A lo largo de nuestra reciente historia democrática, todos los presidentes de Gobierno han sido muy reticentes a la hora de realizar cambios en sus gabinetes. ¿Desconfianza? ¿Soberbia? ¿Creencia de que, si lo hacen, los demás podían pensar que se trata de un signo de debilidad? No sé, pero es algo comprobado. Rajoy, por supuesto, no iba a ser menos, y eso que más de un ministro de su equipo actual —al margen de Wert, el peor valorado de todos— podría merecer su relevo para intentar limar algunas objeciones que circulan por la calle y que, quizá, desaparecerían con dichas sustituciones.
Pero no: un solo cambio en el Gobierno (el del citado Wert) y diferentes movimientos tácticos en el seno del partido. Lo más destacable, con todo, ha sido la imposibilidad de relevar a María Dolores de Cospedal (quien, al parecer, se ha resistido fuertemente, haciendo que Rajoy tuviera que mover otras fichas: como la de apuntalar la figura de su Jefe de Gabinete, Jorge Moragas, que se va perfilando como hombre fortísimo). Los demás cambios sólo han sido para quedar bien de cara a la galería. Y es que, como el resto de líderes políticos, el Presidente también se ha apuntado a la tontería ésa que soltó Albert Rivera en su momento —sobre la juventud como condición sine qua non para hacer política en la actualidad—, y nos ha metido al telegénico Pablo Casado, al citado Moragas, a Javier Maroto, a Andrea Levy, a Fernando martínez y a Íñigo Méndez (que da una imagen algo más lozana que el achicharrado Wert...). Pero todos sabemos —incluido el propio Rajoy— que se ha tratado sólo de un poquito de maquillaje para ver si es capaz de llegar a las elecciones generales con la menor pérdida de votos...
Pero no: un solo cambio en el Gobierno (el del citado Wert) y diferentes movimientos tácticos en el seno del partido. Lo más destacable, con todo, ha sido la imposibilidad de relevar a María Dolores de Cospedal (quien, al parecer, se ha resistido fuertemente, haciendo que Rajoy tuviera que mover otras fichas: como la de apuntalar la figura de su Jefe de Gabinete, Jorge Moragas, que se va perfilando como hombre fortísimo). Los demás cambios sólo han sido para quedar bien de cara a la galería. Y es que, como el resto de líderes políticos, el Presidente también se ha apuntado a la tontería ésa que soltó Albert Rivera en su momento —sobre la juventud como condición sine qua non para hacer política en la actualidad—, y nos ha metido al telegénico Pablo Casado, al citado Moragas, a Javier Maroto, a Andrea Levy, a Fernando martínez y a Íñigo Méndez (que da una imagen algo más lozana que el achicharrado Wert...). Pero todos sabemos —incluido el propio Rajoy— que se ha tratado sólo de un poquito de maquillaje para ver si es capaz de llegar a las elecciones generales con la menor pérdida de votos...
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