HACE poco traía yo a este Nibelheim el caso de Tintín, que se ha visto sentado en el banquillo de los acusados ante la demanda por racismo interpuesta, contra una de sus historias —Tintín en el Congo—, por un ciudadano congoleño que se siente ultrajado ante la actitud colonialista que el repipi reportero creado por Hergé desplegó en la citada aventura. Pues bien, ahora los medios de comunicación se han hecho eco de una nueva noticia que vuelve a trascender el mundo de la historieta para relacionar a otros personajes de tebeo con actitudes e ideologías abiertamente reprobadas en nuestras sociedades democráticas, al chocar de lleno contra los principios en que se sustentan éstas. Aunque resulte increíble, en esta ocasión los afectados han sido los pitufos (Les schtroumpfs), creación del dibujante belga Peyo.
Según el escritor francés Antoine Buéno los entrañables seres azules que han hecho las delicias de miles de niños serían «el arquetipo de la utopía totalitaria, impregnada de estalinismo y nazismo». Vamos, que reúnen en sí mismos lo peorcito que ha dado el ser humano en el último siglo de existencia.
En un libro que saldrá a la venta el próximo 1 de junio —titulado El pequeño libro azul, en referencia irónica al famoso Libro rojo de Mao—, Buéno analiza la que considerábamos idílica sociedad de los pitufos en clave político-ideológica y llega a la conclusión de que nos hallamos ante una comunidad autárquica y cerrada, sometida a un régimen económico comunista (no conocen la propiedad privada) y con un líder —Papá Pitufo— paternalista, benevolente y muy autoritario. El escritor francés considera, además, que los pitufos son machistas —la única fémina que aparece en la historia adopta un papel completamente pasivo— y que su universo transmite ideas sobre la superioridad de la raza aria —la Pitufina original es malvada y morena, pero cuando se vuelve buena se transforma en rubia— y a favor del antisemitismo, tal como lo demostraría el hecho de que los dos principales enemigos de estos minúsculos seres lleven nombres hebreos —Gargamel y Azrael— y respondan al cliché del judío sucio que transmitieron los nazis. ¡Qué! ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo?
Desde luego, todas estas reinterpretaciones de la creación de Peyo a la luz de la política y la ideología no son nuevas (como puede verse aquí o aquí). Y aunque la más extendida y manejada sea la que propone una lectura "comunista" de la sociedad pitufa, también se han dado otras que hablan del racismo intrínseco en la famosa historia de Los pitufos negros, de que el gorro blanco de los simpáticos enanitos es una representación del que utilizaban los miembros del Ku Klux Klan, o de la simbología sobre la alienación que se encierra en el hecho de que todos los pitufos vistan iguales y hablen exactamente del mismo modo. Antoine Buéno llega ahora para remozar esas viejas propuestas, dándoles una nueva cobertura "intelectual" y poniéndolas en primera línea informativa, merced a la próxima publicación de su libro. ¿Pero es que podíamos esperar menos de un escritor que se define a sí mismo como "prospectivista"? Menos mal que libra de la "quema" al pobre Peyo, pues Buéno asegura que el padre de los pitufos levantó este complejo edificio ideológico subliminal sin ser consciente de ello: todo era un resultado del ambiente que reinaba por la época en la que se desenvolvió Pierre Culliford (que así se llamaba el historietista belga).
Por lo que a mí respecta, yo no sé qué decirles. Me he quedado sin palabras. A otras personas, sin embargo, las propuestas de Buéno les han caído bastante mal, pues huelen a oportunismo barato que apestan. No en balde, la primera película en 3D que se va a hacer de los deliciosos enanitos azules se estrenará el 3 de agosto, apenas dos meses después de la salida al mercado del libro de Buéno. ¿Casualidad?
En fin, Serafín. Se sabía de las difíciles y complejas relaciones vecinales que han mantenido desde siempre los franceses con esos "celtitas" que aparecen en Asterix en Bélgica. ¡¡¡Pero llegar hasta un extremo semejante!!!
Según el escritor francés Antoine Buéno los entrañables seres azules que han hecho las delicias de miles de niños serían «el arquetipo de la utopía totalitaria, impregnada de estalinismo y nazismo». Vamos, que reúnen en sí mismos lo peorcito que ha dado el ser humano en el último siglo de existencia.
En un libro que saldrá a la venta el próximo 1 de junio —titulado El pequeño libro azul, en referencia irónica al famoso Libro rojo de Mao—, Buéno analiza la que considerábamos idílica sociedad de los pitufos en clave político-ideológica y llega a la conclusión de que nos hallamos ante una comunidad autárquica y cerrada, sometida a un régimen económico comunista (no conocen la propiedad privada) y con un líder —Papá Pitufo— paternalista, benevolente y muy autoritario. El escritor francés considera, además, que los pitufos son machistas —la única fémina que aparece en la historia adopta un papel completamente pasivo— y que su universo transmite ideas sobre la superioridad de la raza aria —la Pitufina original es malvada y morena, pero cuando se vuelve buena se transforma en rubia— y a favor del antisemitismo, tal como lo demostraría el hecho de que los dos principales enemigos de estos minúsculos seres lleven nombres hebreos —Gargamel y Azrael— y respondan al cliché del judío sucio que transmitieron los nazis. ¡Qué! ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo?
Desde luego, todas estas reinterpretaciones de la creación de Peyo a la luz de la política y la ideología no son nuevas (como puede verse aquí o aquí). Y aunque la más extendida y manejada sea la que propone una lectura "comunista" de la sociedad pitufa, también se han dado otras que hablan del racismo intrínseco en la famosa historia de Los pitufos negros, de que el gorro blanco de los simpáticos enanitos es una representación del que utilizaban los miembros del Ku Klux Klan, o de la simbología sobre la alienación que se encierra en el hecho de que todos los pitufos vistan iguales y hablen exactamente del mismo modo. Antoine Buéno llega ahora para remozar esas viejas propuestas, dándoles una nueva cobertura "intelectual" y poniéndolas en primera línea informativa, merced a la próxima publicación de su libro. ¿Pero es que podíamos esperar menos de un escritor que se define a sí mismo como "prospectivista"? Menos mal que libra de la "quema" al pobre Peyo, pues Buéno asegura que el padre de los pitufos levantó este complejo edificio ideológico subliminal sin ser consciente de ello: todo era un resultado del ambiente que reinaba por la época en la que se desenvolvió Pierre Culliford (que así se llamaba el historietista belga).
Por lo que a mí respecta, yo no sé qué decirles. Me he quedado sin palabras. A otras personas, sin embargo, las propuestas de Buéno les han caído bastante mal, pues huelen a oportunismo barato que apestan. No en balde, la primera película en 3D que se va a hacer de los deliciosos enanitos azules se estrenará el 3 de agosto, apenas dos meses después de la salida al mercado del libro de Buéno. ¿Casualidad?
En fin, Serafín. Se sabía de las difíciles y complejas relaciones vecinales que han mantenido desde siempre los franceses con esos "celtitas" que aparecen en Asterix en Bélgica. ¡¡¡Pero llegar hasta un extremo semejante!!!
No es tan dificil llevar al absurdo cualquier tema que nos propongamos. Me acuerdo, a bote pronto, las dimensiones de las tres pirámides se correspondían con las del universo. Los números se pueden manejar commo uno quiera y las estadísticas mas. Así que no digamos de las ideologías. Tarzan es un canto a la raza aria, la supremacía del blanco sobre el negro, el colonialismo hecho ideología, donde un mono puede tener mas sentimientos que un negro (no soporto la expresión "de color" ¿de que color? negro, pues eso). Y que conclusiones podríamos sacar de Bola de Dragón, del niño con rabo que para evitar transformarse en mono se lo corta, como si se tratara de un boxer. O sus sucesivas transformaciones hacia la perfección de super sayaidin rubio (o como se escriba).
ResponderEliminarEn fin, Manolín, que algo habrá, pero no tanto.
Por no hablar de la nariz de Pinocho.
ResponderEliminarQue se lo pregunten a Geppetto... (que seguramente era gay y por eso no estaba casado y vivía solo). "¡Miénteme Pinocho, miénteme!" En fin, por imaginar que no quede. ¿Ves como todos podemos sacarle punta... a la nariz de Pinocho?
ResponderEliminarMientras comentabas he retocado algo la entrada, mostrando que tras las manifestaciones de Buéno sobre los pitufos a lo mejor hay intereses espurios.
Me ha dejado usted anonadada, querido Alberich.
ResponderEliminarDonde Buéno ve una fémina sumisa yo veo una pitufa ejerciendo la poligamia. Que suerte tienen algunas, oiga: una para todos todos para una. Jejejeje
Me ha llamado la atención el origen del vocablo pitufo. Lo he buscado en la red esta tarde. He descubierto que los editores se inspiraron en el cuento infantil El Patufet. El Cavall Fort, revista editada en catalán en pleno franquismo, publicó en 1967 la versión catalana de los “Schtroumpf”, dos años antes del pitufo en castellano.
Yo los “Schtroumpf” los conocí con ese nombre en Francia y luego como barrufets.
Lo que no recuerdo es haber analizado ningún capítulo de los Pitufos en aquellas reuniones del PCE a las que asistía cuando era joven. Jijijii
En tiempos de crisis, por lo visto, todo vale con tal de sacar tajada. Es que las cosas están mu mal y ya sabe usted "e triste pedí pero má triste e robá".
Besos
PD: su blog es cada día más lindo. Me encantan las mejoras. Ánimo, escribimos pocos pero somos muchos los lectores. Créame.
Carinna Balsera:
ResponderEliminarMuchas gracias por la aportación sobre la etimología de los enanitos azules. Francamente curiosa y muy reveladora de cuál era el centro motor de la industria editorial española hace años.
Pásese por aquí más a menudo (aunque como bien dice, quizá sea cierto que mucha gente baja hasta el Nibelheim, pese a no dejar huella).
Besos también para usted.
Analógicamente sincronicidad.
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