferido quedarse y los que se han ido. A los primeros les deseo un futuro estable y continuidad. Bueno, de hecho estoy convencido de que la revista seguirá adelante y continuará aplicando la misma cera que ha dado hasta ahora. Precisamente porque no veo que este episodio sea tan apocalíptico como se ha querido presentar, tengo la seguridad de que la línea editorial de El Jueves seguirá con un tono parecido al actual. Y no soy yo el único en pensar así: José Luis Ágreda (otro de los que se ha pegado el piro) también considera que quienes han quedado en la revista continuarán luchando como habían venido haciendo hasta ahora. En cuanto a los "dimitidos", reconocer que han tenido valor y han sido consecuentes, eso no puede negarse. Pero tampoco vamos a convertirlos en los "17 mártires de junio" (tal es el número de los que, me parece, al fin se han marchado) (2). Quiero decir: han "levantado el vuelo" abandonando la empresa porque consideraban que era lo que debían hacer para ser coherentes consigo mismos y tener tranquilidad de conciencia. Nadie los ha presionado para que se fueran; nadie los ha despedido; no se han visto sometidos a ningún tipo de ERE forzoso, ni a moobing intolerable, ni a reestructuraciones de plantilla de las que soportan a diario muchísimos (demasiados) trabajadores en España. Han actuado así porque consideraban que era su deber. En todo caso les deseo lo mejor. Pero si no arreglan las cosas con la empresa y al final no regresan —hay gente que ya está pidiéndolo, de hecho— confío en que saquen adelante otra publicación donde poder seguir dejando muestras de su talento. Si la hacen con su dinero y son capaces de autofinanciarse, o si encuentran un mecenas incontaminado y sin intereses de ningún tipo —Nacho Escolar, de hecho, ha corrido a ofrecerles el medio digital que dirige y que se proclama del todo independiente— tendrán la oportunidad de decir y dibujar todo lo que quieran y les apetezca, sin que nada o nadie —salvo ciertos límites legales mínimos garantizados en cualquier país democrático— se interpongan ante ellos. ¿O también suprimimos estos últimos?
Se ha discutido hasta la saciedad sobre la cuestión de si el humorismo gráfico debe tener límites, cuáles pueden ser estos (si es que existen) y dónde tendrían que fijarse. Como en otros muchos ámbitos de la creación y el pensamiento humano hay opiniones para todos los gustos: desde quienes creen que todo debería ser permitido, hasta quienes —como un servidor— consideran que para conseguir una convivencia social aceptable, para que esto no termine siendo una jungla, es necesario poner unos límites a la libertad de expresión y opinión (cuanto menos rígidos y estrechos mejor, todo sea dicho). Por ello, personalmente no puedo estar de acuerdo con quienes, como Gerardo Vilches, aseguran que el humorismo gráfico tiene que "ofender". Lo ha hecho en dos excelentes artículos publicados en Entrecómics —el primero para reseñar el libro de Manel Fontdevila No os indignéis tanto, y el segundo para defender precisamente a los recién "dimitidos" de El Jueves—, que, sin embargo, me hacen preguntarme: ¿ofender? ¿por qué? ¿Es esto realmente imprescindible? Y llego siempre a la misma conclusión: ¡no! Al contrario que Vilches —o no sé si al contrario, pero sí de modo distinto— creo, más bien, que la finalidad del humorismo gráfico es criticar, molestar, hacer pensar a la gente y tener siempre puesto el punto de mira en el "poder", para denunciar sus abusos y desviaciones; para meter el dedo en la llaga, retorcerlo y criticar lo que está mal, además de llamar la atención sobre toda la tontería que hay en el mundo. Pero todo esto ha de hacerse preferiblemente sin necesidad de ofender (que es una cosa muy fea y posiblemente entraría en los límites legales que conviene no traspasar nunca). Aunque tampoco me hagan mucho caso en esto último que les digo. Vilches es todo un especialista en humor gráfico (creo que realiza una tesis doctoral sobre el tema) y yo opino sin el refuerzo teórico que le supongo a él, simplemente a partir de intuiciones personales y del pudor o moderación que me dictan mi manera de ser. Por ello vuelvo a recomendarles encarecidamente la lectura de los dos artículos mencionados que enlacé arriba. Sobre todo el primero, pues plantea un montón de ideas interesantes que contradicen de plano lo que yo acabo de contarles aquí y arremeten contra todo ello. Aunque no me importa una higa. Así tendrán ustedes más información y el suficiente contraste de criterios para extraer sus propias conclusiones. Eso es lo bueno de poder escribir en un régimen democrático: que cada uno puede decir lo que quiera (con límites, claro está) y remitir, incluso, a la opinión de otros para rebatir la suya propia. Una locura, vamos...
Pero ya es hora de volver a las heces y, por ende, al principio del todo para ir acabando. Como dije más arriba, creo que los excrementos han sido el fulminante, la espoleta, el detonador, la catapulta, el disparadero, la carga, el percutor de todo lo que ha ocurrido. ¿Bastaría, entonces, con suprimirlos de la ilustración de marras para que todo volviera a su cauce? ¿Habría un modo de arreglar lo que ha pasado, limando diferencias entre los dimitidos y los propietarios de El Jueves? Hummmm... No sé, no sé... Ahora mismo, desde luego, las posiciones están muy afianzadas y no parece factible. ¿Pero quién sabe...? Yo, por si las moscas (golosas revoloteadoras de la mierda), guiado por el espíritu conciliador y consesuante propio de la Transición —tan denostada por el propio Jueves y sus colaboradores—, he querido hacer una propuesta gráfica, materializando en un dibujillo mi primera impresión cuando vi a vuelapluma la ilustración de Fontdevila. ¿Se acuerdan? ¿Lo de la corona incandescente y todo eso...? Y he aquí lo que puedo ofrecer para contribuir a limar asperezas: una lectura menos escatológica de la dichosa portada. ¿La habrían censurado también los de RBA? Es posible —si, como se ha dicho, no tienen pensado dedicar más portadas a la Corona—, pero tampoco estoy tan seguro. Creo que la mierda es la culpable de todo...
Aquí una comparativa (con permiso de Manel Fontdevila y de El Jueves) para ver el efecto final:
De propinilla les dejo las imágenes con las fases previas del dibujo (blanco y negro y composición con el fondo):
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(1) Vuelvo a recordar aquí, por si acaso, que la mayor parte de la plantilla de El Jueves, así como algunos colaboradores muy conocidos (por ejemplo José Antonio Bernal) han decidido seguir trabajando para la revista. De modo que todo el vendaval levantado se debe al desencuentro surgido entre los propietarios y aquella parte de los trabajadores más directamente afectada por la censura de esta portada en concreto (o por quienes han querido solidarizarse con ellos por tal cuenstión). Es decir, que no se trata de una caza de brujas, ni ha habido despidos o venganzas de por medio. Se trata de la "renuncia" de unos trabajadores (muy respetable) por cuestiones de conciencia.
(2) Sus nombres son los siguientes (no sé si me dejo a alguno; en tal caso que me perdone): Albert Monteys, Manel Fontdevila, Paco Alcázar, Manuel Bartual, Guillermo Torres, Isaac Rosa, Bernardo Vergara, Mel, Malagón, Luis Bustos, Pepe Colubi, Bea Tormo, Carlos Azagra, Lalo Kubala, Miquel Gras, Iu Forn y José Luis Ágreda.
Precisamente este último es el autor del dibujo que habría dado pie a toda la zapatiesta: una ilustración (la tienen arriba) en la que aparece el rey Juan Carlos intentando colocar una apestosa corona llena de heces y rodeada de golosonas moscas sobre la cabeza solícita y humillada de un príncipe Felipe arrodillado que, no obstante, mira de reojo y algo precavido. Les juro por Snoopy que cuando vi, por vez primera, la portada objeto de la discordia —cuando la intuí, más bien, pues lo hice de refilón y a toda prisa en la pantallita de un teléfono móvil— pensé que era bastante buena y que metaforizaba a la perfección lo "candente" del actual panorama político, razón por la que, con bastante probabilidad, el rey Juan Carlos decidió proceder a la abdicación de manera tan abrupta e inesperada (adelantando, incluso, la fecha que parecía estar preparada para el próximo otoño). Yo me había fijado, sobre todo, en la columna de pestíferos vapores que asciende desde el regio objeto y, como no la había visto bien, lo primero que imaginé es que Fontdevila había representado al Rey a punto de imponer sobre la cabeza de su hijo una corona incandescente y humeante, al rojo vivo, como recién salida de una fundición. Es decir, toda una metáfora del estado de desgaste y tensión al que está sometida ahora mismo la institución monárquica en nuestro país y un ejemplo bien gráfico de lo que coloquialmente se llama "pasar el muerto". Luego tuve oportunidad de comprobar que no era así —que en lugar de incandescencia se trataba de pura mierda— y he de confesarles que quedé algo decepcionado con la solución tan explícita adoptada por el dibujante. Pero bueno, no sería ésta la primera vez que los excrementos hacen acto de presencia en un chiste. Sin ir más lejos, yo mismo los utilicé como ingrediente básico y principal en uno de los dibujillos publicados en este Nibelheim hace ya un par de años, aunque fue en un contexto algo más impersonal y generalista.
El padre de la criatura: Fontdevila por Fontdevila
De todas formas, no ha sido Manel Fontdevila el único humorista gráfico que, al hilo de la reciente abdicación de don Juan Carlos, ha echado mano a esta idea de la coronación "estigmatizada" por la suciedad: Miquel Ferreres, en El Periódico de Catalunya, y Morten Morland en The Times, han acudido a soluciones parecidas, aunque se debe al manresano la versión más explícita y guarrilla. Primero por recrearse en lo escatológico de la escena de manera un tanto gratuita (dibujando con toda precisión la mierda con moscas revoloteando y ese vaho tan característico de lo recién cagado, cosa que no aparece en los otros dos chistes); segundo por lo directo y facilón de la idea, sin explicaciones ni textos que refuercen o enriquezcan su carácter satírico (cosa que sí ha hecho, por ejemplo, Ferreres, con un diálogo entre el Rey y el Príncipe que resulta la mar de gracioso y que, además, acentúa lo que vemos en la imagen, ridiculizando la situación, pero sin mostrar ese tono faltón que aparece en el dibujo descartado de El Jueves).
© Miquel Ferreres y El Periódico de Catalunya
© Morten Morland & The Times
Portada alternativa |
Quílez en una caricatura que puede verse en su cuenta de Twitter
Lo cierto es que después de saber lo ocurrido, un servidor se puso a darle vueltas al magín intentando dilucidar qué pudo ser lo que impulsó a los jerifaltes de RBA a tomar su decisión, ordenando la retirada de la "sutil" portada de Fontdevila. Y tras mucho cavilar —bueno, tampoco demasiado, la verdad— he llegado a la conclusión de que todo el problema está en las heces (como diría un médico hipocrático). O, mejor dicho: en el componente crítico que lo escatológico adquiere en este caso concreto. No hay otra explicación. Y es que si echamos una ojeada a las numerosas portadas que El Jueves ha ido dedicando a la Corona a lo largo de los años, comprobaremos que se han publicado chistes más bestiajos que este último y la empresa no ejerció nunca presiones sobre los humoristas. Recuerdo, por ejemplo, el publicado a raíz de unas declaraciones del periodista Jaime Peñafiel en las que éste aseguraba que el monarca tenía un solo testículo, y donde se le dibujó con los pantalones bajados y apoyando sus regios atributos genitales sobre una bandeja de plata sostenida por un lacayo con librea, guantes y peluca dieciochesca. O aquel otro en el que se aludía abiertamente a sus relaciones sexuales con la famosa Corinna, con un expresivo titular muy poco diplomático.
E incluso ha habido ejemplos bastante más discutibles, pues presentaban elementos que quizá podían rozar lo delictivo, como la famosa portada en la que se representó a los Príncipes de Asturias fornicando —para ilustrar la noticia de los famosos 2.500 euros por niño nacido que el demagogo Zapatero prometió en su momento—, o una bien reciente (del 15 de mayo pasado) en la que el Rey aparecía metido en la cama con una mujer que simbolizaba la Justicia, y a la que está magreando mientras le pide que su hija Cristina sea desimputada en el "Caso Nóos", insinuándose abiertamente la posibilidad de que el Jefe del Estado hubiera influido de modo personal sobre los tribunales para lograr dicho objetivo. En resumen: que se han dado otras ocasiones más propicias para que se intentara aplicar la censura, pero ha sido ahora cuando ésta se ha manifestado de modo abrupto. ¿Por qué?
Bueno, comencemos precisando —como hace Antonio Ortiz en un artículo muy lúcido— que éste no ha sido un caso de censura stricto sensu, desde el momento en que —y esto es algo que parecen haber confirmado definitivamente incluso los propios afectados en algunas entrevistas y declaraciones (por ejemplo Fontdevila y Bartual)— no ha habido presiones procedentes de instancias oficiales (Gobierno, Zarzuela, etc.) para que la portada se retirase. Son inexactas, por tanto, todas aquellas afirmaciones y comentarios que han podido verse (y leerse) en la blogosfera, acusando a prácticamente todas las instituciones (sobre todo la Corona) de falta de democracia, de silenciamiento y hasta de haber promovido el "secuestro" de la publicación (lo que es absolutamente falso). En este sentido, sería mucho más exacto hablar de "autocensura" ejercida desde la propia empresa propietaria de El Jueves y dentro de su libertad de actuación. ¿Pero por qué ahora, insisto, y a propósito de un tema que había venido siendo recurrente en la revista? Bueno, es muy probable que la delicada situación política actual —con el Rey recién abdicado, los republicanos más revoltosos dando gritos en las calles, el pulso lanzado desde Cataluña, los escándalos que han afectado a la propia Corona, etc.— haya hecho que los accionistas de RBA decidieran mostrarse más precavidos que en otras oportunidades. Más reservones y cautos. Más complacientes, por si las moscas. Más cortesanos, en definitiva. Se les podrá reprochar cuanto se quiera pero, al fin y al cabo, la revista es suya y con su dinero pueden hacer lo que deseen (por feo que esto pueda parecernos y aunque a algunos les resulte incomprensible). Conste, pues, que no defiendo este modo de proceder, sino que sólo me limito a decir lo que hay. Se ha insinuado también que la decisión de censurar la ilustración de Fontdevila ha podido estar motivada por los problemas judiciales en los que se halla incurso el propio presidente del Grupo RBA —Ricardo Rodrigo—, imputado desde 2011 en un caso de fraude fiscal. Con su "buen gesto" hacia la Jefatura del Estado, es decir retirando la portada, habría intentado obtener algún tipo de ayuda o beneficio personales. Una posibilidad que, tal como funciona este asqueroso mundo, no hay que dejar de contemplar en absoluto.
El empresario argentino en dos imágenes de archivo. A la derecha junto
a una conspicua representación de prohombres de la nación catalana
Sea lo que fuere, no me cabe duda de que en estos últimos días los miembros de El Jueves habrán maldecido más de una vez aquella operación que, en diciembre de 2006, puso a la revista en manos de una gran empresa de comunicación como RBA. Un hólding que ya bajo la presidencia del citado Rodrigo estaba expandiéndose y buscaba una diversificación que le ha ido acercando, cada vez más, al poder político (como ha destacado el propio Fontdevila en una entrevista concedida a propósito de lo ocurrido). En aquel momento, y por las razones que fueran —dificultades económicas, búsqueda de una consolidación, pretensiones de ampliar el negocio—, la operación pareció ventajosa y los antiguos propietarios (Óscar Nebreda y Jose Luis Martín) incluso vieron en ella una oportunidad para abrirse al campo de lo audiovisual. En todo caso, parece evidente que, desde el momento en que se produjo dicha absorción, la independencia de que pudieron gozar hasta ese instante los empleados y colaboradores de El Jueves corría el riesgo de quedar hipotecada en buena medida, abriéndose la posibilidad no sólo de que los propietarios quisieran intervenir en la línea editorial sino de que, como ha ocurrido, sus intereses pudieran chocar abiertamente con los de la revista. Por no mencionar la circunstancia de que como el "capital" generalmente es precavido y conservador, apostará siempre sobre seguro y optará por suavizar contenidos y mensajes —contemporizando con la opinión mayoritaria— si desea ampliar el espectro de su público y los beneficios económicos. De modo que...
Nebreda (izquierda) y Martín (derecha) con el uniforme de la empresa
(creo que así es como van vestidos en la redacción de El Jueves)
Es desde esta perspectiva realista, pragmática y empresarial como, creo yo, ha de enfocarse el problema de lo que ha ocurrido en la redacción de El Jueves la pasada semana. Y a partir de ella, por supuesto, denunciar actitudes censoras como las de RBA y, en el caso de que fuera posible, dilucidar ante los tribunales incumplimientos de contratos o de condiciones de trabajo previamente acordados (si los hubiera). Otro tipo de lecturas más exaltadas, pasionales, irreflexivas e incluso interesadas que han circulado por los medios de comunicación y la blogosfera creo que están fuera de lugar, descontextualizan lo sucedido y desenfocan los hechos. Algunos compañeros de blog, por ejemplo, han llegado a plantear la posibilidad, un tanto alarmista en mi opinión, de que con este incidente hayamos alcanzado, nada menos, que el fin del humorismo gráfico en España. Afortunadamente, y que se sepa, El Jueves aún sigue vivo y nada indica que vaya a desaparecer. Bueno, de hecho quienes se han quedado en el semanario son la mayoría y tienen tantas ganas de seguir trabajando que es como si nada hubiera ocurrido (aunque la procesión vaya por dentro, cosa que entiendo). Ayer mismo salió la nueva revista de esta semana, haciendo frente a los numerosos y durísimos comentarios de lectores y partidarios que les acusan de haberse bajado los pantalones (1). Pero aun en el peor de los casos, y aunque El Jueves desapareciera —yo espero que no sea así, que conste—, todavía siguen quedando muchos y buenos reductos de humor gráfico, y algunos de ellos con ejemplos tan interesantes o más que los del semanario satírico (que, todo hay que decirlo, con el paso del tiempo se ha ido haciendo algo rutinario y parcial).
El Roto (El País) y Miquel Ferreres (El Periódico de Catalunya)
Gallego & Rey e Idígoras (El Mundo) y Peridis (El País)
La mayoría de los periódicos españoles incluyen su correspondiente sección de
humor gráfico (en algunos casos la mar de interesante). Sobre estas líneas
Ricardo & Nacho (El Mundo) y Juan Carlos (Diario Jaén)
Mongolia, una alternativa a El Jueves (para los amantes del humor más cafre y satírico)
Pero lo que me parece más reprobable, porque ofrece una visión interesada, tergiversadora y desproporcionada de los hechos y de la realidad política de nuestro país, es que la cuestión de El Jueves se haya convertido en bandera de agitación para presentar las cosas como si estuviéramos ante una lucha dictadura vs democracia, libertad de expresión vs censura, o monarquía vs república, España vs Cataluña, etc. No creo que vayan por ahí los tiros, de verdad, aunque no falten interesados que quieren convencernos de lo contrario. Es el caso, por ejemplo, de esos republicanos más cañeros que uno se encuentra a menudo en los comentarios de internet haciento un totuum revolutum en el que se mezcla todo sin ton ni son. O el de ciertos columnistas que utilizan el mismo argumento para llevarse el gato a "su" agua ideológica. Incluso alguno de los ya ex-colaboladores de El Jueves ha hecho algo similar, elevando el problema de la portada censurada a categoría de alta política de Estado. Como Isaac Rosa, que el pasado día 5 publicó un artículo en El diario-e donde pone en relación este hecho —que considera, nada menos, la primera victoria del futuro rey Felipe VI contra la libertad— con los múltiples males que aquejarían a la izquierda "fetén" (no a la corrupta y colaboracionista) por causa del sistema y, sobre todo, de la abdicación del Rey (que habría sido una jugada maestra para tomar la iniciativa en estos momentos tan delicados para la Monarquía). Claro, que peor han sido algunos homenajes dedicados a los "dimitidos" por personas de las que cabría esperar algo más de cordura en base a su proyección social, como los que ha realizado el editor Joan Navarro quien, para solidarizarse con los que él llama "disidentes" de El Jueves, ha colgado en su blog Viñetas dos panfletos pro-etarras bastante asquerositos (vamos a dejar ahí su definición) publicados en los años 70 (aquí y aquí), en un ejercicio de opinión que, a tenor de la legislación actual, podría bordear la apología del terrorismo (no tanto por el contenido de los propios panfletos o su exhibición, cuanto por la intención laudatoria con que estos se han utilizado). Por no hablar de lo desmesurado e injusto que es comparar lo ocurrido en aquellos tiempos con la situación actual o lo sucedido con el caso de El Jueves.
Brillantísimo El Roto, como siempre
En fin, Serafín... La larga trayectoria que El Jueves ha recorrido —casi en paralelo con el reinado de Juan Carlos I— publicando lo que deseaba, las numerosas portadas dedicadas al monarca y su familia, así como aquellas otras en las que ha arremetido contra todo poder constituido bastarían sobradamente para contrarrestar las exageraciones que se han dicho o escrito estos días y demostrar que estamos en una democracia (por más perfectible que esta pueda ser, y lo es). Casos puntuales en sentido contrario —recuerdo básicamente el del secuestro del número 1573 ya citado arriba (donde aparecían los príncipes de Asturias copulando)— no justificarían las afirmaciones negacionistas que se están dando por aquí y por allá.
Conste, en cualquier caso, que si yo hubiera sido propietario o accionista de RBA nunca habría censurado la portada objeto de la discordia. Aunque no me gustara nada. Primero porque creo, de verdad, en la libertad de expresión y en el valor crítico y ético del humorismo gráfico (aunque confieso que debe tener ciertos límites, cuestión de la que hablaré inmediatamente), y después porque en los países democráticos —y el nuestro lo es, aunque se niegue— hay tantos poros que la información termina exudando, de un modo u otro, por alguno de ellos. Y no digamos ya en esta era de telecomunicaciones y tecnología que vivimos, donde la informática y las redes sociales son unos aliados de primer orden para transmitir cualquier tipo de noticias. Esto es lo que le ha ocurrido a RBA con su postura censora, consiguiendo precisamente el efecto contrario a lo que buscaba: dar mucha más publicidad a la ilustración de Manel Fontdevila y perjudicar sus intereses empresariales debilitando a El Jueves (aunque ya digo, que seguro sobrevivirá a este incidente, así como a los reproches —algunos muy duros— de los más fanáticos). Un gran error estratégico que podríamos definir como cagada (y nunca mejor dicho).
La "mascota" de El Jueves: su famoso bufón despelotado
Detrás de todo lo que ha ocurrido —esto es, los titulares, las opiniones, los mensajes, las cuentas de Twitter, las cabeceras de periódico, el escándalo, la incertidumbre, etc.—, hay gente. Están los trabajadores de El Jueves. Los que han preferido quedarse y los que se han ido. A los primeros les deseo un futuro estable y continuidad. Bueno, de hecho estoy convencido de que la revista seguirá adelante y continuará aplicando la misma cera que ha dado hasta ahora. Precisamente porque no veo que este episodio sea tan apocalíptico como se ha querido presentar, tengo la seguridad de que la línea editorial de El Jueves seguirá con un tono parecido al actual. Y no soy yo el único en pensar así: José Luis Ágreda (otro de los que se ha pegado el piro) también considera que quienes han quedado en la revista continuarán luchando como habían venido haciendo hasta ahora. En cuanto a los "dimitidos", reconocer que han tenido valor y han sido consecuentes, eso no puede negarse. Pero tampoco vamos a convertirlos en los "17 mártires de junio" (tal es el número de los que, me parece, al fin se han marchado) (2). Quiero decir: han "levantado el vuelo" abandonando la empresa porque consideraban que era lo que debían hacer para ser coherentes consigo mismos y tener tranquilidad de conciencia. Nadie los ha presionado para que se fueran; nadie los ha despedido; no se han visto sometidos a ningún tipo de ERE forzoso, ni a moobing intolerable, ni a reestructuraciones de plantilla de las que soportan a diario muchísimos (demasiados) trabajadores en España. Han actuado así porque consideraban que era su deber. En todo caso les deseo lo mejor. Pero si no arreglan las cosas con la empresa y al final no regresan —hay gente que ya está pidiéndolo, de hecho— confío en que saquen adelante otra publicación donde poder seguir dejando muestras de su talento. Si la hacen con su dinero y son capaces de autofinanciarse, o si encuentran un mecenas incontaminado y sin intereses de ningún tipo —Nacho Escolar, de hecho, ha corrido a ofrecerles el medio digital que dirige y que se proclama del todo independiente— tendrán la oportunidad de decir y dibujar todo lo que quieran y les apetezca, sin que nada o nadie —salvo ciertos límites legales mínimos garantizados en cualquier país democrático— se interpongan ante ellos. ¿O también suprimimos estos últimos?
Los famosos "Diez de Hollywood" con sus abogados (segundo y tercero por la izquierda en la
primera fila). No es por nada, pero lo suyo sí que fue una verdadera "caza de brujas"
Se ha discutido hasta la saciedad sobre la cuestión de si el humorismo gráfico debe tener límites, cuáles pueden ser estos (si es que existen) y dónde tendrían que fijarse. Como en otros muchos ámbitos de la creación y el pensamiento humano hay opiniones para todos los gustos: desde quienes creen que todo debería ser permitido, hasta quienes —como un servidor— consideran que para conseguir una convivencia social aceptable, para que esto no termine siendo una jungla, es necesario poner unos límites a la libertad de expresión y opinión (cuanto menos rígidos y estrechos mejor, todo sea dicho). Por ello, personalmente no puedo estar de acuerdo con quienes, como Gerardo Vilches, aseguran que el humorismo gráfico tiene que "ofender". Lo ha hecho en dos excelentes artículos publicados en Entrecómics —el primero para reseñar el libro de Manel Fontdevila No os indignéis tanto, y el segundo para defender precisamente a los recién "dimitidos" de El Jueves—, que, sin embargo, me hacen preguntarme: ¿ofender? ¿por qué? ¿Es esto realmente imprescindible? Y llego siempre a la misma conclusión: ¡no! Al contrario que Vilches —o no sé si al contrario, pero sí de modo distinto— creo, más bien, que la finalidad del humorismo gráfico es criticar, molestar, hacer pensar a la gente y tener siempre puesto el punto de mira en el "poder", para denunciar sus abusos y desviaciones; para meter el dedo en la llaga, retorcerlo y criticar lo que está mal, además de llamar la atención sobre toda la tontería que hay en el mundo. Pero todo esto ha de hacerse preferiblemente sin necesidad de ofender (que es una cosa muy fea y posiblemente entraría en los límites legales que conviene no traspasar nunca). Aunque tampoco me hagan mucho caso en esto último que les digo. Vilches es todo un especialista en humor gráfico (creo que realiza una tesis doctoral sobre el tema) y yo opino sin el refuerzo teórico que le supongo a él, simplemente a partir de intuiciones personales y del pudor o moderación que me dictan mi manera de ser. Por ello vuelvo a recomendarles encarecidamente la lectura de los dos artículos mencionados que enlacé arriba. Sobre todo el primero, pues plantea un montón de ideas interesantes que contradicen de plano lo que yo acabo de contarles aquí y arremeten contra todo ello. Aunque no me importa una higa. Así tendrán ustedes más información y el suficiente contraste de criterios para extraer sus propias conclusiones. Eso es lo bueno de poder escribir en un régimen democrático: que cada uno puede decir lo que quiera (con límites, claro está) y remitir, incluso, a la opinión de otros para rebatir la suya propia. Una locura, vamos...
La imagen tomada de aquí
Pero ya es hora de volver a las heces y, por ende, al principio del todo para ir acabando. Como dije más arriba, creo que los excrementos han sido el fulminante, la espoleta, el detonador, la catapulta, el disparadero, la carga, el percutor de todo lo que ha ocurrido. ¿Bastaría, entonces, con suprimirlos de la ilustración de marras para que todo volviera a su cauce? ¿Habría un modo de arreglar lo que ha pasado, limando diferencias entre los dimitidos y los propietarios de El Jueves? Hummmm... No sé, no sé... Ahora mismo, desde luego, las posiciones están muy afianzadas y no parece factible. ¿Pero quién sabe...? Yo, por si las moscas (golosas revoloteadoras de la mierda), guiado por el espíritu conciliador y consesuante propio de la Transición —tan denostada por el propio Jueves y sus colaboradores—, he querido hacer una propuesta gráfica, materializando en un dibujillo mi primera impresión cuando vi a vuelapluma la ilustración de Fontdevila. ¿Se acuerdan? ¿Lo de la corona incandescente y todo eso...? Y he aquí lo que puedo ofrecer para contribuir a limar asperezas: una lectura menos escatológica de la dichosa portada. ¿La habrían censurado también los de RBA? Es posible —si, como se ha dicho, no tienen pensado dedicar más portadas a la Corona—, pero tampoco estoy tan seguro. Creo que la mierda es la culpable de todo...
Aquí una comparativa (con permiso de Manel Fontdevila y de El Jueves) para ver el efecto final:
De propinilla les dejo las imágenes con las fases previas del dibujo (blanco y negro y composición con el fondo):
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(1) Vuelvo a recordar aquí, por si acaso, que la mayor parte de la plantilla de El Jueves, así como algunos colaboradores muy conocidos (por ejemplo José Antonio Bernal) han decidido seguir trabajando para la revista. De modo que todo el vendaval levantado se debe al desencuentro surgido entre los propietarios y aquella parte de los trabajadores más directamente afectada por la censura de esta portada en concreto (o por quienes han querido solidarizarse con ellos por tal cuenstión). Es decir, que no se trata de una caza de brujas, ni ha habido despidos o venganzas de por medio. Se trata de la "renuncia" de unos trabajadores (muy respetable) por cuestiones de conciencia.
(2) Sus nombres son los siguientes (no sé si me dejo a alguno; en tal caso que me perdone): Albert Monteys, Manel Fontdevila, Paco Alcázar, Manuel Bartual, Guillermo Torres, Isaac Rosa, Bernardo Vergara, Mel, Malagón, Luis Bustos, Pepe Colubi, Bea Tormo, Carlos Azagra, Lalo Kubala, Miquel Gras, Iu Forn y José Luis Ágreda.
Bueno, ¡ya acabé el artículo, Alberich! Aunque no soy monárquico, la portada no me gusta nada: me parece simplona, más propia de adolescentes deseosos de escandalizar a toda costa que de humoristas irreverentes y críticos. A éstos se les supone una imaginación que no veo por ningún lado en esta portada. Pero probablemente es un problema mío: no a todos nos hace gracia lo mismo, obviamente. Tu versión me parece mucho más acertada. Lo que sí me escama es que, después de tener impresos ¡60.000 ejemplares!, decidieran no ponerlos en venta. No parece una decisión empresarial o artística.
ResponderEliminar¿Entonces qué piensas que ha ocurrido? ¿Crees que ha habido presiones de "arriba", del poder político? ¿Del Gobierno, quizá...? De Zarzuela no creo (y lo mismo opinan los afectados)...
EliminarDe todo lo que he leído sobre el caso, me parece la mejor explicación de lo ocurrido.
ResponderEliminar¡Hombre, José Manuel! Pues me alegra mucho lo que dices. Y te lo agradezco. Pero te aseguro que ha habido análisis muy lúcidos del problema (aunque quizá casi todos ellos "escorados" hacia una posición). Yo, de verdad, he intentado ser lo más objetivo posible (dentro de lo que cabe, pues nadie lo es del todo).
EliminarUn saludete y muchas gracias de nuevo.
También he leído ya los artículos de Gerardo Vilches, Alberich, y quisiera comentar un par de cosas sobre lo que dice en ellos. Cito del artículo en que defiende a los dibujantes de El Jueves:
ResponderEliminar"Porque no es posible el humor político y la sátira si no es en libertad. Si el humor político no ofende, si los dibujantes tienen que estar pendientes de qué pueden o no pueden tratar, si se trazan líneas rojas de censura, entonces no tiene ningún sentido."
Estoy totalmente de acuerdo con esta defensa de la libertad, pero en el otro artículo escribe:
"Fontdevila explica cómo cada vez que hay algo que se pasa tres pueblos surge siempre una crítica concreta: «eso es humor zafio». Les pasó a él y a Guillermo en 2007 con la portada de los príncipes jincando y ha pasado recientemente con la última portada de Mongolia. El argumento para censurar o multar una muestra de humor no es, por supuesto, que sea crítica con el poder, sino que es soez."
¿Y si resulta que efectivamente es zafio o vulgar o torpe o falto de imaginación? ¿No se puede criticar entonces el chiste? La impresión que tengo es que la libertad sólo puede ejercerla el dibujante. ¿Alguna vez estos señores se preguntan si pueden estar equivocados en algo, aunque sea en la elección del café del desayuno?
Última cita y no canso a nadie más:
"Si el humor quiere ampliar esos márgenes, por fuerza tiene que transgredirlos. Y alguien tiene que ser el primero en hacerlo para que esos márgenes se amplien: Fontdevila ejemplifica esto con dos casos en los que buena parte de la opinión pública dilapidó a los autores: Le gorille de Georges Brassens, que en 1952 se atrevió a cantar cómo un gorila violaba a un juez que había firmado una pena de muerte, y La vida de Brian, la película de los Monty Python que satirizó la vida de Jesús. En ambos casos el mundo siguió su curso. La sociedad no se vino abajo ni por el desacato de Brassens ni por la blasfemia de Monty Python."
Es curioso que Vilches, defensor de lo que la violencia puede conseguir en determinadas circunstanticias, se refiera precisamente a La vida de Brian, película que fue un éxito no por una blasfemia más que inofensiva, sino por cómo ridiculizaba y desnudaba las pulsiones que hay detrás de todo tipo de fanatismo y violencia, desde la de los lapidadores religiosos, la de los imperialistas romanos y la de los revolucionarios judíos.
Como siempre, cuando me enrollo, Google me dice que el "html no es aceptable", porque he sobrepasado el número de caracteres admitidos en cada comentario (que son 4.096). ¡No tengo remedio!, así es que dividiré mi respuesta en tres partes.
ResponderEliminarConste, para empezar, que aunque me parecen muy bien escritos y argumentados, no estoy de acuerdo con el análisis que hace Vilches en torno al humor. No comparto con él ni lo de la violencia, ni (sobre todo) lo de ofender.
Evidentemente, tanto Fontdevila en su obra, como Vilches en el artículo que la analiza, son lo suficientemente hábiles como para situar el problema en su terreno (llevarse el agua a su molino), adoptando un planteamiento de partida que apenas si deja margen de crítica a quienes podamos objetar algo, ya que entonces aparecemos como mojigatos y sostenedores del sistema. Pero está claro que un tipo de humor como el que practica El Jueves (sobre todo de unos años a esta parte) puede parecernos, sin mucha dificultad, facilón, zafio y vulgar --algo que parece más pensado para adolescentes con las hormonas revueltas y ganas de liarla--, y ello no significa, sin embargo, que estés a favor del sistema. Por supuesto, su postura no es la inefable (aunque esté bien defendida y argumentada, como ocurre en los textos mencionados).
De todas formas, por si ello te deja más tranquilo, te diré que la opinión de dos maestros del humor gráfico como José María Gallego y Julio Rey es que El Jueves ha llegado a convertirse en una bazofia dentro del género. Literalmente dicen:
Gallego: «A mí esa revista ya no me gusta nada. Es bastísima, repleta de ideas groseras y fáciles. Ni mis hijos la abren. Y vende mucho, como el programa Sálvame, pero me parece inmoral, pornografía, una bazofia».
Rey: «Lo más dramático es que crean opinión. Este es un país de Sálvame. Hasta los políticos empezaron a ir a La Noria porque tenía audiencia».
Ya puedo imaginarme lo que pensarán los de EL Jueves (y Vilches, supongo) de estas declaraciones: que Gallego y Rey son unos blandurrios políticamente correctos.
Hay algo que también me chirrió bastante cuando leí el libro de Fontdevila y lo ha vuelto a hacer ahora, al repasar repasado la recensión de vilches para redactar la entrada: el modo respetuoso, pero displicente, con que ambos se refieren a La Codorniz, diciendo que su humor estaba hecho por "gente bien" (no sé si incluyen en esta categoría a Gila, por ejemplo) y que además resultaba absolutamente inocuo, casi infantil y, por ende, con poca capacidad para influir política e ideológicamente sobre la sociedad de la época. Te confesaré que siempre me ha resultado algo irritante la autosuficiencia, la teórica superioridad moral que derrochan ciertas personas que se definen como muy de izquierdas y que se sitúan en posiciones anti-sistema (sobre todo si además forman parte de las generaciones más jóvenes, que no llegaron a "padecer" la dictadura). Con su postura me traen a la memoria un chiste de mi admirado Mingote en el que se ve a un abuelo hablando con su nieto y diciéndole: "Conviene que sepas que durante el Franquismo hubo personas que, sin ser partidarias de la dictadura, hicieron cosas meritorias". Y responde el joven: "Yo creía que los antifranquistas habíamos nacido todos después de morir Franco" (puede verse pinchando aquí).
ResponderEliminarPues eso. Que me hace gracia la conciencia de "mártires" por la libertad --precisamente la misma que se ha extendido ahora en torno a los "dimitidos" de El Jueves a causa de su gesto--, de luchadores por la causa, de demoledores del sistema corrupto que esgrimen con orgullo esas personas y me molesta la autosatisfacción con que afrontan su postura, porque, al fin y al cabo, ser un "resistente" en democracias tan permisivas como las occidentales tampoco parece que sea algo especialmente extraordinario. ¿Que lo de La codorniz era inofensivo e infantil? Pues yo creo que había que tener muchos más cojones (y además bien puestos) para sacar a la calle en plena Dictadura algunas de las cosas que ellos publicaron. Y no hablo ya de las míticas portadas que nunca existieron (la del parte meteorológico, la del tunel, la del huevo de Colón, la de "bombín es a bombón", etc.), sino de otras cosas que ahora pueden parecernos inocuas y baladíes, pero que --como ya dije en la necrológica-homenaje que dediqué a Mingote por su fallecimiento-- ayudaron a abrir pequeños «espacios de libertad y reflexión que contribuyeron a formar una sociedad más crítica y preparada que la anterior». ¿Porque qué mérito o valor tiene sacar un dibujo como el de Fontdevila en una democracia tan garantista como la nuestra, donde lo máximo que van a hacerte (si acaso) es ponerte una multa por injurias? Dibujar a la infanta Elena cayéndosele los mocos, o al rey follándose todo lo follable, o llamar puta subrepticiamente a la infanta Cristina (como se ha hecho en una portada de Mongolia) tampoco tiene demasiado mérito, creo yo, en nuestro régimen democrático. Ya puestos a comparar, creo que es mucho más arriesgado, por ejemplo, decir (y mantener) que eres cristiana en Sudán (como ha hecho Meriam Yehya Ibrahim), y renunciar a la abjuración, a pesar de que se le ha condenado a muerte por ello. Eso sí que es tener "güevos" y ser coherente con uno mismo. Al menos tanto como nuestros "mártires de junio" por haber abandonado El Jueves. Por cierto: que podían dejar descansar un poco a la familia real (más que nada por lo que tiene de rutinario) y aprovechar el tirón de la revista para hacer una campaña en favor de esta pobre víctima (y de otras como ella), que lleva presa desde 2013 y con la condena a muerte desde el pasado mes de mayo.
Un saludete.
Hola, Alberich.
EliminarRespecto a tu pregunta sobre qué creo que ha ocurrido, como no tengo ni idea, no puedo descartar nada, ni siquiera el que, a pesar de las apariencias, sí sea una decisión empresarial. Pero como no pienso que yo sea mejor que los demás ni mis principios más firmes y justos, tampoco descarto que simplemente alguien con autoridad para poder parar la edición haya aplicado sus propios principios y visión de la vida y, ejerciendo su propia libertad, haya decidido cortar por lo sano y acabar con este tipo de críticas facilonas. La libertad, al contrario de lo que parecen creer Fontdevila y Vilches, es una dama que no se casa con nadie y todos llevamos la nuestra dentro. A veces, las explicaciones son sencillas y la gente ejecuta el poder que tiene no por interés empresarial, político o ideológico, sino porque no está de acuerdo con nosotros. ¿Que este juicio es ingenuo? A John Le Carré, que antes de ser escritor, trabajó para el servicio secreto, le preguntaron sobre las grandes conspiraciones mundiales y respondió que eran grandes conspiraciones porque tendíamos a creer que la gente con gran poder era muy inteligente, pero que en muchos casos lo único que ocurría es que teníamos al mando a idiotas tomando decisiones estúpidas.
Como tú, creo que estas personas que tanto se quejan de la falta de libertad no corren ningún riesgo al hacerlo, ni siquiera el de perder su trabajo. Se quejan de la falta de una libertad que muchas veces les garantizan precisamente aquéllos a quienes critican. Y como a ti, también me chocó mucho el desprecio con que Vilches mira a "La Codorniz". Nadie ha sido más libre ni encaja menos en la idea de "gente bien" que Miguel Mihura. Obras como "El caso de la mujer asesinadita", "Maribel y la extraña familia" o "La bella Dorotea" sí son una defensa de la libertad más radical, la personal, contra la moral imperante, hoy y entonces, entre la derecha y la izquierda, en la sociedad. Pero da la impresión de que la libertad sólo pertenece a unos pocos, los que, como dijo John Huston de la bandera estadounidense y los patriotas que la usaban en su beneficio, se envuelven en ella y salen a la calle a gritar.
Y, por supuesto, el no hablar de Meriam Yehya Ibrahim sí me parece una decisión empresarial: hay asuntos que no venden y nunca venderán. Y además son arriesgados para el dibujante.
Un saludo.
No escribo los textos separados porque la página me dé un aviso, sino porque he tenido que marcharme a todo correr por razones familiares. Pero quería decir algo sobre Mingote, a quien también admiré mucho: él sí se enfrentó, con ironía, sin violencia y sin adoptar una actitud victimista, a uno de los mayores y más poderosos enemigos de la libertad, la demagogia.
ResponderEliminarAhora creo que sí me despido.
No, que se me olvidaba: preciosa la portada de RAF. ¡Qué envidia!
¿Nadie ha pillado que es una alusión a la escena de Juego de Tronos?
ResponderEliminarNo. Lo siento.
EliminarEspecifica algo más, Rafa, porque es una novela/serie de TV que, en mi caso, no conozco.
ResponderEliminarEn Juego de Tronos, uno de los pretendientes, el irritante Viserys Thargaryen, exige al bárbaro Khal Drogo su corona. Khal Drogo le hace coronar vertiéndole encima un caldero de oro fundido y lo mata. La broma con el título de la serie cierra el chiste.
ResponderEliminarhttps://comeonhitme.files.wordpress.com/2013/06/17.jpg
Recuerdo la escena, Rafa, por lo terrorífica que me resultó. Gracias por la aclaración.
Eliminarhttp://i.imgur.com/3K1XLoS.gif
ResponderEliminar¡Joder. qué borrico! Pero hace bien, nadie que se llame Viserys Thargaryen puede quedar impune (y menos aún si es irritante).
ResponderEliminarGracias, Rafa. Es que no conozco ni la novela, ni la serie...
Por cierto: que está más cerca de la escena mi propuesta de portada, con la corona ardiente... Je, je, je...