viernes, 6 de abril de 2012

NECROLÓGICAS: ANTONIO MINGOTE BARRACHINA (1919-2012)



OTRO maestro —en esta ocasión del humor gráfico— se nos ha ido para siempre: Antonio Mingote falleció el pasado martes, en Madrid, a la provecta y venerable edad de 93 años. Estuvo trabajando hasta el final y la Parca que vino a llevárselo casi tuvo que retirarlo del tablero de dibujo, desde el que estuvo repartiendo ingenio, agudeza de análisis y buen hacer durante más de sesenta años, pues su última colaboración para la prensa —en realidad para el diario ABC, donde siempre trabajó— corresponde al pasado 12 de febrero.



No sé yo si será casualidad (¿o premonición?), pero lo cierto es que hará cosa de una semana mi hermano Mime y un servidor estuvimos hablando de Mingote, al que recordamos después de ver un documental dedicado al director de cine Edgar Neville, incluido en una reciente edición para coleccionistas de su película La torre de los siete jorobados. Allí se hacía referencia a la que se ha denominado "la otra generación del 27" —esto es, el grupo de amigos del cineasta, entre los que se contaban Enrique Jardiel Poncela, José López Rubio, Ramón Gómez de la Serna, Álvaro de Laiglesia, Tono o Miguel Mihura— y se hablaba del semanario satírico La Codorniz, fundado en 1941 por este último y en el que entró a colaborar el propio Mingote prácticamente desde sus inicios (en 1946). Unas imágenes con algunos dibujos del maestro ahora fallecido nos hicieron recordar a Mime y a mí lo mayor que era y cómo, a pesar de todo, seguía al pie del cañón y publicando su viñeta diaria en ABC. Pero ya ven ustedes: después de eso leí en algún medio digital que se hallaba muy enfermo y el martes por la tarde nos enteramos de su muerte. Una lástima, la verdad, porque se ha ido otro de los grandes.

La mítica portada del primer número de La Codorniz, con el famoso chiste de Tono


Mingote siempre decía que él sólo se recordaba dibujando, pues era lo único que había hecho en toda su vida. Aunque se conservan dibujos suyos bastante antiguos —por ejemplo, es conocido uno que envió en 1932 para un concurso organizado por ABC, diario del que acabaría siendo su dibujante estrella— y pese a que realizó sus pinitos durante la Guerra Civil publicando en una revista extraoficial titulada La cabra, lo cierto es que su carrera como "chistógrafo" comenzó realmente en 1946, cuando entró a colaborar en la mencionada La Codorniz, que entonces ya dirigía Álvaro de Laiglesia.

Primera tentativa "amateur" con ABC, realizada en el lejano 1932


Pero iba a ser en ABC donde Mingote alcanzaría todo el reconocimiento y la celebridad de los que ha gozado posteriormente, dando lugar a una de las colaboraciones profesionales más fructíferas y longevas que se recuerdan en la prensa española (1). Un verdadero ejemplo de lealtad que ABC está reconociendo generosamente desde el mismo día de su muerte —con un especial, numerosas noticias y un amplio dossier de colaboraciones— y que convirtió a Mingote en toda una institución de la casa (como lo demuestra el hecho de haber sido portada del diario en numerosas ocasiones, circunstancia bastante extraordinaria para un humorista gráfico como era él).



Las portadas de Mingote, una constante en el diario ABC y caso único en la prensa española


Su primera viñeta para el rotativo madrileño —que, incluso, ha modificado estos días su cabecera de la edición digital para celebrar la memoria del dibujante y homenajearle— apareció publicada en la página 25 del ejemplar correspondiente al viernes 19 de junio de 1953. Al parecer no era la que Mingote hubiera deseado que se publicara, pero lo cierto es que supuso el pistoletazo de salida para una relación que siempre tuvo más de afectiva y personal que de estrictamente laboral entre el artista y los responsables del periódico (2).

La primera viñeta de ABC, con el trasfondo de la Guerra de Corea como noticia de actualidad en la época


En dicha viñeta (y en aquella época) Mingote desplegaba un estilo que aún parecía algo impersonal y naturalista, aunque fuera rotundo, eficaz, de gran perfección formal y no tuviera nada que envidiarle a la mejor tradición del humorismo gráfico. Sin embargo, desde finales de la década de los 50 el artista fue evolucionando hacia un grafismo bastante más personal, opulento y barroco, muy influido por la pintura —hacia la que siempre sintió una gran atracción— y apoyado en unos estilemas tan marcados que llevaron a Francisco Umbral a decir que Mingote era "el Picasso de los periódicos". Y no andaba descaminado el escritor madrileño al establecer dicha filiación comparativa, toda vez que los dibujos e ilustraciones del dibujante se caracterizaron, a partir de la consolidación de ese nuevo estilo, por la omnipresencia del espíritu cubista y geometrizante que el genial pintor malagueño había llevado a sus más altas cotas expresivas en la Historia del Arte.

Homenaje explícito de un maestro al otro


La referencia picassiana, y la pintura en general, constantes siempre en la obra de Mingote
(portada del ABC del 16/09/1981, con una viñeta referida al trágico asunto del aceite de colza)


Esto en cuanto a la morfología gráfica del estilo "mingoteano". Porque si nos referimos a la esencia o espíritu de su humor deberíamos señalar —aunque luego volveremos otra vez sobre ello— que el autor prefería la reflexión amable, el guiño cómplice y la sonrisa a medio esbozar, antes que la sátira cruel, la crítica política descarnada, o el chiste de fuerte contenido ideológico (de ahí que muchas críticas contra su estilo en comentarios que se pueden leer por la red digan de él que "era soso", que resultaba "poco gracioso", etc.). Aunque consciente, como era, de que la suya era una actividad eminentemente periodística, Mingote siempre tuvo claro que lo "político" formaba parte ineludible de ella. De todas formas, en mi opinión, su genio brilla a mayor altura en esos trabajos de hondo calado espiritual, en los que el autor se paraba a reflexionar sobre los grandes problemas que siempre han acuciado al ser humano. En este sentido, obras como Hombre solo, Hombre atónito, Historia de la gente o sus ilustraciones para el Centenario de El Quijote son las más adecuadas para acercarse a la producción de Mingote y comprenderla en todo su alcance filosófico y humanístico.



Aunque en las reseñas, necrológicas y obituarios escritos estos días no ha dejado de destacarse la grandeza de Antonio Mingote, sin embargo creo que no se ha insistido demasiado en la importancia que su figura tuvo para la historia del humorismo gráfico español. En este sentido, conviene recordar que, por edad y generación —pero sobre todo por longevidad vital y profesional—, fue el único eslabón a través del cual la tradición de los antiguos dibujantes de la época inmediatamente anterior y posterior a la Guerra Civil —entre los que podríamos citar a Xaudaró, Opisso, Junceda, Bagaría, K-Hito, Castelao, Tono, Mihura o Gila, por ejemplo—, llegó hasta los humoristas surgidos ya en plena etapa democrática (Gallego y Rey, Ricardo y Nacho, Manel Fontdevila, etc.), pasando entre medias por aquellos que iniciaron su actividad profesional en los años finales de la Dictadura y la Transición (Martínmorales, Chumy Chúmez, Forges, Summers, Ops/El Roto, Peridis, Perich, etc.). Es decir, que Mingote bien podría ser considerado como la figura señera y central del humorismo gráfico español del siglo XX, al unirse en él la tradición pasada y casi el futuro que está por venir todavía.

 Mingote en la cena de honor que se organizó en la Casa de ABC con motivo de su ingreso en la RAE, en 1987.
Están junto a él (de izquierda a derecha): Chumy Chúmez, Alfonso Ussía, Luis Sánchez Polack "Tip",
José Luis Martín Mena, el propio Mingote, Antonio Fraguas "Forges", Máximo San Juan
(y en primera fila), José Luis Coll y José María Pérez González "Peridis"


Pero los méritos de Antonio Mingote no se agotaban, ni mucho menos, en el humorismo gráfico. Lector impenitente y poseedor de una sólida formación intelectual, desde fecha bien temprana demostró un gran interés por la literatura, a la que dedicó sus esfuerzos dando a la luz una obra de teatro (El oso y el madrileño) y algunas novelas (Ojos de esmeralda, Las palmeras de cartón, Los revólveres hablan de sus cosas y Adelita en su desván). Pero no terminan ahí sus colaboraciones para la escena, pues realizó decorados para la obra Usted tiene ojos de mujer fatal (de Enrique Jardiel Poncela) y hasta figurines para Los caciques (de Carlos Arniches), siguiendo así la estela de otros dibujantes e ilustradores que, alguna vez, se han sentido tentados por esta actividad. Asimismo, al poco de iniciar su colaboración con ABC —en 1955, para ser más concreto— empezó a dirigir una revista humorística que pretendía encontrar su lugar junto a las ya existentes. Se tituló Don José y Mingote estuvo al frente de la misma durante sus primeros cien números. Pero por diversas razones la empresa no terminó de cuajar y la cabecera acabó naufragando, aunque en ella llegaron a colaborar dibujantes y escritores que hoy están en primera línea.

 Mingote (derecha) asomado a la ventana de la redacción de la revista Don José. A su izquierda están Tono
 y una señorita que no he logrado identificar. La foto fue realizada el año 1957


También probó suerte en la radio y en la televisión. Para esta última escribió el guión de una serie dirigida por Antonio Mercero que habría de gozar de bastante éxito. Me refiero a Este señor de negro, protagonizada por José Luis López Vázquez y en la que Mingote hacía una crítica costumbrista y amable (aunque no exenta de sorna) de los valores más tradicionales de la España franquista, encarnados en el personaje de Sixto Zabaleta, que interpretaba el citado López Vázquez. Años después —ya en la década de los 90— participaría en el programa Este país necesita un repaso, adaptación televisiva del programa radiofónico El estado de la Nación que Luis del Olmo había incluido en su programa Protagonistas de la COPE y que estaba moderado por José Luis Coll (que también colaboraba con del Olmo).



La actividad de Mingote en el cine fue aún más fecunda, colaborando con el productor José Luis Dibildos en la realización de varias películas, alguna de las cuales —estoy pensando básicamente en Vota a Gundisalvo— es bastante divertida y sigue teniendo cierta vigencia hoy en día. La idea para realizarla surgió a partir de una viñeta de Mingote, en la que aparecía representada una escena electoral con el cartel de un candidato político llamado Gundisalvo, cuyo paternalista lema electoral ignoraba por completo al votante y no parecía tomar demasiado en serio el incipiente sistema democrático.


Pues bien, en la adaptación cinematográfica, llevada a cabo en plena Transición, se plantea una sátira en torno a la demagogia de los políticos, mostrándonos a un constructor bastante chaquetero —llamado Gundisalvo— que se presenta como candidato a senador. A lo largo de la película se nos va mostrando cómo el aspirante (interpretado magistralmente por Antonio Ferrandis) está dispuesto a hacer lo que sea con tal de conseguir salir elegido. Para ello echa mano de un peculiar equipo de colaboradores dirigido por un agresivo publicista (Emilio Gutiérrez Caba), que dice querer aplicar las nuevas técnicas del márketing a la campaña política que precederá a las elecciones generales de un país que despertaba a la democracia. Así pues, crítica política y una buena dosis de destape son la consecuencia y la concesión, respectivamente, que la película hace a una época de incipiente libertad democrática.


Arriba cartel de la película. Sobre estas líneas, anuncio publicitario realizado por el mismo Mingote
(léanse con atención los textos, pues rezuman guasa e ironía contra el lenguaje político)


Periodismo, teatro, novela, televisión, radio... Antonio Mingote tocó todos los palos de la cultura y la comunicación y es por ello que, en 1987, fue reconocido con el ingreso en la Real Academia de la Lengua (ocupando la silla "r" de la corporación el 20 de noviembre de 1988) (3). Un mérito que, como bien ha señalado Forges, era la primera vez que se otorgaba a un humorista "confeso". No sería el último, por cierto, ni había sido el primero de los reconocimientos que recibiera el artista. Así, en 1961 se hizo merecedor de la Orden de Isabel la Católica. En 1967, su gran amigo Juan Ignacio Luca de Tena —hijo de Torcuato, fundador de ABC— instituyó el premio que lleva su nombre (el "Mingote"), para humoristas gráficos y fotógrafos, el cual ha llegado a ser uno de los más prestigiosos de la especialidad, junto con el "Mariano de Cavia" y el "Luca de Tena". En 1996 recibió la medalla de oro al Mérito en el Trabajo, en 1998 el "Premio Quevedos" (equivalente al Cervantes de Literatura). En 2001 obtuvo el premio "Gat Perich" y al año siguiente la medalla de oro al "Mérito en las Bellas Artes". Tres años después, en 2005, fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Alcalá de Henares y en 2007 por la Universidad Rey Juan Carlos. Y así hasta el pasado mes de diciembre, en que el Rey don Juan Carlos le convirtió en Marqués de Daroca, ciudad de la que procedía su familia.

 "Premio Quevedos" (obviamente)


En la ceremonia de su ingreso en la RAE, el 20 de noviembre de 1988


Mingote fue siempre un implacable debelador de los nacionalismos separatistas y, sobre todo, de las incongruencias implícitas en los mismos, así como de la manipulación del lenguaje que muchos de sus líderes han practicado de manera habitual y tendenciosa para negar la realidad histórica y política de España. En este sentido, se mostró especialmente virulento con el caso vasco, donde la hipocresía dialéctica de los dirigentes políticos nacionalistas de esa parte de España —aunque no sólo ellos— se ha estado desplegando sobre el sangriento telón de fondo pintado por una banda terrorista que tiene en su haber 829 asesinatos. Y ha sido esta posición tan nítidamente pro-constitucional —que algunos denominan con desprecio "españolista", facha y casposa— la que le granjeó al humorista ahora fallecido una visceral animadversión de casi todo el nacionalismo y de amplios sectores de la izquierda más radical (que, curiosamente —y es algo que nunca entenderé—, siempre se ha aliado con los rancios e intransigentes postulados nacionalistas, renunciando al tradicional internacionalismo que le correspondería por su origen ideológico).








Lo cierto es que en estos días de duelo generalizado y de reconocimiento unánime a la obra y persona de Mingote, la triste nota discordante han venido a ponerla precisamente los seguidores de esa izquierda radical y matonil (que, por fortuna para todos, está bien lejos de conseguir auténtica representación política en nuestro sistema). Descerebrados analfabetos y sectarios que, aprovechándose de los comentarios abiertos en ciertos medios de comunicación y desde otros plataformas (a las que prefiero no enlazar para evitar su publicidad), han estado confesando su alegría por la muerte del maestro, al que han acusado de todo menos de bonito: fascista, acomodaticio, sostenedor de regímenes totalitarios, partidario de la tortura, centralista (como si esto fuera un delito, por cierto), supremacista y otras lindezas por el estilo.

Este ejemplo ordinario e insípido de "funebrismo" (del que Mingote fue un auténtico maestro),
está bien lejos del buen gusto y el savoir faire de que hizo gala el artista en dicho
subgénero periodístico, como queda atestiguado en su libro
 Serán ceniza, más tendrá sentido


Y lo cierto es que Mingote no fue nada de esto. De ideología conservadora —esto no lo niega nadie, aunque tampoco fuera una peculiaridad que deba justificarse condescendientemente, pues no es ningún delito—, el dibujante catalán siempre mostró un talante moderado y proclive al diálogo, mucho más liberal que otra cosa. En este sentido, su amistad, sólida y duradera, con hombres tan poco sospechosos de conservadurismo político como Rafael Azcona, Gila, Chumy Chúmez, José Luis Coll o Forges vendría a demostrar —por si fuera necesario— que el sectarismo y la intransigencia nunca formaron parte de la concepción vital de Antonio Mingote.

Antonio Mingote (derecha) y Rafael Azcona en el Madrid de los años 50


Mingote en una reunión con el ex-presidente Felipe González (en el centro, sentado) y otros amigos
(entre los que se ve a Eduardo Sotillos, Chumy Chúmez, José Luis Coll, Máximo y Peridis)


Con Forges, en 1999. Grandes amigos, tocayos y nacidos
el mismo día, pero con una diferencia de 23 años 


Su humor destila comprensión hacia las debilidades humanas y estaba dotado de un humanismo que sólo en muy raras ocasiones abandonó el dibujante para dar paso a la acritud. Ésta se manifestó, ante todo, con los políticos, a los que Mingote veía como un "mal inevitable", como una casta privilegiada, incompetente y demagógica contra la que arremetió a menudo desde sus viñetas. Y lo hizo no sólo en época democrática, sino también cuando uno se la jugaba de verdad. Porque no faltan en el curriculum de nuestro homenajeado las viñetas dirigidas contra ese régimen dictatorial cuyos postulados algunos aseguran maliciosamente que compartía.





Sin posibilidad de utilizar la confrontación abierta —lo que era absolutamente inviable en una España controlada por la censura— y ayunos de ese tono agresivo y directo, más propio del humor gráfico que se hace en las sociedades democráticas y libres, no puede negarse que tanto Mingote como la generación de humoristas que trabajaron junto a él en La Codorniz y en otras publicaciones satíricas de la época (Don José, Hermano Lobo, El papus, etc.) fueron abriendo pequeños espacios de libertad y reflexión que contribuyeron a formar una sociedad más crítica y preparada que la anterior. En dicha falta de libertad impuesta por la Dictadura creyó encontrar Paco Umbral una de las causas que explicaban la grandeza de esa magnífica generación de humoristas gráficos españoles anteriores a la Transición. Hablando de Chumy Chúmez, en concreto, afirmaba hace algunos años:
«Todo esto que hizo Chumy era posible en una dictadura, irónicamente, puesto que no era posible acercarse más al toro. Y por eso la gente escribía y dibujaba mejor. Hoy no existe dibujante que no tenga su Aznar, su Marx, su Felipe, su Celia Villalobos, su Lenin, su Hitler y su Pío Cabanillas. Esto no quiere decir que los humoristas hayan descendido a los eventos consuetudinarios, sino que las empresas y la organización general de los medios exigen torear muy ceñido, decir las cosas muy claras y hasta exagerar un poco. Paradójicamente, toda esta democracia nos obliga a un encrespamiento de los medios en función de la competencia, lo cual no es malo en sí para la batalla politica, pero es malo literariamente y olvida para siempre la elegancia del humor que llamaríamos humanista o antihumanista, con los nombres de Chumy, Máximo, El Roto, Mingote y pocos más. He aquí, pues, un ejemplo de cómo la democracia mal entendida puede traernos gallegos y reyes de revista porno, lejos de la intelectual Codorniz, lejos del inolvidable Hermano Lobo».



Pues eso... ¡¡Qué diferencia, en este sentido, con esos detractores cicateros del maestro ya desaparecido que, subidos a una especie de púlpito de superioridad moral y vestidos con el disfraz de resistentes —¿resistentes contra qué?—, le acusan ahora de fascista, le insultan despues de muerto y se alegran por su fallecimiento. Libertarios de guardarropía, en definitiva, que se hinchan como pavos y gritan como hienas, asegurando que defienden la libertad y la democracia... ¡¡en un sistema democrático!! Heroica gesta la suya... "Ladran, luego cabalgamos", podríamos decir recordando la famosa cita apócrifa que suele atribuirse a Alonso Quijano (y que, pese a no aparecer en la novela, bien podría haber sido pronunciada por el orgulloso y testarudo Caballero de la Triste Figura).

En fin, Serafín. Ya es hora de ir concluyendo esta reseña-homenaje... Y pienso que sería bueno hacerlo enumerando de nuevo aquellos elementos que caracterizaron el humor mingotiano. Más que nada para iluminar a esos percebes que, parafraseando la conocida expresión, "no saben porque no ven" (¿o sería más adecuado decir "leen"?). Para ello, nada mejor que citar un breve pero suculento pasaje de la magnífica semblanza biográfica que la imprescindible Tebeosfera dedicó en su momento al artista ahora fallecido:

«Mingote hizo gala siempre de un humor inteligente, desvestido de prejuicios y que raramente mostró tendenciosidad; retrataba el país a través de tipos absortos o reflexivos, muchachas estilizadas con pechos como melocotones, señoronas orondas o trabajadores de mirada triste. Quiso mostrar la esencia de España a través de esa ventana de papel y a la postre concibió un crisol de imágenes de la disparidad de criterios entre los españoles, identificando como mayores lacras el terrorismo, los patrioterismos, los extremismos y la falta de sentido común».

Descanse en paz, maestro. Sit tibi terra leuis.


* * *

Y ahora, como siempre, una amplia selección de su arte. Que lo disfruten.

 

 





















































 

Y así, hasta el infinito. Pero aquí ya no puede ser...

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(1) La relación de Azorín con el mismo diario tampoco estuvo mal, por cierto —se inició en 1905 y concluyó con la muerte del escritor en 1967—, pero no alcanzó la longevidad y continuidad que ha tenido la del dibujante recientemente fallecido, pues el de Monóvar estuvo alejado del periódico madrileño entre 1930 y 1941, después de que fuera secuestrado por un comité sindical y gestionado por las autoridades republicanas durante la Guerra Civil.

(2) Al menos hasta hace relativamente pocos años, cuando la batalla entre medios de comunicación y el modo de actuar de sus nuevos ejecutivos parece que vinieron a enturbiar, en parte, esa trayectoria impecable de colaboración.


(3) Con un discurso de ingreso, por cierto, que no puede ser obviado por nadie a quien le interese la historia del humorismo gráfico español. En él, Mingote reconoce sus débitos con Ramón Gómez de la Serna, de quien destaca su importancia y originalidad, así como el papel renovador que su humor surrealista jugó a la hora de iniciar «la revolución periodística que tuvo lugar en España en este siglo y que trajo por consecuencia el derrocamiento de lo festivo vernáculo o castizo (de gran calidad en ocasiones), médula de la revista Madrid Cómico, por el humor universal de La Codorniz».

12 comentarios :

  1. Gracias, querido Alberich.
    Le confirmo que he disfrutado -como siempre que entro en su admirada cueva- con su homenaje a Mingote. Tienes una envidiable biblioteca (tu tesoro, de buen seguro)

    ¿Tenemos repuesto? Lo digo porque a este ritmo... huérfanos.

    Descanse en paz.
    Un besito pa' ti y pa' tu hermanito.

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  2. Buenísima recopilación, D.Alberich, tanto en el texto como en la selección de los dibujos.
    Felicidades.

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  3. D. Alberich el Negro, gracias. Muchas gracias. Su elegía (aunque escrita en prosa, sin métrica, destila 100% poesía), me hace más ligera la pena por la pérdida del mejor periodista gráfico que quedaba vivo en esta España nuestra.

    Una gozada leerle, querido señor. Un abrazo. Y otro para su hermano.

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  4. Excelente reportaje, Alberich. ¡Qué gran conocimiento de causa! ¡Y a la vez, qué pena y vergüenza de país, donde un Mingote fallecido necesita apologías, y pedir permiso para seguir existiendo!

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  5. Es usted un sabio, Don Alberich: estupendo artículo.
    Esa gente siniestra que "sólo ve lo que cree" es evidentemente incapaz de entender lo que desborda los límites del catecismo izquierdista (o derechista, que también ...).
    Estoy disfrutando mucho buceando por su blog.
    Muchas gracias...

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  6. Me ha gustado muchísimo su homenaje al gran Mingote. Un trabajo hecho a conciencia, tal como él se merecía.
    Besos para usted y para su hermanito Mime.

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  7. Muchas gracias, amigos míos, por vuestros comentarios (tan animosos y favorables). La verdad es que con Mingote se va uno de los últimos grandes (pero grandes de verdad) del humor gráfico español. Y, sobre todo (como digo en la entrada) el nexo de unión con una época innovadora como pocas y, desgraciadamente, perdida para siempre.

    Un beso para vosotras, chicas, y un abrazo para los caballeros.

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  8. Una vez le preguntaron a Mingote por otros dibujantes a los que admirara, y contestó que Chumy Chúmez y Máximo, porque no se parecían a él.
    Era tan humilde como artista.

    Le ha hecho usted un bonito homenaje. Gracias.

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  9. Muchas gracias a usted, amigo Anónimo. Era, creo yo, el homenaje que el maestro se merecía.

    Un saludo cordial.

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  10. Acabo de descubrir esta entrada. Extraordinaria.
    Hoy se cumple un año, un mes y un día. Nunca dejaré de echarle de menos. Cada equis tiempo ojeo los recortes que aún conservo y echo la tarde.
    Un abrazo.
    Tip.

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  11. Hola Tip, ¡vaya sorpresa! Es un honor tenerle por aquí...

    Mingote... Uno de los más grandes y de los mejores y más personales dibujantes que ha dado nuestro país. ¿Conoce las recopilaciones de dibujos que el propio autor hizo en los años 70, a través de la editorial MYR? Son unos libritos finitos donde los chistes aparecen ordenados temáticamente y en los que se despliega magistral todo el talento de nuestro hombre. Por no hablar de su Historia de la gente que prefiero, desde el punto de vista gráfico, en su primera edición (que se reimprimiría varias veces), antes que en la rehecha para ser publicada por ABC). ¿Y qué decir de Hombre solo y Hombre atónito? Son todas ellas obras extraordinarias.

    Aunque para saber lo que ha significado Mingote en la historia del humorismo gráfico patrio no hay más que darse un paseo por la soberbia hemeroteca del ABC e ir mirando, pacientemente, número tras número para encontrar su chiste diario, que sólo faltó cuando él ya no estuvo.

    En fin, Serafín... ¡¡Vaya rollo que le he endilgado!! Disculpe...

    Un abrazo y gracias por la visita.

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  12. Ajajá, sabía que le iba a sorprender.

    Tengo algunos libros temáticos pero creo no son de esa editorial sino de Afanías y otra más que no recuerdo. También tengo Hombre solo, que me regaló Amelie. Imprescindible. Pero lo que más guardo son los recortes del periódico. Ya dijo Umbral que el éxito de ABC eran "el mingote" y la grapa.

    Aún en vida recuerdo un comentario que hizo Martín Ferrand en ABC sobre una viñeta a Aznar, que lo define perfectamente: "Siendo tan brillante como es la nómina de los dibujantes de nuestros diarios, Mingote encabeza la de los dos últimos siglos."

    Poco se puede añadir.

    Nada de rollo, en este formato se lee muy bien. Me asomaré de vez en cuando por aquí.
    Tip

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