martes, 26 de abril de 2011

TINTÍN FINALMENTE ANTE LOS TRIBUNALES



COMO lo oyen: el modoso pero intrépido reportero, el ciudadano ejemplar, el sano y un tanto repelente muchacho que toda madre querría tener como hijo y toda abuela como nieto, acabará ante la justicia belga el próximo mes de septiembre. Y es que el pasado día 18 el tribunal de primera instancia de Bruselas se declaró competente y admitió a trámite la querella por racismo que un ciudadano congoleño —Bienvenu Mbutu Mondondo, de 41 años— puso contra el álbum Tintín en el Congo, en agosto de 2007, un mes después de que los miembros de la "Comisión Británica para la Igualdad Racial" se dejaran llevar por la tontuna de lo políticamente correcto y exigieran a las autoridades del Reino Unido la retirada del álbum, pues en su opinión difundía «groseros estereotipos raciales».

 El álbum objeto de la discordia (portada de la edición española)


Siguiendo dicho antecedente —y al amparo de una ley de julio de 1981 que regula los comportamientos racistas, así como a los artículos 444 y 448 del Código Penal belga—, el señor Mondondo denunció entonces que el contenido del tebeo era ofensivo para él y para sus compatriotas, pues difundía tópicos racistas sobre los congoleños —nos preguntamos si es que ha hablado con todos ellos, uno por uno—, y que el joven reportero rubio de pantalones bombachos actuaba en la aventura de manera «racista y xenófoba». Además, consideraba que el tebeo era "propaganda para la colonización".

Mbutu Mondondo (cuya actuación en este asunto resulta sospechosa para más de uno)
adoptando la pose que se ha hecho habitual en él durante estos últimos años


La causa se iniciará el próximo 30 de septiembre, cuando la acusación defienda la demanda de Mondondo. Posteriormente, dos semanas después se personarán los abogados de la sociedad Moulinsart, cuyos representantes han declarado al respecto —y de manera muy juiciosa, a mi entender— que Tintín en el Congo es una obra de ficción y que, en todo caso, no parece lógico juzgar con criterios actuales un tebeo realizado hace más de 80 años: «toda la obra de Hergé debe mantenerse íntegra, en tanto que documento de aquella época».



Las espadas están en todo lo alto, y podría ocurrir que Mondondo solicitara la retirada y posterior destrucción del álbum en cuestión, aunque sus abogados probablemente acudirán a una solución menos expeditiva, como es obligar a Casterman —detentadora de los derechos de publicación del personaje— a que se imprima un aviso en la portada y a que se añada una introducción explicativa sobre el contexto histórico colonialista en que fue escrita la aventura. Además, se exigirá que el libro quede expuesto al público en otras secciones de las librerías que no sean las dedicadas a los niños y jóvenes.

 El querellado con una gorra roja y a lo suyo


El activismo de Mbutu Mondondo respecto al polémico álbum de Hergé ha sido desenfrenado en estos últimos tiempos, y no ha estado exento de cierto oportunismo mediático. Apenas dos años después de interponer la primera querella, llevó su cruzada personal también a Francia, donde en 2009 hizo lo mismo ante los tribunales de ese país. Como señaló entonces la Sociedad Moulinsart, este relanzamiento en el país galo de la causa judicial contra el famoso reportero belga de papel coincidió, casualmente, con la maniobra de ostracismo a que los responsables de la Biblioteca de Brooklyn (EE.UU) condenaron al álbum de Hergé —retirándolo del libro acceso, junto a otras obras como el Mein Kampf, de Hitler—, y con la puesta en marcha del proyecto de los directores cinematográficos Steven Spielberg y Peter Jackson de adaptar al cine las aventuras de Tintín, proyecto que se estrenará este mismo año. Posteriormente, en febrero de 2010, Mondondo dirigió una carta al rey Alberto II de Bélgica, ante la inminente visita que el monarca iba a realizar a la República Democrática del Congo en junio de ese mismo año. En realidad se trataba de una "carta abierta" enviada con toda la intención política posible, pues iba dirigida también al Primer Ministro belga y a otras autoridades, como los presidentes de los partidos políticos.



En cuanto a la defensa planteada por los abogados  de Moulinsart, es casi seguro que se basará en el argumento de la libertad de expresión, al que han sido muy sensibles los seguidores del personaje y muchos de quienes participan en los blogs, redes sociales y otros medios de Internet.

Yo, por mi parte, me pregunto: ¿nos hemos vuelto locos, o qué? Confieso, mea culpa, que leí Tintín en el Congo bien jovencito —con nueve o diez años, creo—, y lo mismo ocurrió con otros álbumes del personaje que también han despertado el recelo entre los más puristas (Tintín en el país del oro negro, Stock de Coke...). Sin embargo, puedo asegurar que los efectos de dicha lectura no han dejado en mí la menor huella negativa, pues nunca he sentido bullir en mis entrañas el virus de una supuesta superioridad racial blanca. No creo que los negros sean inferiores, ni pienso tampoco que estuviera bien o fuera justa la salvaje colonización llevada a cabo sobre el Estado Libro del Congo —posterior Congo Belga— para beneficio del imperialista, codicioso y despreciable rey Leopoldo II de Bélgica. De niño, nunca llegué a imaginar que ese modo tan peculiar de hablar que Hergé atribuyó a los nativos de su historia pudiera significar que eran seres inferiores. La verdad, un niño pequeño no está en esas cosas... Creo yo. Y de mayor, me di cuenta de que Tintín en el Congo no era, ni de lejos, la mejor historia que escribiera Hergé. Ni siquiera de pequeño me había gustado especialmente.

 Retrato del hipócrita monarca belga, responsable directo de unas condiciones de trabajo
 y explotación cuyas consecuencias directas pueden verse en las otras imágenes


Personalmente creo que Tintín en el Congo tiene más de paternalismo que de racismo o xenofobia, propiamente dichos. No hay en todo el álbum, creo recordar, ni una sola manifestación abiertamente racista; no hay diálogos o actitudes que muestren desprecio por los negros, aunque, bien es verdad, estos aparecen representados como si fueran niños pequeños, y su sociedad como material e intelectualmente atrasada respecto de la europea colonialista. No obstante, considerando que por la época en que Hergé dibujó esta historia aún no se documentaba con la precisión y el rigor que caracterizarían sus álbumes posteriores a partir de El loto azul, llego a la conclusión de que el retrato que el dibujante belga hizo del Congo de los años 30 no es sino el reflejo del eurocentrismo imperante en la época, y de una información deficiente que iría subsanando con el paso del tiempo.

 Una conocida secuencia de Tintín en el Congo, ejemplo paradigmático
del paternalismo al que he hecho referencia


¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que una cosa es reconocer la injusticia del colonialismo  belga y las atrocidades que cometió en el Congo —por las que Bélgica, quizá, debería entonar oficialmente y como Estado su particular palinodia (cosa que aún no ha hecho)—, y otra, bien distinta, confundir el objetivo a batir en la que puede ser una reclamación justa. Y es que la "presa" sobre la que Mbutu Mondondo ha puesto su punto de mira está mal elegida, pues Tintín en el Congo no es la causa del régimen político y de la manera de pensar que él, como querellante, quiere denunciar —ésta sería el colonialismo—, sino una consecuencia más de ellos. Una consecuencia, claro, y además una prueba de innegable valor histórico. Por eso, la exigencia de prohibir la publicación del álbum y su distribución pública me parece, a todas luces, injusta y desproporcionada, pues olvida que se trata de una obra de arte y de una creación que surgió en un contexto concreto y ya superado. De modo, que para hacer verdadera justicia, quizá bastaría con implantar otras medidas —bastante más pedagógicas—, sin necesidad de llegar a la prohibición. Por ejemplo, incluir en las futuras ediciones del álbum una introducción histórica en la que se explique al lector las condiciones históricas concretas en que esta obra se produjo, analizando con la mayor objetividad posible todos los datos y poniendo las cosas en su sitio (para recordar, entre otras cosas, que el propio Hergé ya había iniciado su propia relectura actualizadora del álbum, respondiendo así al cambio de mentalidad que se había ido operando en él a lo largo de su trayectoria vital y como consecuencia de la experiencia y los conocimientos adquiridos con los años).

Dos viñetas del álbum, mostrando actitudes estereotipadas,
propias de unos tiempos afortunadamente ya superados


Pero si triunfa la querella de Mondondo —tal y como está planteada— y prende en la sociedad su actitud talibán y censora, se habrá sentado un precedente muy peligroso. En tal caso, ¿quiénes serán los siguientes en caer bajo la inquisitiva y celosa mirada de catones, puristas y reivindicadores? ¿Asterix y Obelix, porque sus creadores decidieron burlarse de todos y cada uno de los clichés y tópicos nacionales? ¿El Guerrero del Antifaz y El Capitán Trueno, por islamófobos e integristas católicos? ¿Se exigirá la destrucción de El nacimiento de una nación, de Griffith, porque en ella se ensalzaban valores hoy claramente condenados? ¿Y los cristianos? ¿Pedirán que se retire de los anaqueles El Anticristo, por el desprecio con que Nietzsche trata al cristianismo en esta obra? ¿Y qué ocurrirá con la mayoría de los museos de arte del mundo, donde se exhiben piezas cuyo contenido pueda parecerle políticamente incorrecto a más de uno? ¿Pedirán las feministas que se retiren aquellos cuadros en que la mujer aparece desnuda, por considerar que ultraja su dignidad? En fin, Serafín...

¡Líbranos, señor, de los talibanes, que de los mensajes racistas y políticamente incorrectos ya me cuido yo solo...!

He dicho.

No hay comentarios :

Publicar un comentario