UNO de los problemas más graves que siempre ha sobrellevado Europa desde el final del Antiguo Régimen —y a la vez una de sus grandezas, vamos a reconocerlo también— es tener a Alemania en su seno. Una de las naciones más cultas y avanzadas de todo el mundo y cuyas aportaciones al conocimiento humano han resultado esenciales. Pero, al mismo tiempo —y ahí están las contradicciones del Hombre—, los delirios de grandeza germánicos, sus alucinaciones imperialistas y su complejo de superioridad nos llevaron a dos terribles guerras mundiales (en el caso de la II eso es irrebatible; en el de la I quizá habría que considerar otros factores y matizar algo más, pues las causas que la propiciaron fueron bastante más complejas), al mayor genocidio de la Historia y a la puesta en práctica de las más horrendas teorías raciales y de darwinismo social.
Y es, precisamente, la intransigencia germánica actual —que ya no se manifiesta mediante la Blitzkrieg, sino a través del poderío económico y la rigidez temperamental— la que ha llevado a la ruina económica de los países del Sur europeo, que en la xenófoba y prepotente jerga de los del Norte son llamados "PIGS", con un acrónimo despectivo que reúne en la misma situación de miseria e inferioridad a los cuatro estados más castigados por la crisis: P(ortugal,) I(reland,) G(reece,) S(pain). Porque ciertamente se ha demostrado que la política de rígida austeridad liderada por Alemania e impuesta de manera férrea a los demás, y muy especialmente a aquellos países de la eurozona con elevadas deudas y excesivos déficits fiscales —pero que ella misma, sin embargo, no aplica en los mismos términos a sus conciudadanos— no ha contribuido, en absoluto a mejorar la situación de los ciudadanos europeos. Antes al contrario: ha arruinado la vida de millones de personas y cuando se ha conseguido arreglar algo ha sido a costa de sacrificar a las personas en beneficio de la macroeconomía, los mercados, las multinacionales, el capital y los propios intereses económico-políticos alemanes.
Conviene recordar en este punto, por ejemplo, que cuando se produjo la reunificación alemana entonces el gigante germano gozó de bastante comprensión por parte de sus socios europeos, que terminarían viéndose muy afectados por dicho proceso a la larga, tanto por lo que suponía "crear" un gigante dentro de la futura Zona Euro, como por el dinero que el resto de miembros de la Unión tuvo que aportar para que Alemania llevar adelante dicho proceso de reunificación. Hace poco se publicó un informe al respecto, y parece ser que el gasto total de la reunificación ascendió a dos billones (¡con b!) de euros, que pagamos todos los europeos. Es bueno recordar también que los bancos alemanes hicieron su agosto en todos los países europeos durante la época de vacas gordas —incluida Grecia, por supuesto—, y que no me cabe duda de que los inversores, banqueros, asesores y economistas germanos sabían ya entonces que aquello no podía terminar en nada bueno. Sin embargo, no dejaron de invertir y prestar en países que ahora quieren mandar a la ruina. Ojo, no eximo de responsabilidad a los gobernantes helenos, pues con su mala gestión propiciaron el desarrollo de un sistema lleno de corruptelas e inestabilidades, así como un país con un déficit de caballo y una deuda inasumible, pero sí quiero repartir las responsabilidades en lo que ahora está pasando. Y éstas no son únicamente de los griegos, considerando que la banca alemana es la mayor acreedora de la deuda helena.
A lo largo de toda la crisis no han dejado de escucharse voces críticas contra la política de rígida austeridad impuesta por Alemania a todos sus socios europeos, que responde a unos intereses particulares bien calculados y que poco tienen que ver con el del resto de países de la UE. De hecho, los resultados de la misma en Irlanda, Portugal y Grecia han terminado siendo verdaderamente desastrosos. Y si nosotros, en España, no hemos salido tan mal parados —aunque esto sea relativo, pues las pérdidas a nivel de tejido empresarial, de puestos de trabajo y de ruina para cientos de miles de familias que han visto perdidas sus esperanzas de futuro— es porque nuestro país, tiene más población y una economía más sólida. Ahora que parece ir viéndose algo de luz al final del tunel vuelven al ataque quienes propugnan más gasto e inversión pública para activar la economía. Y vuelven, también, quienes ponen en duda de nuevo el papel jugado por Alemania y su gobierno en este ajuste salvaje que han sufrido las economías en Europa y la responsabilidad que les ha cabido por ello. De ahí que el pasado 4 de febrero el humorista Forges hiciera en el diario El País la siguiente reflexión:
No está desencaminado Forges con el mensaje que transmite en su chiste. Pero claro, nos queda una cuestión que tampoco deberíamos dejar de considerar, pues no es baladí: ¿qué sería de la UE si no estuviera el motor económico de la misma? Porque vamos a ver: Alemania ahora está apretando las clavijas en una situación que ella misma ha contribuido a crear (no lo neguemos), pero también debemos reconocer que gran parte de los fondos de desarrollo aportados por la UE a todos los países europeos —incluidos los PIGS— procedían de las arcas germanas, por lo que su papel ha sido decisivo en la política de convergencia europea. En fin, que todo es mucho más complejo de lo que parece.
Conviene recordar en este punto, por ejemplo, que cuando se produjo la reunificación alemana entonces el gigante germano gozó de bastante comprensión por parte de sus socios europeos, que terminarían viéndose muy afectados por dicho proceso a la larga, tanto por lo que suponía "crear" un gigante dentro de la futura Zona Euro, como por el dinero que el resto de miembros de la Unión tuvo que aportar para que Alemania llevar adelante dicho proceso de reunificación. Hace poco se publicó un informe al respecto, y parece ser que el gasto total de la reunificación ascendió a dos billones (¡con b!) de euros, que pagamos todos los europeos. Es bueno recordar también que los bancos alemanes hicieron su agosto en todos los países europeos durante la época de vacas gordas —incluida Grecia, por supuesto—, y que no me cabe duda de que los inversores, banqueros, asesores y economistas germanos sabían ya entonces que aquello no podía terminar en nada bueno. Sin embargo, no dejaron de invertir y prestar en países que ahora quieren mandar a la ruina. Ojo, no eximo de responsabilidad a los gobernantes helenos, pues con su mala gestión propiciaron el desarrollo de un sistema lleno de corruptelas e inestabilidades, así como un país con un déficit de caballo y una deuda inasumible, pero sí quiero repartir las responsabilidades en lo que ahora está pasando. Y éstas no son únicamente de los griegos, considerando que la banca alemana es la mayor acreedora de la deuda helena.
A lo largo de toda la crisis no han dejado de escucharse voces críticas contra la política de rígida austeridad impuesta por Alemania a todos sus socios europeos, que responde a unos intereses particulares bien calculados y que poco tienen que ver con el del resto de países de la UE. De hecho, los resultados de la misma en Irlanda, Portugal y Grecia han terminado siendo verdaderamente desastrosos. Y si nosotros, en España, no hemos salido tan mal parados —aunque esto sea relativo, pues las pérdidas a nivel de tejido empresarial, de puestos de trabajo y de ruina para cientos de miles de familias que han visto perdidas sus esperanzas de futuro— es porque nuestro país, tiene más población y una economía más sólida. Ahora que parece ir viéndose algo de luz al final del tunel vuelven al ataque quienes propugnan más gasto e inversión pública para activar la economía. Y vuelven, también, quienes ponen en duda de nuevo el papel jugado por Alemania y su gobierno en este ajuste salvaje que han sufrido las economías en Europa y la responsabilidad que les ha cabido por ello. De ahí que el pasado 4 de febrero el humorista Forges hiciera en el diario El País la siguiente reflexión:
No está desencaminado Forges con el mensaje que transmite en su chiste. Pero claro, nos queda una cuestión que tampoco deberíamos dejar de considerar, pues no es baladí: ¿qué sería de la UE si no estuviera el motor económico de la misma? Porque vamos a ver: Alemania ahora está apretando las clavijas en una situación que ella misma ha contribuido a crear (no lo neguemos), pero también debemos reconocer que gran parte de los fondos de desarrollo aportados por la UE a todos los países europeos —incluidos los PIGS— procedían de las arcas germanas, por lo que su papel ha sido decisivo en la política de convergencia europea. En fin, que todo es mucho más complejo de lo que parece.
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