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jueves, 11 de junio de 2015

NECROLÓGICAS: CHRISTOPHER LEE (1922-2015)



PUES sí. Es cierto. Ha muerto Christopher Lee, uno de los actores más paradigmáticos del cine de terror e icono de quienes nos criamos viendo, en nuestra niñez y adolescencia, las películas de la productora británica Hammer (¡que ahora nos hacen sonreír nostálgicos, pero que entonces nos daban un miedo de cagarse, todo sea dicho!). El óbito ha tenido lugar esta mañana, a las 08:30 h., en el Chelsea and Westminster Hospital de Londres, a consecuencia de una insuficiencia respiratoria que ha terminado complicándose. Lee tenía ya 93 años (los cumplió hace bien poco, el pasado 27 de mayo) y poseía aún una presencia física que, todo sea dicho, seguía siento estupenda a pesar de su edad.



Actor de larga trayectoria y reconocido prestigio —aunque sin llegar a alcanzar el nivel de las primerísimas estrellas cinematográficas de su tiempo—, Christopher Frank Carandini Lee (que tal era su nombre completo) se caracterizó por interpretar extraordinarios "malos" en la ficción. En ese registro dramático siempre será recordado por haber sido el Drácula más señorial de todos los tiempos, un Saruman irrepetible y un siniestro Conde Dooku/Lord Tyranus, además de un extraordinario Kharis en La momia (The Mummy, 1959), una criatura de Frankenstein bien original y otros muchos monstruos y seres anormales, propios del cine de terror que tanto frecuentó, y a los que dio dignidad e hizo creíbles. A mí me siempre me ha gustado mucho, también, en otros papeles donde no mostraba ese lado perverso en el que se le acabaría encasillando. Y pienso, básicamente, en dos de ellos: como un atractivo e imponente Sir Henry de Baskerville, en el clásico de 1959, The Hound of the Baskerville (El perro de los Baskerville, de Terence Fisher), y como un sensacional Mycroft Holmes en esa obra maestra que es The Private Life of Sherlock Holmes (La vida privada de Sherlock Holmes, del genial Billy Wilder, 1970).

Como Mycroft Holmes (junto al Sherlock de Robert Stephens)


Después de unos años como figurante y en pequeños papeles durante finales de la década de los 40, Lee entró en contacto con Hammer Productions, para la que iba a realizar bastantes filmes bien característicos de esta productora: películas de bajo presupuesto y calidad relativa, pero que terminaban siendo verdaderos éxitos de taquilla. Su gran oportunidad llegó cuando el director Terence Fisher le ofreció interpretar el papel de Conde Drácula en la adaptación que la Hammer realizó en 1958 de la novela de Bram Stoker, bajo el aséptico título de Dracula, que fue cambiado por Horror of Dracula en su distribución estadounidense, para evitar confusiones con la versión previa, dirigida por Tod Browning, que había protagonizado Bela Lugosi en 1931. Película mítica donde las haya —y tan poco fiel a la novela original como la ya citada de Browning—, este Drácula (como se tituló en España el filme) fue decisivo para la fructífera relación que se iba a iniciar entre Lee y la Hammer, dando lugar a secuelas del conde vampiro (por ejemplo, Dracula, Prince of Darkness, Terence Fisher, 1965) y  nuevas producciones basadas en otros conocidos personajes del género de terror, como la momia, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, etc.

Sencillamente terrorífico... ¿O no?


Tras más de una década de verdadero esplendor profesional, aunque cada vez más encasillado en los papeles que había venido interpretando para la Hammer o en los de otros malvados en general —recordemos, por ejemplo, su impactante Francisco Scaramanga en El hombre de la pistola de oro (The Man with the Golden Gun, Guy Hamilton, 1974), uno de los villanos más recordados de la "saga Bond"—, la carrera de Lee inició un preocupante declive (pese a una actividad ininterrumpida) que sólo se iba a frenar ya en la vejez, cuando en el año 1999 el director neozelandés Peter Jackson decidió incorporarlo al proyecto de la trilogía El señor de los anillos (The Lord of the Ring, 2001-2003), para que diera vida al mago Saruman. Una interpretación excelente que le valió a Lee todo tipo de elogios por parte de la crítica y de los aficionados.



Este gran éxito profesional hizo que Georges Lucas también pensara en él para su nueva trilogía de la franquicia Star Wars, de modo que Lee apareció en la segunda y tercera entrega de la saga (El ataque de los clones, 2002 y La venganza de los Sith, 2005), interpretando en ambas el papel de Conde Dooku, en un guiño evidente de Lucas al mítico personaje de Drácula, que el viejo actor convirtiera en inmortal para el celuloide años atrás.



Dotado de una altura imponente (1,96 m.) y de una voz profunda y bien impostada (también hizo sus pinitos musicales, no sólo al comienzo de su carrera, como puede escucharse aquí) (1), Lee resultaba excelente para los papeles que interpretó. Uno de los recuerdos infantiles que este servidor de ustedes tiene grabado como a fuego en su memoria visual es el del actor aproximándose a la cámara con los ojos inyectados en sangre y la capa negra flotando por el viento, en una famosa escena de Drácula que todos ustedes recordarán, y en la que el personaje aparta violentamente a su "novia" de Jonathan Harker para impedir que le muerda. Aquí está:



Si bien es verdad que Lee no llegó nunca a la categoría de "gran estrella" —al estilo de otros compañeros de profesión coetáneos—, no obstante debemos reconocer su trascendente papel en el género cinematográfico de terror, así como que fue un grandísimo actor, sobrio, elegante y siempre profesional. Muy, muy profesional. Una gran pérdida, ciertamente (sobre todo ahora que, pese a su honorable vejez, había relanzado su carrera de manera admirable y seguro que tenía proyectos en cartera para seguir deleitándonos). En fin, descanse en paz (y que nos espere muuuuuuuchos años alli donde esté).

Sit tibi terra leuis!


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(1) O aquí, donde canta el comienzo del Credo de Iago en el Otello de Verdi, con una afinación y una proyección que ya querrían para sí muchos jóvenes barítonos actuales. De hecho, la familia materna de Lee era de origen italiano (su madre era la condesa Estelle Mari Carandini di Sarzano), y en su juventud se le ofreció una beca para iniciar estudios de canto, posibilidad que él rechazó porque ya quería dedicarse al cine. Sin duda habría sido un gran bajo.