MENUDO sorpresón el que nos ha dado la pasada semana un tribunal de apelación de La Haya en el pleito que la Sociedad Moulinsart —poseedora de los derechos de autor sobre Tintín— mantenía contra un grupo de tintinófilos holandeses... ¡Pura dinamita! Al parecer, la Association Hergé Genootschap —que así se denomina dicho grupo, creado en 1999 e integrado por 680 socios— venía publicando una revista de distribución interna dedicada a su personaje fetiche, en la que aparecían incluidas imágenes del famoso reportero belga creado por Hergé. Pues bien, de acuerdo con su rapaz política de defensa de los derechos de utilización del personaje —y miren ustedes que estamos hablando de una asociación de fans sin ánimo de lucro—, Moulinsart demandó al grupo y le exigió el pago de daños y perjuicios por el empleo de ese material gráfico sin previa solicitud de permiso. Hasta aquí todo como siempre, con esa política tan agresiva que los herederos de Hergé vienen desplegando desde hace unos años.
Pero hete aquí que el abogado de la citada Association presentó ante el juez un documento de 1942 —aportado por un anónimo especialista en la obra de Hergé— que no es sino la copia del contrato que el dibujante belga firmó con Casterman. Y resulta que en él Hergé se muestra conforme con ceder explícitamente los derechos sobre textos y dibujos de todos sus álbumes a dicha editorial. A ello se añadiría el agravante de que Fanny Rodwell —viuda de Hergé y legataria universal de todos sus bienes— nunca llegó a impugnar, anular o negociar la modificación de este contrato, de modo que seguiría en vigor.
Partiendo de estos datos, la corte de La Haya ha concluido que Moulinsart no tiene ningún derecho que reclamar puesto que, en función del documento señalado, no los ostenta desde que Hergé los cedió. Así pues, ajustándonos a la lógica de los datos conocidos —y aunque en Derecho las cosas nunca son tan claras como parecen— nos podríamos preguntar, con toda razón, si acaso los responsables de Moulinsart no habrán iniciado un camino sin retorno que puede acabar costándoles la pérdida de ciertos derechos que, hasta el momento, venían gestionando con su conocido celo. Y a partir de ahí también podríamos concluir si no habría sido mejor dejar un poco de manga ancha, en lugar de ser tan codiciosos y "solícitos" a la hora de velar por la herencia de Hergé. Tanta demanda, tanto tribunal, tanto movimiento de papeles que, al final, han terminado haciendo saltar la liebre. Y por donde menos se esperaba, todo sea dicho...
Lo cierto es que el problema de los derechos de autor y Moulinsart tenía que explotar por algún lado, tarde o temprano. Desde luego nadie pensaba que pudiera hacerlo así —aunque habrá que esperar a saber cuál es el verdadero alcance de la sentencia, porque los abogados de los Rodwell no van a quedarse de brazos cruzados y recurrirán—, pero tenía que terminar produciendo problemas, dado el modo tan tiránico en que se están ejerciendo tales derechos desde hace años y ese deseo (inconfesado pero permanente) de querer convertir en "perpetuos" algo que ha de tener una caducidad. Y ello, por más triquiñuelas legales que los herederos de Hergé vayan inventándose para alargar la posesion de los mismos (como, por ejemplo, la de sacar un nuevo álbum justo antes de que caduquen los 70 años de plazo tras la muerte de Hergé, que se cumplen en 2053), circunstancia sobre la que ya reflexionamos aquí, y que supuestamente abriría un nuevo período de disfrute de los codiciados derechos.
Muchos aficionados (por no decir la mayoría) estarán disfrutando como enanos ante este varapalo judicial y les parecerá de perilla que empiecen a surgir como setas sentencias similares, pues se la tienen jurada al "maridísimo" de Fanny, por su modo rapaz de actuar a la hora de defender la herencia de Hergé. Ahora bien, a quien de verdad se le abre ahora un universo de oportunidades inimaginadas para maniobrar es a Casterman, cuyos responsables ya deben estar frotándose las manos al pensar en el beneficio que puede obtener su editorial si el proceso de demandas sigue adelante y se va reconociendo en otros tribunales esa pèrdida efectiva de Moulinsart respecto de los derechos de reproducción y utilización de imágenes de Tintín. Aunque por otro lado, me imagino que la todopoderosa editorial belga ya tendría controlada tal cuestión desde la muerte de Hergé (o incluso antes), y si nunca ha reclamado nada en concreto es porque no debe ser tan fácil (o porque no tiene derechos en los que apoyarse). En fin, no sé.
En cualquier caso, resulta admirable comprobar cómo Tintín, al igual que otros grandes personajes del Noveno Arte, siempre dará que hablar y permanecerá vivo, por más que se intente prohibir su difusión y acosar a la serie a través de denuncias oportunistas (como las de Mbutu Mondondo, de las que ya hablamos aquí y aquí), o de ridículos manifiestos conspiratorios (como el que en 1984 firmaron algunos dibujantes e intelectuales para evitar que se celebrara una exposición tintinesca en Barcelona, organizada por la "Fundación Miró", porque Tintín resultaba «peligroso para el reconocimiento adulto del noveno arte» y lo consideraban «una obra con destinatarios infantiles y sin el rango estético suficiente»...).
La pelota, en todo caso, ahora mismo está en el tejado de Casterman: ¡que hable, o que calle para siempre! Pero, sobre todo, que respete la voluntad de Hergé y no saque más álbumes del personaje...
Más datos aquí (que ha sido de donde surgió la noticia), aquí, aquí y aquí.
Añadido el 09/06/2015, a las 13:23 h.: en el siguiente enlace (en francés), el lector interesado encontrará un análisis preciso y bastante atinado del problema. Allí los hechos aparecen más contextualizados y, con ello, se contribuye a aclarar un poco más lo que pueda ocurrir en un futuro próximo. De todo el artículo destacaría el siguiente párrafo (que traduzco), pues en él aparece precisado lo que a partir de ahora, y tras la sentencia de La Haya, puede estar dilucidándose en el tablero de juego de los tribunales: «el problema [se refiere a la situación planteada tras la sentencia] pivota en torno a dos cuestiones: el de la legitimidad de citar una imagen de Tintín —es decir, de publicarla sin pagar derechos—, por una parte, y el de la gestión comercial de estos derechos, por otra».
A continuación añado la imagen con las dos hojas del contrato que, en 1942, Hergé suscribió con Casterman, y que ha sido decisivo para la sentencia contraria a Moulinsart (es una gentileza de Actua Bd, en el artículo que ya he citado antes).
Pero hete aquí que el abogado de la citada Association presentó ante el juez un documento de 1942 —aportado por un anónimo especialista en la obra de Hergé— que no es sino la copia del contrato que el dibujante belga firmó con Casterman. Y resulta que en él Hergé se muestra conforme con ceder explícitamente los derechos sobre textos y dibujos de todos sus álbumes a dicha editorial. A ello se añadiría el agravante de que Fanny Rodwell —viuda de Hergé y legataria universal de todos sus bienes— nunca llegó a impugnar, anular o negociar la modificación de este contrato, de modo que seguiría en vigor.
Partiendo de estos datos, la corte de La Haya ha concluido que Moulinsart no tiene ningún derecho que reclamar puesto que, en función del documento señalado, no los ostenta desde que Hergé los cedió. Así pues, ajustándonos a la lógica de los datos conocidos —y aunque en Derecho las cosas nunca son tan claras como parecen— nos podríamos preguntar, con toda razón, si acaso los responsables de Moulinsart no habrán iniciado un camino sin retorno que puede acabar costándoles la pérdida de ciertos derechos que, hasta el momento, venían gestionando con su conocido celo. Y a partir de ahí también podríamos concluir si no habría sido mejor dejar un poco de manga ancha, en lugar de ser tan codiciosos y "solícitos" a la hora de velar por la herencia de Hergé. Tanta demanda, tanto tribunal, tanto movimiento de papeles que, al final, han terminado haciendo saltar la liebre. Y por donde menos se esperaba, todo sea dicho...
Lo cierto es que el problema de los derechos de autor y Moulinsart tenía que explotar por algún lado, tarde o temprano. Desde luego nadie pensaba que pudiera hacerlo así —aunque habrá que esperar a saber cuál es el verdadero alcance de la sentencia, porque los abogados de los Rodwell no van a quedarse de brazos cruzados y recurrirán—, pero tenía que terminar produciendo problemas, dado el modo tan tiránico en que se están ejerciendo tales derechos desde hace años y ese deseo (inconfesado pero permanente) de querer convertir en "perpetuos" algo que ha de tener una caducidad. Y ello, por más triquiñuelas legales que los herederos de Hergé vayan inventándose para alargar la posesion de los mismos (como, por ejemplo, la de sacar un nuevo álbum justo antes de que caduquen los 70 años de plazo tras la muerte de Hergé, que se cumplen en 2053), circunstancia sobre la que ya reflexionamos aquí, y que supuestamente abriría un nuevo período de disfrute de los codiciados derechos.
Muchos aficionados (por no decir la mayoría) estarán disfrutando como enanos ante este varapalo judicial y les parecerá de perilla que empiecen a surgir como setas sentencias similares, pues se la tienen jurada al "maridísimo" de Fanny, por su modo rapaz de actuar a la hora de defender la herencia de Hergé. Ahora bien, a quien de verdad se le abre ahora un universo de oportunidades inimaginadas para maniobrar es a Casterman, cuyos responsables ya deben estar frotándose las manos al pensar en el beneficio que puede obtener su editorial si el proceso de demandas sigue adelante y se va reconociendo en otros tribunales esa pèrdida efectiva de Moulinsart respecto de los derechos de reproducción y utilización de imágenes de Tintín. Aunque por otro lado, me imagino que la todopoderosa editorial belga ya tendría controlada tal cuestión desde la muerte de Hergé (o incluso antes), y si nunca ha reclamado nada en concreto es porque no debe ser tan fácil (o porque no tiene derechos en los que apoyarse). En fin, no sé.
En cualquier caso, resulta admirable comprobar cómo Tintín, al igual que otros grandes personajes del Noveno Arte, siempre dará que hablar y permanecerá vivo, por más que se intente prohibir su difusión y acosar a la serie a través de denuncias oportunistas (como las de Mbutu Mondondo, de las que ya hablamos aquí y aquí), o de ridículos manifiestos conspiratorios (como el que en 1984 firmaron algunos dibujantes e intelectuales para evitar que se celebrara una exposición tintinesca en Barcelona, organizada por la "Fundación Miró", porque Tintín resultaba «peligroso para el reconocimiento adulto del noveno arte» y lo consideraban «una obra con destinatarios infantiles y sin el rango estético suficiente»...).
La pelota, en todo caso, ahora mismo está en el tejado de Casterman: ¡que hable, o que calle para siempre! Pero, sobre todo, que respete la voluntad de Hergé y no saque más álbumes del personaje...
Más datos aquí (que ha sido de donde surgió la noticia), aquí, aquí y aquí.
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Añadido el 09/06/2015, a las 13:23 h.: en el siguiente enlace (en francés), el lector interesado encontrará un análisis preciso y bastante atinado del problema. Allí los hechos aparecen más contextualizados y, con ello, se contribuye a aclarar un poco más lo que pueda ocurrir en un futuro próximo. De todo el artículo destacaría el siguiente párrafo (que traduzco), pues en él aparece precisado lo que a partir de ahora, y tras la sentencia de La Haya, puede estar dilucidándose en el tablero de juego de los tribunales: «el problema [se refiere a la situación planteada tras la sentencia] pivota en torno a dos cuestiones: el de la legitimidad de citar una imagen de Tintín —es decir, de publicarla sin pagar derechos—, por una parte, y el de la gestión comercial de estos derechos, por otra».
A continuación añado la imagen con las dos hojas del contrato que, en 1942, Hergé suscribió con Casterman, y que ha sido decisivo para la sentencia contraria a Moulinsart (es una gentileza de Actua Bd, en el artículo que ya he citado antes).