© Paco Roca y Astiberri
DURANTE este mes de enero que ahora fenece, Joan Navarro ha estado publicando en su blog Viñetas una serie de entradas dedicadas a recordar a los viejos autores de Bruguera. El material procede de diferentes números de la revista DDT, pertenecientes al año 1968, y consisten éstas en una foto del autor de turno y la cita de una frase suya sobre la profesión (que, imagino, salió publicada en cada una de esas revistas). De todas ellas, me ha llamado especialmente la atención la correspondiente a Carlos Conti (1916-1975), por la sentenciosa y minusvalorada opinión que este importante y decisivo autor de nuestro pasado tebeístico tenía sobre su profesión y la actividad que realizaba. Héla aquí:
«Para mí, la historieta es algo superficial, bastante inferior a la literatura y que limita demasiado la imaginación del lector».
A primera vista podría parecer que la manifestación de Conti —quien, por encima de todo, destacaría como humorista gráfico— era el producto de aquel tiempo y lugar (nuestro país en el año 1968) y, sobre todo, de una manera de ver la profesión que venía condicionada por el limitado concepto que se tenía de la historieta en aquella época: una cosa —los tebeos— que era propia (y exclusiva) de los niños. En esa España recreada no hace mucho por Paco Roca en El invierno del dibujante —una España donde no se respetaba el trabajo de los historietistas, donde las editoriales les escamoteaban el menor reconocimiento y derechos, donde les impedían desarrollarse artísticamente con libertad— ¿cómo iba a ser posible otra opinión sobre el medio distinta a la de Conti? Y, sin embargo, como el propio Roca nos muestra en la obra citada, o como podemos ver en otras entradas de las que ha publicado Navarro, sí que se dieron posturas coetáneas mucho más lúcidas, premonitorias y reivindicativas del medio, más cercanas a la realidad actual que a la que pudiera haber en aquel momento.
Así, frente a la referida opinión de Conti podemos encontrar la de José Escobar —para quien la historieta era un medio que tenía que llegar algún día a los adultos y así poder desarrollar todo su potencial expresivo—, la de Roberto Segura —que veía muy clara la utilidad pedagógica de la historieta—, la de Alfonso Figueras —que se hallaba en las antípodas de Conti y consideraba a la historieta como una manifestación artística más, aunque tenga mucho de "cocina y oficio" (por repetir sus propias palabras)—, o la del gran Raf —uno de mis favoritos—, que era plenamente consciente de estar practicando una profesión que era mitad arte y oficio, pues no sólo se necesitaba dibujar, sino también saber narrar.
En fin, Serafín. Como podemos ver, la cosa parece ser una cuestión de idiosincrasia, de convencimiento o, ¿por qué no?, de simple gusto personal, más que de condiciones ambientales concretas. Y así lo demuestra el hecho de que, incluso, autores que siguen trabajando en la actualidad defiendan opiniones que podrían parecernos contradictorias respecto de la valoración y el reconocimiento artísticos que ha experimentado el medio en las últimas decenas de años (según pudimos ver, por ejemplo, con cierta opinión del maestro Sergio Toppi, que incluimos en una entrada publicada aquí hace ya un tiempo). En el caso concreto de Conti, quizá también haya sido su marcada preferencia por el humor gráfico, por el chiste —en el que fue un auténtico maestro— y, sobre todo, el deseo de escribir y dibujar para adultos las razones que explican su peyorativa opinión sobre la historieta, que veía como un género menos capaz de influir sobre la sociedad. En todo caso, no lo olvidemos, él fue uno de "los cinco grandes" que se marcharon de Bruguera para iniciar el proyecto de Tío Vivo, intentando romper con las férreas condiciones de control sobre la creación y los derechos que padecían los profesionales españoles en los años anteriores a la apertura de los setenta. Y por si no bastara este último argumento, además tenemos el hecho de que, al igual que Toppi, Conti hablaba desde la autoridad indubitable del que hace profesión y arte, después de haber mostrado durante decenas de años que fue uno de los mejores. De manera que su opinión, aunque discutible o sorprendente, debe resultarnos absolutamente respetable, por autorizada.
A pesar de todo, tanto en un supuesto como en el otro —en el del español y el italiano, me refiero—, el error fundamental consiste en partir de una premisa errónea: la de establecer comparaciones entre medios que, por características, objeto y vías de expresión, son bien distintos y poco tienen que ver entre sí. Y es que la historieta ni puede ser comparada con la literatura (como hacía el bueno de Conti), ni con otras manifestaciones plásticas (pintura, escultura...), según opinión del gran Toppi. A cada cosa lo suyo...
Y acabamos, ¡cómo no! ofreciéndoles unas cuantas imágenes de algunas de las maravillosas historietas que dibujó Conti. La soltura, la simplicidad, la eficacia y el humor amable como marcas de fábrica de la casa. ¡Que las disfruten!
«Para mí, la historieta es algo superficial, bastante inferior a la literatura y que limita demasiado la imaginación del lector».
A primera vista podría parecer que la manifestación de Conti —quien, por encima de todo, destacaría como humorista gráfico— era el producto de aquel tiempo y lugar (nuestro país en el año 1968) y, sobre todo, de una manera de ver la profesión que venía condicionada por el limitado concepto que se tenía de la historieta en aquella época: una cosa —los tebeos— que era propia (y exclusiva) de los niños. En esa España recreada no hace mucho por Paco Roca en El invierno del dibujante —una España donde no se respetaba el trabajo de los historietistas, donde las editoriales les escamoteaban el menor reconocimiento y derechos, donde les impedían desarrollarse artísticamente con libertad— ¿cómo iba a ser posible otra opinión sobre el medio distinta a la de Conti? Y, sin embargo, como el propio Roca nos muestra en la obra citada, o como podemos ver en otras entradas de las que ha publicado Navarro, sí que se dieron posturas coetáneas mucho más lúcidas, premonitorias y reivindicativas del medio, más cercanas a la realidad actual que a la que pudiera haber en aquel momento.
Viñeta de El invierno del dibujante, de Paco Roca (© Roca y Astiberri)
Así, frente a la referida opinión de Conti podemos encontrar la de José Escobar —para quien la historieta era un medio que tenía que llegar algún día a los adultos y así poder desarrollar todo su potencial expresivo—, la de Roberto Segura —que veía muy clara la utilidad pedagógica de la historieta—, la de Alfonso Figueras —que se hallaba en las antípodas de Conti y consideraba a la historieta como una manifestación artística más, aunque tenga mucho de "cocina y oficio" (por repetir sus propias palabras)—, o la del gran Raf —uno de mis favoritos—, que era plenamente consciente de estar practicando una profesión que era mitad arte y oficio, pues no sólo se necesitaba dibujar, sino también saber narrar.
Conti ante la mesa de trabajo
En fin, Serafín. Como podemos ver, la cosa parece ser una cuestión de idiosincrasia, de convencimiento o, ¿por qué no?, de simple gusto personal, más que de condiciones ambientales concretas. Y así lo demuestra el hecho de que, incluso, autores que siguen trabajando en la actualidad defiendan opiniones que podrían parecernos contradictorias respecto de la valoración y el reconocimiento artísticos que ha experimentado el medio en las últimas decenas de años (según pudimos ver, por ejemplo, con cierta opinión del maestro Sergio Toppi, que incluimos en una entrada publicada aquí hace ya un tiempo). En el caso concreto de Conti, quizá también haya sido su marcada preferencia por el humor gráfico, por el chiste —en el que fue un auténtico maestro— y, sobre todo, el deseo de escribir y dibujar para adultos las razones que explican su peyorativa opinión sobre la historieta, que veía como un género menos capaz de influir sobre la sociedad. En todo caso, no lo olvidemos, él fue uno de "los cinco grandes" que se marcharon de Bruguera para iniciar el proyecto de Tío Vivo, intentando romper con las férreas condiciones de control sobre la creación y los derechos que padecían los profesionales españoles en los años anteriores a la apertura de los setenta. Y por si no bastara este último argumento, además tenemos el hecho de que, al igual que Toppi, Conti hablaba desde la autoridad indubitable del que hace profesión y arte, después de haber mostrado durante decenas de años que fue uno de los mejores. De manera que su opinión, aunque discutible o sorprendente, debe resultarnos absolutamente respetable, por autorizada.
Escobar, Conti, Cifré, Peñarroya y Giner: "los cinco grandes" de Bruguera
A pesar de todo, tanto en un supuesto como en el otro —en el del español y el italiano, me refiero—, el error fundamental consiste en partir de una premisa errónea: la de establecer comparaciones entre medios que, por características, objeto y vías de expresión, son bien distintos y poco tienen que ver entre sí. Y es que la historieta ni puede ser comparada con la literatura (como hacía el bueno de Conti), ni con otras manifestaciones plásticas (pintura, escultura...), según opinión del gran Toppi. A cada cosa lo suyo...
Y acabamos, ¡cómo no! ofreciéndoles unas cuantas imágenes de algunas de las maravillosas historietas que dibujó Conti. La soltura, la simplicidad, la eficacia y el humor amable como marcas de fábrica de la casa. ¡Que las disfruten!
Apolino Tarúguez, hombre de negocios
El loco Carioco
La vida adormilada de Morfeo Pérez
Mi tío Magdaleno
Planeta editará este año "EL Guerrero del Antifaz" En apaisado y con las portadas originales y dandole un color infográfico a las páginas del cuadernillo.
ResponderEliminarEsperemos que colme nuestras esperanzas.
Y Buck Dany es el siguiente integral que saca Ponent Mon.
Y Barbarroja...ya falta menos para verlo publicado. (los derechos estan adquiridos en lengua castellana por una editorial española)
Buenos tiempos para el buen cómic.
Efectivamente, JUAN, una época realmente buena para los tebeos. Y no sólo en lo que respecta a su edición, sino por toda la cobertura que se da hoy día al medio (blogs, concursos, festivales, premios, etc.).
ResponderEliminarLástima no haber nacido un poco más tarde para poder seguir disfrutando de todas estas ventajas durante más años...
Un saludo cordial.