Götterdämmerung (El ocaso de los dioses), tercera jornada, en un prólogo y tres actos, del festival escénico Der Ring des Nibelungen (El anillo del nibelungo), con libreto y música de Richard Wagner. Estrenada en el Festival de Bayreuth el 17 de agosto de 1876.— Director musical: Pablo Heras-Casado.— Director de escena: Robert Carsen.— Escenógrafo y figurinista: Patrick Kinmonth.— Iluminador: Manfred Voss.— Director del coro: Andrés Máspero.— Intérpretes: Andreas Schager (Siegfried), Lauri Vasar (Gunther), Martin Winkler (Alberich), Stephen Milling (Hagen), Ricarda Merbeth (Brünnhilde), Amanda Majeski (Gutrune), Michaela Schuster (Waltraute), Claudia Huckle (1ª norna), Kai Rüütel (2º norna), Amanda Majeski (3ª norna), Elizabeth Bailey (Woglinde), Maria Miró (Wellgunde), Claudia Huckle (Flosshilde).— Coro y Orquesta titulares del Teatro Real (Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid).— Teatro Real de Madrid.— Jueves, 3 de febrero de 2022, 18:30 horas.
He de reconocer que, vivida en el teatro y constreñido en una de las minibutaquitas del Real durante cinco horas (ya sólo 1 hora y 55 minutos en el I acto), mi experiencia con esta tercera (y última) jornada de la que, posiblemente, sea una de mis obras líricas favoritas (la Tetralogía) termina convirtiéndose en una experiencia quasi pesadillesca y un punto insufrible. Si a eso le añadimos, además, lo anodino de la puesta en escena (con menos interés que un zapato viejo) y el hecho (fundamental) de que las funciones actuales suelen caracterizarse por un nivel medio/bajo en lo vocal, pues... Pero la música de Wagner, su proyecto musical en esta gran creación, consiguen que logren superarse casi todos los obstáculos (incluso la falta de espacio y de movilidad)...
No, no es un anuncio de colonia, ni de fino La Ina. Es el cartel para estas funciones del Teatro Real
Mi crónica será casi telegráfica; primero porque no tengo demasiado tiempo --ya, de hecho, este comentario va muy atrasado respecto de la velada que comenta-- y, segundo, porque la función tampoco merece un exceso de atención, aunque no dejó de ser correctísima en términos generales.
Pablo Heras Casado, factótum musical de esta Tetralogía programada en el último cuatrienio, desplegó buen pulso dramático y acertados tempi durante toda la velada (servidor es un maniático de esta última cuestión), sin caer en el excesivo rallentando que algunos utilizan para dar mayor grandiosidad a una música que ya la tiene de por sí. Algo desilusionante, sin embargo, (por falta de brío, de matices, de dinámicas), en la parte musical quizá más esperada y conocida de la obra: la Trauermarsch, que sonó contundente (la percusión excesiva), pero algo falta de inspiración y homogeneidad en su conjunto. Con todo, bastante bien en general.
Ricarda Merbeth fue una Brünnhilde absolutamente fallida. Su voz --que, en realidad, no valdría siquiera para ofrecer una perfecta Sieglinde-- es demasiado lírica, carece de registro medio y grave para hacer frente a la exigente partitura que Wagner otorgó a la valquiria predilecta y, por ende, fue incapaz de transmitir toda la fiereza, bravura y sentimiento que este maravilloso papel debe transmitir. Es cierto que los agudos estaban ahí, pero sin la potencia y sonoridad necesarias para hacer creíble la grandiosidad épica del personaje. Luego, además, el sonido por abajo aparecía completamente ahogado y roto, casi musitado, sin peso. Estuvo muy entregada (entregadísima, es cierto), pero el rol no consiste sólo en alcanzar las notas altas (con mayor o menor suficiencia). En resumen: muy poco adecuado y creíble.
Sigfrido le promete amor eterno a Brunilda en el acto I, pero luego se olvida de ello por culpa de una poción mágica
Andreas Schager fue, en mi opinión, el gran triunfador de la noche (aunque no al que más se aplaudió, todo sea dicho). Lo recordaba del Rienzi que se interpretó en este mismo Teatro Real en 2012, y del Siegfried que le pude escuchar también en el Götterdämmerung de La Scala el 2013 y, según esos recuerdos, no pensé que pudiera sacar adelante satisfactoriamente el exigentísimo papel de tenor que aquí construyó Wagner. Pero, para mi sorpresa, se mostró seguro y sólido durante toda la función, llegando al final de la misma en plenitud de facultades y muy entero. Con una voz muy "germánica", de gran amplitud, fáciles agudos y perfectamente audible en todo momento, demostró que el instrumento ha ido ensanchando desde aquellas ocasiones en que yo lo vi. En definitiva: construyó un Siegfried muy convincente, juvenil (casi insultante podríamos decir), siempre atento a las dinámicas y que alcanzó intacto (al menos tal fue mi impresión) el final de la función. Estupendo.
Schager/Sigfrido, el gran triunfador de la noche (para quien esto escribe)
El Hagen de Stephen Milling fue, a todas luces insuficiente. No es que uno esperase encontrarse con un Gottlob Frick redivivo, la verdad, pero sí con alguien que fuera capaz de dar mayor "hondura" y oscuridad a un rol que necesita ambas como el campo el agua de mayo. El instrumento de Milling, aunque estimable, resulta, sin embargo, demasiado claro, se resiente mucho en la franja grave y, además, anda bastante corto de volumen. Todo lo cual forma una cóctel terrible, tratándose del segundo personaje más siniestro de toda la Tetralogía. No estuvo mal, empero, en su feroz llamada a los "guibichungos", pero tampoco lo destacaría especialmente durante la función.
Hagen un poquito antes de darle "matarile" al pobre Sigfrido
Más anodino aún resultó el ya, de por sí estúpido, rol de Gunther en la voz de Lauri Vasar. Correcto, pero sin nada que destacar realmente desde el punto de vista vocal, lo cual resulta letal en un papel tan impersonal y veleta desde el punto de vista dramático. Aceptable, sin más.
Mucho mejor la Gutrune de Amanda Majeski. Señorial y muy creíble en lo actoral y dramático, desplegó además un instrumento de gran calidad y consistencia, todo lo cual dio como resultado una princesa "guibichunga" más madura de lo que suele ser habitual. De lo mejor, junto al Siegfried de Schager.
Sigfrido (el héroe) vacilando delante de Gutrune
Bastante destacable, también, la Waltraute de Michaela Schuster, máxime al compararla con la cortita Brünnhilde de Merberth.
Me gustó mucho el Alberich de Martin Winkler en el dúo, tan siniestro como sugerente, que encontramos al comienzo del segundo acto (siempre que lo escucho, por cierto, me acuerdo de Rigoletto y Sparafucile). El bajo barítono austríaco desplegó una voz oscura, cavernosa, de resonancias guturales que le van muy bien al personaje en general y muy particularmente en esta escena tan expresionista como tenebrosa. Buena prestación.
En cuanto a los dos tríos femeninos (Nornas e hijas del Rin), destacar, sobre todo, a la citada Majeski, que también brilló como tercera Norna. El resto, por lo demás, cumplió sobradamente con su papel.
Sigfrido hablando con las hijas del Rin en medio de la basurilla colocada por el director de escena
En cuanto a la puesta en escena... Humm... La puesta en escena... Bueno, pues más de lo mismo. Imagino que Robert Carsen tenía que justificar, de algún modo, sus honorarios, así es que, además de llenarnos el Rin de basura (¡oh, qué original!), también decidió que el ocaso de los dioses tenía que venir pasado por agua, aunque en el libreto se nos hable (con aplastante lógica dramática) de Loge; esto es: del fuego destructor y, sobre todo (no lo olvidemos), purificador. En fin... Es lo que hay.
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