miércoles, 30 de mayo de 2012

MILTON CANIFF: HISTORIETA, PUBLICIDAD Y PROPAGANDA



DURANTE la época dorada de los cómics de prensa norteamericana, los grandes cartoonist no sólo fueron reputados profesionales, que gozaban del reconocimiento y la admiración del público por sus habilidades artísticas, sino que muchos de ellos disfrutaban, además, de una popularidad tan grande y sus series eran tan conocidas que las empresas privadas solicitaban sus servicios para promocionar todo tipo de productos. Incluso las propias autoridades norteamericanas se dirigían a ellos para pedir su colaboración en campañas publicitarias o propagandísticas que perseguían los objetivos más diversos. En resumen: se les consideraba grandes personalidades, muy populares y capaces de influir sobre el conjunto de la sociedad.

 Caniff en la década de los 30


Uno de esos grandes dibujantes —de los más grandes, ciertamente— fue Milton Caniff (1907-1988), que con sus series Terry and the Pirates, primero, y Steve Canyon, después, alcanzó las cotas más altas de celebridad y de éxito. Es bien conocido el hecho de que, merced al enorme tirón popular que tuvieron ambos títulos, las autoridades militares norteamericanas decidieron aprovecharse de ellas propagandísticamente, tras su entrada en la II Guerra Mundial y durante el período de la llamada Guerra Fría. Para ello contaron con el consentimiento y la plena colaboración de Caniff, quien trabajó mano a mano con el Ejército, pues estaba sinceramente convencido de que su ayuda era una obligación patriótica y equivalía a esa parte alíquota de responsabilidad que, como ciudadano norteamericano, le correspondía en los esfuerzos bélicos que, en cada momento, estuviera llevando a cabo su país.
La primera (y famosa) dominical de Terry and the Pirates, publicada el 9 de diciembre de 1934


Así, en el caso de Terry and the Pirates, a partir de 1941 Caniff reorientó por completo el hilo argumental original de la serie, haciendo que el personaje homónimo que le daba nombre ingresara en las fuerzas aéreas y que la acción se desarrollara en el marco más amplio de la guerra, concretamente en una base militar norteamericana ubicada en China (con lo que no se perdía, del todo, la referencia geográfica original). También aparecieron nuevos personajes, y los que habían sido baza fundamental en los orígenes de la serie —Pat Ryan, Big Foot, Dragon Lady— perdieron protagonismo o sufrieron una profunda metamorfosis.

Dominical del 14 de noviembre de 1943, cuando el argumento
de la serie había dado un giro hacia la propaganda


En cuanto a Steve Canyon, el proceso fue similar al de Terry, aunque aquí la postura adoptada por Caniff y su "seguidismo" político quizá resulten más discutibles, pues en la nueva serie ya no se defendía una posición tan claramente justa y cargada de razón como había sido la de EE.UU en su lucha contra las potencias totalitarias del Eje, sino que se hacía propaganda de la nueva política anticomunista e imperialista adoptada por el país que había resultado ser el auténtico vencedor de la II Guerra Mundial, de donde salió convertido en superpotencia bélica y económica del mundo. Si al principio de la serie —que debutó en 1947, publicándose en 168 periódicos— Canyon aparece descrito como un atractivo as de la aviación desmovilizado que dirige una compañía de transportes aéreos y alquila sus servicios al mejor postor, tras iniciarse la Guerra de Corea (1950) Caniff reconducirá el argumento de la serie —como ya había ocurrido con Terry, haciendo que su protagonista reingrese en las fuerzas aéreas, desde donde participará en todo tipo de misiones que se desarrollan en el Sudeste Asiático y el Oriente Medio. Pero siempre en perfecta sintonía con las necesidades estratégicas y propagandísticas del Gobierno de EE.UU, y mostrándose a favor de la política intervencionista que puso en marcha a partir de la segunda mitad de los años 40. De hecho, el apoyo expreso de Caniff a la discutida Guerra de Vietnan, a la que se opuso una gran parte de la sociedad norteamericana, hizo que su popularidad y la del nuevo personaje se vieran seriamente menoscabadas. No obstante, la serie continuaría publicándose y el dibujante permanecería al frente de la misma hasta un poco antes de su muerte, acaecida en 1988.

Steve Canyon, tiras diarias del 23 al 25 de agosto de 1961


Para hacerse una idea de la popularidad y la influencia que Caniff llegó a alcanzar en su momento —y eso que no hemos hablado de los programas radiofónicos y televisivos a que dieron lugar sus series—, conviene recordar aquí el conocido episodio de cómo se leyó en voz alta, en el Congreso estadounidense, el guión de la dominical de Terry and the Pirates, correspondiente al 17 de octubre de 1943, en donde el personaje del Coronel Corkin —inspirado en un militar real de idéntica graduación: el coronel Philip "Flip" Cochram— le habla a Terry de las responsabilidades que tiene como piloto de combate, y sobre la importancia que debe otorgarle a toda la cadena logística y burocrática de las Fuerzas Armadas, que mantiene en marcha la maquinaria de guerra y facilita el éxito de las misiones que se llevan a cabo en los diversos frentes.

La célebre dominical con el "speech" o discurso del Coronel Corkin


Esta simbiosis entre Caniff, sus series de cómics y la política militar norteamericana le costó al mítico autor yanqui más de una crítica a este lado del Atlántico (donde las relaciones de la sociedad civil con el Ejército se ven, ciertamente, de manera muy distinta, y donde el concepto de "patriotismo" le produce urticaria, e incluso desprecio, a más de uno). Dichas críticas —aún activas en la actualidad— han ido de los simples reproches referenciales, más o menos duros, a gestos claramente extemporáneos y fuera de toda mesura, como el realizado por el dibujante madrileño Carlos Giménez, que en el año 1979 —espoleado, sin duda, por el ambiente político y la mayor libertad que se respiraba en España por aquella época— decidió rechazar el premio "Emilio Freixas" —otorgado el año anterior al propio Caniff—, pues consideraba que era un deshonor coincidir con el norteamericano siquiera en el hecho de tener el mismo galardón: «Milton Caniff y yo —decía el dibujante madrileño desde su incontaminada pureza progresista— no tenemos, por lo tanto, ni podemos tener nada en común. Ni siquiera un premio». No se debió percatar entonces Giménez —cegado, como parecía estar, por ese rigorismo tan propio de quien se cree en una posición de superioridad moral irrebatible— que al vincular necesariamente ideología política y arte mezclaba "churras con merinas" —cosa que no siempre hay que hacer— y desnaturalizaba, por completo, el premio concedido tanto a él como a Caniff. Además, con su descortés postura y con el desplante implícito en la carta que envió al jurado del "Emilio Freixas" dejaba en una posición bastante incómoda a Isaac del Rivero (director del Certamen de cine infantil y cómics de Gijón) y a la organización del premio, pues casi daba a entender en su incendiario escrito —aunque dijera lo contrario— que aquellos habían premiado a un delincuente y a un "fascista" (cosas que, por cierto, no era en absoluto Milton Caniff, por muchos defectos que pudiera tener). Pero el tiempo todo lo cura —incluso este tipo de sarpullido irreverente—, y hay testigos que posteriormente han oído decir a Giménez que no volvería a hacer algo parecido. Lo cual demuestra que el dibujante madrileño no sólo ha madurado y ha perdido esa irreflexiva fogosidad de su etapa más "activista", sino que también es inteligente. ¡Servidumbres de una época, sin duda!

Dos maestros de la historieta colocados en las antípodas ideológicas


Pero dejemos esta digresión y retomemos el hilo del discurso donde lo habíamos abandonado. El honor inusual otorgado a Caniff con ese acto del Congreso de los EE. UU de que hemos hablado iba a ser respondido por el autor de Ohio, como ya he señalado, con una colaboración sin reservas, ni fisuras, realizada a través de las dos series principales surgidas de su pluma y con la creación de otra nueva que iniciaría su andadura en 1943 e iba a perdurar hasta el 3 de marzo de 1946, una vez concluida la guerra: Male Call.



En este caso estamos ante un producto exclusivamente coyuntural y con una finalidad propagandística —elevar la moral de las tropas norteamericanas—, que surgió un poco por casualidad. En octubre de 1942, y a petición del Camp Newspaper Service —oficina de publicaciones del ejército norteamericano—, Caniff inició una especie de spin-off humorístico y militar de Terry and the Pirates, presentando a uno de los personajes femeninos de esta serie —la rubia Burma— como protagonista de la nueva tira (que iba a ser semanal). Pero el Tribune News Syndicate, propietario de los derechos sobre Terry, vetó la idea y Caniff se vio obligado a inventar un nuevo personaje, a través del cual ofrecer su personal aportación al "esfuerzo de guerra".


Surgiría, así, el personaje de Miss Lace, una explosiva, sofisticada y atractiva joven que venía a ser el trasunto (en versión inocente o noble) de esas otras mujeres vamp que Caniff ya había utilizado antes (Dragon Lady es la más célebre), y que tanta popularidad le habían dado entre la tropa. En el caso de Miss Lace —que en la nueva tira da rienda suelta a su carácter tierno y protector con todos los miembros del ejército que aparecen en la serie—, dicha popularidad alcanzaría cotas realmente inimagibles, como puede verse en las dos imágenes inferiores.


La seductora Miss Lace, en la célebre versión dibujada por Caniff que hemos visto arriba, se utilizó
para decorar el fuselaje de los bombarderos norteamericanos. En estos dos casos los artistas
la colocaron justo debajo de las torretas principales de los artilleros


Male Call conservaría siempre ese aire propagandístico y desenfadado que denota su origen, y aunque el proyecto nació con una finalidad bien limitada y específica —servir de entretenimiento a la tropa—, lo cierto es que el dibujante no iba a dejar de experimentar en sus tiras, ofreciendo un trabajo que, al menos desde el punto de vista gráfico y formal, no desmerece, en absoluto, del resto de su obra.



Pero al margen de estas creaciones, Caniff también participó activamente en campañas publicitarias de muy diversa índole. De hecho, al principio de su carrera había fundado un estudio junto a Noel Sickles, amigo de la infancia y verdadero artífice del estilo cartoonist —caracterizado por los juegos de claroscuros expresionistas, la realización naturalista y el empleo de un lenguaje narrativo muy cinematográfico—, que luego perfeccionaría y haría triunfar el propio Caniff, convirtiéndolo en uno de los más exitosos e imitados de todos a lo largo de la historia.

Tiras de Scorchy Smith (11-13 febrero de 1935), único personaje de cómic
que Sickles dibujó, antes de retirarse para dedicarse exclusivamente a la ilustración


Y son algunas de tales colaboraciones publicitarias, apenas conocidas por el público en general y realizadas por los dos amigos, lo que quiero mostrar a continuación, ya que no suelen verse ejemplos de las mismas en las entradas que se dedican por ahí al genial autor de Ohio. Por otro lado, constituyen una faceta profesional a la que tampoco se ha prestado demasiada atención en los estudios y trabajos dedicados a estos dos grandes artistas.

Los viejos amigos de la juventud, ya en su vejez. Fotografía realizada en 1981


Me refiero, en concreto, a una serie publicitaria —lo que los norteamericanos llaman Advertising strips— para la que Sickles y Caniff colaboraron conjuntamente, firmando con el pseudónimo de Paul Arthur. Se trata de un conjunto de planchas realizadas para la firma General Foods que comercializaba Postum, un producto hecho con grano tostado exento de cafeína —creado en 1895 por C. W. Post— y que iba a alcanzar una enorme popularidad durante la II Guerra Mundial, al presentarse como una bebida alternativa al café, cuando éste empezó a sufrir racionamientos, a causa de la economía bélica.

Anuncio de Postum, fechado en 1910, advirtiendo sobre las ventajas
derivadas de empezar a consumir el producto bien pronto, incluso desde la niñez


Aunque las planchas no iban encabezadas por ningún título genérico, sin embargo la serie es reconocida por el nombre de su personaje principal: Mr. Coffee-Nerves. Un fantasmal individuo vestido de blanco y tocado con chistera que es una representación alegórica de los nervios y alteraciones causados por la cafeína. El personaje cambió mucho de aspecto a lo largo del tiempo —en un intento de modernizarlo, pues conviene recordar que la serie tuvo bastante éxito y fue muy longeva—, pero conservó en todo momento la esencia de su carácter y modo de actuar. En todas sus historias, de una sola página y autoconclusivas, este malvado personaje intenta arruinar los diferentes proyectos vitales y personales de los protagonistas de cada breve aventura. En términos generales, el guión desarrolla situaciones cotidianas con una trama muy sencilla y bastante parecida siempre, dentro de las cuales Mr. Coffee Nerves —que es invisible para todos, menos para el lector— juega un papel muy activo, cizañando a los protagonistas de cada historia individual y transmitiendo bastante información por medio de bocadillos con forma de nube, que se diferencian de todos los que se utilizan con los demás personajes, representando así su naturaleza incorpórea y espectral.

Mr. Coffee Nerves en diferentes momentos de su existencia


Un ejemplo de la popularidad que tuvo la serie: anuncio en el metro durante los años 50


Al parecer, la serie comenzó su andadura en 1934 —al menos a dicho año pertenecen los ejemplos más tempranos que se han encontrado—,  y su existencia se prolongó hasta los años 50, con una interrupción durante los años de participación norteamericana en la II Guerra Mundial, tras la cual el personaje reapareció diseñado con un nuevo look, más moderno y "tecnificado", pero también más ridículo por improbable. En todo caso, la participación de Caniff y Sickles no se inició hasta 1936, extendiéndose a 1937 y a algunas colaboraciones esporádicas en los años inmediatamente posteriores (1940).




Durante un período de tiempo comprendido entre finales de los años 30 y principios de los 40, la serie sufrió un cambio abrupto de título y pasó a llamarse Mr. Caffeine Nerves, aunque conservó todas sus características definitorias. Asimismo, el éxito de la mismo hizo que a finales de los años 30 se desarrollara una tira paralela, titulada The Joys and Glooms, en la que un grupo de traviesos duendecillos —que sustituían la figura más siniestra de Mr. Coffe-Nerves— atormentaban a todos los que tomaban café. El estilo del dibujo es bastante más humorístico y a mí me recuerda mucho al del Roy Crane, genial creador de Wash Tubbs, Captain Easy y Buzz Sawyer. Pero posiblemente estaba realizado por uno de los dos Paul Fung (padre e hijo) que se hallaban en activo por aquellos años y trabajaron también para la serie principal.





Cuando Caniff y Sickles se hicieron cargo de la serie original, el personaje de Mr. Coffee-Nerves ya estaba perfectamente definido, como puede verse en las imágenes de arriba. De todas formas, se ha especulado con la posibilidad de que Dorne se hubiera basado en los rasgos de Mr. Crime, personaje creado por Charles Biro, uno de los dos editores del comic book Crime Does Not Pay —el otro fue Bob Wood— y antecesor de figuras como The Crypt-Keeper de EC Comics, o Uncle Creepy de la Warren (1). Recordemos también, por mor de la exhaustividad, que la figura de Biro se halla estrechamente asociado al personaje del antiguo (y primer) Daredevil, creación de Jack Binder y Jack Cole que fue el antecesor del personaje del mismo nombre que surgiría de la factoría Marvel durante los años sesenta.

El guardián de la cripta Mr. Crimes y el Tío Creepy (que les servirán a ustedes,
con mucho gusto, si es que se atreven a ponerse en sus manos)


Pero la filiación entre Mr. Crime y el protagonista de las tiras de Postum sería, más bien, al contrario, puesto que la creación de Biro es posterior a la de Mr. Coffee-Nerves. En todo caso, como no lo sabemos con seguridad, es preferible pensar que ambos autores tomaron como fuente de inspiración para los rasgos de sus respectivos personajes ese arquetipo mefistofélico, de gran recorrido en la tradición plástica de Occidente, que tanta influencia ha ejercido en nuestro imaginario colectivo, dando como resultado personajes que van desde el heroico Mandrake el Mago, al ridículo malvado que es el Pierre Nodoyuna (Dick Dastardly en el inglés original) de la serie Los autos locos (Wacky Races).

Un paseo por lo mefistofélico, a través de algunos personajes (de izquierda a derecha): Mandrake
el Mago, el actor Emil Jannings como Mefistófeles (en el Faust fílmico de Murnau), el bajo ruso
Fiodor Chaliapin como Méphistophele (en el Faust operístico de Gounod) y Pierre Nodoyuna


El trabajo de Sickles y Caniff para esta serie dio como resultado unas planchas de gran calidad artística, muy elaboradas y en las que aparecen representadas todas las características gráficas del estilo que ambos autores iban a desarrollar en sus respectivas series de comic strips: naturalismo, estilización, juego de marcados claroscuros, dibujo tendente a la caricaturización, etc. La verdad es que, obviando el argumento de los sencillos guiones, es como si estuviéramos leyendo una plancha de Terry and the Pirates, o de Scorchy Smit. Tan "estilosas" y buenísimas son estas páginas publicitarias. Al observarlas con detalle (cosa que pueden hacer cómodamente en la selección de viñetas que pongo abajo), comprobamos que Sickles y Caniff no escatimaron esfuerzos en su realización, cuidando al máximo la puesta en escena, la iluminación, la composición individual de cada viñeta y la de toda la página, el detallismo y variedad de los fondos, el acabado de conjunto, etc.







Algunos ejemplos de viñetas, en las que se aprecia el detallado trabajo de puesta en
escena que Sickles y Caniff llevaron a cabo en esta colaboración publicitaria para Postum


Como era habitual en las comic strips de la época, existen diferentes versiones de las mismas historias realizadas por Sickles y Caniff, sin duda por el hecho de haber sido remontadas las páginas para adecuar sus viñetas a los diferentes formatos de los periódicos en que iban a publicarse. En ocasiones, incluso, comprobamos que ambos autores remozaron por completo la plancha original, realizando otra enteramente nueva y cambiando planos, la disposición de los personajes, los decorados, la ambientación e, incluso, el contenido del guión. Así ocurre, por ejemplo, en la historia titulada Jim gets a big order, de la que hemos puesto un par de ejemplos abajo (2). Todo ello, seguramente, con la intención de adaptar mejor el trabajo al medio en el que iba a ser impreso. O, quizá, por un deseo de actualizarlo, si es que éste volvía a editarse tiempo después de su primera publicación.

Adaptación y remontaje de planchas se combinan con la realización ex novo de páginas enteras, como
puede verse en estos dos ejemplos que montamos en una sola imagen para que la comparación sea más fácil


Todo este material tan interesante lo ha estudiado con cierto detalle Ger Apeldoorn, y puede verse en las diferentes entradas que ha ido dedicando a la serie en su blog The Fabuleous Fifties (agrupadas bajo la etiqueta Paul Arthur). En ellas, no sólo hace hincapié en el trabajo de Sickles y Caniff, sino que sigue la pista de todos los artistas que trabajaron para la serie e intenta ordenar cronológicamente su colaboración en la misma, analizando someramente las peculiaridades estilísticas de la tarea realizada por cada uno de ellos. Entre los autores identificados por este bloguero podríamos citar a Paul Fung Sr. (creador de la serie Dumb Dora), Paul Fung Jr. (asistente de Chick Young en la serie Blondie), Lou Fine (que colaboró en Mr. Coffee-Nerves a finales de los años 40) y el más conocido Leonard Starr (autor de Mary Perkins, On Stage), quien, según Apeldoorn, es muy probable que trabajara en el título que estamos analizando a finales de los 40 y principios de los 50. A continuación pongo varios ejemplos de tiras para ilustrar el trabajo de estos otros artistas (distintos a Sickles y Caniff) que pasaron por la serie:

¿Lou Fine? (11-03-1934)


Albert Dorne (ad 1934)


Albert Dorne (08-04-1934)


Joe King (18-08-1940)


Joe King (02-10-1940)


Paul Fung (30-03-1941)


Leonard Starr (19-03-1950)


Leonard Starr (12-11-1950)


Con todo, lo más sorprendente es que Apeldoorn no ha llegado a descubrir —al menos lo desconocía en el momento de redactar sus entradas— quién fue el creador de la serie, tal como puede comprobarse en el artículo del 5 de agosto de 2009, donde confiesa que:
«Desafortunadamente no soy lo suficientemente conocedor del arte como para identificar al artista de este temprano ejemplo, pero quizá alguno de mis visitantes más entendidos sí pueda» (3).
Un servidor, sin embargo, estuvo explorando por la blogosfera y —cosas de la vida— logré averiguar que el creador de Mr. Coffee Nerves fue Albert Dorne, tal como ya he adelantado arriba. Comuniqué la noticia a Apeldoorn en su momento, aunque no sé si llegó a enterarse, pues no obtuve respuesta. En todo caso, el dato que he hallado puede verse en la página web oficial de la National Cartoonist Society, donde en una declaración personal hecha a modo de tarjeta de visita para dicha asociación, el propio Dorne aseguraba ser también el creador de una de las primeras Advertising strips y haber dibujado otras muchas series publicitarias:
«En 1930 inicié una de las primeras tiras publicitarias —la campaña para la pastilla de jabón oloroso (4) Lifebouy—, llegando a realizar tres o cuatro por semana. También creé Mr. Coffe Nerves para Postum e hice tiras publicitarias para los cereales de Post, para Camels y muchos otros» (5).
Albert Dorne at work


Pero Dorne fue, por encima de todo, uno de los más prestigiosos, reconocidos y prolíficos ilustradores norteamericanos de la postguerra, llegando a trabajar para las firmas y las publicaciones más prestigiosas de la época (según puede verse en el álbum de fotos de Leif Peng). En cualquier caso, su participación en la tira de Mr. Coffee-Nerves, así como la de dos artistas tan afamados como Noel Sickles y Milton Caniff son ejemplos paradigmáticos de la importancia que estas Advertising Strips tenían para los mercados publicitario e historietístico nortemericanos, lo que explica en gran medida el dignísimo tratamiento artístico dado por sus creadores, demostrando que ocio y negocio (o arte y dinero) no siempre tienen por qué ser incompatibles o ir separados.


Dos ejemplos del arte de Dorne


Al contrario que al bueno de Apeldoorn, a nosotros nos interesa exclusivamente —al menos por el momento— el material firmado por Paul Arthur (esto es, por Sickles y Caniff). Ha sido éste, por tanto, al que hemos prestado mayor atención y el que ofreceremos acto seguido a la consideración de todos ustedes, queridos visitantes. No todas las imágenes que siguen tienen igual calidad. En términos generales, las que hemos podido localizar en la red son bastante desiguales, pero se llevan la palma las copias en blanco y negro, pues han salido demasiado empastadas y apenas si se ve algo. Pero creemos que el interés de los documentos merece el esfuerzo que deban hacer ustedes por verlas. Siempre que hemos localizado una plancha en color —generalmente la más completa— la ponemos en primer lugar, seguida de su correspondiente variante en blanco y negro. En todo caso, esperamos que les guste y que disfruten con estos curiosos documentos del Noveno Arte.























Por cierto: añadir sólo que el tema de las Advertising Strips no se agota aquí, ni mucho menos. Se realizaron para todo tipo de productos (alimentos, laxantes, sanitarios, etc.) y las dibujaron artistas de grandísima calidad, como pueden ver en las siguientes planchas (extraordinarias y hermosas) con las que cierro la entrada. La primera está dibujada por K. Gunnor Peterson para promocionar un producto contra el insomnio y debo decir que, nada más verla, su estilo me ha recordado al del dibujante italiano Vittorio Giardino: igual de elegante y preciso. Desconozco quién puede ser el artista responsable de los siguientes tres ejemplos —¿quizá Albert Dorne, a juzgar por sus declaraciones citadas arriba (relativas a su colaboración para los productos Lifebuoy?)—, pero estaremos de acuerdo en reconocer que se trata de un dibujante fabuloso, elegante y con un precioso estilo.








¿Quién sabe? Quizá en próximas entradas sigamos desarrollando este mismo tema de las Advertising Strips. Pero, de momento, tenemos que dejarlo aquí, deseando que lo hayan pasado bien (o que, al menos, la entrada les haya resultado curiosa). ¡Ah! ¡Y no olviden supervitaminarse y mineralizarse! Con Postum, claro, o con cualquier otro producto sano.

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(1) Los lectores españoles interesados pueden consultar con provecho las diferentes entradas que Santiago García dedicó a la revista Crime Does Not Pay en su blog Mandorla. Pueden verse aquí, aquí, aquí y aquí.
(2) Un análisis bastante detallado de otra plancha que también sufrió profundos cambios puede verse en el blog Words and Pictures.
(3) «Unfortunately I am not enough of an art conaisseur to recognize the artist of this early sample, but maybe one of my more knowledgeable visitors will».
(4) A la hora de traducir, he intentado darle algún sentido a las siglas "B. O.", que acompañaban al nombre de la pastilla de jabón y que son la abreviatura de una frase con doble sentido que juega con las palabras "body odour" o "bad odour". Y es que Lifebouy fue la primera marca de jabón que desarrolló una campaña publicitaria concentrada no en demostrar la validez del producto para combatir a los microbios y mantenerse limpio, sino en la prevención del excesivo olor corporal.
(5) «In 1930 I started one of the first advertising strips - Lifebouy’s B.O. campaign - turning out three or four a week. I created "Mr. Coffee Nerves" for Postum and did advertising strips for Post cereals, Camels, and many others».