DESPUÉS de haber renunciado al amor para siempre, paso mi vida amargando la existencia de los nibelungos que me sirven acumulando oro para mí. También aguardo el momento de mi venganza contra el mundo, por haberme hecho como soy, e intervengo de vez en cuando en diferentes blogs. Y todo transcurría con esa relativa tranquilidad —para mí, claro, más que para los nibelungos— hasta que un día recibí la visita sorpresa del poderoso Wotan, padre de los antiguos dioses, que iba acompañado del taimado Loge. Wotan me preguntó de qué podía servirme en el Nibelheim —la tierra de la niebla— el tesoro que forjan para mí los nibelungos, si aquí no había diversión en qué gastárselo. Cometí, entonces, el error de confesarle mis más íntimos pensamientos (¡bien que me arrepiento de ello!) y esto me costó muy caro, pues fui engañado por el heroico dios, quien me robó el oro y me dejó desconsolado, ya que con él pretendía ganar por la fuerza y con el chantaje el amor que la naturaleza me había negado. Sin percatarme de que me estaban engañando con artimañas propias de esclavos confesé a ambos dioses lo siguiente:
“La noche de Nibelheim / me sirve para crear tesoros / y cuando tenga / un buen montón / acumulado en la cueva / entonces haré milagros… / ¡Me apoderaré del mundo / y no lo compartiré con nadie…! ¡Id con cuidado, id con cuidado! / Porque cuando vosotros los hombres / estéis al servicio de mi poder, / el enano obligará / a vuestras hermosas mujeres, / que ahora rechazan que las corteje, / a aceptar mis deseos, / aunque el amor no le sonría… ¡Ja, ja, ja, ja, ja! / ¿Me habéis oído? / ¡Id con cuidado! / ¡Guardaos del nocturno ejército / si el tesoro del nibelungo, sale a la / luz desde las oscuras profundidades!”.*
Pero aunque alguna vez llegue ese momento de venganza que he deseado durante una eternidad —y para alcanzarlo he puesto a trabajar en ello a mi hijo Hagen, al que engendré para tal objetivo—, amanecerá un día en que todo será destruido (incluido ese maldito de Wotan) con el advenimiento del Ragnarok** o batalla del fin del mundo. Después de eso, todo se acabará. Y tenemos claro, incluso lo saben los dioses, que poco se puede hacer, porque es el destino. Sin embargo, ello sólo será el preludio de una nueva era eterna, en la que el mundo volverá a renacer mucho mejor de lo que ahora es: los campos se llenarán a rebosar de cereal; el sol brillará siempre y la tierra será verde y justa para todos. Una nueva generación de dioses, presidida por el renacido Baldur gobernará sobre la tierra y convivirá en paz con los hombres. En cuanto a mí, ya veremos si soy lo suficientemente hábil como para librarme de ir a una nueva morada oscura —más terrible que el Nibelheim— que se formará en el inframundo y que será tan vil como extensa: el Nastrond (o “filamento de cadáver”). Ninguna luz del sol llegará hasta allí. Todas sus puertas mirarán hacia el Norte. Todo él estará hecho de serpientes entrelazadas con sus cabezas mirando hacia adentro y arrojando tanto veneno que correrá como ríos en los que nadarán aterrorizados los asesinos, los perjuros y los incestuosos.
Como pueden ver ustedes, queridos lectores hijos de los hombres, mi futuro quizá no sea tan halagueño como yo desearía… Pero ya se verá. Aguardemos al Ragnarok…
CODA FINAL: Confío en que el maestro Richard Wagner —uno de los mayores genios que ha dado el mundo del arte— allá donde pueda encontrarse sabrá perdonarme las libertades que me he tomado con algunos textos de su ópera Das Rheingold —prólogo a su descomunal Tetralogía—, pues lo he hecho con el único objetivo de sacar adelante este breve divertimento que dedico a todo aquel que se detenga a visitarnos, a Mime y a mí, en este Nibelheim.
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* ”Schätze zu schaffen / und Schätze zu bergen, / nützt mir Nibelheims Nacht. / Doch mit dem Hort, / in der Höhle gehäuft, / denk' ich dann Wunder zu wirken: / die ganze Welt… / Habt acht! Habt acht! / Denn dient ihr Männer / erst meiner Macht, / eure schmucken Frau'n, / die mein Frei'n verschmäht, / sie zwingt zur Lust sich der Zwerg, / lacht Liebe ihm nicht! Hahahaha! / Habt ihr’s gehört? / Habt acht / vor dem nächtlichen Heer, / entsteignt des Niblungen Hort / aus stummer Tiefe zu Tag!„.
** Literalmente, “destino de los dioses”.
“La noche de Nibelheim / me sirve para crear tesoros / y cuando tenga / un buen montón / acumulado en la cueva / entonces haré milagros… / ¡Me apoderaré del mundo / y no lo compartiré con nadie…! ¡Id con cuidado, id con cuidado! / Porque cuando vosotros los hombres / estéis al servicio de mi poder, / el enano obligará / a vuestras hermosas mujeres, / que ahora rechazan que las corteje, / a aceptar mis deseos, / aunque el amor no le sonría… ¡Ja, ja, ja, ja, ja! / ¿Me habéis oído? / ¡Id con cuidado! / ¡Guardaos del nocturno ejército / si el tesoro del nibelungo, sale a la / luz desde las oscuras profundidades!”.*
Pero aunque alguna vez llegue ese momento de venganza que he deseado durante una eternidad —y para alcanzarlo he puesto a trabajar en ello a mi hijo Hagen, al que engendré para tal objetivo—, amanecerá un día en que todo será destruido (incluido ese maldito de Wotan) con el advenimiento del Ragnarok** o batalla del fin del mundo. Después de eso, todo se acabará. Y tenemos claro, incluso lo saben los dioses, que poco se puede hacer, porque es el destino. Sin embargo, ello sólo será el preludio de una nueva era eterna, en la que el mundo volverá a renacer mucho mejor de lo que ahora es: los campos se llenarán a rebosar de cereal; el sol brillará siempre y la tierra será verde y justa para todos. Una nueva generación de dioses, presidida por el renacido Baldur gobernará sobre la tierra y convivirá en paz con los hombres. En cuanto a mí, ya veremos si soy lo suficientemente hábil como para librarme de ir a una nueva morada oscura —más terrible que el Nibelheim— que se formará en el inframundo y que será tan vil como extensa: el Nastrond (o “filamento de cadáver”). Ninguna luz del sol llegará hasta allí. Todas sus puertas mirarán hacia el Norte. Todo él estará hecho de serpientes entrelazadas con sus cabezas mirando hacia adentro y arrojando tanto veneno que correrá como ríos en los que nadarán aterrorizados los asesinos, los perjuros y los incestuosos.
Como pueden ver ustedes, queridos lectores hijos de los hombres, mi futuro quizá no sea tan halagueño como yo desearía… Pero ya se verá. Aguardemos al Ragnarok…
CODA FINAL: Confío en que el maestro Richard Wagner —uno de los mayores genios que ha dado el mundo del arte— allá donde pueda encontrarse sabrá perdonarme las libertades que me he tomado con algunos textos de su ópera Das Rheingold —prólogo a su descomunal Tetralogía—, pues lo he hecho con el único objetivo de sacar adelante este breve divertimento que dedico a todo aquel que se detenga a visitarnos, a Mime y a mí, en este Nibelheim.
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* ”Schätze zu schaffen / und Schätze zu bergen, / nützt mir Nibelheims Nacht. / Doch mit dem Hort, / in der Höhle gehäuft, / denk' ich dann Wunder zu wirken: / die ganze Welt… / Habt acht! Habt acht! / Denn dient ihr Männer / erst meiner Macht, / eure schmucken Frau'n, / die mein Frei'n verschmäht, / sie zwingt zur Lust sich der Zwerg, / lacht Liebe ihm nicht! Hahahaha! / Habt ihr’s gehört? / Habt acht / vor dem nächtlichen Heer, / entsteignt des Niblungen Hort / aus stummer Tiefe zu Tag!„.
** Literalmente, “destino de los dioses”.
(Publicado originalmente el 23 de junio de 2010 en Desde el Nibelheim)
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