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viernes, 31 de octubre de 2014

SOBRE EL PROYECTO "HOME": INCIDENTE Y ADVERTENCIA DE UN MECENAS AFECTADO



HOY me veo en la necesidad de abordar un asunto harto desagradable y peliagudo, relacionado con un proyecto historietístico que promocioné y defendí públicamente en este Nibelheim, pero que ha terminado dejando muy mal sabor de boca a una persona cercana a mí, quien me ha pedido ayuda y publicidad para denunciar su problema. Como habrá podido suponer el lector, a juzgar por el título de la entrada, todo se refiere al proyecto Home, que se financió a través de crowdfunding y que difundí aquí en su momento. No resulta agradable tratar un asunto así —sobre todo por mi implicación tan directa—, pero ocurre que esa persona conocida —a la que llamaremos "J" (porque tal es la primera letra de su nombre)—, además de lector del blog, es un buen amigo mío y me ha pedido el favor de utilizar este Nibelheim como escaparate para dar testimonio de lo que él considera un trato injusto y una experiencia muy desagradable. Para ello, me ha enviado un larguísimo escrito, que yo iré resumiendo, en el que se relata, con pelos y señales, todo lo que desea hacer público y al que ha añadido el texto de los numerosos correos electrónicos que ha estado cruzando con uno de los dos responsables principales del proyecto —Raúl Arnáiz—, hasta el momento de discutir con él por las razones que enseguida se expondrán. Quiero precisar, siguiendo las indicaciones de "J", que en esta exposición no se van a citar nunca literalmente los correos de Arnáiz (salvo alguna frase esporádica), puesto que éste no dio el consentimiento preceptivo a mi amigo para que pudiera utilizarlos como fuente de cita, si fuera necesario. Pero pasemos a resumir los hechos que "J" desea exponer a la consideración de todos ustedes...

Este amigo mío, tal y como hizo un servidor, decidió participar como mecenas y colaboró en el proyecto Home aportando una cantidad correspondiente al interés que éste había despertado en él. A cambio de ello, y como el resto de los mecenas, se hizo merecedor de una de las recompensas ofrecidas; en concreto aquella que proporcionaba la edicion especial del cómic (objeto principal del proyecto), su versión digital (consultable online), un pack de 13 postales con la biografía de todos los personajes de la serie y una dedicatoria dibujada en el álbum físico. En total cuatro recompensas por 36,00 eurillos que pagó religiosamente, siguiendo todas las indicaciones que se le iban (se nos iban) enviando por parte de los responsables. La campaña, como todos ustedes pueden ver en el site de Verkami, terminó con un éxito insospechado, incluso para los propios organizadores, pues habían pedido una cantidad inicial de 2.999 EUR. y llegaron a recaudar hasta 4.879; es decir, dinero más que suficiente —e insisto en esto por lo que luego señalaré— para cubrir los gastos previstos al principio y prever, incluso, cualquier contingencia o eventualidad que pudiera surgir.

La campaña se cerró el pasado 22 de enero y los envíos con las recompensas comenzaron a realizarse en el mes de mayo. Pero en julio de ese mismo año mi amigo "J" aún no había recibido su pack. Decidido a aclarar la cuestión, el 30 de julio se puso en contacto con Raúl Arnáiz a través del correo electrónico para preguntarle si había habido algún problema con las entregas, pues él no había recibido ningún paquete en la dirección proporcionada. En este punto conviene aclarar, porque tiene gran importancia, que dicha dirección postal era la de un centro oficial donde mi amigo suele recibir habitualmente y sin problemas todo tipo de envíos y correspondencia desde hace años. Es decir, su centro de trabajo. En su respuesta de ese mismo día, Arnáiz expresó a "J" su tristeza por lo ocurrido y le aseguró que iba a ponerse en contacto con la agencia de transportes (TIPS@) para preguntar qué había ocurrido, porque constaba por el albarán que la entrega se había hecho correctamente. Dos días después, el 1 de agosto, Arnáiz volvía a responder a mi amigo adjuntándole una imagen del comprobante de entrega y comentándole que en la agencia de mensajería le habían dicho que el paquete fue entregado en la secretaría del centro. "J" respondió ese mismo día asegurando que iba a preguntar allí para ver qué había ocurrido y se comprometió a mantener informado a Arnáiz. Pudo comprobar también que el paquete se había entregado (aunque no sabía dónde) el pasado 5 de junio (es decir, hacía ya casi dos meses), aunque él no había recibido nada. Empezó, entonces, a sospechar que el repartidor se había equivocado de centro, pero prefirió proseguir la búsqueda antes de pedir a Arnáiz nada más. Cuatro días después —esto es, el 5 de agosto— mi amigo volvió a ponerse en contacto con su interlocutor para decirle que la búsqueda en el lugar indicado había sido infructuosa. Estos fueron los términos (y cito literalmente):
«Hoy he preguntado en el trabajo pero, según me dicen las personas de Secretaría, allí no se entrego nada a mi nombre, porque me lo habrían dado en su momento (recordemos que la fecha de entrega fue a principios de junio). De hecho, siempre que llegan mensajeros (los carteros de Correos ya lo saben y no hay que decírselo) se les indica que pasen por Conserjería, que es donde se recogen todos los paquetes que llegan [...]. Así es que no hay pérdida posible (por eso pongo siempre la dirección del trabajo para mis entregas). ¿Serías tan amable de enviarme una copia algo más grande y nítida del albarán de entrega que te han enviado de la empresa de transportes? Es que los bedeles no identifican bien la firma que se ve en ella».

A la vista de este correo, el mismo día 5 de agosto Arnáiz le aseguró a "J" que iba a volver a preguntar en la agencia. Y curiosamente, un día después (esto es, el 6 de agosto) le respondía dándole otra información distinta de la primera: ahora, los de TIPS@ aseguraban que el paquete lo habían entregado en la garita de control para la entrada al recinto del centro oficial, y no en una secretaría (como habían afirmado antes). Arnáiz proporcionó a mi amigo un número de teléfono y de albarán de entrega para que éste se pusiera en contacto directamente con la agencia de reparto y, a juzgar por el contenido de su correo electrónico (que no podemos citar sin autorización) no puede decirse que mostrara la menor extrañeza por la contradictoria información que le había proporcionado la empresa, considerando como cosa ciertísima que el paquete se había entregado en la dirección proporcionada por "J", aunque éste no lo hubiera recibido y asegurara que se había perdido.



Pasado el mes de agosto y parte del de septiembre "J" recibió un correo de Arnáiz (fechado el 13 de septiembre) en el que éste mostraba interés por ver cómo se había desarrollado todo. No hace falta decir que, en el entretiempo, mi amigo se había puesto en contacto varias veces con la agencia de transporte, cuyos interlocutores le torearon en todos los casos, diciéndole que ya habían comunicado el problema al chico de los repartos, y que éste se pasaría por el Centro cuando retornara de las vacaciones. Ese mismo día 13 mi amigo respondió a Arnáiz ya algo cabreadillo y en los siguientes términos:
«Pues no, aún no ha aparecido el libro y tengo la sensación de que la empresa de transportes se está quedando conmigo: buenas palabras, muy educados, pero nada de nada... Llevo con esto desde antes del verano y aún no se ha resuelto. La última fue el viernes, cuando volví a hablar con ellos y quedaron en ponerse en contacto conmigo esa misma tarde, pero aún estoy esperando a que me llamen... Yo ya hace tiempo que sé que el libro no se entregó en mi Escuela, sino en otra diferente por equivocación. He preguntado y buscado, por activa y por pasiva, y estoy convencido de que las personas que deberían haberlo recogido —los bedeles— no iban a engañarme, porque suelo poner esa dirección para todo y no he tenido nunca ningún problema. Por las diferentes versiones que me han ido dando los de la agencia de reparto —que si entregaron el paquete en la Secretaría del Centro, que si en una garita— estoy convencido de que hicieron la entrega en otro centro, pues lo que dice el repartidor que le obligaron a hacer (dejarlo en una garita, ya que no le dejaron entrar en el Centro) no ocurre nunca en mi Escuela. En fin, estoy un poco hartito ya del tema, porque según la imagen del albarán que me enviaste por correo electrónico la entrega se hizo el pasado 5 de junio».

El mismo día 13, por la noche, Arnáiz contestó a "J", pero lejos de adoptar una posición más comprometida —por ejemplo, diciéndole a mi amigo que no se preocupara más, que le enviaría otro ejemplar del pack completo, dado que ya había perdido bastante tiempo intentando localizar el paquete perdido— lo único que se le ocurrió es pedir al afectado que le mantuviera informado. "J" se muestra bastante indignado por esta forma de actuar, según puede verse en esta parte de su largo escrito:
«¿Qué te parece? ¡¡Habían pasado ya más de tres meses desde que la entrega tenía que haber llegado a su destino (y desde que el resto de los mecenas disfrutaban de sus recompensas) y lo único que se le ocurrió es pedirme eso. ¡¡Como si no pudiera hacer algo más y no me hubiera tenido ya bastante tiempo liado con el tema del paquete!! ¿Hasta cuándo habría querido que hubiera seguido intentando conseguirlo? Y encima yo era el único afectado, porque si hubiera muchos más pues se entendería la prevención. ¿Pero por una sola persona? ¿Es eso saber estar? Es eso comportarse bien con alguien que te ha dado su ayuda adelantando dinero para tu proyecto? Porque —y esto es lo más sangrante de todo— el único afectado por una pérdida de paquete, al parecer, he sido yo (según me ha dicho varias veces el propio Arnáiz). Y claro, uno piensa si no habría sido mucho mejor haber cerrado el problema enviando ese nuevo pack. Salvo que no tengan ninguno más para enviar, claro (posibilidad que ya empiezo a considerar muy en serio, pues de otro modo no se entiende su postura)».

En el largo dossier que me ha enviado "J" refiere que, pese a comprar muy a menudo por Internet (como yo mismo hago), sólo recuerda haber tenido problemas dos veces en todo ese tiempo. La primera vez —y me consta que así ocurrió, pues me lo contó en su momento— fue en una de las primeras compras que le hizo a Manuel Caldas, cuando tuvo la mala fortuna de no recibir el paquete con el libro adquirido. Se puso en contacto con el portugués y éste, como un auténtico caballero, le envió otro ejemplar pidiéndole perdón. Luego, en respuesta a una carta de "J" en la que éste le preguntaba qué debía hacer si aparecía el ejemplar perdido, Caldas le añadió que disfrutara de ambos tebeos, y que uno de ellos se lo regalara a un amigo si así lo deseaba. «¡Eso es saber estar —dice mi amigo—, y no lo de otros!». Y algo parecido le pasó con Enrique Fernández, en cuyo proyecto Brigada participó para el primer volumen. Tuvo la mala suerte de que también se perdiera su paquete, y Enrique le envió otro ejemplar completo del pack por el que había contribuido como mecenas. En cuanto le contó el problema y sin tener que esperar, vamos. En uno de los dos casos cree recordar que el paquete no iba a la dirección del centro oficial, sino a su domicilio particular (donde también pueden perderte los paquetes, aunque algunos crean que no). Pero sigamos con la denuncia...



Tres días después del último correo cruzado entre ambos corresponsales —esto es, el 16 de septiembre—, "J" escribió a Arnáiz intentando cerrar, de una vez por todas, el engorroso problema que se traía entre manos (todo ello, por cierto, sin dejar de contactar entretanto con la agencia de transportes para ver si allí le solucionaban el problema). Y puesto que no salía del propio Arnáiz la idea de enviar a mi amigo otro pack para finiquitar la cuestión, fue él mismo quien decidió pedírselo, haciéndolo en estos términos:
«Hola de nuevo Raúl, Mira, la verdad es que ya estoy un poco harto de tratar con la agencia de reparto. Se están riendo de mí claramente y mi tiempo vale tanto como el de cualquier otro. Quedaron en que iban a llamarme el viernes pasado o ayer lunes y las dos veces he tenido que ser yo el que les llame. Ayer, la chica me volvió a decir que iba a pedirle al repartidor —responsable único de que no me haya llegado el paquete— que se pusiera en contacto conmigo y todavía estoy esperando su llamada. Me he cansado, francamente. ¿No sería posible que me enviárais otro ejemplar del pack que compré para acabar con este problema y pasar a otra cosa? Es que no quiero empezar a preguntarme ciertas cosas, como por ejemplo por qué motivo dejaron el paquete a otra persona, cuando tendrían que habérmelo entregado exclusivamente a mí, que era el destinatario».
En el correo de respuesta que ese mismo día le remitió Arnáiz a "J", aquél volvía a dejar claro —por el contexto así se entiende, y mi amigo lamenta no tener autorización para citar el pasaje, pues se ve mucho mejor— que el paquete había sido entregado donde correspondía y ponía en duda que los bedeles del centro le hubieran entregado el paquete, cosa que han hecho siempre desde hace años. De todas formas, Arnáiz se daba por vencido y le comunicaba a "J" que iba a enviarle otro ejemplar, pues lo estaba pasando muy mal por él. Pero al hacerlo, le pedía (y aquí si tengo que citar literalmente) que le proporcionara «otra dirección postal más personal y segura [...]. No vayamos a meter la pata de nuevo». Es decir, que a pesar de las reiteradas afirmaciones de mi amigo sobre la perfecta validez de la dirección postal proporcionada al principio, en todo momento Arnáiz estuvo creyendo que era mi amigo el que, en el fondo, se había equivocado por aportar esa dirección que, como ya digo, es a la que le envían siempre todas las cosas y con la que nunca ha tenido ningún problema. E insisto en ello, porque una vez que el conflicto estalló entre ambos (como ahora veremos), Arnáiz llegó a reprochar esto a "J" abiertamente, haciéndole responsable de lo que ocurría por ese hecho. Pero sigamos...



El 14 de octubre, es decir, casi un mes después de que se le dijera a mi amigo que le iban a enviar de nuevo un paquete con el pack éste aún no lo había recibido. Ese mismo día se puso en contacto con Arnáiz, que le respondió asegurándole que justamente lo había enviado el día anterior. Pues bien, la sorpresa vino para "J" cuando días después abrió el paquete recibido y pudo comprobar que dentro venía sólo el libro con la dedicatoria dibujada, pero no las 13 postales con las biografías de los personajes protagonistas del cómic. El mismo día de recoger el paquete en Correos (esto es, el 22 de octubre por la tarde), mi amigo, desesperado ya, volvió a escribir a Arnáiz para preguntarle qué había ocurrido y por qué faltaban dichas postales. Estos fueron los términos:
«Está claro que mi colaboración en el proyecto Home está gafada y no hay manera de enderezarla. Verás, te cuento: ya tengo en mi poder el tebeo (así como la lámina en blanco y negro que sacásteis en el último momento como regalo especial), pero veo que falta el lote de las 13 postales con las biografías de los personajes, que también pagué (yo colaboré con 36,00 EUR.). ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha habido algún problema?».

La respuesta de Arnáiz, siempre correcta eso sí, incluía ya un tono de victimismo que no gustó nada a "J". Es una lástima no poder citar su texto completo (por la falta de permiso de que ya hemos hablado), pero resumiendo podríamos decir que Arnáiz no sólo malinterpretó a mi amigo —considerándole decepcionado, cuando lo que estaba es harto del asunto—, sino que enseguida planteó el problema en términos de "solidaridad" y le recordó que como la pérdida del paquete no había sido culpa suya, tampoco lo era "la responsabilidad de hacer nada", a pesar de lo cual había decidido enviarle el tebeo (sólo el tebeo) a sus expensas. Visiblemente molesto por esta última respuesta, al día siguiente (el 23 de octubre) "J" dirigió un nuevo mensaje, más beligerante, que fue el que desató la disputa (ya insoluble) y que vuelvo a citar de manera íntegra y literal, para que ningún detalle escape a la consideración del lector. Helo aquí:
«Lo que, de verdad, ni se me había pasado a mí por la cabeza es que llegaría a leer un mensaje como el último que me has enviado y encontrarme en una situación como la actual. Aunque tampoco debería sorprenderme demasiado, la verdad, porque si ahora mismo tengo el libro en mis manos no ha sido precisamente por tu premura en solucionar la cuestión, dado que fui yo el que te sugerí que, quizá, ya había llegado el momento de que me enviaras un nuevo pack. Tampoco podía imaginarme, la verdad, que me ibas a regatear con lo de las fichas de los personajes, por eso te escribí pensando que se trataba de un error. ¿Dices que estoy decepcionado? Hombre, decepcionado, decepcionado, pues tampoco. No es ése mi estado de ánimo, precisamente... Lo que, de verdad, estoy es hasta los cojones de este tema, porque llevo con él desde el mes de julio pasado y ya resulta algo cansino. Y encima el remate ha sido leer tu último correo. ¿O sea, que después de financiar vuestro proyecto, de adelantar el dinero, de poner mi confianza en vosotros, de andar tres o cuatro meses detrás de un paquete que la agencia de transportes no entregó donde debía (ni a quien debía, ojo, porque no sé a quién se lo dejó, pero desde luego no fue a mí), de estar perdiendo mi tiempo —que es tan valioso como el de cualquier otro— en cruzar mensajes contigo, me sales con que el tebeo que me has enviado es un "regalo solidario" que me haces por la mala suerte que he tenido y no una reposición por el paquete perdido? Pues mira, yo no quiero solidaridad —que, no obstante, te agradezco—, sino que quiero el pack completo que financié como mecenas. Ni más, ni menos... Y luego, como puntilla, me añades que la responsabilidad no es tuya. ¡Ah! ¿Y mía sí? ¿Es mía la responsabilidad de que la agencia de transporte que "vosotros" contratásteis no haya hecho la entrega como debía? Y eso que no quiero entrar mucho en el tema de las posibles ilegalidades, porque ¿qué es eso de entregar los paquetes a personas distintas del destinatario? ¿Si el envío iba dirigido a mí, personalmente a mí, por qué se lo dejaron a otro individuo? ¿Y si éste ha decidido quedarse con el paquete sin hacérmelo llegar (cosa que no creo en absoluto tratándose de mis compañeros, pero que sería más que probable si lo que el repartidor hizo fue entregar en otro centro donde no me conocen)? ¿Entonces qué hacemos...? ¿Debo entender que como la responsabilidad no es tuya el pato lo termino pagando yo...? Pero bueno, esta cuestión ya la dilucidaré, si llega el caso, con la agencia de transporte.

Vamos a ver: yo nunca me he embarcado en un proyecto de crowdfunding, pero imagino que a la hora de elaborar el presupuesto necesario para llevarlo a cabo se ha de tener en cuenta que puede haber problemas de tipo logístico como el que nos atañe, con extravíos y pérdidas a la hora de realizar envíos y entregas, de modo que se harán algunas copias más de las estrictamente necesarias. En dicho caso, y como me imagino que vosotros lo habréis hecho así, no entiendo esa cicatería para conmigo y tanta prevención a la hora de enviarme el pack completo que financié y que no he recibido. ¡¡Máxime cuando además me dices que mi caso ha sido el único!! ¡¡Coño!! Que no os vais a arruinar por enviármelo.. Pero dado que no ha sido ése el caso, pues sólo me queda pensar dos cosas:

a) Que no fuisteis lo suficientemente previsores y ya no tenéis más ejemplares para enviar.
b) Que no te fías de mí ni un pelo y crees que quiero conseguir otro pack por la patilla (es decir, gratis), lo cual no tiene mucho sentido, la verdad, porque tampoco merece la pena perder tanto el tiempo para conseguir un nuevo ejemplar cuando ya tienes el tebeo.

Mira, recibo continuamente compras por correo, bien de plataformas de Internet (como Amazon, Todocolección, eBay, Marelibri, Abebooks), bien de particulares (como Manuel Caldas, vendedores de arte original de cómic, etc.), y siempre hacen las entregas en la Escuela. Pues bien, nunca, nunca, nunca, nunca ha habido el menor problema. Bueno no, miento: una vez no me llegó un tomo de PV de Caldas y el portugués, sin yo decirle ni mu (sólo que no me había llegado), me envió otro ejemplar (por cierto, que el problema fue en mi dirección particular, no con la del centro de trabajo). Participé también en  el proyecto de crowdfunding de Enrique Fernández para Brigada y tuve la misma mala suerte que con el vuestro. Pues bien, Enrique me envió otro pack sin ningún problema. No hizo falta ni preguntarle. En cuanto le comuniqué lo que había pasado me lo envió. Este incidente con vosotros es el primero que me ocurre y, desde luego, creo que será el último, pues he salido bastante escaldado con el tema del crowdfunding. Ahora, lo que sí tengo clarísimo es que no pienso seguir apoyando el proyecto de Home. Lo siento, pero no me ha gustado nada la forma de actuar tan precavida y recelosa que habéis demostrado.

Por cierto: tampoco hace falta que te molestes en hablar con la agencia (deberías haberlo hecho mucho antes y bastante más en serio). Ya me he dirigido yo a ellos esta misma tarde y me han asegurado que el lunes (¡eso está por ver, pero bueno!) enviarán a mi centro de trabajo al repartidor para encontrarme con él personalmente y que me diga si fue en mi Escuela donde entregó el paquete y a quién. A ver quién tiene razón. En cualquier caso, será demasiado tarde para nuestra colaboración, que queda rota desde ahora mismo.

Un saludo».
Y aquí empezaron ya los problemas de verdad para ambos (no es que antes no existieran, aunque sólo habían sido reales para mi amigo), pues la siguiente respuesta de Arnáiz ya no fue ni tan amistosa, ni tan comprensiva como las precedentes. Con todo, lo que más molestó a "J" —según precisa en la larga carta explicativa que me envió— es que en dicha respuesta se adivinaba ya una forma de ver el problema que desenfocaba la cuestión de fondo: 1º) porque Arnáiz se tomaba la cosa como una cuestión de solidaridad a la que no estaba obligado (según él, había vuelto a enviar el tebeo a mi amigo incluso sin tener que hacerlo y éste, lejos de agradecerlo, se mostraba ingrato. De este modo eludía su responsabilidad como organizador del proyecto Home y dejaba a "J" en la estacada); 2º) se sorprendía de que éste exigiera lo que había pagado —es decir, el pack completo— y le acusaba, por ello, de egoísta e insolidario, además de mísero, porque los supuestos 11,00 euros que costaban las postales no eran cantidad para ponerse así y montar, según él, «este pifostio»). Es decir, que en una cuestión de principios, según mi amigo, Arnáiz se mostraba quisquilloso y parecía no enterarse de nada.



Considerando estos errores de percepción, "J" escribió de nuevo a Arnáiz para intentar aclararle cuál era la perspectiva que, en su opinión, debía de adoptarse en esta cuestión. He aquí el texto del mensaje:
«Que no Raúl, que no es cuestión de dar penita, de mostrarse solidario, de hacerse querer, de agradecer nada, de ser o no ser egoísta... Que esto es un negocio en el que yo he puesto parte del dinero —efectivamente, tendría que haber dicho "ayudaros a financiar el proyecto", porque como bien señalas mis modestos 36,00 euros no daban para más (aunque imagino que en algo ayudaron, ¿no?)— y vosotros os comprometisteis a entregar un producto en una fecha y unas condiciones determinadas. Y eso es todo. No hay más. Deja los sentimientos aparte, la solidaridad, lo buenos o malos que somos y todas esas zarandajas. En medio del proceso ha ocurrido algo que ha impedido llevar a buen puerto el objetivo principal. Algo de lo que un servidor, desde luego, no es responsable en absoluto. ¿Que vosotros tampoco lo sois? Bien, de la pérdida del paquete no —yo no he dicho nunca lo contrario—, pero sí de andar racaneándome y haciéndome perder el tiempo. ¿O por qué, si no, hemos llegado a la discusión que ahora nos traemos entre manos después de más de tres meses mareando la perdiz? Porque yo creo que ya ha pasado tiempo más que suficiente para que esto estuviera arreglado (aunque no, precisamente, por tus gestiones ante la Agencia de transporte, vamos, pues todas las veces que hemos intercambiado correos ha sido porque yo me he puesto en contacto contigo, no porque tú estuvieras solucionándome el problema). Mira, ya te he dicho cómo actuaron otras personas en dos casos idénticos a éste. En el vuestro, sin embargo, la teórica solución viene arrastrando desde hace más de tres meses y, a pesar de tus "incansables" gestiones, mira adónde hemos ido a parar finalmente. Tanto dar vueltas para acabar así... Te vuelvo a repetir que a la hora de elaborar el presupuesto para sacar el proyecto adelante imagino que habríais previsto posibilidades como la que me ha afectado a mí (pérdidas de envío). Pues bien, si es así (y no me has contestado a ello, por cierto), habría bastado con enviarme otro pack completo de lo que pagué (tebeo con dedicatoria más fichas). Y si no lo es, pues debo deciros que la cosa estaba mal planificada (como bien se ve). Pero bueno, ya poco se puede hacer...

Me hacen también mucha gracia tus continuas referencias —de bastante mal gusto, la verdad, considerando que soy el cliente en este asunto— a mi solicitud de algo (las fichas) que sólo valía unos míseros once euros. Bueno, pues dándole la vuelta a la tortilla te pregunto: ¿si tan miserable era la cantidad, por qué no incluiste las fichas en el envío? Así yo habría tenido el pack que pagué —no veo que sea de mal gusto pedir a cambio de lo que se ha pagado— y nos habríamos ahorrado este mal trago.

En cuanto a lo de los plúmbeos y larguísimos e-mails, no te preocupes; no hace falta que te pongas el parche antes de que salga el grano, pues no pienso perder ni un minuto más con todo esto. Aunque sí te digo que veré la forma de divulgar lo que ha ocurrido, para que los futuros mecenas de Home y de otros proyectos estén al tanto de cómo se actúa en algunas ocasiones cuando no se sabe estar a la altura.

Insisto para finalizar: esto no es cuestión de caerse bien, ni de ser simpáticos o solidarios; se trata de un negocio en el que servidor actuó como cliente y mecenas. Y ya sabes: el cliente, si ha cumplido con su parte del contrato (y yo lo hice al pagar) siempre tiene la razón (o debería) y hay que tratarle bien. Muy al contrario de lo que has hecho en tu correo, llamándome rácano, maleducado y recordándome, poco menos, que mi contribución tampoco fue para tanto y no me da derecho a exigir. ¿Cómo que no? Confío, eso sí, en que no tratéis igual a todos los mecenas».
Bueno, y estamos llegando al final... No sigo hablando de la restante correspondencia que ambos interlocutores han cruzado, porque el nivel de cerrazón de Arnáiz (pensando que había hecho lo correcto) y su convencimiento de que "J" había sido corresponsable de todo lo ocurrido —por proporcionar la dirección de un centro oficial, y no la de su domicilio particular—, fueron aumentando y tampoco aportan mucho más al debate. En todo caso, confiesa mi amigo que después de todos los mensajes cruzados con Arnáiz, aún no sabe muy bien por qué motivo éste no le envió las fichas de los personajes desde el principio. Si fue porque se le olvidó (cosa que no parece probable, pues en el correo donde "J" le pregunta por ellas por vez primera Arnáiz responde que no las había adjuntado porque no se trataba de una restitución propiamente dicha de todo el pack), porque no tenía más fichas (en cuyo caso hay que pensar que el proyecto Home no estaba planificado todo lo bien que habría sido deseable, pues sus responsables deberían haber previsto que pudiera hacer falta algún ejemplar más de las mismas por si pasaban cosas como ésta), o porque no le salió de los huevos (lo que significa que le sisó a "J" una parte del pack que éste había pagado como mecenas). Más bien cree que se trata de la segunda posibilidad, puesto que en todo momento Arnáiz le ofreció devolverle el dinero, pero no las fichas de los personajes. En cualquier caso mal, muy mal. Rematadamente mal.



Mi amigo "J" concluye su largo escrito con las siguientes palabras, que vuelvo a transcribir íntegramente:
«Quiero decirte a ti y a todo el mundo que lea mi queja —si es que te decides a publicarla— que con ello no busco sino cierto reconocimiento por el modo en que he sido tratado y para mostrar que todo se ha reducido a una cuestión de no "saber estar", de no comportarse con la caballerosidad y amabilidad que correspondía al caso. Pues imagino, como ya le dije al propio Arnáiz, que imprevistos como el que me ha sucedido a mí deberían haber sido considerados por los organizadores del proyecto Home a la hora de elaborar el presupuesto. En dicho caso, no puedo entender por qué no se me envió inmediatamente otro pack, máxime cuando he sido el único —según testimonio del propio Arnáiz— al que le ha pasado esto.

De modo que ya sabéis: si vais a participar como mecenas en el siguiente proyecto Home, aseguraos primero de cómo tienen planificado el tema de los envíos. Y si tratáis con Raúl Arnáiz rezad a la Virgen María para que el paquete no se pierda, pues en dicho caso os costará Dios y ayuda recibir las recompensas por las que pagásteis. Es un hueso duro de roer».

Cree mi amigo que todo este incidente podría servir para reflexionar sobre la vía del crowdfunding, como medio de financiación de proyectos, y sus posibles fallas. Pero me temo que el problema de fondo, más que con este novedoso sistema de microfinanciación propiamente dicho, está relacionado con la forma de actuar de las personas (en este caso Raúl Arnáiz que, como corresponsable del proyecto y remitente, no supo manejar bien la crisis, ni estar a la altura de lo que se le pedía) y, sobre todo, con la empresa de mensajería, cuyo repartidor no hizo bien su trabajo y terminó entregando el paquete donde no debía. No obstante, pienso que todo lo dicho hasta el momento sí podría valer para denunciar una serie de abusos que casi todos nosotros, como sufridos compradores de bienes por correo, hemos padecido alguna vez por parte de las empresas de reparto. Porque ¿a quién no le ha ocurrido que le dejen un paquete a su nombre en casa de un vecino, cuando no tienen que hacerlo (el correo siempre hay que entregarlo a la persona destinataria y exclusivamente a ella)? ¿O quién no ha tenido que acudir, alguna vez, a un punto de recogida establecido por la empresa de transporte, cuando son ellas las que están obligadas —todas ellas creo— a hacer varios intentos antes de acudir a esa vía? Pero claro, así sus repartidores se ahorran viajes y ellas gasolina, siendo el cliente-destinatario quien hace su trabajo. En fin, malas praxis que, unidas a una mala percepción de la responsabilidad, han terminado llevando a que se produzca este lamentable incidente (1).



Y hasta aquí el testimonio de "J". No hace falta decir que los dos autores del proyecto Home —el dibujante Raúl Arnáiz y el guionista Óscar Herrero—, si leen esta entrada y desean participar, tienen abierto el Nibelheim como canal de expresión para aclarar su postura y rebatir al amigo denunciante. Sólo ruego a todo el mundo que mantenga las formas y se digne a debatir (si llegara el caso) de manera educada y cordial. Se puede discutir de todo —incluso de política o religión (aunque algunos crean que no)— pero siempre con educación y respetando al interlocutor.

Actualización realizada el 02 de noviembre, a las 00:57 h.: tal como digo en uno de los comentarios que pueden verse más abajo, mi amigo "J" me ha comunicado que, el pasado miércoles, al fin pudo hablar personalmente con el repartidor de TIPS@ causante de todo este desaguisado que se denuncia en la entrada. ¿Y saben lo que le dijo? Que no tenía ni idea de dónde había entregado el paquete, pero que no había sido en la Escuela donde trabaja mi amigo... Que si no podía pedir al vendedor (es decir, a Arnáiz) que le enviara otro paquete igual. ¿Qué les parece...? "J" Llamó de nuevo personalmente a la agencia de reparto, exigió hablar con un responsable de la misma y le pidió todo tipo de explicaciones, así como saber qué tipo de responsabilidad pensaban asumir y cómo iban a solucionar el problema que le habían creado. Dicho responsable le dirigió de nuevo a Arnáiz señalando —tal como apuntaba JPL en los comentarios— que como él había sido el que gestionó los repartos ante la agencia tenía que ser también él quien hiciera cualquier reclamación. "J" se puso en contacto con Arnáiz para indicarle lo ocurrido y éste no sólo le dijo que algo así ya lo había intentado y no serviría para resolver el problema, sino que seguía responsabilizando a "J" por haber dado la dirección de un centro oficial, y no la particular... ¿Qué más se puede hacer cuando alguien no tiene el menor propósito de enmienda...? Mi amigo "J" me da las gracias y dice que va a pasar página con esto, agradeciendo mi ayuda y perjurando que no piensa colaborar más en un proyecto de crowdfunding (al menos de los que pueda promover Raúl Arnáiz).

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(1) Que no ha sido único, a juzgar por lo que puede leerse en la propia página web del proyecto Home (por ejemplo aquí), con los comentarios que cierto mecenas llamado Cybernapya cruza con Arnáiz.

domingo, 12 de enero de 2014

MOMENTOS PUBLICITARIOS: DOS PROYECTOS TEBEÍSTICOS QUE NECESITAN TU APOYO. "BRIGADA" Y "HOME"



COINCIDIENDO con las referencias al sistema crowdfunding, que algunos amigos y visitantes de este Nibelheim han hecho en la entrada precedente —referidas a la conveniencia de que Diego Cordoba tendría que haber utilizado dicho sistema de micromecenazgo para sacar adelante su abortada edición de Príncipe Valiente en color— abro esta nueva entrada precisamente para promocionar (en la medida de mis posibilidades) y hablarles de dos proyectos historietísticos que ahora mismo pueden seguirse (y apoyarse) en la plataforma Verkami, una de las más conocidas de nuestro país en este tipo de sistema alternativo a los tradicionales modelos de financiación de proyectos artísticos.



El primero de ellos se titula Home y propone la reedición del primer volumen de esta serie de ciencia ficción —que ya se realizó a través de otro crowdfunding—, así como la continuación de la misma en años próximos si se consigue la adecuada financiación. Es obra de Óscar Herrero y de Raúl Arnáiz, reciente ganador del "Premio del público al autor revelación" en Expocómic 2013 y autor de Leyendas de ParvaTerra, publicada por Norma. Los autores han creado una página muy completa en la que explican al detalle sus objetivos, exponen las distintas recompesas que pueden obtener los mecenas y aclaran las dudas que estos quieran plantear. Han incluido, además, abundante documentación gráfica sobre el proyecto y han elaborado, incluso, un simpático e impresionante vídeo para promocionarlo debidamente. Todo ello pueden encontrarlo ustedes pinchando en el siguiente enlace. Yo ya he realizado mi contribución y puedo decir que casi soy propietario del primer volumen anunciado pues, a falta de diez días para que se cierre el período de colaboración, casi han conseguido el total de la cantidad propuesta para financiar el proyecto, que es de 2.999 euros (en el momento de escribir estas líneas sólo les faltaba conseguir 168,00 eurillos). Así es que, ya saben... ¡¡Adelante y colaboren!!



El segundo proyecto es mucho más ambicioso que el anterior, no tanto por su contenido en sí, cuanto por la cantidad de dinero que pretende recaudar: 39.000 euros del ala. Podemos decir, en mérito del autor, que a sólo diez días de haberse puesto en marcha, ya ha conseguido reunir más de la mitad del dinero necesario (y no especifico más, pues a cada segundo que pasa esta cifra va cambiando). El éxito indubitable de la iniciativa —pues estoy convencido de que terminará saliendo adelante— creo que se debe a dos hechos fundamentales:
1º) El responsable de ponerla en marcha, Enrique Fernández, es un reconocido artista de larga trayectoria profesional (procedente del mundo de la animación) y que ha publicado con cierta frecuencia para editoriales francesas (de ahí que esté obteniendo muchísimo apoyo francófono).

2º) El dinero se destina a financiar el segundo volumen de una serie que ya está en marcha, y ello hace que la gente vea mayor seguridad en su inversión, al tener algo tangible entre manos (un primer libro) y saber que puede contar con que Fernández va a llegar hasta el final si tiene el apoyo económico necesario.


Dicha serie se titula Brigada y el primer número (que salió el pasado año, después de haber sido financiado también por crowdfunding a lo largo de 2012) obtuvo un éxito impresionante de recaudación, pues consiguió reunir 50.063 euros, de un presupuesto inicial calculado en 39.000 euros. Todo un logro, sí señor. Servidor tuvo el honor de colaborar entonces y lo hará también ahora, permitiendo a Enrique que pueda sacar adelante este segundo volumen de su serie. Si ustedes están interesados en el proyecto sólo tienen que pinchar aquí y visitar la detallada página promocional que se ha creado para la ocasión. Señalar, por último, que Enrique ha conseguido esta vez incluso la colaboración de alguna editorial extranjera para hacer la edición de la serie en un idioma que no es ninguno de los tres en que se había pensado originalmente (esto es, español, inglés y francés). Esto habla, creo yo, muy positivamente del alcance que ha tenido el proyecto.



Así es que ya saben: no dejen de visitar ustedes las páginas de Verkami en que se presentan las dos iniciativas comentadas e infórmense bien sobre ellas. No duden en poner su granito de arena, pues seguro que alguna de las muchas recompesas ofrecidas por los autores de ambos proyectos es más que adecuada para su bolsillo. Si les gustan los tebeos y colaboran en este tipo de iniciativas sabrán que han invertido su dinero de manera inmejorable. Les aseguro que no hay nada mejor que sentirse un pequeño Lorenzo de Medici (sobre todo en estos tiempos de codicia, miseria moral, injusticia y recortes de todo tipo en Cultura).

¡¡Por cierto!! Y no se priven de aportar su colaboración, incluso aunque ya se haya llegado a la cantidad inicialmente prevista, pues cuanto más dinero se consiga, mejor podrá salir adelante el proyecto (lo digo, sobre todo, por Home, cuyo plazo está pronto a finalizar).


















NOTA: todas las imágenes de Brigada, salvo las dos primeras, pertenecen a la campaña de promoción del primer álbum, o están extraídas del mismo.